latecleadera

miércoles, 31 de marzo de 2021

La leyenda del guando

 


Dicen los abuelos que hace mucho tiempo, en un lejano pueblito ubicado en las laderas de una montaña, vivía un hombre avaro, cascarrabias y solitario, incapaz de brindar ayuda a cualquiera que la solicitase; era tal su mezquindad, que cuando algún pobre campesino moría, muchos pedían colaboración para darle sagrada sepultura,   menos este hombre que entre insultos gritaba que nunca daría un solo peso para ello y que el día que muriese preferiría que su cuerpo fuese lanzado al rio antes  que soportar la lástima de sus vecinos.

Y en efecto ese día llegó;  como sus paisanos no eran como él, organizaron su funeral a pesar de no contar con mucho dinero,  pero en el momento en que tenían que trasladarlo al cementerio  en el catre  de  guaduas que habían construido simulando un féretro, este se fue volviendo más y más pesado, tanto que los hombres que lo cargaban tenían que hacer relevos cada pocos metros, y justamente cuando pasaban por un viejo puente sobre el rio, este no aguantó el peso y se desplomó arrastrando a las turbulentas aguas al difunto y su andamiaje.  Sus restos nunca fueron encontrados, pero su alma tampoco halló descanso, desde ese entonces en las noches solitarias de los poblados más distantes, un desprevenido transeúnte ocasionalmente podrá ver una extraña procesión; un pequeño grupo de personas cargando un andamio de guaduas cubierto por una sábana blanca, debajo de la cual yace el viejo avaro, en eterno peregrinar hacia un desconocido sepulcro.  Es característico de este espectro el sonido tenebroso que  produce a medida que recorre las calles solitarias,  sus huesos chocan incesantemente con el bamboleo de los fantasmas que cargan los maderos,   y si se pierde el miedo y se presta atención a la procesión se podrán escuchar los comentarios que entre sí realizan los espectros, quejándose de lo extremadamente pesada de su carga,  hasta que finalmente se pierden en la oscuridad, cruzando alguna esquina que lleve camino al cementerio… esta es la historia del guando, tal y como me la contaron los abuelos.