Hay algunos domingos en los que
tengo que levantarme temprano (eso de las 6:30 o 7:00) para ir a trabajar (otra
de las tantas razones por las cuales iré a parar al infierno, no respetar los días
de descanso) y mientras pesaroso llego a mi destino, aprovecho alguna parada de semáforo
para comprar los diarios disponibles. Donde
vivo circulan los dos principales a nivel nacional: "el tiempo" y "el espectador" dos regionales principales; "el diario del Huila" y "la nación", y otros que están dando
la batalla como "opanoticias" y "el extra". Trato
de evitar algunos temiendo que al tomarlos se les caiga un hígado o un fémur de
tanto cadáver y herido plasmado en sus hojas; un escalofrío recorre mi espalda
cuando veo sus titulares en fuente 85 y rojos como labial de prostituta pregonando a los cuatro vientos los últimos asaltos, las ultimas bandas
delincuenciales desmanteladas, las ultimas “riñas” entre compadres y
comadres y una que otra violación. ¿En dónde diablos vivo? me pregunto, respiro
profundo y recuerdo que somos uno de los países más felices del planeta.
Pero volviendo al tema, uno de
los motivos por los cuales me compro los 8 kilos de periódicos es la infundada esperanza de abrir alguno de
ellos y ver caer un pequeño cuadernillo
de vivos colores. La sección de comics que todo buen y respetable diario debería
tener. El tiempo y el espectador limitan el espacio a las historietas y de paso
a todos los niños (los niños de verdad y los niños ya grandecitos) a una sola página, tratando compactar todo en un rinconcito,
evitando que esos monigotes le quiten dos o tres centímetros al crucigrama o al
sudoku. Los regionales traen dos cartillas que más que secciones de historietas
solo son los primeros pasos de las páginas sociales diseñadas para niños. Los últimos
traen una vieja buenona mostrando las tetas o la publicidad de algún brujo.
Nunca supe en que momento el
comic y la historieta quedaron tendidos
y moribundos para los diarios nacionales, un arte (así algunos lo nieguen)
que marcó la forma de pensar de muchos a lo largo de este siglo y el siglo
pasado, que hoy renace en películas de alto presupuesto en las salas de cine.
Durante la década del ochenta y
los noventas y creo que algunos días del dos mil, el espectador traía un
suplemento dominical, dedicado exclusivamente a los niños, la revista LOS
MONOS, ricamente ilustrada, sobriamente diseñada, que entre datos curiosos,
juegos mentales, reseñas de manualidades y una última página que ofrecía cursos desde detectivismo hasta
hipnotismo, nos deleitaba con las historietas de todo el mundo y todas las épocas,
allí conocimos los picapiedra, Pillin y Donald, Ferdinand, Beto el recluta, don
Abundio, el gafe gafado, Pomponio, Gardfield y productos nacionales tan
destacables como el café y las esmeraldas como los marcianitos, tukano, los
cuidapalos y otro montón de personajes que en este momento se escapan de mi
memoria. Era un espacio de diversión y
cultura, algo que la niñez y la juventudez, y la adultez y la vejenez siempre han
pedido a gritos. Luz al fondo del túnel para
aquellos genios con lápiz y papel que perdían horas creando dibujitos con el
anhelo de verlos circulando por todo el mundo y periodistas potenciales como
los reporteritos.
Según algunos eruditos "los monos" empezaron a circular en el año 1981 y desaparecieron en el 2000 0 2001, aunque yo podría jurar que en algún momento tuve en mi poder una revista de 1978, con Pomponio somnoliento junto al árbol de navidad mientras una de sus hijas jugaba dichosa con sus nuevos patines, era una revista vieja, enseñaba los pasos de un ritmo hoy desaparecido pero que por el pantalón bota campana y el afro del modelo, era bien setentero. Tuve una buena colección que leía y releía pero que fue desapareciendo con cada año de escuela de mis hermanos, que las encontraron muy prácticas para sacar recortes para las tareas. Al final solo escaparon del magnicidio unas diez, con rayones, apuntes, hojas sueltas y recortadas en el mejor de los casos y otras sencillamente incompletas, cual pergaminos egipcios o códices mayas.
Si me gano el baloto, lo primero que haré es buscar por cielo y tierra los cientos de números que deben estar rodando por todo el país, o en su defecto, contratar a todo el equipo editorial del espectador de aquellos años junto con Jorge peña, Clara Helena Cano y Efraín Monroy so pena de excomunión, producir nuevamente una a una cada una de sus revistas.
Mientras, esperar un golpe de
suerte y encontrar algún ejemplar en el fondo de alguna caja en algún cuarto de
san alejo.
Hola yo también era un asiduo lector de Los Monos ( recuerdo el especial de Disney de cuento de navidad de Charles Dickens) , junto con las tiras cómicas del Tiempo. Hace poco encontré donde encontré aventuras de Na tacha, azafata de vuelo que aparecían en esta publicación. También vi cientos de ejemplares de los Monos. Si le interesa y vive en Bogotá, el sitio es en el centro por la calle 23 entre la séptima y sexta; vale la pena ir ya que se encuentra publicaciones antiguas. Saludos.
ResponderEliminarmuchas, muchas gracias por el dato.
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