latecleadera

sábado, 13 de diciembre de 2014

¿Jesus era mujer?


Cuando llega la época de navidad, algunos compañeros de trabajo me preguntan si yo puedo celebrar dichas fiestas. Yo ni corto ni perezoso respondo que sí, que yo canto los villancicos en la novena, rezo la oración a san José o los gozos (todo por la merienda que se da) armo el arbolito, me gustan los pesebres y doy regalos a los niños.  Algunos me miran con desaprobación.  ¡Claro! Valiente ateo.  Ateo de ocasión.  En realidad no, para desgracia de muchos extremistas ideológicos, la navidad dejó de ser parte exclusiva de su credo y se convirtió en un agradable fenómeno cultural,  una época de catarsis, de reflexión sobre  lo hecho en el transcurso del año y sobre lo que se piensa hacer para el próximo.  Eso sin contar el reencuentro de familias y amigos, los anhelos infantiles embutidos en un consumismo brutal y toda aquella parafernalia que nos han vendido como “espíritu navideño”  que abarca desde el bonachón lapones hasta las melodías de Roberto Aicardi.   Muchos se desgarran las vestiduras por aquellas costumbres paganas que hoy de forma subrepticia adornan nuestros hogares,  se quejan de la hipocresía al recitar una novena sin el debido recogimiento (culpen a sor Bertilda Samper y fray Fernando de Jesús Larrea por crearla tan confusa pero a la vez tan agradable) y  maldicen ese mercado persa en el cual se convirtió todo,  allá ellos, yo la paso de mil maravillas.

Y estando en este diáfano estado navideño, con un árbol de material sintético a mi lado adornado con luces y bolas rojas, tranquilamente me dedico a leer cuanta cosa postean en el Facebook, hasta que una de ellas llama mi atención.  La leo una vez, me rasco la cabeza, vuelvo y la leo y suelto una carcajada, nuevamente la leo y me pregunto ¿pero qué mierda estoy leyendo? Hace poco había leído sobre los tenebrosos tres días de oscuridad que se avecinan y de las diabólicas  bases sobre la que se edifica el día de las brujas.  Ahora estos locos del carajo venían a aguarme la navidad.  Según la nota, algo llamado “The physics of Christianity” de Frank Tipler, brindaba la explicación de lo que podría haber ocurrido para que se produjese el nacimiento virginal de Jesús.  Nuevamente un grupo de desquiciados religiosos buscaba dar sustento “científico” a una de sus historias fantásticas, se niegan a entender que todo lo que aparece en su libro sagrado y posteriormente en su manual de dogmas y prohibiciones solo se puede sustentar a través de la fe y de sus amigas la filosofía y la teología (y en los casos más bizarros con la metafísica) pretender darle asidero científico a sus leyendas solo es buscarle la quinta pata al gato.


A pesar de no ser creyente, Jesús no me cae mal, el pobre hombre (o dios según algunos) en caso de que hubiese existido no tiene la culpa del zafarrancho que armaron en su nombre.  Como todo buen colombiano nací y crecí bajo la tutela de la santa, apostólica y romana iglesia católica (a la que curiosamente aun pertenezco pues hasta donde se aun no me han excomulgado y no he tenido tiempo para pasarles mi carta de renuncia) y esta me enseñó todo lo que se supone debería saber sobre la segunda persona de la santísima trinidad.  Entre eso estaba el  cómo llegó  al mundo.  Según me enseñaron, Jesús fue concebido por obra y gracia del espíritu santo, sin necesidad alguna de varón; este milagro le fue anunciado a María su  madre por el arcángel Gabriel, el mismo que le explicó  la situación al confundido José.  Y después de un embarazo normal terminó naciendo en una pesebrera en la población de Belén, todo por motivos de un censo que se inventó el rey Herodes.  Eso sí, María después del parto (pues se supone que fue parto) permaneció virgen, pura e inmaculada hasta el día de su muerte y punto. Hasta aquí lo que me enseñaron y lo que debería saber; la concepción y el nacimiento entraron a formar parte del grupo de misterios de la religión que no valía la pena ahondar por la sencilla razón que eran cosas de dios completamente alejadas de nuestro burdo raciocinio.  Pero como buen homínido que soy la curiosidad me pico y empecé a indagar aquí y allá y por aquí y allá encontré respuestas.  Para algunos fieles seguidores de la palabra de la biblia, Jesús fue el hijo de José y María y nació como cualquier parroquiano, nada de milagros.  Un sacerdote amigo me comentó que dicho suceso se tenía que entender más desde un punto de vista teológico, que debido al pecado original Jesús no podría nacer solamente de la carne, sino que también nacía del espíritu, que él era el verbo hecho carne, el dios hecho hombre, pero que esto solo lo comprendería quien abriera su entendimiento al plan escondido de Dios. Como Dios y yo no la vamos mucho obviamente este no me mostrara su plan escondido, de modo que esa vaina seguiría siendo un misterio para mí, le di las gracias a mi amigo y deje la cosa ahí.  También conocí el punto de vista de Juan José Benítez luego de engullirme sus caballos de Troya y viajar en compañía del mayor al pasado; al igual que la imagen en una de las páginas de los astronautas de Yahvé (en su época pre troyana) que nunca olvidare: María aun niña jugueteando plácidamente con dos o tres humanoides extraterrestres en una de sus naves, donde era “preparada” para ser la madre de la encarnación del creador.   Por suerte pude superar todos esos descalabros intelectuales y llegar sano y salvo a mis treinta y tantos años. Y justamente cuando pensaba que ya se había dicho todo,  llego esa bendita nota.  Pero entremos en detalle sobre lo que dice: 


Según este ilustre autor que no sé quién es ni me interesa, Jesús era un tipo especial de macho XX, y que este nunca tuvo necesidad de una carga genética masculina ¿Cómo? Simple, María se la aportaba ¿Cómo? Según entendí, María habría recibido esta “carga” del cromosoma Y a uno de sus cromosomas X, y luego esta carga masculina, habría sido silenciada (por procesos conocidos por los genetistas) permitiendo que ella se desarrollase normalmente, luego ella habría heredado esta carga extra de Y a Jesús en el momento de la concepción.  De este modo se saltaba el eterno dilema de que según las leyes de la genética si María hubiese tenido a Jesús este obligatoriamente tendría que haber sido mujer, ya que el sexo lo define el cromosoma Y que aporta el padre.  Luego llegaría la partenogénesis que terminaría de explicar la concepción de Jesús.  Algunos otros ilustres personajes validaban este posible fenómeno exponiendo la existencia de la disgenesia gonadal XX  y la Partenogénesis en algunos seres vivos, que luego extrapolaron a los humanos fundamentándose en casos pobremente documentados  y en un dudoso estudio realizado en Estados Unidos  donde se encuestaron 7870 mujeres, el cual dio como el resultado que el 0.5 % (45 mujeres) informaron que habían quedado embarazadas siendo vírgenes y sin ningún tipo de técnica de reproducción asistida (probablemente visitaron piscinas…ya saben por el cuento ese de que una niña quedo embarazada por ir a una piscina)

Bueno, ahora vamos a desenredar esto. Para los que no están relacionados con el ámbito médico les podrá parecer un poco confuso, pero tratare de ser lo más claro posible, cabe decir que no soy genetista ni nada que se le asemeje, tan solo desempolve las notas de embriología de la universidad y consulte dos o tres cositas. Si meto la pata en algunas por favor me informan para realizar la respectiva corrección.

Todos los humanos tenemos  46 cromosomas distribuidos en 23 pares estos se alojan en el núcleo de las células y están compuestos de proteínas de soporte y ADN.  Su  función radica en guardar la información y controlar todas las actividades de las células.  Entre estas  está la de división celular y por tanto la creación de nuevas células hijas.  Normalmente un ovulo cuenta con  23 cromosomas y el espermatozoide con otros 23 (se les dice haploides) cuando se produce la fecundación se unen y completan la carga genética necesaria para que se desarrolle un nuevo ser, es decir 23+23= 46 (si no me creen utilicen la aplicación de calculadora de su celular y verán que esta suma es correcta)  esta nueva célula con la carga completa se dice que es  una célula diploide.  El cromosoma número 23 es el encargado de determinar el sexo.  En la mujer está conformado por dos cromosomas X, o sea la mujer es  XX,  en el hombre este cromosoma está conformado por un cromosoma X y uno Y,  o sea el hombre es XY.  Es este cromosoma Y el que  define si un individuo será macho.  Algunos científicos afirman que en un principio todos eran XX y que el cromosoma Y fue producto de una mutación con fines evolutivos, de ser así todos los hombres somos orgullosamente X-MEN. 


Cuando se une el espermatozoide con el ovulo la mujer siempre pondrá su X (o sea su parte femenina, no tiene otra opción) y el hombre bien puede dar la X en este caso la combinación seria XX y nacería una niña o entregaría su Y en este caso sería XY y nacería un niño.  Con esto  la genética deja claro dos cosas, primero que si una mujer se “auto fecundara” solo podría concebir mujeres, y  segundo, que esa idea ridículamente machista y que desgraciadamente aún persiste,  de “pedir” a una mujer que de varones es completamente errónea, el único responsable de definir si se nace hombre o mujer es el macho.

Hasta aquí va lo fácil y creo que he sido claro. Ahora apliquemos esto a la historia de Jesús. Según la historia este fue concebido sin ayuda de varón alguno, y como estamos buscándole la quinta pata al gato vamos a omitir el poder de Dios de hacer lo que se le dé la gana y vamos a ajustarnos a las leyes de la naturaleza.  Según esto Jesús necesariamente tuvo que nacer mujer, ya que María solo puede aportar cromosomas X.  Pero no, como la canción, nació varón.  ¿Pero cómo? Es aquí cuando aparece el autor del artículo y expone su punto de vista.   Afirma que Jesús en realidad fue un tipo especial de  macho XX, ¿pero..?  ¿Acaso XX no da mujer? Si y no,  como dicen que dijo Einstein, todo es relativo.   Existen distintos tipos de alteraciones cromosómicas que se producen bien sea porque tanto el ovulo como el espermatozoide han “repartido mal” su carga genética, o cuando se produce la unión de estos dos, ello lleva a que la célula ya fecundada quede con un cromosoma más o uno menos, y dependiendo de cada tipo da como resultado distintos tipos de síndromes, entre ellos el más conocido es el de Down.  Ahora bien, el síndrome de macho XX también llamado síndrome de Chapelle, se produce cuando no hay correlación entre la apariencia del individuo (fenotipo) y su sexo genético (genotipo) esto quiere decir que el señor es hombre por fuera, pero genéticamente es mujer.  ¿Y cómo se produce esto?   En teoría todo embrión si se deja a sus anchas adquirirá la forma femenina (así sea XY) es el cromosoma Y el que dispara una seria de mecanismos  que estimulan a que se formen los órganos masculinos y “desaparezcan” los embrionarios órganos femeninos.   Una parte de este cromosoma Y se llama gen SRY, el cual estimula otro que se llama factor determinante testicular, el cual estimulara la formación de el testículo y este producirá la testosterona que finalmente dará las características propias del macho.  En los casos de machos XX lo que ocurre es que en el momento de la formación del espermatozoide, la célula primaria (la de 46) al dividirse “pega” accidentalmente el segmento SRY del cromosoma Y al cromosoma X.  Cuando se unen el ovulo de carga X y el espermatozoide de carga X con su aditamento. (No el Y, en este caso no habría problema) se forma un embrión genéticamente femenino pero que por acción del gen SRY estimulara toda la serie de mecanismos que inducen la formación del macho (recordemos que las células embrionarias son totipontenciales pueden formar cualquier cosa dependiendo del estímulo que se le dé, de ahí el meollo con las células madres).  Pero un momento ¿María nunca estuvo con un hombre? ¿De dónde saco entonces el SRY?  Es en este punto donde empieza lo truculento del asunto;  según el autor, María dentro de sus cromosomas portaba este gen, adquirido en el momento de su concepción (me imagino pues es lo más obvio), por tanto esa porción de ADN masculino vendría siendo de san Joaquín padre de María, que para seguir completando las cosas heredo ese “defecto” genético a su hija, ya que el aporto el X  con su aditamento para que fecundase el ovulo también X de santa Ana (los infiernos deben estar a mi espera, hereje que se atreve hablar sobre la sexualidad de los santos) la razón por la que María no terminó con barba, voz gruesa y  de revoltosa macabea fue que dicho gen  (o genes) que estimulaban la configuración masculina, en ella permanecieron inactivos o silenciados, por procesos que ocurren normalmente en algunas células y son de conocimiento de los científicos.  Tan solo el gen estaba esperando a actuar para cuando fuese la concepción de Jesús.  Hasta este punto vamos en que Jesús seria en realidad genéticamente mujer pero  con apariencia de hombre (¿sería por esto que nunca tuvo hijos ni esposa, ya que en dicho síndrome es común la esterilidad y la falta de deseo sexual y de paso no derivaría en ello el carácter manso que lo caracterizaba?).  Pero sigue el problema, ¿cómo se logró el embarazo de María si no hubo estimulo de espermatozoide alguno que desencadenara todos los mecanismos de la gestación?  Acá entra la segunda parte truculenta de la historia.  Por una cosa llamada partenogénesis.  ¿Y eso que es?  Es un tipo de reproducción asexuada (que no requiere del sexo masculino) que se da en algunas especies de insectos, peces, anfibios, reptiles, dos o tres aves y excepcionalmente algunos mamíferos.  El problema radica en que nunca ha sido demostrado que ocurra en humanos, y es aquí en donde los defensores de las ideas ridículas salen a la defensa esgrimiendo como argumentos contundentes el famoso estudio que nombre arriba y citando dos o tres casos de posibles niñas (tienen que ser niñas) producto de este fenómeno, que perfectamente encajan en las historias que usualmente se publican en revistas tan serias como año cero o documentales de History channel.  No esta demás decir que el hecho de que determinado proceso biológico se de en determinada especie no implica que se de en otras,  si las abejas y algunas lagartijas se reproducen de esta manera, ello no implica que nuestra especie lo haga, ya que los mecanismos evolutivos que llevaron a ser lo que somos consideran  ciertas reglas y complejidad que no se pueden saltar a la ligera, de lo contrario podríamos decir que si a una lagartija se le cae la cola y le sale una nueva,  también nosotros podríamos regenerar cualquier extremidad que perdiéramos en un accidente.  


¿Pero acaso la ciencia no avanza todos los días y puede llegar a desarrollar dichas cualidades? En efecto si lo puede, es más, los casos de partenogénesis en mamíferos se han presentado por inducción artificial,  se han logrado casos exitosos con ratones y conejos,   los intentos de realizarla en monos y cerdos siempre han terminado en abortos, principalmente porque para el desarrollo normal del embrión se necesitan ciertas “ordenes” que solo puede aportar el cromosoma masculino o que no haya “sobreactuación” del cromosoma femenino.  Además la partenogénesis es un proceso natural, no necesita científicos con batas, microscopios y probetas que estén hurgando aquí y allá mirando a ver que resulta. Y justificar la activación espontanea de este mecanismo a expensas de cambios físico químicos excepcionales es solo hacer una regresión a nuestra mentalidad infantil donde considerábamos que si nos mordía una araña radioactiva o no exponíamos a distintos tipos de reacción podríamos terminar convertidos en flash, hulk o el hombre araña.  


Creer que Jesús fue concebido por este medio de forma natural es  ridículo y  se inclina más por aquellas hipótesis de la intervención de  extraterrestres mesiánicos de la gran confederación galáctica. Así que concluyendo podríamos decir que para que esto ocurriese “de forma natural” necesitaríamos una serie de eventos altamente improbables: primero que san Joaquín presentara el defecto cromosómico de la translocación del gen SRY al cromosoma X (dicen que ocurre en 1 de cada 20000 casos)  luego que este gen no actuara y permaneciera silenciado en el cuerpo de María.  Luego que ocurriera un estímulo que nadie sabe cuál es y que nunca se ha documentado que activara el mecanismo de partenogénesis en un ovulo de María,  luego que este ovulo activara el gen dormido, y que este codificara perfectamente todo con el fin de producir un feto macho “normal” (en ningún lado se dice que Jesús tuviese alguna alteración, es más lo describen  apuesto y varonil) luego que todos los mecanismos gestacionarios se saltaran los “sistemas de control” y permitiesen llegar a feliz término el embarazo, y por último que María después del parto continuara siendo virgen (aunque este ya es otro cuento) por lo tanto creo que eso es tan probable  como si yo saliera en este momento a la calle y una ráfaga de viento me golpeara en la cara con el billete ganador de baloto que un turista alemán compro en Berlín hace seis días y que por cosas del destino mientras viajaba en el avión de regreso a su país  se le escapó por una ventanilla.

Así que muy a pesar de los que buscan ideas rebuscadas para pretender darle explicación a aquello que no lo necesita, yo prefiero seguir “creyendo” que el niño Jesús, el dios encarnado, el Emmanuel preclaro, el Adonaí potente, nace todos los años cerca de la media noche del 24 de diciembre, cuando se apagan las luces, se encienden las chispitas mariposa (ya prohibidas) y entre los últimos coros de los niños que cantan el  “ven a nuestras almas ven no tardes tanto”, aparece por arte de magia, o sacado de las vestimentas de un sacerdote, o bajando por un alambre invisible,  el rey de reyes,  rosadito, cachetón y bien peinado, con una patica en lo alto, envuelto en un pañal de tela  y con los brazos abiertos, más que a la espera de recibir algo con actitud de entregar felicidad y alegría.



No hay comentarios:

Publicar un comentario