Siempre que voy a la casa vieja encuentro algo que despierta mi interés,
desde un nuevo brote en cualquier orquídea hasta la nota curiosa en una hoja amarilla de un periódico
de ayer.
Revolcando en cajas vetustas,
nuevamente tuve en mis manos aquel pequeño libro, con su cubierta corroída por los años, con una imagen borrosa pero de donde aún se podían sacar algunos
detalles.
Era un viejo libro que desconozco
como y cuando mi tía abuela había conseguido; en aquella casa siempre había libros
y folletines, aunque nadie los leyera (exceptuando la hojita de lecturas bíblicas
que entregaban todos los domingos en la misa).
Junto con el catecismo rosadito, dos revistas VEA, tres revistas de Kaliman,
la biblia, una versión de bolsillo de un misal, las tiras cómicas del domingo y
las reflexiones del padre Claver para todos
los días, formaban las lecturas de recreo y digestión de mi niñez (aun no
comprendo como no termine en el brazo armado de algún grupo de ultraderecha o
de acólito ministerial al lado de Regina 11, definitivamente eso de la flexibilidad
cerebral si es muy cierto…o no tanto, terminé como médico..) su nombre "SIRACUSA, la incógnita de nuestros azarosos días" Escrito en la década de los
cincuentas por un cura neurótico y loco que veía conspiraciones por todos
lados. Pero a un niño que le importa
eso, solo me dedicaba a ver las cientos
de fotos de vírgenes (en su sentido sacro, como las estatuas de yeso de los
templos, las otras vírgenes el reguetón se encargó de extinguirlas)
distribuidas por todo el mundo, en donde a cada imagen le colocaban el
encabezado de -La madre de dios, y madre de…- y ahí se etiquetaban chinos,
esquimales, rusos y egipcios entre otros. (Esta era una de las que más llamaba mi atención, una mujer con tocado de plumas, túnica corta, de rodillas
y en el fondo las pirámides y la esfinge) y se daba una breve reseña de cada una de ellas.
Recuerdo que había algunas maternales, otras con cara de anciana, otras
altivas y dios me perdone esta herejía, pero había algunas sexys (y eso que era
un simple mocoso que todavía no sabía de dónde venían los niños), algunos capítulos
trataban sobre las apariciones marianas como Lourdes y Fátima, el resto del
libro se explayaba en discursos apocalípticos y milenaristas (no recuerdo haber
visto La madre de dios y madre de Los
Mayas). Eran lecturas aterradoras,
incendiarias, que exigían al lector una fiel y contundente respuesta, casi
militar, ante las amenazas allí postuladas. Ante mis ojos aquellas letras se
desdibujaban y formaban al dragón de tres cabezas del final de los tiempos,
multitudes lanzaban ayes de dolor (esa palabra la aprendía de ahí) por su impía
conducta ante el severo juez celestial, nos advertía sobre la necesidad de
tener a mano el cirio bendito como única fuente de luz y verdad ante la inminente
llegada de los tres días de oscuridad (puedo apostar que aún debe existir algún
trozo de cirio en alguna caja, por si
las moscas) después de todo esto, llegaría
el inminente holocausto nuclear (¿James Cameron y William Whisher no se inspirarían
acaso en este libro?) y la salvación de los justos por parte del cordero
redentor que quita todos los pecados del mundo.
¿Y quien tenía la culpa de toda
esta carnicería? Los tres ejes del mal,
los tres pilares del maligno: la masonería, el comunismo y los ateos. En estos tres miserables grupos recaía la
culpa de todas las desgracias de la humanidad.
¿Qué son masones? Pregunté a mi tía
atareada en la cocina.
–Son gente mala.- respondía.
¿Qué son comunistas?
-Son gente mala como Fidel Castro
que es comunista.-respondía.
¿Qué son ateos?
–son gente mala que no cree en
dios, y no pregunte más cosas y vaya y me trae una libra de azúcar a la
tienda. –respondía. Y así quedaron las
cosas, para mí esos tres, sin saber que eran, quedaron como los malos del
paseo, como los decepticons de los Transformers.
Pasaron los años y conocí los
comunistas, (excluyendo al profesor de colegio que decían que era ateo) en la universidad,
mechudos, con camisetas negras de megadeth y fumando marihuana. Luego conocí
los comunistas de la guerrilla en las montañas de Colombia, con botas
pantaneras, pistola al cinto y mirada esquiva. Luego los comunistas de Cuba, la Cuba de Fidel,
trabajando hombro a hombro a mi lado, formulando lo mismo que yo
formulaba. Nunca pude diferenciarlos
bien del resto del mundo. Comían lo que
yo comía, reían de lo que yo reía y
manejaban la misma moneda símbolo del salvaje capitalismo que yo manejaba. Si ellos formaban parte de uno de los pilares
logísticos con los que satanás gobernaría el mundo. Veía mal a satanás.
Luego conocí los ateos, (en
palabras de algunos conocidos internautas, creyentes de una no creencia, que no
es lo mismo pero es igual) y cada vez
que me veo la cara en el espejo y pienso que yo hago parte del segundo
pilar con el que el diablo pretende dominar el mundo, sonrió y rezo un padre
nuestro por él, pobre diablito esta jugando la partida equivocada.
Y a los masones los conocí por
ultimo, luego de engullirme libros de conspiraciones y secretos de estado, de
confundirme con Fulcanelli y Humberto eco, de ver el zeitgeist por YouTube y escuchar
a Wendy sulca, tuve ante mí a los adoradores de Baphomet, herederos de los
secretos templarios y los misterios de Hermes Trismegisto, los conspiradores
contra el orden establecido cumpliendo a
cabalidad las normas del buen ciudadano, muchachos buena gente, humanistas a mi
corto parecer. Lucifer que bruto
eres. Le hubiese sonado mejor la flauta
con furibundos adeptos del PIN, del
Centro democrático o del Opus dei.
En una de los tantos viajes que haga a la casa
vieja, si me queda tiempo y no lo olvido, anexare una última página a aquel singular
libro, una que diga. ”La madre de dios y madre de los ateos, los comunistas y
los masones” y en el último renglón, a
modo de complemento, “la incógnita de
nuestros azarosos días… sigue sin ser despejada”