Construye un telescopio reflector con materiales caseros…. eso
es lo que dice el libro, tal vez el
mejor manual en lo referente a manufactura de telescopios newtonianos. Pero antes de comentar sobre esta joya del
trabajo manual, me daré el gusto de poner la historia en contexto.
Por el motivo que sea, todos en algún
momento alzamos la mirada en una noche de luna nueva y con asombro y curiosidad hemos visto
aquella multitud de puntitos brillantes llamados estrellas (de 3000 a 6000 dependiendo del sitio, las condiciones meteorológicas y las “buenas vistas” del observador) y unos cuantos hemos caído en el embrujo de
querer conocer sus nombres, presumir con la punta del dedo que tal con cual forman tal constelación, y en el mejor de los casos dar una explicación cosmológica
a todo aquel desorden (en este punto es probable que ya nadie presta atención o
simplemente no nos crean). La mayoría dejará la cosa ahí, y al salir el sol solo quedará el recuerdo de una noche oscura y bonita. Otros, tercos cual semovientes, quedaremos con las dudas latentes y nos
atiborraremos de información astronómica de primera, segunda y hasta tercera mano
(en orden sería: libros de astronomía, dos o tres atlas del cielo nocturno, la colección
de Carl Sagan. De segunda mano serían esos eternos programas de Nat geo, Discovery
o History, que escupen datos y datos, todos
muy bonitos pero que al final lo dejan a uno en las mismas, y de tercera
mano serían los serios y entretenidos documentales de alienígenas ancestrales, las notas del noticiero RCN o lo último en cosmología,
cosmogonía, cosmoagonia y astrología que cuentan compañeros de estudio o trabajo).
Es en este punto, después de considerarme todo un digno operario del telescopio de canarias, en el que realizo la mejor inversión de mi vida, me consigo lo último en guarachas en telescopio, de esos que llegan por temporadas a la panamericana o los que se encargan a amigos igual de cultos a uno. Así que a eso de las 5 pm tengo ante mis ojos un reluciente y pulcro artilugio, azul oscuro, salido de una caja con fotos de Júpiter y galaxias lejanas multicolores, con números que indican aumentos de cientos de veces, capaces de capturar la estrella más esquiva o el vello púbico más tímido de cualquier vecina. Y al caer la noche, con nuestro mapa estelar en mano y el objetivo puesto al infinito ( y más allá) escudriñamos con curiosidad 100% infantil el firmamento, ¿y que vemos? Nada…. Un fondo oscuro y estrellitas ocasionales algo desenfocadas. Claro, no era de esperar que viésemos la galaxia del sombrero o la nebulosa del cangrejo de una, con mirada científica revisamos nuestro mapa estelar (el que viene con el atlas tamaño familiar que nos costó un ojo de la cara) hacemos unos cálculos mentales, ajustamos dos o tres manijas y nuevamente a desentrañar los misterios del cosmos... ¿Y que vemos? Nada… un fondo oscuro con estrellitas ocasionales desenfocadas. Y así pasamos minutos u horas, dependiendo del espíritu aventurero del observador, para al final, luego de estar solos -pues el público inaugural ha preferido ir a ver la novela- Ver a lo lejos la eterna compañera, la luna. Tardamos unos minutos en ubicarla (como carajos es posible que no sea capaz de hacerlo) y como recompensa ante la perseverancia, con orgullo observamos sus cráteres, mares y cadenas montañosas. No todo fue tan malo. En las noches siguientes presumiremos ante un nuevo público enseñando la lunática figura, mostrando al Júpiter inquieto y al esquivo Saturno. Por unos minutos todo será ¡¡ohhhh!! ¡¡ahhhhh!! ¡¡que bonita!! ¿es de verdad???, y ya. Pero cuando la novela empiece y el astrónomo incipiente quede solo con su aparato, volverá de nuevo esa desesperación de no encontrar nada, solo el fondo oscuro con lucecitas borrosas. Y pasaran los días, y los libros, y los amigos, y las expresiones maniacas de Giorgio tsoukalos (si tan solo viera una nave) para luego tal vez con un golpe de suerte enterarnos que lo que creíamos seria el hermano menor del Hubble, es en realidad un pequeño juguete con un objetivo de 60 mm de diámetro, algo que solo me permitirá definir algo de nombre astronómico pero más bien anatómico….ustedes entienden. Dejaremos a nuestro amigo a un lado, solo para ocasiones especiales o para cuando llegan las visitas curiosas…no todo está perdido.
Es en este punto, después de considerarme todo un digno operario del telescopio de canarias, en el que realizo la mejor inversión de mi vida, me consigo lo último en guarachas en telescopio, de esos que llegan por temporadas a la panamericana o los que se encargan a amigos igual de cultos a uno. Así que a eso de las 5 pm tengo ante mis ojos un reluciente y pulcro artilugio, azul oscuro, salido de una caja con fotos de Júpiter y galaxias lejanas multicolores, con números que indican aumentos de cientos de veces, capaces de capturar la estrella más esquiva o el vello púbico más tímido de cualquier vecina. Y al caer la noche, con nuestro mapa estelar en mano y el objetivo puesto al infinito ( y más allá) escudriñamos con curiosidad 100% infantil el firmamento, ¿y que vemos? Nada…. Un fondo oscuro y estrellitas ocasionales algo desenfocadas. Claro, no era de esperar que viésemos la galaxia del sombrero o la nebulosa del cangrejo de una, con mirada científica revisamos nuestro mapa estelar (el que viene con el atlas tamaño familiar que nos costó un ojo de la cara) hacemos unos cálculos mentales, ajustamos dos o tres manijas y nuevamente a desentrañar los misterios del cosmos... ¿Y que vemos? Nada… un fondo oscuro con estrellitas ocasionales desenfocadas. Y así pasamos minutos u horas, dependiendo del espíritu aventurero del observador, para al final, luego de estar solos -pues el público inaugural ha preferido ir a ver la novela- Ver a lo lejos la eterna compañera, la luna. Tardamos unos minutos en ubicarla (como carajos es posible que no sea capaz de hacerlo) y como recompensa ante la perseverancia, con orgullo observamos sus cráteres, mares y cadenas montañosas. No todo fue tan malo. En las noches siguientes presumiremos ante un nuevo público enseñando la lunática figura, mostrando al Júpiter inquieto y al esquivo Saturno. Por unos minutos todo será ¡¡ohhhh!! ¡¡ahhhhh!! ¡¡que bonita!! ¿es de verdad???, y ya. Pero cuando la novela empiece y el astrónomo incipiente quede solo con su aparato, volverá de nuevo esa desesperación de no encontrar nada, solo el fondo oscuro con lucecitas borrosas. Y pasaran los días, y los libros, y los amigos, y las expresiones maniacas de Giorgio tsoukalos (si tan solo viera una nave) para luego tal vez con un golpe de suerte enterarnos que lo que creíamos seria el hermano menor del Hubble, es en realidad un pequeño juguete con un objetivo de 60 mm de diámetro, algo que solo me permitirá definir algo de nombre astronómico pero más bien anatómico….ustedes entienden. Dejaremos a nuestro amigo a un lado, solo para ocasiones especiales o para cuando llegan las visitas curiosas…no todo está perdido.
Es aquí cuando llega este libro EL
TELESCOPIO DEL AFICIONADO de Jean Texereau, el manual que a modo de cartilla
de nacho lee, todo aquel que quiera iniciarse en el mundo de los artilugios astronómicos
debe leer. Allí se dará un breve repaso
de óptica con dos o tres ecuaciones que no entenderá, le despejará algunas dudas
prácticas y le entregará un pequeño listado de elementos requeridos para construir
el tan anhelado telescopio reflector de 250 mm. Luego le explicará pasó a paso
como elaborar desde el espejo hasta la montura con todo y tornillos, y al final, a modo de libro de Jaime duque linares,
felicidad garantizada. Personalmente después
de leerlo, busque los materiales y solo encontré los 2 butacas, (en la que me sentaría y en la
que dejaría el espejo listo para el abrasivo)
lo demás, seré honesto, puse poco empeño en conseguirlo. pueda que algún día lo consiga, es posible que lo construya (muchos ya lo han
hecho, hay centenares de páginas web donde niños y ancianos muestran orgullosos sus creaciones)
o es probable que bote la toalla después de pelarme los dedos en el esmerilado,
ahorre unos meses y me compre uno ya
completico en una tienda astronómica.
"albert II" dibujo de Diego Fournier |
Yo creo que no lo debe dejar solo para las visitas, siga intentándolo, un día de estos se puede topar con algo que lo sorprenda. Mano, me gustó su particular relato, de puro malo lo voy a publicar en un medio que conozco.
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