Próximamente se estrenara (o ya
se estrenó) la última superproducción del canal RCN, “sala de urgencias”, la
continuación de “a corazón abierto”, donde- me imagino- seguirá la historia de
nuestros estimados residentes del hospital universitaria Santa María, ya no
simples estudiantes hartos de hacer rotes de suturas y tactos rectales y
embriagarse cada dos días en un bar todo cuqui.
Ahora son médicos hechos y derechos, trabajando de sol a sol en quien
sabe que IPS de mala muerte, victimas
del perverso sistema de salud.
Nuevamente este tipo de series
nos pondrá contra la pared a todos los que de una u otra forma terminamos
alzando la mano y recitando el juramente hipocrático. Nuestras esposas (y
esposos) nos miraran con recelo cada noche que lleguemos a casa, pensando con quien
sabe cuántas bandidas vestidas con uniforme quirúrgico (de esos con los que usualmente
se ven a muchos haciendo mercado) nos habremos revolcado en ese supuesto turno que
acabamos de cumplir. Nuestros vecinos harán cuentas de los millones y millones
que mensualmente devengamos, luego de hacer nada, y que ojala la Dian nos joda
todo lo que pueda. Nuestros amigos
estarán prestos a preguntarnos si también nosotros sacamos corazones, hígados y
riñones, diagnosticamos síndromes inmuno
cardio torácicos con aparatos láser, suturamos heridas de borrachos, arreglamos
huesos sin anestesia, vacunamos niños mocosos, le tomamos la tensión a viejitos
neuróticos, atendemos consulta prepagada, reanimamos cinco paciente en paro y
claro…nos echamos a la muela la enfermera buenona que nos sigue a todo lado,
todo eso en un mismo día. Y por último
las señoras amas de casa y ancianitas, papel y lápiz en mano prestas a apuntar
cuanta enfermedad salga en este programa para preguntar en la próxima cita médica
si ellas no tendrán eso y de por qué no sería mejor si les ordenáramos unas gammagrafías
por si las moscas.