latecleadera

viernes, 18 de octubre de 2019

Lucía Casanova, la doctora corazón de los niños




Lucía despierta todos los días a las cinco de la mañana, desayuna arepas con café  y le rasca la oreja a su amiga luna, su perrita Beagle  que la acompaña a correr y hacer ejercicio antes de que el sol asome.    Mientras se prepara para salir al trabajo escucha música, todo tipo de música… bueno,  excepto la popular que es el género que menos le gusta.

Lucía nació en Neiva aunque pasó algunos años de su infancia en el municipio de Suaza.  fue una destacada  alumna del Colegio Claretiano y al graduarse  de bachiller  tenía claro lo que quería ser de grande…  quería estudiar medicina;  siempre lo había soñado,  desde muy niña cuando solo contaba con tres o cuatro años  jugaba a curar sus muñecas y sentía en su pecho el deseo innato de ayudar a los demás.

Fueron seis años de estudio para graduarse como médica en la Universidad Surcolombiana, luego otros cuatro años  para graduarse como cirujana… como se dio cuenta que le faltaba aprender unas cositas, estudió dos años más  en la universidad Javeriana de Bogotá para titularse como cirujana cardiovascular y como lo que le gustaba eran los niños, estudio un  año más  para finalmente ser  cirujana cardiovascular pediátrica… según cuenta,  por el momento tiene pensado y si le queda tiempo,  estudiar docencia universitaria y como para variar de temas, hacer algunos cursos de culinaria.



Mientras tanto todos los día llega a su oficina…una clínica  llena de lámparas inmensas en los techos, maquinas súper modernas,  escalpelos y medicamentos de nombres extraños,  dispuesta a ayudar a todos los niños que sufren problemas del corazón.   Lucía es hoy aquello  a lo que jugaba hace varios años en la sala de su casa…. La doctora corazón de los niños surcolombianos


*publicado en revista güipas diario la nación 12-05-2019

José Alfredo Cedeño, el rey que manda a bailar




José Alfredo Cedeño recuerda que cuando  chico, en las ocasionales fiestas que se hacían en su casa, era tomado de la mano por su padre y llevado al frente de un grupo de personas mayores para que lo escucharan cantar, y él ni corto ni perezoso los deleitaba con su interpretación de los éxitos musicales del momento.   Poco tiempo después, al cumplir  los 10 años,   como recompensa por su colaboración en las labores de la finca  le fue regalada su primera guitarra,  instrumento musical del cual  nunca más se separaría y quien lo acompañaría en las buenas y en las malas.

Su primera canción “quiero ser feliz”  la compuso a los 14 años   y estaba dedicada a una niñita que le quitaba el sueño  en su pueblo natal Iquira, por allá en la década de los ochentas, y sin que él se lo imaginara, se convertiría en uno de sus más grandes éxitos.

Luego de graduarse de bachiller viajó a la ciudad de Neiva y en la capital hizo parte de importantes orquestas de música tropical como “la cheverísima”, “la séptima dimensión”, “el grupo bache” y tendría su propia orquesta,  donde  sería conocido como “rey Cedeño”.

Sus canciones más conocidas y que seguramente todos en algún momento de nuestra vida hemos escuchado  y posiblemente bailado (o ver bailar a nuestros padres) son: “quiero ser feliz” “te amaré” “entre dos juegos” y “me enamore otra vez”.

Pero rey Cedeño no solo ha compuesto música tropical y balada,   a finales de los 90 incursionó en el rock con el  grupo Ekhymosis (sí, el mismo de  Juanes) y actualmente trabaja en proyectos que abarcan géneros como el reggae, la cumbia, el flamenco  y salsa.


Definitivamente rey Cedeño es todo un rey de la música opita.


*publicado en revista güipas diario la nación 05-05-2019

Winston Morales, de lector de cómics a poeta.



Winston cuenta que cuando niño, mientras salía de la escuela y regresaba a su casa, caminando por las calles de Neiva en una fecha indeterminada de un verano lejano, en su cabeza rondaban las palabras combinadas en curiosa forma,  leídas de un texto literario entregado por su profesora de grado tercero.  Sin saberlo había tenido su primera cita con el eterno amor de su vida…la poesía.
A Winston como a todos los niños de aquellas épocas, le gustaba jugar futbol en la cancha de su barrio y salir a montar bicicleta por las pendientes de las poco congestionadas calles del barrio,  pero también le gustaba  leer  tiras cómicas y  dejarse llevar por las aventuras de escritores como Emilio Salgari, Julio Verne, Alejandro Dumas y Robert Estivenson.

Al terminar el bachillerato se inscribió en la carrera de comunicación social  y periodismo de la universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá,  donde gracias a los conocimientos recibidos pudo pulir sus letras y dar nacimiento a grandes obras  que luego terminarían formando algunos de sus poemarios como “Anaquironona”  o “Memorias de Alexander de Brucco”.

Por unos años trabajó en la ciudad de Neiva como periodista,  pero finalmente decidió trasladarse a la ciudad de Cartagena, al lado del mar, el mismo que siempre lo había cautivado.

Actualmente  labora como docente en la universidad de Cartagena,  donde  entre murallas  y días de sol   tiene tiempo para  crear  versos que evocan seres mitológicos en oníricos escenarios.

Winston puede considerarse como uno de los grandes poetas contemporáneos del Huila, desde 1996 ha escrito cerca  de 20 libros  y ha ganado  múltiples premios como el Primer puesto del  Concurso Nacional de poesía de la Universidad de Antioquia 2001, Primer puesto IX Bienal Nacional de Novela José Eustasio Rivera en 2004 y  Ganador del Concurso de Poesía del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena  2013. 



Sus obras son leídas en más de 80 países y se han traducido a más de 10 idiomas.

*publicado revista güipas diario la nación 21-04-2019

Jorge Villamil, el compositor de las américas




Jorge Villamil nació en vísperas de las fiestas de san Juan y san Pedro en la finca “el Cedral” de Neiva,  y tal vez fue por esto que  ya desde el vientre de su madre  seguía el compás  de los bambucos y pasillos junto a las coplas y rajaleñas alegres y pícaras  de los campesinos de aquellas épocas.

Como la música siempre fue su eterna compañera, a los 4 años aprendió a tocar guitarra en un maltrecho tiple que uno de los jornaleros de la finca le había prestado.

Esos primeros años de vida marcarían lo que sería su futura obra musical,  rica en referencias a los paisajes huilenses y sus costumbres y algunas de ellas enmarcadas con cierto toque de melancolía.
A los 10 años fue enviado a estudiar a la ciudad de Neiva,  dos años después fue trasladado al colegio Antonio José de Sucre en Garzón para finalmente terminar la escuela e iniciar el bachillerato en el colegio Antonio Nariño de Bogotá.

Cuando terminó sus estudios secundarios, y para seguir la tradición familiar, ingresó a la facultad de medicina, curiosamente allí fue dando forma a su espíritu artístico   y dio  nacimiento a sus primeras composiciones musicales.

Luego de varios años de estudios y trabajos se graduó como médico ortopedista y traumatólogo,  irónicamente  para esas mismas fechas su padre moriría y su amada hacienda entraría en decadencia producto de la guerra bipartidista que se encontraba en su furor por aquellos años.

Aparte de ser un gran compositor, fue un reconocido médico, trabajó como  mediador entre las guerrillas y el gobierno,  y como si fuera poco participó en la creación del  festival nacional del bambuco.

Sus obras son reconocidas en todo el mundo y centenares de artistas han tenido el honor de interpretarlas; de sus más de 200 composiciones no nos es difícil reconocer temas  como espumas, el barcino, oropel,  llamaradas, acuérdate de mí y muchas más, que ya hacen parte del acervo cultural no solo del Huila sino de toda Colombia.



Jorge Villamil murió en la ciudad de Bogotá en el año 2010 luego de  una penosa enfermedad, pero hasta su último día evocó aquellas tierras opitas que siempre lo habían inspirado.

*publicado en revista güipas diario la nación 14-04-2019

La Gaitana, una leyenda de resistencia.






Hay historias  más antiguas que las contadas por los abuelos en las noches de verano, tan antiguas  que remontan los siglos y pasan de generación en generación como un susurro que llega a los oídos de los soñadores y les recuerda que el orgullo de una nación  no se pierde con el tiempo. 

Esta es la historia de La Gaitana, una mujer que imitando a los semidioses griegos,  se transformó de una simple mortal a  una leyenda con aires de mito.

Cuentan  que se llamaba Guatepan,  vivía en la región de Guacacallo,   en lo que hoy es el municipio de  Timana,   pertenecía a la nobleza local del pueblo  Andaki,  un grupo indígena más interesado en las labores agrícolas  y en adorar sus dioses  que en la guerra.  Se dice que era viuda y que tenía un hijo  llamado  Timanco. 

Sombras pasaron por sus ojos cuando escuchó sobre las incursiones de hombres de otros mundos, cegados por la avaricia y el deseo del oro.   Fue tal su precaución  que  ordenó a su pueblo  ocultar todos los tesoros y cubrir las estatuas de sus dioses,  buscando no cayeran bajo la mano destructora del español.

Pero no todo pudo estar bajo su control,  su amado hijo fue capturado por  los conquistadores, quienes  ofendidos por la negativa de Timanco  para postrarse ante sus intereses,  decidieron condenarlo a la hoguera.

La Gaitana luego de ver morir sus hijo juró vengarse de los asesinos, y en una campaña militar y política propia de los grandes guerreros de la historia,  logró crear una gran alianza entre todos los cacicazgos de la región: paeces, pijaos, yalcones y muchos más unieron sus menguadas fuerzas y con la ayuda del gran cacique  Pigoanza lograron replegar los ejércitos invasores y capturar su comandante, el capitán Pedro De Añasco, el cual fue entregado a la enfurecida cacica, quien desbordó todo su dolor en el castigo del verdugo de su hijo, logrando vengar su muerte.  Pero con esto no encontró paz consigo misma, por un tiempo comandó la resistencia indígena frente a los españoles, pero cuando vio que su derrota estaba cerca, prefirió acabar con su existencia lanzándose desde un alto peñasco antes que doblegarse al dominio del conquistador.



Es en este punto cuando su historia y su nombre se transforman en  leyenda, símbolo  de la mujer aguerrida y  del orgullo del pueblo opita.

*publicado en revista güipas diario la nación 31-03-2019

Gerardo Meneses, el gran escritor de los pequeños




El niño Gerardito nació en la turbulenta década de los sesenta  en un pueblo al sur del Huila llamado Pitalito.  Era el menor de 11 hermanos y por lo mismo el consentido de la casa.  Desde muy pequeñito sintió una atracción mágica por los libros;  desde las cartillas de escuela que se heredaban del hermano mayor al hermano menor, con sus dibujos coloridos y  palabras que aún no lograba entender, hasta los libros que las profesoras de escuela tenían guardados en la biblioteca, con los cuales dejaba escapar su imaginación recreando en su mente las historias de los personajes fabulosos que allí aparecían.  Así trascurrían los días  en la  casa donde  vivía, rodeado  de  pájaros cantores  que se acercaban a comer los bananos que dejaban en las ramas de los árboles  y el aroma del café que su papa negociaba en el pueblo.

En la escuela normal superior de Pitalito descubrió que las letras serían el amor de su vida y sin que tuviese necesidad de pensarlo dos veces, una vez terminados sus estudios de secundaria viajó a Bogotá a estudiar literatura en la universidad Pedagógica Nacional de Colombia y posteriormente en la Universidad Surcolombiana, además fue  egresado del taller de escritores de la universidad central de Bogotá.




Una vez terminó sus estudios regresó a su pueblo a trabajar de  profesor en el colegio que le había visto crecer,  y allí, mientras enseñaba la importancia del español a sus pupilos, creaba personajes con base en sus recuerdos de infancia, las experiencias en distintos trabajos  y las opiniones y vivencias de sus alumnos,  así nacería su primer libro “Danilo Danilero cabeza de velero” y desde ese momento y por cerca de 15 años escribiría   más de  20 libros,  todos ellos enfocados en el  público infantil y juvenil,  obras que le han dado reconocimiento  no solo nacional sino también internacional, pues muchas de ellas fueron ganadoras de premios y concursos y publicadas en países como  México, Ecuador, España  y Cuba.

Actualmente sigue en su profesión  de maestro, oficio  que le llena de alegría y que le permite continuar con su labor literaria,  escribiendo en la casona  donde transcurrió su niñez, acompañado del aroma de las frutas de su tierra y el canto de los pájaros multicolores en las ramas de los árboles. 

*publicado en revista güipas diario la nación 24-03-2019

Dueto ensueños…Opitas de corazón.




Eduardo era un paisa de nariz grande, cabello rubio y ojos verdes
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Jaime  era un opita de ojos pequeños, cabello oscuro  y sonrisa de oreja a oreja.

Eduardo venia de cañasgordas en Antioquia, había estudiado odontología en la Universidad Nacional, le gustaban los deportes como el futbol y la natación  y ya llevaba sus primeros pinitos en el mundo de la música participando fugazmente en programas  concurso de canción  en la tv   como: ‘La Nueva Estrella de la Canciones’ de Jorge Barón Televisión,  ‘Cuanto Vale su Actuación’ dirigido por Fanny Mickey  y  ‘Compre La Orquesta’ de Fernando González Pacheco.

Jaime era de San Agustín, bachiller normalista de Pitalito, había terminado sus estudios de licenciatura en educación física en la Universidad Surcolombiana, además era maestro en educación del arte de la Universidad de Cuba y  trabajaba como docente en el CEINAR.   Su amor por la música lo había llevado a formar parte de la agrupación “alma huilense” del maestro José Ignacio Olave.

Eduardo  y Jaime se conocieron una noche de agosto, cuando eran jurados del concurso de canto “ISS de oro” realizado por el seguro social,    en un intermedio de    la celebración    fueron invitados a cantar ante el público que los acompañaba.  Acordaron interpretar dos temas,  y para sorpresa de todos, incluyendo la de ellos mismos,   armonizaron tan bien que continuarían reuniéndose y ensayando por varias oportunidades, para finalmente en el año 1991 crear el dueto “ensueños”.

Desde ese instante  su carrera como artistas dio increíbles frutos;  grabaron 8 discos que incluían cerca de 114 canciones, todas ellas  bambucos, pasillos y sanjuaneros;  siendo 20 temas de su autoría.  Participaron en reconocidos concursos de música colombiana y ganaron varios premios como  el Primer puesto en la categoría duetos del Festival Mono Núñez  en 1993, el Primer puesto en la categoría duetos en el Festival Garzón y Collazos en 1996, fueron Nominados al "Gran Premio Mono Núñez" en 1994 y 2001 y ocuparon el Primer puesto “duetos Antioquia le canta a Colombia" en 1998.   

Pero todo no podía ser dicha, en lo mejor de su carrera Eduardo enfermó  y falleció en la ciudad de Neiva en noviembre del 2008, eso sí, hasta que su cuerpo resistió, cantó  con su amigo del alma  aquellos pasillos que tanto lo enamoraban.


Jaime decidió continuar con el legado musical; por un tiempo junto al joven nicolas gutierrez conformó el dueto “mi maestro y yo”,  luego se dedicó por completo a su proyecto musical "grupo de voces CANORAS estudiantiles SEMILLITAS" con el cual busca llevar en alto la música colombiana a todo el mundo.


* publicado en revista güipas del diario la nación 17-03-2019

jueves, 17 de octubre de 2019

Jose Eustasio Rivera. Una historia para niños





Le decían “tachito” y nació el 19 de febrero de 1888 en el caserío de Aguascalientes cerca del corregimiento de San Mateo  en el Huila, aunque algunos dicen que en realidad nació en Neiva, en una casa ubicada en todo el centro de la ciudad; como ha pasado tanto tiempo nadie se pone de acuerdo sobre esto, de todas formas en 1945 cuando San Mateo se convirtió en municipio se le decidió cambiar el nombre a Rivera, en honor al escritor.

Fue uno de los 11 hijos de don Eustasio Rivera y de doña Catalina Salas,   familia prestante del Huila, con muchos miembros pertenecientes a las fuerzas armadas y a la clase política.

Como era un muchacho alegre, algo travieso e indisciplinado  su infancia transcurrió entre su finca  (en la cual  aprendería a asombrarse con  belleza de la naturaleza) y los colegios Santa Librada de Neiva y el colegio San Luis Gonzaga en el municipio de Elias al sur del Huila,  como en ninguno de ellos se sintió conforme,   terminó estudiando en la Nueva Escuela Normal de Bogotá,  allí cultivaría su amor por la literatura, especialmente la poesía, dándose a conocer con sus primeros sonetos y también allí empezó su interés por la política y la situación nacional.

Después de trabajar un tiempo en la ciudad de Ibagué como inspector escolar inició la carrera de derecho en la Universidad Nacional, una vez graduado como abogado intentó sin resultado ingresar al mundo de la política huilense.   Como eso de la política no le dio resultado formó parte de una comisión del gobierno para que viajara a los llanos orientales  a definir los límites con Venezuela, pues para ese entonces, como los países apenas se estaban formando  no se sabía con precisión dónde empezaba uno y terminaba el otro. 

En este trabajo,  navegando ríos caudalosos, atravesando selvas inexploradas  y recorriendo llanuras sin fin,  fue que inició a escribir su obra cumbre “la vorágine”   una novela  que entre historias de amor y lucha narra los abusos de la casa cauchera Arana, todo ello magistralmente ambientado en la selva colombiana.  



Luego de terminar ese peligroso trabajo  pudo publicar su novela y entrar de lleno (ahora sí) en la actividad política nacional, donde veló  incansablemente por los derechos de las persona más necesitadas y  criticó  con firmeza los  actos de corrupción en el gobierno.

En abril  1928 viaja a New York  con la idea de crear una editorial que permitiera  llevar la literatura colombiana a todo el mundo, traducir “la vorágine” al inglés y porque no, crear una adaptación al cine.   Pero estos sueños no se  concretaron  pues cayo gravemente enfermo pocos meses después de su llegada y murió el 1 de diciembre de ese mismo año.


Sin lugar a dudas José Eustacio Rivera es uno de los grandes hombres que ha dado la tierra opita y su legado literario perdurará por generaciones.

*publicado en revista güipas del diario la nación  3-03-2019

Revista "Güipas" de La Nación.




Cierto día me preguntaron a modo de sutil reclamo sobre el por qué ya casi no subía contenidos al blog, como andaba de afán respondí que era porque andaba muy ocupado.   Poco me creyeron, tal vez pensaron que me había alejado del mundo virtual  y que ahora solo me dedicaba a disfrutar de las mieles de la fama.

Como las cosas no han cambiado y sigo igual de ocupado, solo puedo decir que no he parado de escribir y que las mieles de la fama y la fortuna andan un poco extraviadas.  Simplemente estoy escribiendo y dibujando para una revista infantil dominical  de uno de los principales diarios de la región, el diario “la nación”.



El trabajo resultó de la nada luego de que un amigo que en ese momento era un administrativo del diario me propusiera la idea de cambiar el formato del suplemento infantil dominical;  yo sin tener la menor  idea  sobre el  tema dije que sí.  Tal como lo habíamos planeado la cosa se veía interesante, pero  por cuestiones que no van al caso, mi amigo renunció al diario y el nuevo proyecto cambio un poco,  finalmente hice un trueque de trabajo por libros (los libros de Federico) y la nueva revista “Güipas” salió con nuevo rostro y nuevos temas;  sinceramente desconozco cual habrá sido su impacto y qué tanto ha gustado… yo solo envió los contenidos y en la empresa se encargan del resto.  De todas formas este proyecto me ha enseñado demasiado,  me ha obligado a dejar la procrastinación a un lado,  nuevamente retomé el mundo del comic que durante años había dejado a un lado, y adquirí cierta versatilidad para inventarme cosas que antes ni por las moscas se me pasaban por la cabeza.
Por desgracia la revista no se encuentra en formato virtual, (una de las ideas originales del proyecto) es una pena,   tal vez peque con algo de paternalismo,  pero cada domingo sagradamente compro el diario y tomo la revista  colorida y divertida  tratando rememorar  las viejas épocas de la infancia cuando esperaba  que llegara “el tiempo” o “el espectador” y disfrutar de “los monos” o la sección de “aventuras”. 


En cierta forma, la nueva güipas en un modesto homenaje a estos dos iconos del comic en Colombia.

Creo que no hay problema  al subir al blog parte de los contenidos publicados;  la caricatura de “Federico el aventurero” usualmente la comparto en mis redes sociales.


El curso del comic, 


los libros recomendados para leer, 


el experimento casero, 


el dato curioso 


y la reseña de una historieta famosa 


las dejaré para los lectores de la revista,  pero con el articulo principal que usualmente es una reseña de un personaje local,   me tomaré la molestia de dejarlo como entradas en la tecleadera…en parte porque ya me da pena ver el blog tan abandonado, en parte porque por cuestiones de extensión muchas de las entrevistas no se pueden publicar completas,  y en parte porque sí.

Así que sin más preámbulos,  en las próximas entradas echemos un vistazo a los principales mitos del Huila y  a reconocidos escritores y artistas del departamento.