latecleadera

viernes, 31 de julio de 2020

El jardín de los niños de piedra



Uno de aquellos sueños recurrentes de la infancia, de esos que ya nunca aparecen, era el del  jardín  de los niños de piedra.

Son claras las imágenes que llegan a mi mente:  luego del encuentro con el hombre de ultratumba al borde del camino, el mago que en un futuro no muy lejano seré yo, guiaba con premura a un pequeño grupo de anónimos niños por entre una montaña repleta de árboles moribundos, niebla húmeda y fría disuelta por una brisa huracanada preámbulo de tempestad.

Son imágenes

Podría ser la mañana pero todo pareciera que evocará la pronta caída de la noche

Los animales guardaban silencio y solo se escuchaba el rumor de los arboles viejos conjurando maldiciones para aquellos que no deberían estar allí.

El mago y su expresión de afán y algo de angustia, en un rostro de una sobriedad solo heredada de los dioses antiguos.

Sus ropas negras y largas desteñidas por innombrables días de sol, y unos mechones pegados a su frente mojada por una incipiente llovizna.

Ascendimos por las empinadas faldas de aquella montaña perdida entre bosques susurrantes, evitando tropezar con infinitos guijarros regados por todos lados.  Atrás quedaba la sombría floresta, ahora solo había lugar para ocasionales arbustos de ramas como látigos  y una hierba semi seca que seguía el ritmo del preámbulo de la tormenta.

Poco antes que la primera estrella desplegara su brillo tras las nubes de lluvia, el mago  enseñó un pequeño claro en un difuso huerto con extrañas figuras geométricas en un suelo sin flores… el dibujo de un laberinto… recitó algunos hechizos en una lengua desconocida y empezó a caminar por aquel sigilo milenario, nos ordenó que le siguiéramos en fila india y que nunca nos separáramos, a cada paso su figura se disolvía en etéreas formas petras para finamente desaparecer y dejarnos solos en una planicie oculta a los ojos profanos, donde majestuosas se elevaban enormes piedras sin tallar, menhires por doquier, algunos dólmenes y  difusas formas pétreas de tres o más metros,  un jardín de piedra, un jardín de niños de piedra.



Un jardín que inconscientemente he buscado en cada camino, de aquellos que no llevan a ningún lado y que uno sabe que nunca tendrán final.