latecleadera

sábado, 20 de octubre de 2018

Día veintiuno. Nubes de tormentas invisibles, invencibles e imposibles.


"el zorro y las uvas" acuarela


Y los días transcurren entre nubes de tormentas invisibles, cubriendo pájaros de plumas invencibles reacios a realizar  gestas imposibles.

Los días trascurren al borde de la muerte que revuelca entrañas mientras sonríe  en la cara de aquel que creía que todo lo podía y que se hacía llamar Dios como apodo majadero repetido por infantes octogenarios sentados en bancas de madera, inmersos en narcóticos deseos.



Los días trascurren entre palabras que comen caricias  para formar sonrisas.

Sonrisas que duermen en ojos repletos de lágrimas disueltas en retazos de piel que ofuscan sus años a los rayos del  sol matutino. 

Un sol que yace en los brazos brumosos  del arco de color iris que apunta a las tormentas hijas de tormentas visibles y húmedas. 

Húmedas  como los pies de la mujer amada, blanca y además pálida.

La palidez que solo la muerte deja rebozar de sus labios  secos de palabras y sonrisas,  la muerte que busca en los días de las semanas y meses incompletos que giran en cosmológico desorden para formar la secuencia de instantes  desencadenantes de años.
 
Años que labran con paciencia de roca las arrugas en los rostros de los transeúntes ajenos a las aves portentosas, aquellas que circundan un sol  octogenario, aburrido, explotando infinitamente en deseos de yacer al borde de una calle cualquiera, sentado inerme en bancos de madera  viendo pasar los días que pasan entre nubes de tormentas invisibles, invencibles e imposibles.



jueves, 18 de octubre de 2018

Día veinte. Un día tan común y silvestre que podría nunca existir.


"jardín nocturno" acuarela


Un increíble y cotidiano día, tan común y silvestre que podría nunca existir. 

Mientras conduzco al trabajo escucho por la radio que  en las vías que conducen a las poblaciones del sur dos motocicletas chocan causando la muerte de cuatro personas.  Horas más tarde me entero que una de las víctimas es la esposa del hermano de un amigo. 

El sol cae y la luna se levanta sobre el horizonte  augurando la llegada de la medianoche, termino de ver un video sobre  la historia de Campo Elías Delgado,  el asesino de los años ochenta, minutos después  en un artículo perdido en cualquier sección cultural de cualquier diario, el escritor de “Satanás” la novela que relata la historia del asesino, dice que la masturbación es la copula con nuestros propios íncubos o súcubos.

Fuera una tormenta se aproxima, a lo lejos escucho truenos provenientes de cúmulos colosales.  Me recuerdan los dioses bailarines de mi infancia.



miércoles, 17 de octubre de 2018

Día diecinueve. Monólogo: no hay que ir con prisa, igual nadie llega al final.




En los últimos días el diablo se ha posado sobre mis hombros y ha susurrado sus palabras en forma de graves y bajas melodías al oído del mago.  El mago ha permanecido callado, ha cerrado sus labios y en extraña trasmutación anatómica ha derivado su oído a mi oído permitiendo que mi cerebro terrenal comprenda las palabras de aquel demonio de pequeña estatura, color rojizo, vello fino cubriendo un rostro de mandíbula puntiaguda y prominente, labios delgados que ocultan blancos dientes, una nariz larga de águila harpía y  ojos bajo unos arcos ciliares prominentes como solo los poseen los pensadores, coronado con dos pequeños cuernos negros,  filudos y majestuosos. 

Cómo interpretar las canciones del demonio cuando estas son iguales a las de los santos en las misas de gallo en los templos  mientras  el sonido del viento atraviesa las hojas de los pinos. En ellas ya no 
se dan palabras de odio más si de reproche. 

Escribe, escribe y escribe

Susurra el  demonio: escribe hasta la muerte, escribe de la muerte, escribe hasta que los dedos sangren, hasta que la cabeza se perturbe de fatiga, hasta que las estrellas caigan y el sol se levante, escribe mientras la lluvia golpea el techo y mientras el niño y la mujer duermen plácidos en la cama. Escribe del niño aquel y del niño que es, escribe de imaginación, escribe recordando los guerreros del polvo, los ríos minúsculos y los escorpiones bajo las rocas, escribe de las esferas metálicas diurnas y de los platos luminosos nocturnos, de las bestias de la quebrada, de la historia de la bruja que ríe en el techo, de la que canta tras la tapia, escribe de los poemas que entonan los azulejos y cardenales en las ramas del golgota de flores blancas y rosadas al ocaso. Escribe de las disgregaciones filosóficas de los grillos ocultos en los ángulos de las paredes y de los sueños del perro viejo que nunca quiso conocer el mundo, de las historias que nunca terminaban en la mesa cuando los libros eran montañas y castillos y todo tenía que darse por feliz término al llegar la cena.  



¿Dónde están los seres fabulosos? me pregunta el diablo. ¿Dónde quedaron los terrores acuáticos que se perdían en la profundidad del océano de paredes de cemento? ¿Quién cuenta el camino que tomaban los gusanos luminosos a la media noche? ¿Quién invoca a las aves nocturnas discretas y sacras?  ¿Quién cubre los rostros de los seres nocturnos en el día y dónde se ocultan los gigantes de piedra que esperan la hora adecuada para destruirlo todo?  ¿Dónde iría a parar el avichulejo aquel de pelo grueso, ojos grandes, manos huesudas y rabo desordenado que saltaba de rama en rama? ¿Quién va a explicar la causa por la cual los muertos decidieron salir de sus tumbas y acabar en forma sistemática los vivos que aún no entendían lo sucedido? ¿Quién entendía las ideas de aquellos hombres y mujeres que se sentaban frente a sus casas cuando el mundo caía a pedazos en la nada, sin el menor asomo de terror sin la menor imprecación a su destino? ¿Quién me dice donde quedó la bruja regaliz y que paso con el jardín de los niños de piedra? ¿Dónde estarán los restos del puente de tubo rodeado de guayabos sobre la quebrada de aguas sucias?  Quién va a contar qué fue de la vida de todos aquellos que me acompañaron en el camino, antes que terminen siendo brisas del destino, ligeras perturbaciones espacio temporales en un universo expansivo y disipado. ¿Quién volverá a preguntarle algo a los enanos que miraban el reloj de la torre en un día de niebla y frío?  ¿Quién puede soportar al demonio en su hombro susurrando estas cosas a toda hora?



viernes, 12 de octubre de 2018

Día dieciocho. ¿por qué Ernesto Macias llamó "niña" a la representante de los estudiantes?




¿Por qué Ernesto Macías llamo “niña” a la representante de los estudiantes y por qué se armó tanto alboroto por esa simple palabra?

Hasta hace poco  no prestaba mayor importancia a la forma en que coloquial o informalmente se llamaba a alguna mujer (preferiblemente joven) en cualquier circunstancia;  bien podría escuchar el “oye chica”,  o “señorita” o “niña” o “amor” o “linda”  o “nena”,  siendo para mí lo más natural, ya que en esencia lo que se buscaba era llamar la atención de aquella mujer que aún no clasificaba en el epíteto de “señora” o “doña”.  Pero después de trabajar hombro a hombro con muchas mujeres  en un área de constante contacto humano como lo son los servicios de salud, me di por enterado que no utilizar el “doctora” o “medica” o sus sinónimos  y si utilizar el adjetivo “niña” era una tremenda ofensa para todas mis compañeras,  comprendí que eso era lo más cercano a quitarle los 6 años de estudios de un tajo y dejarlas a nivel  de una tegua en proceso de aprendizaje,  y si lo que se quería era invocar al mismísimo satanás, solo tendrían que llamarlas como “nenas” o “amor”.

Macías se disculpó explicando que esa palabra era de uso corriente en su región, o sea el Huila… y si, tenía razón.  Pero algo se le escapó a nuestro iletrado senador.



En el Huila cada vez que alguien se refiere a una mujer con el  adjetivo de “niña”  no lo hace pensando en que es  una menor de edad, en este “regionalismo” existe una clara y a veces inconsciente connotación peyorativa.  “Niñas” son las subalternas,  las empleadas domésticas de las casas de los ricos,  las cocineras patirrajadas de las haciendas,  la “muchacha” de los mandados del pueblo.  En una sociedad de francas raíces pastoriles como es el caso del Huila grande,  “niña” es la denominación que utilizaban y utilizan los dueños de la finca, los patrones, los amos, para referirse a la servidumbre femenina.  Tal vez no haya sentido de ofensa directamente  implícito en la expresión,  pero si hay un claro significado de condescendencia, de “yo soy más que Ud. y por lo mismo yo le tengo aprecio”…y en el mejor de los casos,  “si se porta y trabaja bien yo en algo miro a ver cómo le ayudo.”

Es algo inherente al arraigo cultural del hacendado opita,  lo he visto mil veces en mi labor de médico.  En el caso de los hombres no se nota por la educación machista propia de la región, por eso a muchos de nosotros nos resulta invisible este apelativo,  yo nunca seré (o fui porque ya estoy lleno de canas) el “niño” en un servicio,  pero mis estimadas amigas día a día tienen que soportarlo, y curiosamente no solo de pudientes ganaderos sino, como todo,  de cualquier parroquiano que tratando de emular las buenas costumbres de su patrón también imita sus expresiones. 

Lo que hizo Macías al decirle a la representante estudiantil Jennifer Pedraza   “30 segundos niña y termina”  fue simple y llanamente mostrar su concepción de “patrón-peón” propia de la región,  tal vez si él hubiese pasado por los pasillos de una universidad hubiese comprendido que lo que estaba haciendo era una reverenda falta de respeto.



jueves, 11 de octubre de 2018

Día diecisiete. la mirada de la bruja regaliz.



Después de tantos años me he fijado en su mirada
una perfecta ambivalencia
una expresión de paciencia llegando al borde la impaciencia
una noche de estrellas para ver el firmamento al compás de un merengue ochentero
el sol de la  mañana cuando la bruma se levanta
un ser alado,
de esos que molestan al mago
revoloteando alrededor de su cabeza
como moscas en diciembre.



Ella lo sabía
ella sabía sobre la ascensión  de las deidades prehispánicas
de allí su sonrisa.

Regaliz regaliz la llamó aquel niño,
y el adulto estúpido no lo supo entender.
Que hermosa es la locura.

La bruja.  Acuarela.

martes, 9 de octubre de 2018

Día dieciséis. Buda, Cristo, María y un dinosaurio.




Él es buda,  todos los budas de esa época eran  gordos y de color negro,  no representaban ningún tipo de idea religiosa ni mucho menos una filosofía, solo eran amuletos de la buena suerte;  generalmente se les pegaba una moneda de cualquier denominación en su base y se colocaban en algún rincón de la casa.  Este en particular tenía una moneda de 25 centavos (que ya no está) y su lugar era una pequeña barra de madera que quedaba detrás de la nevera.  Era una figura intrigante -a pesar de ser una porcelana barata de malos acabados-  el hecho de estar oculta, con cierto significado mágico la convertía en un objeto misteriosamente interesante.

El cristo crucificado llegó a la casa hace muchos años, tantos que no me acuerdo, creo que fue un regalo de uno de los muchos curas que pasaron por el pueblo.  Me imagino que fue bendecido, pero no entronizado  porque nunca me dejaron jugar con él.  Hubiese sido un buen juguete:   con su cuerpo delgado,  su cabeza grande y su rostro de muerto resignado habría  servido de mil maravillas para algún personaje malévolo.  Pero no,  su puesto estaba encima de la cómoda de la habitación principal, al lado de los frascos de perfume y los regalos lujosos y minúsculos.  Por años acumuló polvo hasta que la cómoda se deshizo producto de la carcoma  y terminó en la mesa de madera incorruptible de mi habitación,  para luego pasar a otra habitación, a un nochero que a pesar del gorgojo se niega a desaparecer,  allí esta, paciente, con su cruz de  madera frágil, tan frágil que parece que se deshace con solo tocarla.  Hace unas semanas mi hijo menor lo tomó y como buen niño quiso  jugar con él, probablemente estrellándolo con algún carro;  como era de suponerse  yo le dije que eso no era un juguete y que lo dejara en su sitio.  Por la expresión de preocupación resuelta del rostro del mesías judío, creo que me agradeció esto.



El fósil pequeño lo obtuve de Marlio en épocas de la escuela posiblemente producto de algún trueque.  Marlio tenía la ventaja de tener en su casa montones de cosas raras que ni por las nubes encontraría en la mía, y entre esas figuraban los fósiles.  Recuerdo que eran tres, uno se perdió, debe estar en la casa, enterrado en algún sitio esperando otros tantos millones de años para que algún niño curioso lo descubra y practique técnicas incipientes de comercio con él.   Como dato curioso el tercer fósil que tuve  era el fósil más espectacular de todos los tiempos, tan espectacular que no he visto uno semejante en toda mi vida; lo encontramos con mis amigos de escuela cuando andábamos por las calles revueltas y en proceso de pavimentación del pueblo, escarbando en los arrumes de piedras que había por todos lados y que servían  como material que le agregaban al cemento.  Cómo terminó siendo mío no lo recuerdo, posiblemente mis amiguetes pasaron por alto la importancia de aquella piedra que cabía en la palma de mi mano, de color negro y de consistencia mucho más dura que las piedra corrientes, en la cual,  sobre uno de sus lados tenía la figura de un puerco espín; con su cabeza, su dorso lleno de púas, su cola larga y dos patas...  asombroso, como si hubiese sido tallado no por indígenas o cavernícolas sino por extraterrestres.   Sobrevivió a mi infancia, sobrevivió a mi adolescencia y aun en épocas de universidad recuerdo haberlo visto como soporte de algún tallo torcido de un geranio, luego desapareció.  Cada vez que levanto alguna piedra, cambio  la tierra de alguna matera o revuelco algún basural de mi casa, guardo la esperanza de encontrar aquella fabulosa piedrita.

El fósil de mayor tamaño no era mío, era de mis tíos, los cuales no sabían qué era un fósil.  Ellos decían que era “una piedra de la virgen”  según me contaron,  en uno de sus viajes fuera del pueblo, (que hacían con frecuencia cuando estaban jóvenes)  habían visitado un lugar donde según decía la gente, se le aparecía la virgen María a una niña -en este preciso momento se me escapa el nombre del lugar, pero creo que quedaba en el cauca.-   Y la parte de la montaña (porque era una zona rocosa) donde la madre de Dios posaba su etérea humanidad y de vez en cuando caminaba, estaba formada por ese tipo de roca (que ellos tenían guardada en una barra de madera cerca al buda negro.)  No la habían recogido, la habían comprado, pues los fieles devotos que acompañaban y protegían  a la niña vidente, a todos los peregrinos  les permitían llevar un trozo de reliquia del lugar a un muy justo precio.  

Cuando la tuve en mis manos, mis tíos ya dudaban del poder milagroso de la piedra y empezaban a creer que habían sido estafados;   cuando ya estuve más grandecito, les expliqué que eso no era una piedra corriente, aunque tampoco milagrosa,  era la vértebra de un animal prehistórico,  ellos asintieron sin entender muy bien a que me refería con eso de los dinosaurios, me imagino que pensaron que era una de las muchas cosas locas que yo decía.  Igual,  después de décadas estaban completamente seguros que habían sido estafados.



La figurita de la virgen y el niño venía en un velón que nunca se encendió pues era el  regalo de una odontóloga muy allegada a la casa,  como era tan delicado, terminó en una mesita de centro, que terminó arrumada en mi habitación y que servía como receptáculo de hojas y hojas con dios sabría qué cosas  escritas o dibujadas por mí  en los buenos años.  El velón sigue ahí, en la mesita, pero ya sin papeles encima.

sábado, 6 de octubre de 2018

Día quince. Breve elogio a la muerte II


sin título.  acuarela

Todos los días pienso en la muerte;  en ocasiones lo hago por necesidad, en otras por temor, otros días por incertidumbre y en los peores días lo hago por gusto.


Con el paso de los años aprendí a cambiar de perspectiva.  Antes disfrutaba recreando las escenas que surgían del hecho de morir, ¿Cómo reaccionarían todas las personas  cercanas? ¿Qué tanto dolor causaría mi partida? ¿Cómo sería mi final?  Pero fui cambiando, curiosamente aun guardaba esa concepción cristiana de la muerte no muerte, del paso a una nueva vida, del miedo brutal y paradójico a la misma muerte y la exaltación y el regocijo en todo aquello que le derivaba,   como todo  lo que parte de aquella lógica...un narcisismo puro.


Luego deseché todo ello  y entendí la muerte como la aniquilación de mi yo,  un desmembramiento de mi  conciencia, la comunión con un todo omnipresente (tal vez influenciado por ideologías orientales), si antes todo partía de una adolescente necesidad de reconocimiento y vanidad, ahora todo derivaba en temor.  La sensación de vacío que experimentaba cada vez que recreaba la descomposición de mi cuerpo y la disolución de todas esas hipotéticas envolturas astrales para transmutarme en algo desconocido me daba vértigo.   No quería dejar de ser quien era, si existía una nada previa a mí existir por errónea analogía matemática, no debería existir un final real.  Como siempre el miedo a no ser,  en esencia el miedo a la muerte.


Tuvieron que pasar años para desprenderme de los últimos susurros del pasado que a la fuerza pretendían hacerme creer que un ser supremo lo regía todo,  para finalmente verme tal cual animal soy,  nunca desde entonces me había sentido tan bestial,  tan ajeno a la ilusoria ética y moral humana,  ya no me entendía como persona,  (una de las muchas mentiras que todos los días se rezan para sobrellevar la carga de la existencia.)  Entenderme en el mismo nivel del perro callejero, de la vaca a punto de ser sacrificada,  del caballo pastando paciente en un potrero o del ratón atento a no ser comido por un gato, me permitió quitarme esa venda putrefacta de los ojos llamada humanidad y reflejarme en mi mismo tal cual insulso e insignificante soy…me sentí libre.   Pero seré honesto,  el temor a no ser siempre persiste y en ese punto más que el dejar de ser, el temor llega del hecho de dejar un vacío en el pedazo de mundo que habito. El temor del abandono a los seres queridos.

ser alado nocturno.  acuarela

Di un paso más.  Luego de comprenderme animal y después de llenarme hasta la saciedad de imágenes propias del averno,  de perderle el asco a la sangre derramada con violencia,  de no empatizar con el dolor sin que esto quisiera decir que lo anhelara,  luego de entender que el orden solo es una ilusión previa al caos, que la justicia solo aplica en los cuentos de fantasía y que la vida que todos llevamos es una macabra broma orquestada por ideas superiores a nosotros en todos los modos y las formas,   luego de ver esto  ya no necesite el erótico preámbulo de la agonía,  prescindí de verme levitando cual mosca de cementerio sobre las personas que amo,  me desprendí de las ruedas karmicas que disolvían el alma en infinitos recipientes como una preparación homeopática que haciendo justicia a su dinámica no era nada.   Vi la muerte, mi muerte, como lo que era,  el punto final: el fin del dolor, el fin del deseo, el fin del amor,  el fin de la esperanza, el fin de los sueños; no como un espacio de descanso (pues no habría quien gozara del mismo) sino  solamente como  un no existir, volver al estado previo  de mi concepción y de la concepción de mis padres y así sucesivamente,   sin razones,   sin causalidades metafísicas.

En mis mejores días, pienso en la muerte,  en esa muerte tranquila y ajena a todo,  en una muerte pura, una que da fin a luchas de demonios internos y mensajes al oído de ángeles etéreos.  Tal vez en esos días y gracias a reacciones bioquímicas esquizotípicas en mi cerebro, logro comprender la intención del suicida, ver lo que ve, degustar en la saliva el preámbulo del fin, disfrutar los últimos sonidos que golpean el tímpano y sentir el cosquilleo en la piel de la parca a  punto de cortar el hilo vital. 


En mis mejores días,  cuando el mundo muestra su lado más insoportable, cierro los ojos  y me sueño no siendo nada.

cadaver de ser onírico en proceso de resurrección.  óleo sobre lienzo 

martes, 2 de octubre de 2018

Día catorce. La bruja del techo

"Brujas yendo al sabbath" detalle.  Luis Ricardo Falero


La bruja solo asomó su nariz en una  ocasión  por aquel espacio que se formaba en el extremo superior de la unión de las dos paredes y el techo, sé que ese hueco era algo nuevo, no recordaba haberlo visto allí, es más,  dudaba que mis tíos hubiesen permitido un defecto así  en la casa.  Solo recuerdo su nariz larga y deforme, unos mechones sucios  y negros cubrían su rostro y se entrevía una sonrisa maliciosa tras ellos, me observó curiosa y soltó una risilla perversa que con el paso de los segundos se transformó en carcajada… y desapareció. Pero siempre dejó allí su fuerza y poder, tal vez proclamó alguna maldición, no lo sé, tal vez conjuró al mago que siempre debió existir;  en su otro mundo dejó su eco  risueño golpeando las blancas e inmensas paredes una y otra vez. 



Recuerdo que la vi a la luz del sol, tal  vez del atardecer o del amanecer, la vi al amparo de la soledad, la vi sin miedo, la vi sin terror, solamente la vi mientras yo seguía acostado en mi cama cubierto por cobijas viejas  impregnadas a aroma de niño.  Ahora ya no existe aquel agujero, nunca existió,  solo existe una claraboya que deja entrar la luz del día y la penumbra de la noche, por la que entra el viento acompañado de mariposas y escarabajos  tornasoles. Ahora solo está eso;  sin bruja, sin mariposa,  sin escarabajo,   pero aun con el viento.

domingo, 30 de septiembre de 2018

Día trece: Imágenes del pasado

Hermanas Andrade


Chequeando muchas de las cientos (o miles) de fotografías que uno guarda en el pc,  de esas que uno deja en  riesgo de ver desaparecer en el momento menos esperado por algún daño en el disco duro, una híper llamarada solar o las buenas intenciones de algún ladrón;  Encuentro a los viejos, a los muertos que alumbran mi camino.   Cada vez que quiero escribir sobre ellos siento que me quedo corto de palabras y lo dejo todo a media marcha. 



Allí están, mirando a la cámara con esa espontaneidad inexistente hoy en cualquier fotografía, sin filtros, sin posturas forzadas,  sin mentiras transmutadas a imágenes.


Mis abuelos, mis tíos abuelos, mis bisabuelos, mi mama siendo aún una bebe y yo de un año de edad  rescatado de un visor de fotos negativas que rodaba por todos lados.

bisabuelos y abuela (joven aun) la niña con el ramo es un anónimo personaje

bisabuelos

tíos abuelos

mi mamá

yo 

Y como contraste, un video casero de un momento cualquiera con mi hijo menor, de esa generación que tiene documentada toda su existencia, aun desde antes de su nacimiento.



Post data: nuevamente me he saltado un día,  pero tenía buenos motivos para hacerlo.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Día doce. A mitad del camino



al medio día encontré esto tirado en un anden,  simplemente preciosa...no la recogí.

Acaba de pasar la media noche y escucho cantar a los Beatles Don't Let Me Down.


Ahora que hago cuentas, por aquellas fechas no estaba tan niño como lo  pensaba, aunque me recuerde sumergido en la absoluta inocencia infantil. 



De aquel suceso solo guardo un recuerdo: en la tv a blanco y negro que había en la casa, un periodista con el sensacionalismo típico de los 80s preguntaba a un grupo de personas con cara de turistas u oficinistas qué les había parecido aquel fenómeno;  dos o tres dieron respuestas emotivas y exuberantes, otros simplemente se limitaron a encoger los hombres y responder con una mueca de desdén, como si nada relevante hubiese pasado.  En casa algo se comentó al respecto,  pero aquellos temas  no guardaban la importancia necesaria para trascender, de modo que esa noche,  como la gran mayoría de noches de mi niñez, antes que el reloj de la torre diera las nueve campanadas  nos fuimos a dormir. Al otro  día  todo pasó a segundo plano y la vida continuó como si nada.  O ese pensarían muchos.  Después de ver en la t.v  aquellas personas asombradas  (la mayoría) por lo que habían visto,  y  por desgracia, en la ignorancia propia sobre esos temas en las cuales estaba sumergido,  pensaba que aquella noche  era la única en la cual  se tenía la oportunidad de ser testigo del portento,  y creía que muy a mi pesar  mi oportunidad había pasado,  y en el transcurso de esa semana, haciendo uso de mis limitados conocimientos matemáticos,  me jure a mí mismo (tal vez el primer juramente que recuerdo haber hecho)  que no moriría sin antes ver lo que no había visto.


El cometa Halley  fue visible por última vez en los primeros meses de 1986, sin la majestuosidad de pasos previos por culpa de una inconveniente alineación  terrícola,  algo propio de los insulsos ochentas.   Yo no lo vi porque en casa nadie se interesó,  ni en la escuela nadie dijo nada, ni mis amigos dijeron nada al respecto, ni el cura en los sermones comentó algo, ni los vecinos hablaron de ello,  y aunque podría asegurar que mucha veces alcé la mirada al firmamento en aquellos meses, cuando lo hice dirigí mi  mirada al lugar equivocado.  Molesto por ello en mi inocencia infantil prometí que pasase lo que pasase lo vería algún día, según mis cálculos,  ya bastante viejo, pero relacionando aquella hipotética edad y la edad de las personas más ancianas que conocía,  concluí que aunque era una remota posibilidad, no era imposible.


Hoy  que he completado la mitad del camino que exigió mi juramento,   me veo igual de distante a aquel hombre que en caso de sobrevivir levantará su mirada a un firmamento futurista en el año 2061, parece que a pesar de los años,  el niño de esa noche  cualquiera  frente al tv sigue intacto;  ingenuo, iluso, soñador y siempre presto a la incertidumbre.   De todo corazón espero saludar al viajero desconocido de aquellos años y poder disfrutar de su recuerdo unos amaneceres más.  Mientras, solo me limitaré a tratar al máximo de evitar amaneceres y disfrutar cada sagrado segundo que pueda robar a todos los ocasos…