"Brujas yendo al sabbath" detalle. Luis Ricardo Falero |
La bruja solo asomó su nariz en una ocasión por aquel espacio que se formaba en el extremo
superior de la unión de las dos paredes y el techo, sé que ese hueco era algo
nuevo, no recordaba haberlo visto allí, es más, dudaba que mis tíos hubiesen permitido un
defecto así en la casa. Solo recuerdo su nariz larga y deforme, unos
mechones sucios y negros cubrían su
rostro y se entrevía una sonrisa maliciosa tras ellos, me observó curiosa y soltó
una risilla perversa que con el paso de los segundos se transformó en carcajada…
y desapareció. Pero siempre dejó allí su fuerza y poder, tal vez proclamó
alguna maldición, no lo sé, tal vez conjuró al mago que siempre debió
existir; en su otro mundo dejó su
eco risueño golpeando las blancas e
inmensas paredes una y otra vez.
Recuerdo que la vi a la luz del sol, tal vez del atardecer o del amanecer, la vi al
amparo de la soledad, la vi sin miedo, la vi sin terror, solamente la vi
mientras yo seguía acostado en mi cama cubierto por cobijas viejas impregnadas a aroma de niño. Ahora ya no existe aquel agujero, nunca
existió, solo existe una claraboya que
deja entrar la luz del día y la penumbra de la noche, por la que entra el
viento acompañado de mariposas y escarabajos tornasoles. Ahora solo está eso; sin bruja, sin mariposa, sin escarabajo, pero
aun con el viento.
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