latecleadera

domingo, 15 de marzo de 2015

El demonio sobre el tejado, mi diablo personal



Hace unas  noches  soñé con el diablo.  Me encontraba en la casa vieja del pueblo, en escenarios completamente oníricos, entre planicies inmensas y bosques merodeadores bañados  por la luz de la luna llena parcialmente cubierta de nubes; una luz de medianoche, una luz de perros en silencio y grillos indiscretos, en un lapso de tiempo que bien podrían ser las horas previas  al eterno preámbulo del amanecer, cuando las estrellas preparan su incipiente agonía y el tremor de los rayos solares aun ajenos pero si inminentes anuncian su llegada. 

Por terroríficas y mundanas razones que no van al caso, mi yo imaginario había decidido subir al techo de la casa, buscando con rabia aquello que de forma  silente  acechaba mi familia durmiente y no daba tranquilidad a su descanso.  De pie sobre las viejas láminas de zinc lo vi.  En un principio como algo difuso, enmascarado en el fondo silvestre que se extendía tras él.  Mis ojos algo encandilados por la luz cetrina que desprendía el astro de la noche,  solo lograron distinguir su forma cuando los nubarrones pasajeros descubrieron la cara de Selene y su brillo de misterio cayó sobre nosotros.  Era un figura alta, desgarbada, encorvada, piernas flacas con extrañas incongruencias anatómicas, brazos que llegaban hasta sus rodillas y de los cuales unas manos estilizadas y con garras se aferraban al aire, una cola serpenteante bailaba al compás de las melodías de los grillos y una sombra sobre su espalda -bien podrían ser sus alas o una capa cubriendo su desnudo cuerpo-  se movía al antojo de la brisa nocturna.  Su cuerpo no era de color negro, era oscuro,  y al notar mi presencia giró su cornuda cabeza  hacia mí.  No existía una cara, solo había un agujero de tinieblas delimitado en una fileña silueta, dos brasas ardientes hacían las veces de ojos  y desde ellos me lanzó una mirada mezcla de odio, sorpresa y finalmente indiferencia.  Fue una situación semejante a cuando se  sorprende un gato en el tejado y este planta su mirada ante la nuestra instantes previos a escapar.  De igual forma, este ser, el señor del mal, tal vez buscando un instante de silencio, un momento de soledad o simplemente molesto por la presencia de un simple mortal, decidió desvanecer  su presencia en los sonidos, aromas y visiones que la noche carga y raudo como un ventarrón se abalanzó sobre los techos de las casas vecinas para perderse finalmente en los bosques lejanos.  Yo me quede allí, perplejo,  había visto al mismísimo diablo y vivía para contarlo.   Luego desperté.

martes, 10 de marzo de 2015

Déjame estudiar tu anatomía





Próximamente se estrenara (o ya se estrenó) la última superproducción del canal RCN, “sala de urgencias”, la continuación de “a corazón abierto”, donde- me imagino- seguirá la historia de nuestros estimados residentes del hospital universitaria Santa María, ya no simples estudiantes hartos de hacer rotes de suturas y tactos rectales y embriagarse cada dos días en un bar todo cuqui.  Ahora son médicos hechos y derechos, trabajando de sol a sol en quien sabe que IPS de mala muerte,  victimas del perverso sistema de salud.


Nuevamente este tipo de series nos pondrá contra la pared a todos los que de una u otra forma terminamos alzando la mano y recitando el juramente hipocrático. Nuestras esposas (y esposos) nos miraran con recelo cada noche que lleguemos a casa, pensando con quien sabe cuántas bandidas vestidas con uniforme quirúrgico (de esos con los que usualmente se ven a muchos haciendo mercado) nos  habremos revolcado en ese supuesto turno que acabamos de cumplir. Nuestros vecinos harán cuentas de los millones y millones que mensualmente devengamos, luego de hacer nada, y que ojala la Dian nos joda todo lo que pueda.  Nuestros amigos estarán prestos a preguntarnos si también nosotros sacamos corazones, hígados y riñones,  diagnosticamos síndromes inmuno cardio torácicos con aparatos láser, suturamos heridas de borrachos, arreglamos huesos sin anestesia, vacunamos niños mocosos, le tomamos la tensión a viejitos neuróticos, atendemos consulta prepagada, reanimamos cinco paciente en paro y claro…nos echamos a la muela la enfermera buenona que nos sigue a todo lado, todo eso en un mismo día.  Y por último las señoras amas de casa y ancianitas, papel y lápiz en mano prestas a apuntar cuanta enfermedad salga en este programa para preguntar en la próxima cita médica si ellas no tendrán eso y de por qué no sería mejor si les ordenáramos unas gammagrafías por si las moscas.