latecleadera

lunes, 27 de febrero de 2023

La ciudad y los perros; bajo la sombra del monte. Sobre la sombra del sayón y ellos estaban solos frente al monte

 



Un día cualquiera, entre Junio y Julio del año 2020, la ciudad mostró un extraño aire de antigüedad, pero no  la antigüedad propia de los ideales clásicos en un remoto mundo medieval ni tampoco en un mitológico estado prehispánico, sino esa sensación de envejecimiento que se pega en las paredes de bahareque en las casas de altas puertas que se niegan a sucumbir a los diseños minimalistas contemporáneos.

En cierta forma la modernidad radica en el bullicio que genera la masa humana en todas sus manifestaciones:  la música a todo volumen en parlantes ubicados en los andenes, el griterío de los vendedores ambulantes, el estridor de los pitos combinados con el rugir de lo los motores de los automóviles y el murmullo omnipresente de miles de voces diluidas en un día cálido; todo esto devela la vitalidad de una urbe.  Aunque si se es observador, el verdadero sonido citadino es aquel que producen los ladridos de los perros callejeros.  Una ciudad a la distancia solo deja escapar las voces de los cánidos, no es el hombre quien demarca su territorio sino el perro que lo protege.