Aunque no parezca, tengo poco tiempo libre, y el poco
que tengo lo utilizo en actividades tan fructíferas, rentables y edificantes
como esta. Por alguna razón, la primera entrada que escribí (esos muñequitos de
yupi y chitos) es la más visitada, y por
la cual de vez en cuando recibo correos solicitando información sobre compra,
venta o cambalache de dichas figuritas. Qué curioso, en ella no gaste más de 15
minutos redactándola y unos 10 buscando las fotografías (a diferencia de los
“ladrillos” de “diablo” en sus tres
partes, en los cuales demore cerca de una semana y varias trasnochas
dándole vueltas al asunto), pero lo que más me molesta de todo, es que a cada
pregunta que me formulaban sobre los muñequitos no tenía respuesta. Un viernes en la noche, cuando la gran
mayoría de gente normal estaría disfrutando de un buen vaso de cerveza, yo,
sentado en una silla frente al computador me devanaba los sesos estrujando esas
neuronas esquivas que guardan los recuerdos, tratando de traer a la memoria
exactamente cuántos muñequitos había tenido en mi niñez; hay algunos inolvidables como el ñoño rojo con
los brazos abiertos que fue el primero que tuve, o el chapatin rosado que me salió
un sábado en la mañana cuando destapaba la bolsa de chitos (¿o yupis?) y por el cual di
tremendo salto de alegría, pues era el único que me falta del chavo; están los
del lobo feroz y algunos enanos de blanca nieves, producto del robo de unas
cuantas monedas de la caja donde se guardaba el dinero producto de la venta de
leche, y por el cual, días después al ser descubierto recibiría un buen
castigo; el príncipe azul que termino quemado con fósforos por ser “muy lindo”,
o los thundercats que me regalo David al
ver mi cara de decepción al ser el único
al cual no le había salido ese bendito letrero de sorpresa en el paquete. En fin, no sé si solo me ocurrió a mí, o si
existirán más contemporáneos con desordenes psiquiátricos, que a cada figurita
de plástico le fuimos dando cierta personalidad, ciertas características únicas
que las convirtieron en piezas claves de las historias de nuestra niñez,
dejaban de ser simples juguetes para convertirse en verdaderos héroes y
villanos de los diferentes escenarios en los cuales se desarrollaba ese mundo
alterno de la infancia, el sagrado momento de jugar.
domingo, 12 de octubre de 2014
lunes, 6 de octubre de 2014
Bochica S.A.S contra Jesucristo Inc.Corporate
Hace unos días cumplí años, y fue
grato ver en el muro del Facebook como algunos de mis amigos me felicitaban y
me auguraban bendiciones por parte de Bochica.
Pero lo más curioso fue ver como
algunos compañeros de trabajo me preguntaban en tono sincero: “hombre polo
¿Quién es Bochica?” o “¿qué es eso de buchico?” o “¿eso como que es un mito?”
¡Por las ricitos del divino niño!
Como puede estar pasando esto en este país mestizo del sacrosanto corazón de Jesús.
Respirando hondo y en tono
conciliador respondí que Bochica era algo así como el Jesucristo criollo y
todos soltaron una carcajada (incluyéndome) pero… ¿Por qué habría de estar
equivocado?
jueves, 18 de septiembre de 2014
Si el toreo es arte, el canibalismo es gastronomía.
Me cuesta imaginar como en un
remoto pasado, un grupo de homínidos cazadores armados con palos y piedras hicieron frente a
una manada de uros imponentes; cuernos contra pulgares, bufidos contra gritos,
al final el cuerpo yermo de una de aquellas bestias y el jolgorio y la
algarabía de los protohumanos. Pasarían los siglos y las crías de ambas
especies irían sellando la extraña relación que se desprendió de aquel
encuentro violento. Los simios perdieron
el pelo, aumentaron de estatura y tecnificaron sus primitivas herramientas,
nacería el homo sapiens y este se auto proclamaría el rey del mundo, la razón y
fin de la creación. Los cornudos
cuadrúpedos continuarían pastando en las planicies, rumiando apacibles mientras
el simio alteraba su mundo, lo alteraba a él, y lo convertía en un animal
dócil, lo domesticaba. Por los 10 000 AC
cuando la humanidad dejo de ser una manada más y entro en la historia,
el toro estuvo a su lado; con su fuerza quebró la tierra para el sembradío, con
su piel cubrió sus cuerpos y hogares, con su leche (siendo más exactos de la
vaca) alimento las crías flemáticas e indefensas y para completar regalo su
mierda para abonos y paredes. El hombre,
animal débil y escueto, deslumbrado por su fuerza lo elevo a condición de dios,
lo entronizo en las estrellas del firmamento, lo convirtió en pieza
indispensable de lo que más tarde llamaría arte. Quedaron invictas ante las embestidas del
tiempo las estatuas de dioses toros alados mesopotámicos, los frescos etruscos
y cretenses donde gráciles hombres saltaban sobre los lomos bovinos mientras
mujeres esbeltas con sus tetas al aire los elogiaban. Quedaría el minotauro
producto del bizarro romance entre el toro de creta y Pasifae; quedaría el becerro de oro que despertaría los
celos patológicos del maniaco Yahveh, quedaría Zeus transformado en toro y
montando lujurioso a Europa; el Apis egipcio, la vaca madre nórdica Audhumla,
las vacas sagradas de la india (simples encarnaciones divinas.) Curiosamente
utilizo al mismo animal como ofrenda ante estos mismos dioses, nacerían los
sacrificios, las hecatombes. La mala suerte cayó sobre el estúpido
rumiante, que sin saber cómo ni cuando entro a formar parte del rito de sangre,
su vida fue la moneda con la que se pagaba el equilibrio prestado de las
fuerzas celestiales.
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Awesome mix Vol. 1
Guardaba cierto recelo ante la película,
pero luego de las buenas referencias que dieran varios de mis compañeros de
trabajo finalmente opte por irme de plan de cine junto a mi esposa y mi hijo,
como siempre emulando la bárbara costumbre gringa de engullir una abrumadora
cantidad de maíz pira (palomitas de maíz dice mi hijo) y la versión extra
grande de Coca-Cola necesaria para estimular la meada a mitad de la función.
No me arrepiento en absoluto, los
guardianes de la galaxia, desconocidos para mi hasta ese momento (el universo Marvel
es tan grande que vaya uno a saber que puede encontrar escondido) llenaron todas mis
expectativas para una película de superhéroes y ciencia ficción. Tiene todo lo que un buen friki puede buscar:
héroes proscritos, razas extraterrestres muy semejantes entre sí, señores
oscuros buscando dominar el universo,
fuentes de poder ilimitado y alienígenas sexys con quien sabe que variante anatómica que les de ese “toque único”. No es
una historia nueva, a los pocos minutos uno tiene la idea de cómo va terminar, sus personajes son bien
delineados sin necesidad de crear salidas argumentales imprevisibles ni nada
por el estilo; pero es tan semejante a las historias que uno se armaba de niño,
cuando se jugaba con los muñequitos de yupi y chitos, que al mejor estilo de Amparo Grisales bien podría estirar el brazo y decir “me erice”, eso sin
contar las ambientaciones que
rememoraban en algunos momentos escenas de la guerra de las galaxias o en el
colmo del desorden neuronal, a escenas de He-Man o a Skeletor camuflado en el
villano de la historia. Pero por encima
de todo estaba la banda sonora,
simplemente sobria, majestuosa, asombrosa. Y en StarLord
con sus audífonos de diadema nos vimos
reflejados todos y cada uno de los musicómanos de los ochentas y noventas. Una
transitoria taquicardia supra ventricular me dio cuando al inicio, el
pequeño Peter Quill escuchaba en su walkman (radio caminador decía
pacheco en el precio es correcto) una melodía que había estado perdida por
varios años en las remotas circunvoluciones musicales de mi cerebro. Y al amparo de “i am not in love” de 10 cc, fue llevado por los crueles devastadores a las profundidades galácticas.
viernes, 22 de agosto de 2014
Mi primera vez.
Fue un sábado en la noche, lo
recuerdo claramente. Alfonso Lizarazo acababa de rematar su programa con el
típico “y la próxima semana más cuenta chistes”, a lo lejos la discoteca “mil
uno” dejaba escapar los merengues
de jossie esteban y la patrulla 15, intercalados con el -pum pum mami mami - del
general. Mis tíos abuelos alistaban sus
bacinillas para las urgencias que pudiesen llegar en la madrugada, y con
parsimonia, la parsimonia típica que dan los años bien vividos, murmuraban las
ultimas oraciones para antes de dormir.
Era una noche solitaria; en la calle ocasionalmente se escuchaba el
motor de alguna motocicleta a toda velocidad o el ladrido fugaz de un perro
prófugo. La luna llena se desprendía del
horizonte y con su luz trémula eclipsaba el titilar de miles de estrellas en un
cielo despejado, corría una brisa
fría que movía rítmicamente las ramas de
los naranjos, tanto los de mi casa como los de mis vecinos, y yo, en la cúspide de mis
quince años, con las hormonas alborotadas, sentado en la oscuridad del patio de
la casa, dando buen fin a la
merienda nocturna; pensaba que era la noche ideal para tener un
cálido cuerpo de mujer al lado, alguien
a quien susurrar palabras llenas de poesía y cubrir de besos tiernos (en
aquellas épocas era un romántico empedernido, defecto que con los años pude remediar). Y mientras divagaba en elucubraciones
telenovelescas… ocurrió. En un principio
su imagen paso desapercibida sobre los tejados circundantes- que con facilidad
podía observar desde mi posición- luego, rápidamente rebobine aquellos
escenarios que sabía de memoria, y me percate que sobraba algo, preste mayor atención y allí la vi: discreta, tranquila, inmóvil - posteriormente pensaría que a la
espera de ser descubierta- y en cuestión
de segundos desapareció para reaparecer algo más adelante, fulgurante, con un
movimiento lento y uniformemente rectilíneo, tratando sagazmente de confundirse con
todas aquellas cosas que la noche promete a sus observadores. Un frio
de excitación recorrió mi espina dorsal, ¡lo que tanto había soñado en
infinidad de ocasiones estaba ocurriendo! Aquella esfera luminosa de color azul blanquecino,
tan brillante como sirio en una noche de
luna nueva, estaba cruzando justo frente a mí, ¿a qué distancia? No lo podría
saber a ciencia cierta, tal vez unos dos o tres kilómetros y no más de un
centenar de metros sobre el suelo; era
mi primera vez, era la primera vez que observaba un OVNI. La nave, pues no podría ser otra cosa,
(mis profundo conocimientos
astronómicos, meteorológicos y astronáuticos descartaban que fuese algo
más) a los pocos minutos se perdió entre
unas montañas lejanas, sobre las cuales se avecinaba una tormenta.
domingo, 17 de agosto de 2014
Guia de supervivencia zombi...por si las moscas..
Nada mejor para esos días en los
cuales el tedio tiende a inundarlo todo,
días en los que la existencia se refleja en el espejo de la monotonía,
que volverse un poco neurótico…bueno algo más de lo usual. En este apoteósico estado de desequilibrio mental la vida se llena nuevamente de colores y el existir
cobra variables significados, pero lo más importante, nuestra meta en este
mundo se vislumbra a nuestro alrededor.
Aprovechando la coyuntura
podremos deleitarnos con saber que estamos subyugados al mandato oscuro de los
illuminati, o que somos seres semejantes a hormigas en un insectario de
reptilianos, niños menores de nuestros hermanos cósmicos de la hermandad
blanca, trogloditas ante la confederación galáctica, o pecadores en breve espera
del día del juicio final.
Pero sin ir más lejos tan solo
tendremos que encender la cajita mágica, sintonizar las noticias y ver que
estamos al borde del colapso. Fallaron
algunas predicciones que
científicos y visionarios daban en las décadas de los ochentas y noventas, de
un futuro (el hoy) cuasi perfecto, con las enfermedades si no erradicadas si
controladas, la pobreza en su mínima dimensión, el hambre solo un fantasma del
pasado, carros voladores que nos llevarían a las colonias lunares, casas
biosostenibles diseminadas en bosques floridos, niños jugando a la rueda en
verdes prados modificados genéticamente, robots semejantes a C-3PO con juguito de mandarina en su mano
tras su dueño de estampa europea en un campo de golf (igual al mundo post
apocalíptico que pintan en los panfletos los testigos de jehová).
jueves, 7 de agosto de 2014
Marcianitos a la orden
Pensar que un punto de tonos rojizos o anaranjados, encaramado en
lo alto del firmamento, camuflado entre miles de puntos luminosos algo menores
que él, otros algo mayores que él,
disipando sus tenues destellos entre las nubes andariegas. Quien diría que este pequeño planeta el segundo más pequeño (o tercero) en su andar errático pudiese despertar tantas
historias.
Marte desde tiempos remotos trajo
tras de sí las miradas de hombres curiosos, observadores incansables, soñadores
y creadores de leyendas. Transmutándose
lentamente del lucero rebelde, sanguíneo
y discreto en el dios de la guerra y la violencia, cobijándose con el aura de
virilidad, fuerza, impulsividad y deseo
tal cual como lo invocan las cartas del tarot.
Pero ese marte con casco y yelmo,
en actitud belicosa sobre su carruaje de guerra, emanando etéreos influjos
ígneos a los que nacieron bajo su tutela, prefiero
dejarlo a los “maestros” que ven el futuro distante, que ligan amores perdidos
y limpian el camino de negativas energías, todo por 15 mil pesos.
Yo prefiero el marte que sale a altas horas de la noche, cuando las corrientes
de brisa levantan el cabello, los grillos entonan melodías disonantes, los
gatos observan desde tejados vecinos y las lechuzas ululan en arboles durmientes. Es el marte que desvela sus secretos tras los
lentes de un telescopio, que durante días aparecía en mis sueños en desordenada
danza cósmica, junto a júpiter o Saturno, o en coloridas escenas como laminita
de álbum de chocolatina. Cuando por
primera vez pude enfocarlo con mi minúsculo catalejo, tamaña desilusión me lleve; quería ver que tan lejos llegaban sus
casquetes polares, ver las tormentas de arena a escala planetaria y porque no,
sus canales, pero no, 60 mm de diámetro solo daban para diferenciar su forma
esférica y naranjada, nada más, necesitaba un aparato de mayor abertura. Y desde ese día he pospuesto una y otra vez
este nuevo encuentro…
miércoles, 30 de julio de 2014
Recordando a mis amigos los curas
Para las personas que me conocen,
leer este título puede sonar un poco extraño. Apóstata del cristianismo (al que
considero uno de los grandes males de la humanidad) blasfemo la mayoría de las veces, hereje en
un pasado y ateo naturalista hoy (¿o naturalista ateo?). Pero mi intención –al menos hoy- no es entrar en controversia
sobre la iglesia católica, apostólica y romana,
simplemente quiero rescatar de mi memoria un viejo personaje.
Crecí al lado de mis abuelos y tíos abuelos, conservadores a ultranza y católicos hasta el tuétano. En mis años de colegio la misa era el escenario previo para los continuos y fallidos intentos de conquista, allí entre las bancas de madera, los cánticos, alabanzas y las figuras de yeso de santos, se desarrollaba una subrepticia pasarela, donde las chicas exhibían sus mejores galas y entre cuchicheos enmascarados en oraciones lanzaban miraditas cómplices a su futuro príncipe azul, luego, al terminar la ceremonia, en el tumulto que se formaba en el atrio y posteriormente en el parque central, al amparo de la sombra de los almendros y el samán majestuoso, se concretaban las inocentes promesas de amor. Yo nunca concrete nada, la combinación de fealdad y timidez nunca daba buenos resultados, todo se quedaba en ganas. De modo que quise ver los toros desde la barra y en este caso desde el altar y me matricule como monaguillo. Allí aprendí todo el protocolo litúrgico; toqué la campanilla, quemé incienso, quede en infinidad de fotos de matrimonios y bautizos, nunca me tome el vino de consagrar (pues era pecado) pero si me saque unas cuantas monedas de la limosna (aunque era pecado se anulaba con algún artículo del código laboral vigente que defendía los derechos salariales de los monaguillos) -gajes del oficio-. Y en todo este mundo pude conocer a muchos sacerdotes. Los había paranoides que veían brujos y maleficios por todos lados, que capturaban la energía del sol y al mejor estilo de pastor evangélico de tv curaban transitoriamente enfermos en misas shows. Existían los tacaños y regañones que antes de dar la última y tan anhelada bendición de salida abrían un paréntesis para reprender las conductas reprochables que se le habían escapado del sermón principal, y claro para recalcar la necesaria limosna. Los había gigolos y simpáticos, con amplia fanaticada femenina que entre viejitas y quinceañeras llenaban la mitad del templo. Estaban los de voz fuerte y discurso incendiario que recordaban las diatribas de Gaitán, los había que hablaban y no se les entendía nada o a los que se les entendía pero no decían nada. Los de pensamiento mágico, los de arengas progresistas y también estaban los seminaristas que antes de jurar castidad hacían de las suyas con las muchachas que gustaban de su santa compañía. (Gracias a la intercesión de María santísima y las ánimas benditas, esos curas de retorcidas inclinaciones sexuales no llegaron a la parroquia, ese lote defectuoso se distribuyó en otras partes)
domingo, 27 de julio de 2014
Entendiendo el planeta de los simios
Hace poco vi la última película
del planeta de los simios. “el planeta
de los simios: confrontación” y no me sentí defraudado en absoluto, aunque esta
opinión es poco objetiva, tengo un gran sesgo de afinidad hacia dicha serie, de modo que
cualquier hueso que venga impreso con el adjetivo “simios” a mi corto parecer será súper.
El planeta de los simios en
cualquiera de sus variantes es una reflexión sobre el papel de los humanos en
este planeta, la fragilidad de su supervivencia como especie, la
desmitificación de su concepto de pináculo de la creación, y un recordatorio de
que no somos más que simples simios tecnológicos.
¿Y de dónde vino la idea de
chimpancés parlanchines y buscapleitos?
Todo nació de la mente del
escritor francés Pierre Boulle en 1963, allí narra la historia de una pareja
de astronautas que encuentra una botella en el espacio, esta guarda un manuscrito en el cual se narra
la historia de otros astronautas que en el año 2500 parten del planeta tierra
hacia un planeta de la estrella Betelgeuse y en el encuentran que este está habitado
por una raza de simios inteligentes y civilizados y en donde los humanos no son
más que simples animalitos salvajes. Las
peripecias de los protagonistas se las dejo a los futuros lectores del libro,
por cierto corto y de fácil lectura.
Debido al éxito del libro se creó
toda una saga de películas, series de tv y comics, siendo las de mayor
influencia las películas, hasta el momento 8.
Las primeras 5 salieron a luz entre los años 1968 y 1973, la sexta en 2001,
la séptima en 2012 y la ultima en 2014.
Pero me interesan las 5 primeras, ¿Por qué? Simple, porque de ellas se
desprende toda la simio manía que aún persiste en estos días.
Cuando un no existía Caracol, RCN
ni el canal del congreso, de vez en
cuando salían por la tv películas
buenas, y por allá en estos años
ochentas pude ver, no estoy seguro si
siguiendo una secuencia, algunas de estas cinco películas.
Así que me tomare la molestia de
explicarles como es la cosa con dichos miquitos.
viernes, 25 de julio de 2014
Cincuenta sombras de Grey Vs Batman
Como son las cosas, quería escribir
algo sobre Batman, por sus 75 años, pero con el tejemaneje de “cincuenta
sombras de Grey” me dio por comentar alguito sobre esto. La primera vez que vi ese libro estaba en
manos de una compañera de trabajo que usualmente tiene dos o tres tuercas
sueltas. Inmersa en su lectura, soltando
risitas impúdicas de vez en cuando, con las pupilas dilatas y dios sabe que
otro signo fisiológico de interés. Por encima
uno podría considerar que se trataba de un libro de terror o suspenso: caratula oscura con imágenes a claroscuros,
cincuenta sombras rondando por ahí; como
podrían ser los trece fantasmas de la película, los siete pecados capitales,
las mil y una noches, los siete enanitos de blanca nieves y porque no, los doce
apóstoles. Y todas esas sombras rondando
a una tal Grey, que podría ser un ciborg, un vampiro, un detective de la época victoriana
o un héroe renacentista. No podía estar más equivocado. Tome el susodicho ejemplar y empecé a repasar
las primeras páginas, luego las segundas, las terceras, las del medio, las tres
cuartas y las ultimas y no encontré nada que a modo de atropina dilatara mis
pupilas. La historia se asemeja algo a la historia de Marimar y Sergio, solo
que el sonido de las olas y el cantico de los pajaritos al amanecer, que
remplazaban las escenas de alcoba fue cambiado por prolijas descripciones eroticosadogimnasticas.
La trama de siempre, el tipo rico y
apuesto le cae a la jovencita ingenua y virgen (¿vírgenes post universitarias? Eso
me suena a ciencia ficción) para terminar - como diría un amigo- y omitiendo palabras y frases de alto calibre
y contenido sexual, en aras de evitarle disgustos a las hipotéticas pero poco
probables señoras que lean esto… para
terminar dándole como rata en balde. Curiosamente en algunos apartes me sentí chismoseando el chat de Facebook de
cualquier parroquiano promedio con su amiga morronga. Y ya.
Yo
pensaba que debido al escándalo y propaganda que se le había armado a dicha trilogía,
pues al que no le gusta el caldo se le dan tres platos, encontraría la obra que
se equipararía al Ulises de Joyce, a los
versos satánicos de Rushdie, o al guardián entre el centeno de Salinger, pero no, solo vi la continuación de la saga
de crepúsculo, solo que en el ámbito empresarial y por qué no, la evolución de Cuauhtémoc. Gracias
a cincuenta sombras de Grey, me di cuenta que yo era un miserable depravado, que el reguetón solo había
embrutecido a las nuevas generaciones y que la poca censura en series y películas
de la tv solo había adormecido sus sentidos.
Si había personas que se escandalizaban y ruborizaban con este libro,
eso solo era síntoma de una nueva enfermedad y no solo en nuestra querida
patria sino en todo el mundo. La mojigatería, hordas de mujeres (y hombres también) a la espera de encontrar su macho alfa que
les diera sopa y seco. Es más, si salgo a la calle y quito las variables, “apuesto”
y “dueño de muchas empresas” veo a montones de greys caminando plácidamente por
los andenes, ostentando esa parte de la anatomía que representa toda su
capacidad de dominio, virilidad y pasión,
y no me refiero al pene, me refiero a la barriga. Y de paso veo a multitud de anastasias, al
lado de su grey y con cara de poco
bestseller.
Si eso es lo que ahora se llama
literatura erótica, prefiero quedarme con la del pasado, la que venía en
la revista SUECA, la de versión bolsillo
para estudiantes de bachillerato, debidamente embolsada como cd pirata para
evitar ojos curiosos y sin dinero, eso sí era erotismo…muy perturbador y
engañoso por cierto. O las coloridas y bien ilustradas historias de la revista
MACHO, cuando el afro era la moda. O en caso extremo la sección “juan sin miedo”
del ESPACIO y los consejos de la revista VEA.
Para terminar en estos días salió
el tráiler de la película, sé que no la
voy a ver, es poco probable que se asemeje a garganta profunda o Tarzan el
hombre porno, tan solo esperare que alguien la vea, me la cuente rápidamente y que Batman me
perdone…
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