latecleadera

viernes, 6 de junio de 2014

La madre de los masones, ateos y comunistas



Siempre que voy  a la casa vieja  encuentro algo que despierta mi interés, desde un nuevo brote en cualquier orquídea hasta  la nota curiosa en una hoja amarilla de un periódico de ayer.

Revolcando en cajas vetustas, nuevamente tuve en mis manos aquel pequeño libro, con su cubierta corroída por los años,   con una imagen  borrosa pero de  donde aún se podían sacar algunos detalles. 

Era un viejo libro que desconozco como y cuando mi tía abuela había conseguido; en aquella casa siempre había libros y folletines, aunque nadie los leyera (exceptuando la hojita de lecturas bíblicas que entregaban todos los domingos en la misa).  Junto con el catecismo rosadito, dos revistas VEA, tres revistas de Kaliman, la biblia, una versión de bolsillo de un misal, las tiras cómicas del domingo y las reflexiones del padre Claver para todos los días, formaban las lecturas de recreo y digestión de mi niñez (aun no comprendo como no termine en el brazo armado de algún grupo de ultraderecha o de acólito ministerial al lado de Regina 11, definitivamente eso de la flexibilidad cerebral si es muy cierto…o no tanto, terminé como médico..) su nombre "SIRACUSA, la incógnita de nuestros azarosos días"  Escrito en la década de los cincuentas por un cura neurótico y loco que veía conspiraciones por todos lados.  Pero a un niño que le importa eso,  solo me dedicaba a ver las cientos de fotos de vírgenes (en su sentido sacro, como las estatuas de yeso de los templos, las otras vírgenes el reguetón se encargó de extinguirlas) distribuidas por todo el mundo, en donde a cada imagen le colocaban el encabezado de -La madre de dios, y madre de…- y ahí se etiquetaban chinos, esquimales, rusos y egipcios entre otros. (Esta era una de las que más  llamaba mi atención, una mujer con tocado de plumas, túnica corta, de rodillas y en el fondo las pirámides y la esfinge) y  se daba una breve reseña de cada una de ellas. Recuerdo que había algunas maternales, otras con cara de anciana, otras altivas y dios me perdone esta herejía, pero había algunas sexys (y eso que era un simple mocoso que todavía no sabía de dónde venían los niños), algunos capítulos trataban sobre las apariciones marianas como Lourdes y Fátima, el resto del libro se explayaba en discursos apocalípticos y milenaristas (no recuerdo haber visto  La madre de dios y madre de Los Mayas).  Eran lecturas aterradoras, incendiarias, que exigían al lector una fiel y contundente respuesta, casi militar, ante las amenazas allí postuladas. Ante mis ojos aquellas letras se desdibujaban y formaban al dragón de tres cabezas del final de los tiempos, multitudes lanzaban ayes de dolor (esa palabra la aprendía de ahí) por su impía conducta ante el severo juez celestial, nos advertía sobre la necesidad de tener a mano el cirio bendito como única fuente de luz y verdad ante la inminente llegada de los tres días de oscuridad (puedo apostar que aún debe existir algún trozo de  cirio en alguna caja, por si las moscas)  después de todo esto, llegaría el inminente holocausto nuclear (¿James Cameron y William Whisher no se inspirarían acaso en este libro?) y la salvación de los justos por parte del cordero redentor que quita todos los pecados del mundo. 

¿Y quien tenía la culpa de toda esta carnicería?  Los tres ejes del mal, los tres pilares del maligno: la masonería, el comunismo y los ateos.  En estos tres miserables grupos recaía la culpa de todas las desgracias de la humanidad.


¿Qué son masones? Pregunté a mi tía atareada en la cocina.

 –Son gente mala.- respondía. 

¿Qué son comunistas?

-Son gente mala como Fidel Castro que es comunista.-respondía. 

¿Qué son ateos?

–son gente mala que no cree en dios,  y no pregunte más cosas y  vaya y me trae una libra de azúcar a la tienda. –respondía.  Y así quedaron las cosas, para mí esos tres, sin saber que eran, quedaron como los malos del paseo, como los decepticons de los Transformers.

Pasaron los años y conocí los comunistas, (excluyendo al profesor de colegio que decían que era ateo) en la universidad, mechudos, con camisetas negras de megadeth y fumando marihuana. Luego conocí los comunistas de la guerrilla en las montañas de Colombia, con botas pantaneras, pistola al cinto y mirada esquiva.  Luego los comunistas de Cuba, la Cuba de Fidel, trabajando hombro a hombro a mi lado, formulando lo mismo que yo formulaba.  Nunca pude diferenciarlos bien del  resto del mundo. Comían lo que yo comía, reían de lo que yo reía  y manejaban la misma moneda símbolo del salvaje capitalismo que yo manejaba.  Si ellos formaban parte de uno de los pilares logísticos con los que satanás gobernaría el mundo.  Veía mal a satanás.

Luego conocí los ateos, (en palabras de algunos conocidos internautas, creyentes de una no creencia, que no es lo mismo  pero es igual) y cada  vez  que me veo la cara en el espejo y pienso que yo hago parte del segundo pilar con el que el diablo pretende dominar el mundo, sonrió y rezo un padre nuestro por él, pobre diablito esta jugando la partida equivocada. 


Y a los masones los conocí por ultimo, luego de engullirme libros de conspiraciones y secretos de estado, de confundirme con Fulcanelli y Humberto eco, de ver el zeitgeist por YouTube y escuchar a Wendy sulca, tuve ante mí a los adoradores de Baphomet, herederos de los secretos templarios y los misterios de Hermes Trismegisto, los conspiradores contra el orden establecido cumpliendo  a cabalidad las normas del buen ciudadano, muchachos buena gente, humanistas a mi corto parecer.  Lucifer que bruto eres.  Le hubiese sonado mejor la flauta con furibundos adeptos del PIN,  del Centro democrático o del Opus dei.

 En una de los tantos viajes  que haga a la casa vieja, si me queda tiempo y no lo olvido, anexare una última página a aquel singular libro, una que diga. ”La madre de dios y madre de los ateos, los comunistas y los masones”  y en el último renglón, a modo de complemento,  “la incógnita de nuestros azarosos días… sigue sin ser despejada”

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