latecleadera

lunes, 29 de octubre de 2018

Día veintitrés. Sinuhé el poeta.





En cierta forma todos deseamos hacer de nuestra vida una obra de arte, bien puede ser una arrítmica melodía, una galimatías de palabras o los destellos cromáticos que pueda dejar la huella de un pincel. 
En cierta medida todos anhelados vestirnos de dioses y darle orden a la sucesión de días pasados y futuros con tal de burlar el vacío que deja una efímera existencia humana, escapar del olvido y dejando a un lado todas aquellas esperanzadoras mentiras de fe, comprar un boleto para la esquiva inmortalidad.

En cierto sentido todos queremos despersonalizarnos y no ser lo que a la fuerza del azar nos tocó ser sino   aquello que a pulso logramos levantar.

Sinuhe fue el personaje de un cuento del remoto Egipto, quien armó su vida luego de ser marioneta de los juegos del destino… pero Sinuhe también es el personaje de uno de los tantos plagios literarios de J.J Benítez.  Creo que fue de este de donde  tomó su seudónimo, pues recuerdo haberlo visto leyendo “la rebelión de lucifer” un día cualquiera hace ya muchos años en la cafetería de la facultad.
Son seis libros que abarcan poemas desde 1998 hasta 2007, casi 10 años en donde al autor decostruyó su vida para armarla nuevamente en versos y estrofas.

Poesía…nuevamente la poesía… ¿por qué siempre caemos en ella? A pesar de ser tan detestable de una u otra forma uno termina desahogándose en ella.  Tal vez sea porque en ella logramos dar figura a todos esos destellos de genialidad que todos los días vienen y van y que sin el menor de los pudores desaparecen para siempre,  tal vez la poesía sea esa red que se lanza desde la balsa del presente para rescatar los infinitos universos que nacen y se colapsan en un efímero momento.

Cuando tuve los libros en las manos me sentí sumergido en un ambiente algo kafkiano, pero no desde la perspectiva del insecto sino desde el ángulo de aquel que escribió la historia.    

En mis manos quedaron unos manuscritos que reposaban en el silencio de una caja,  en espera del olvido o la rabia, como suicidas postergando la fecha de caducidad.

También me habló de un séptimo, de aquel inconcluso que todos guardamos con recelo,  aquel que solo nace cuando la vida se torna complicada, porque para qué las letras cuando la mente este absorta en las ilusiones de lo que llamamos cotidiano.

Son seis libros…

El primero propio de la mente juvenil,  pulcramente empalagoso, propio de los que se dedican a las musas (que como cosa curiosa, según me lo dijo, era una de mis musas de aquellas épocas universitarias;  que chiste es la vida, una mujer fue la inspiración para dos poetas y nunca se dio por enterada).


Inicia con un ajetreado título “tú”   desglosando rápidamente su anhelo hormonal

“ojos que traspasan
Brillantes como estrellas…
Negros como la noche.
Labios cálidos y furtivos
La miel no se les compara
Dulce voz de sirenea…   (sic)”
Para finalizar 26 paginas después  en:
“vivo una nueva pesadilla eterna.
Luminosa y recta, de casa planchada, muy aseada.
Una mucho peor”

Como si fuese la profecía que lleva implícita toda historia de amor.


En el segundo libro se da la impresión de que es momento para la oscuridad, para romper los moldes y experimentar;  se altera la métrica, ya no importan los márgenes y ni siquiera el mismo orden de la lectura, y desde ahí  remotamente se empiezan a notar las letras de algunas canciones de esas inolvidables de finales de los noventas.



“pasó una vez.
Pasó dos veces.
Y otra vez.
No me miró,
Así como yo.
Siguió pasando
Con las alas de mi ensoñación
Una y otra vez
En stop-motion
No me saludó
Ni me miró
Ni se volvió.
Sonrió”


El tercero continua haciendo advocación a la musa perdida,  ya no se siente la necesidad del perdedor, solo la sabiduría de aquel que no gana, de aquel que adquiere la paz a costa de la felicidad.



“las maldiciones entran por los ojos
Cuando se leen.
Los ojos se consumirán hasta carbones.
La boca se torcerá en una mueca de angustia eterna
La aspereza de la bruta roca será la piel.
La puesta del sol será el inicio de la oscuridad.
De las cosas que se temen, miedo en el rostro.
Los amaneceres tendrán un velo negro, sardónico.
                                               ¿Para qué vivir?”


El cuarto libro es el primero con nombre “huesos puros huesos” y parece ser culmen de los tres primeros, en él se conjugan las musas, la métrica, la ruptura de la métrica y las evocaciones felinas de los anteriores.  Es marcada la influencia de la concepción médica de la realidad y en él  las hojas tienden a ser más prolijas y lo que en ellas está escrito se torna más confuso y complejo.



“el tiempo lo podemos medir
Observando una mosca relamerse
Metódicamente sus patas.
El tiempo se nos escurre
Entre los dedos ágiles
La vida se nos va con sus desmanes
Es entonces cuando crujes.
El tiempo lo puedo medir
Viendo sus ojos parpadear
Es entonces cuando me fisuro
Eternamente aburrido.
Al tiempo nada lo podrá desmedir
Ni nadie lo dejará de medir
Es eternamente aburrido
                Lo realmente difícil
                Es matarlo
                Sin matarnos”


El quinto libro es “virus”   tal vez lo llamó así porque virus se escribe con v de cinco romano,  tal vez porque es visceral,  tal vez porque es como disecar un cadáver con tijera y escalpelo,  tal vez porque está estructurado como un tratado sobre una enfermedad…me imagino que el mal debe ser el amor,  la causa de toda la desgracia humana.



“tienes los brazos tan abajo,
Tan lánguidos, decaídos y atados a la espalda,
Que solo quiero abrazarte.
Eres tan poco libre.
Entonces me miro al espejo y qué veo:
Los brazos tan abajo, tan lánguidos, decaídos
Y atados a la espalda,
Que sólo quiero abrazarme.
Soy tan poco libre.
Y una vez que pude ver el mundo entero:
Los brazos tan abajo, decaídos, atrofiados, en la espalda,
Que sólo queremos abrazarnos.
Somos tan poco libres”



Finalmente llega el 6 libro,  “elemental” según quien lo escribió, el mejor, el más complejo, el que conecta todo con todo, la llave que abre las causas y razones de sus predecesores,  el único, como el anillo de Mordor.



“Elemental” más que un conjunto de poemas, es el reverso de un inmenso álbum musical,  de cuando las canciones traían sus letras en minúsculos libritos que hacían las veces de caratulas.  Al leerlo se siente tararear una melodía,  en algunos perfectamente puedo escuchar la voz de Thom Yorke y la oscuridad propia de Radiohead. 

“elemental” es una obra musical que aún no tiene sonido.



“dejarse devorar por lo que se admira
Divino sacrificio, entregarse a lo que ocultamos
Parsiteles, ojo puro, eximio
Mártir del deseo
Heraldo del desafuero
Vos sos la tierra
Yo soy el agua
Dame una canción en un beso
Y escucho la canción.
Me gusta escucharle
Y contagiarme de su risa
Y de sus noctámbulas aficiones
Sus insomnes pequeños milagros con hormigas
Y voces claras, fugaces, medio agónicas, revelaciones.”




martes, 23 de octubre de 2018

Día veintidós. Treinta años y nada cambia



Encontré esta pequeña cartilla arrumada con algunas revistas viejas de Kalimán y mis cuadernos de escuela.  No se como llegó allí,  pero creería que  sea el único ejemplar que exista. 

Todo lo que esta en ella escrito es como un chiste macabro, una broma de la vida...después de mas de treinta años (extrapolando este valor según la edad de algunos de los que allí escribieron) nada cambia: los mismo miedos, los mismos deseos, la misma esperanza, el mismo mensaje, los mismos niños.  la leo y me pregunto hasta que punto ese discurso de décadas permitirá ser rebobinado una y otra vez...a veces pienso que la cinta que lleva el mensaje ya no soportará mucho e inevitablemente se romperá...que mierda de problema cuando esto ocurra.








sábado, 20 de octubre de 2018

Día veintiuno. Nubes de tormentas invisibles, invencibles e imposibles.


"el zorro y las uvas" acuarela


Y los días transcurren entre nubes de tormentas invisibles, cubriendo pájaros de plumas invencibles reacios a realizar  gestas imposibles.

Los días trascurren al borde de la muerte que revuelca entrañas mientras sonríe  en la cara de aquel que creía que todo lo podía y que se hacía llamar Dios como apodo majadero repetido por infantes octogenarios sentados en bancas de madera, inmersos en narcóticos deseos.



Los días trascurren entre palabras que comen caricias  para formar sonrisas.

Sonrisas que duermen en ojos repletos de lágrimas disueltas en retazos de piel que ofuscan sus años a los rayos del  sol matutino. 

Un sol que yace en los brazos brumosos  del arco de color iris que apunta a las tormentas hijas de tormentas visibles y húmedas. 

Húmedas  como los pies de la mujer amada, blanca y además pálida.

La palidez que solo la muerte deja rebozar de sus labios  secos de palabras y sonrisas,  la muerte que busca en los días de las semanas y meses incompletos que giran en cosmológico desorden para formar la secuencia de instantes  desencadenantes de años.
 
Años que labran con paciencia de roca las arrugas en los rostros de los transeúntes ajenos a las aves portentosas, aquellas que circundan un sol  octogenario, aburrido, explotando infinitamente en deseos de yacer al borde de una calle cualquiera, sentado inerme en bancos de madera  viendo pasar los días que pasan entre nubes de tormentas invisibles, invencibles e imposibles.



jueves, 18 de octubre de 2018

Día veinte. Un día tan común y silvestre que podría nunca existir.


"jardín nocturno" acuarela


Un increíble y cotidiano día, tan común y silvestre que podría nunca existir. 

Mientras conduzco al trabajo escucho por la radio que  en las vías que conducen a las poblaciones del sur dos motocicletas chocan causando la muerte de cuatro personas.  Horas más tarde me entero que una de las víctimas es la esposa del hermano de un amigo. 

El sol cae y la luna se levanta sobre el horizonte  augurando la llegada de la medianoche, termino de ver un video sobre  la historia de Campo Elías Delgado,  el asesino de los años ochenta, minutos después  en un artículo perdido en cualquier sección cultural de cualquier diario, el escritor de “Satanás” la novela que relata la historia del asesino, dice que la masturbación es la copula con nuestros propios íncubos o súcubos.

Fuera una tormenta se aproxima, a lo lejos escucho truenos provenientes de cúmulos colosales.  Me recuerdan los dioses bailarines de mi infancia.



miércoles, 17 de octubre de 2018

Día diecinueve. Monólogo: no hay que ir con prisa, igual nadie llega al final.




En los últimos días el diablo se ha posado sobre mis hombros y ha susurrado sus palabras en forma de graves y bajas melodías al oído del mago.  El mago ha permanecido callado, ha cerrado sus labios y en extraña trasmutación anatómica ha derivado su oído a mi oído permitiendo que mi cerebro terrenal comprenda las palabras de aquel demonio de pequeña estatura, color rojizo, vello fino cubriendo un rostro de mandíbula puntiaguda y prominente, labios delgados que ocultan blancos dientes, una nariz larga de águila harpía y  ojos bajo unos arcos ciliares prominentes como solo los poseen los pensadores, coronado con dos pequeños cuernos negros,  filudos y majestuosos. 

Cómo interpretar las canciones del demonio cuando estas son iguales a las de los santos en las misas de gallo en los templos  mientras  el sonido del viento atraviesa las hojas de los pinos. En ellas ya no 
se dan palabras de odio más si de reproche. 

Escribe, escribe y escribe

Susurra el  demonio: escribe hasta la muerte, escribe de la muerte, escribe hasta que los dedos sangren, hasta que la cabeza se perturbe de fatiga, hasta que las estrellas caigan y el sol se levante, escribe mientras la lluvia golpea el techo y mientras el niño y la mujer duermen plácidos en la cama. Escribe del niño aquel y del niño que es, escribe de imaginación, escribe recordando los guerreros del polvo, los ríos minúsculos y los escorpiones bajo las rocas, escribe de las esferas metálicas diurnas y de los platos luminosos nocturnos, de las bestias de la quebrada, de la historia de la bruja que ríe en el techo, de la que canta tras la tapia, escribe de los poemas que entonan los azulejos y cardenales en las ramas del golgota de flores blancas y rosadas al ocaso. Escribe de las disgregaciones filosóficas de los grillos ocultos en los ángulos de las paredes y de los sueños del perro viejo que nunca quiso conocer el mundo, de las historias que nunca terminaban en la mesa cuando los libros eran montañas y castillos y todo tenía que darse por feliz término al llegar la cena.  



¿Dónde están los seres fabulosos? me pregunta el diablo. ¿Dónde quedaron los terrores acuáticos que se perdían en la profundidad del océano de paredes de cemento? ¿Quién cuenta el camino que tomaban los gusanos luminosos a la media noche? ¿Quién invoca a las aves nocturnas discretas y sacras?  ¿Quién cubre los rostros de los seres nocturnos en el día y dónde se ocultan los gigantes de piedra que esperan la hora adecuada para destruirlo todo?  ¿Dónde iría a parar el avichulejo aquel de pelo grueso, ojos grandes, manos huesudas y rabo desordenado que saltaba de rama en rama? ¿Quién va a explicar la causa por la cual los muertos decidieron salir de sus tumbas y acabar en forma sistemática los vivos que aún no entendían lo sucedido? ¿Quién entendía las ideas de aquellos hombres y mujeres que se sentaban frente a sus casas cuando el mundo caía a pedazos en la nada, sin el menor asomo de terror sin la menor imprecación a su destino? ¿Quién me dice donde quedó la bruja regaliz y que paso con el jardín de los niños de piedra? ¿Dónde estarán los restos del puente de tubo rodeado de guayabos sobre la quebrada de aguas sucias?  Quién va a contar qué fue de la vida de todos aquellos que me acompañaron en el camino, antes que terminen siendo brisas del destino, ligeras perturbaciones espacio temporales en un universo expansivo y disipado. ¿Quién volverá a preguntarle algo a los enanos que miraban el reloj de la torre en un día de niebla y frío?  ¿Quién puede soportar al demonio en su hombro susurrando estas cosas a toda hora?



viernes, 12 de octubre de 2018

Día dieciocho. ¿por qué Ernesto Macias llamó "niña" a la representante de los estudiantes?




¿Por qué Ernesto Macías llamo “niña” a la representante de los estudiantes y por qué se armó tanto alboroto por esa simple palabra?

Hasta hace poco  no prestaba mayor importancia a la forma en que coloquial o informalmente se llamaba a alguna mujer (preferiblemente joven) en cualquier circunstancia;  bien podría escuchar el “oye chica”,  o “señorita” o “niña” o “amor” o “linda”  o “nena”,  siendo para mí lo más natural, ya que en esencia lo que se buscaba era llamar la atención de aquella mujer que aún no clasificaba en el epíteto de “señora” o “doña”.  Pero después de trabajar hombro a hombro con muchas mujeres  en un área de constante contacto humano como lo son los servicios de salud, me di por enterado que no utilizar el “doctora” o “medica” o sus sinónimos  y si utilizar el adjetivo “niña” era una tremenda ofensa para todas mis compañeras,  comprendí que eso era lo más cercano a quitarle los 6 años de estudios de un tajo y dejarlas a nivel  de una tegua en proceso de aprendizaje,  y si lo que se quería era invocar al mismísimo satanás, solo tendrían que llamarlas como “nenas” o “amor”.

Macías se disculpó explicando que esa palabra era de uso corriente en su región, o sea el Huila… y si, tenía razón.  Pero algo se le escapó a nuestro iletrado senador.



En el Huila cada vez que alguien se refiere a una mujer con el  adjetivo de “niña”  no lo hace pensando en que es  una menor de edad, en este “regionalismo” existe una clara y a veces inconsciente connotación peyorativa.  “Niñas” son las subalternas,  las empleadas domésticas de las casas de los ricos,  las cocineras patirrajadas de las haciendas,  la “muchacha” de los mandados del pueblo.  En una sociedad de francas raíces pastoriles como es el caso del Huila grande,  “niña” es la denominación que utilizaban y utilizan los dueños de la finca, los patrones, los amos, para referirse a la servidumbre femenina.  Tal vez no haya sentido de ofensa directamente  implícito en la expresión,  pero si hay un claro significado de condescendencia, de “yo soy más que Ud. y por lo mismo yo le tengo aprecio”…y en el mejor de los casos,  “si se porta y trabaja bien yo en algo miro a ver cómo le ayudo.”

Es algo inherente al arraigo cultural del hacendado opita,  lo he visto mil veces en mi labor de médico.  En el caso de los hombres no se nota por la educación machista propia de la región, por eso a muchos de nosotros nos resulta invisible este apelativo,  yo nunca seré (o fui porque ya estoy lleno de canas) el “niño” en un servicio,  pero mis estimadas amigas día a día tienen que soportarlo, y curiosamente no solo de pudientes ganaderos sino, como todo,  de cualquier parroquiano que tratando de emular las buenas costumbres de su patrón también imita sus expresiones. 

Lo que hizo Macías al decirle a la representante estudiantil Jennifer Pedraza   “30 segundos niña y termina”  fue simple y llanamente mostrar su concepción de “patrón-peón” propia de la región,  tal vez si él hubiese pasado por los pasillos de una universidad hubiese comprendido que lo que estaba haciendo era una reverenda falta de respeto.



jueves, 11 de octubre de 2018

Día diecisiete. la mirada de la bruja regaliz.



Después de tantos años me he fijado en su mirada
una perfecta ambivalencia
una expresión de paciencia llegando al borde la impaciencia
una noche de estrellas para ver el firmamento al compás de un merengue ochentero
el sol de la  mañana cuando la bruma se levanta
un ser alado,
de esos que molestan al mago
revoloteando alrededor de su cabeza
como moscas en diciembre.



Ella lo sabía
ella sabía sobre la ascensión  de las deidades prehispánicas
de allí su sonrisa.

Regaliz regaliz la llamó aquel niño,
y el adulto estúpido no lo supo entender.
Que hermosa es la locura.

La bruja.  Acuarela.

martes, 9 de octubre de 2018

Día dieciséis. Buda, Cristo, María y un dinosaurio.




Él es buda,  todos los budas de esa época eran  gordos y de color negro,  no representaban ningún tipo de idea religiosa ni mucho menos una filosofía, solo eran amuletos de la buena suerte;  generalmente se les pegaba una moneda de cualquier denominación en su base y se colocaban en algún rincón de la casa.  Este en particular tenía una moneda de 25 centavos (que ya no está) y su lugar era una pequeña barra de madera que quedaba detrás de la nevera.  Era una figura intrigante -a pesar de ser una porcelana barata de malos acabados-  el hecho de estar oculta, con cierto significado mágico la convertía en un objeto misteriosamente interesante.

El cristo crucificado llegó a la casa hace muchos años, tantos que no me acuerdo, creo que fue un regalo de uno de los muchos curas que pasaron por el pueblo.  Me imagino que fue bendecido, pero no entronizado  porque nunca me dejaron jugar con él.  Hubiese sido un buen juguete:   con su cuerpo delgado,  su cabeza grande y su rostro de muerto resignado habría  servido de mil maravillas para algún personaje malévolo.  Pero no,  su puesto estaba encima de la cómoda de la habitación principal, al lado de los frascos de perfume y los regalos lujosos y minúsculos.  Por años acumuló polvo hasta que la cómoda se deshizo producto de la carcoma  y terminó en la mesa de madera incorruptible de mi habitación,  para luego pasar a otra habitación, a un nochero que a pesar del gorgojo se niega a desaparecer,  allí esta, paciente, con su cruz de  madera frágil, tan frágil que parece que se deshace con solo tocarla.  Hace unas semanas mi hijo menor lo tomó y como buen niño quiso  jugar con él, probablemente estrellándolo con algún carro;  como era de suponerse  yo le dije que eso no era un juguete y que lo dejara en su sitio.  Por la expresión de preocupación resuelta del rostro del mesías judío, creo que me agradeció esto.



El fósil pequeño lo obtuve de Marlio en épocas de la escuela posiblemente producto de algún trueque.  Marlio tenía la ventaja de tener en su casa montones de cosas raras que ni por las nubes encontraría en la mía, y entre esas figuraban los fósiles.  Recuerdo que eran tres, uno se perdió, debe estar en la casa, enterrado en algún sitio esperando otros tantos millones de años para que algún niño curioso lo descubra y practique técnicas incipientes de comercio con él.   Como dato curioso el tercer fósil que tuve  era el fósil más espectacular de todos los tiempos, tan espectacular que no he visto uno semejante en toda mi vida; lo encontramos con mis amigos de escuela cuando andábamos por las calles revueltas y en proceso de pavimentación del pueblo, escarbando en los arrumes de piedras que había por todos lados y que servían  como material que le agregaban al cemento.  Cómo terminó siendo mío no lo recuerdo, posiblemente mis amiguetes pasaron por alto la importancia de aquella piedra que cabía en la palma de mi mano, de color negro y de consistencia mucho más dura que las piedra corrientes, en la cual,  sobre uno de sus lados tenía la figura de un puerco espín; con su cabeza, su dorso lleno de púas, su cola larga y dos patas...  asombroso, como si hubiese sido tallado no por indígenas o cavernícolas sino por extraterrestres.   Sobrevivió a mi infancia, sobrevivió a mi adolescencia y aun en épocas de universidad recuerdo haberlo visto como soporte de algún tallo torcido de un geranio, luego desapareció.  Cada vez que levanto alguna piedra, cambio  la tierra de alguna matera o revuelco algún basural de mi casa, guardo la esperanza de encontrar aquella fabulosa piedrita.

El fósil de mayor tamaño no era mío, era de mis tíos, los cuales no sabían qué era un fósil.  Ellos decían que era “una piedra de la virgen”  según me contaron,  en uno de sus viajes fuera del pueblo, (que hacían con frecuencia cuando estaban jóvenes)  habían visitado un lugar donde según decía la gente, se le aparecía la virgen María a una niña -en este preciso momento se me escapa el nombre del lugar, pero creo que quedaba en el cauca.-   Y la parte de la montaña (porque era una zona rocosa) donde la madre de Dios posaba su etérea humanidad y de vez en cuando caminaba, estaba formada por ese tipo de roca (que ellos tenían guardada en una barra de madera cerca al buda negro.)  No la habían recogido, la habían comprado, pues los fieles devotos que acompañaban y protegían  a la niña vidente, a todos los peregrinos  les permitían llevar un trozo de reliquia del lugar a un muy justo precio.  

Cuando la tuve en mis manos, mis tíos ya dudaban del poder milagroso de la piedra y empezaban a creer que habían sido estafados;   cuando ya estuve más grandecito, les expliqué que eso no era una piedra corriente, aunque tampoco milagrosa,  era la vértebra de un animal prehistórico,  ellos asintieron sin entender muy bien a que me refería con eso de los dinosaurios, me imagino que pensaron que era una de las muchas cosas locas que yo decía.  Igual,  después de décadas estaban completamente seguros que habían sido estafados.



La figurita de la virgen y el niño venía en un velón que nunca se encendió pues era el  regalo de una odontóloga muy allegada a la casa,  como era tan delicado, terminó en una mesita de centro, que terminó arrumada en mi habitación y que servía como receptáculo de hojas y hojas con dios sabría qué cosas  escritas o dibujadas por mí  en los buenos años.  El velón sigue ahí, en la mesita, pero ya sin papeles encima.

sábado, 6 de octubre de 2018

Día quince. Breve elogio a la muerte II


sin título.  acuarela

Todos los días pienso en la muerte;  en ocasiones lo hago por necesidad, en otras por temor, otros días por incertidumbre y en los peores días lo hago por gusto.


Con el paso de los años aprendí a cambiar de perspectiva.  Antes disfrutaba recreando las escenas que surgían del hecho de morir, ¿Cómo reaccionarían todas las personas  cercanas? ¿Qué tanto dolor causaría mi partida? ¿Cómo sería mi final?  Pero fui cambiando, curiosamente aun guardaba esa concepción cristiana de la muerte no muerte, del paso a una nueva vida, del miedo brutal y paradójico a la misma muerte y la exaltación y el regocijo en todo aquello que le derivaba,   como todo  lo que parte de aquella lógica...un narcisismo puro.


Luego deseché todo ello  y entendí la muerte como la aniquilación de mi yo,  un desmembramiento de mi  conciencia, la comunión con un todo omnipresente (tal vez influenciado por ideologías orientales), si antes todo partía de una adolescente necesidad de reconocimiento y vanidad, ahora todo derivaba en temor.  La sensación de vacío que experimentaba cada vez que recreaba la descomposición de mi cuerpo y la disolución de todas esas hipotéticas envolturas astrales para transmutarme en algo desconocido me daba vértigo.   No quería dejar de ser quien era, si existía una nada previa a mí existir por errónea analogía matemática, no debería existir un final real.  Como siempre el miedo a no ser,  en esencia el miedo a la muerte.


Tuvieron que pasar años para desprenderme de los últimos susurros del pasado que a la fuerza pretendían hacerme creer que un ser supremo lo regía todo,  para finalmente verme tal cual animal soy,  nunca desde entonces me había sentido tan bestial,  tan ajeno a la ilusoria ética y moral humana,  ya no me entendía como persona,  (una de las muchas mentiras que todos los días se rezan para sobrellevar la carga de la existencia.)  Entenderme en el mismo nivel del perro callejero, de la vaca a punto de ser sacrificada,  del caballo pastando paciente en un potrero o del ratón atento a no ser comido por un gato, me permitió quitarme esa venda putrefacta de los ojos llamada humanidad y reflejarme en mi mismo tal cual insulso e insignificante soy…me sentí libre.   Pero seré honesto,  el temor a no ser siempre persiste y en ese punto más que el dejar de ser, el temor llega del hecho de dejar un vacío en el pedazo de mundo que habito. El temor del abandono a los seres queridos.

ser alado nocturno.  acuarela

Di un paso más.  Luego de comprenderme animal y después de llenarme hasta la saciedad de imágenes propias del averno,  de perderle el asco a la sangre derramada con violencia,  de no empatizar con el dolor sin que esto quisiera decir que lo anhelara,  luego de entender que el orden solo es una ilusión previa al caos, que la justicia solo aplica en los cuentos de fantasía y que la vida que todos llevamos es una macabra broma orquestada por ideas superiores a nosotros en todos los modos y las formas,   luego de ver esto  ya no necesite el erótico preámbulo de la agonía,  prescindí de verme levitando cual mosca de cementerio sobre las personas que amo,  me desprendí de las ruedas karmicas que disolvían el alma en infinitos recipientes como una preparación homeopática que haciendo justicia a su dinámica no era nada.   Vi la muerte, mi muerte, como lo que era,  el punto final: el fin del dolor, el fin del deseo, el fin del amor,  el fin de la esperanza, el fin de los sueños; no como un espacio de descanso (pues no habría quien gozara del mismo) sino  solamente como  un no existir, volver al estado previo  de mi concepción y de la concepción de mis padres y así sucesivamente,   sin razones,   sin causalidades metafísicas.

En mis mejores días, pienso en la muerte,  en esa muerte tranquila y ajena a todo,  en una muerte pura, una que da fin a luchas de demonios internos y mensajes al oído de ángeles etéreos.  Tal vez en esos días y gracias a reacciones bioquímicas esquizotípicas en mi cerebro, logro comprender la intención del suicida, ver lo que ve, degustar en la saliva el preámbulo del fin, disfrutar los últimos sonidos que golpean el tímpano y sentir el cosquilleo en la piel de la parca a  punto de cortar el hilo vital. 


En mis mejores días,  cuando el mundo muestra su lado más insoportable, cierro los ojos  y me sueño no siendo nada.

cadaver de ser onírico en proceso de resurrección.  óleo sobre lienzo 

martes, 2 de octubre de 2018

Día catorce. La bruja del techo

"Brujas yendo al sabbath" detalle.  Luis Ricardo Falero


La bruja solo asomó su nariz en una  ocasión  por aquel espacio que se formaba en el extremo superior de la unión de las dos paredes y el techo, sé que ese hueco era algo nuevo, no recordaba haberlo visto allí, es más,  dudaba que mis tíos hubiesen permitido un defecto así  en la casa.  Solo recuerdo su nariz larga y deforme, unos mechones sucios  y negros cubrían su rostro y se entrevía una sonrisa maliciosa tras ellos, me observó curiosa y soltó una risilla perversa que con el paso de los segundos se transformó en carcajada… y desapareció. Pero siempre dejó allí su fuerza y poder, tal vez proclamó alguna maldición, no lo sé, tal vez conjuró al mago que siempre debió existir;  en su otro mundo dejó su eco  risueño golpeando las blancas e inmensas paredes una y otra vez. 



Recuerdo que la vi a la luz del sol, tal  vez del atardecer o del amanecer, la vi al amparo de la soledad, la vi sin miedo, la vi sin terror, solamente la vi mientras yo seguía acostado en mi cama cubierto por cobijas viejas  impregnadas a aroma de niño.  Ahora ya no existe aquel agujero, nunca existió,  solo existe una claraboya que deja entrar la luz del día y la penumbra de la noche, por la que entra el viento acompañado de mariposas y escarabajos  tornasoles. Ahora solo está eso;  sin bruja, sin mariposa,  sin escarabajo,   pero aun con el viento.