latecleadera

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Este mes el mundo se acaba...nuevamente


Creo que es como el décimo fin del mundo del cual he salido victorioso:   sobreviví al Y2K, al año 2000, al fin del mundo que venía con el cometa Hale-Bopp, sobreviví al apocalipsis del 2012, sobreviví al fin del calendario maya, sobreviví al holocausto nuclear de Skynet, sobreviví al fin del mundo mariano  y  a dos o tres fines del mundo de variopintas iglesias evangélicas;  también  a varios días de oscuridad en el  año 2014 y a los  del  agosto pasado en el 2015.  De modo que puedo decir con un poco de arrogancia y seguridad que sobreviviré al próximo fin del mundo previsto para los últimos días de este  mes.

De este nuevo fin del mundo  tuve noticias hasta hace poco.  Usualmente llegan a  mi muro de Facebook una o dos notas  apocalípticas por semana, a tal punto que simplemente  hago caso omiso y las  dejo pasar como bulo informático que son. Pero sucede que con “los sucesos catastróficos planetarios” de  este mes,  nuevamente está  tomando fuerza  la locura colectiva (al menos en la internet) y ya es usual escuchar en cualquier corredor u oficina el: “¿qué  habrá de cierto en que el mundo se acaba este final de septiembre?”.   Me imagino que para esas fechas los comentarios aumentaran gracias a programas radiales de temas no sé si ridículos o paranormales que en ocasiones vienen a ser lo mismo. Como toda noticia loca, esta calará  desde el más humilde analfabeta hasta el más pulcro especialista en lo que sea,  porque para creer en algo por descabellado que sea solo se necesita querer creer y omitir el pensamiento crítico.

¿Pero en que se fundamenta este nuevo fin del mundo?



Como todos,  tiene varios afluentes que nutren el cauce especulativo principal, y forman el río delirante que en silencio rápidamente se secará luego de pasada la fecha.  Verdades a medias que técnicamente son lo mismo que mentiras.
Para  los conspiranoicos y magufos,  el nuevo apocalipsis que se acerca se fundamenta en los siguientes hechos.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Morir es dormir eternamente sin soñar


Muchos sin quererlo se convierten en símbolos. Trascienden su existencia por décadas, siglos  o simplemente se incorporan para siempre en el acervo de la humanidad.  Un símbolo encierra aquellos significados primarios que estructuran la civilización y al ser humano como especie. Un símbolo es la esencia de una idea.

Todos los días a toda hora mueren personas, todos los días a toda hora mueren niños; mueren en accidentes, mueren por enfermedades, mueren de hambre, mueren asesinados… estas dos últimas en  macabro ascenso.   Todos los días vemos imágenes de niños tendidos sin vida en algún lado. Todos los días escuchamos noticias de sus miserables destinos. La historia  los muestra como testigos y actores de las intrigas del hombre y su deseo de poder.

Aylan de tres años, de origen sirio, murió  junto a su madre,  su hermano de cinco años y nueve refugiados en una costa de Turquía al naufragar la embarcación en la cual huían de la guerra civil de raíces religiosas y étnicas de su país. El mar finalmente lo  depositó en la playa.  Y allí en compañía de las olas, la arena y la mirada de un agente policial durmió… morir es dormir eternamente sin poder soñar.



Aylan sin quererlo se convirtió en un símbolo,  símbolo de lo miserable que puede llegar a ser la humanidad.



Sé que no cambiara nada, pero este era el único sueño que  debería compartir. Como símbolo queda al lado de mis hijos.