Me cuesta imaginar como en un
remoto pasado, un grupo de homínidos cazadores armados con palos y piedras hicieron frente a
una manada de uros imponentes; cuernos contra pulgares, bufidos contra gritos,
al final el cuerpo yermo de una de aquellas bestias y el jolgorio y la
algarabía de los protohumanos. Pasarían los siglos y las crías de ambas
especies irían sellando la extraña relación que se desprendió de aquel
encuentro violento. Los simios perdieron
el pelo, aumentaron de estatura y tecnificaron sus primitivas herramientas,
nacería el homo sapiens y este se auto proclamaría el rey del mundo, la razón y
fin de la creación. Los cornudos
cuadrúpedos continuarían pastando en las planicies, rumiando apacibles mientras
el simio alteraba su mundo, lo alteraba a él, y lo convertía en un animal
dócil, lo domesticaba. Por los 10 000 AC
cuando la humanidad dejo de ser una manada más y entro en la historia,
el toro estuvo a su lado; con su fuerza quebró la tierra para el sembradío, con
su piel cubrió sus cuerpos y hogares, con su leche (siendo más exactos de la
vaca) alimento las crías flemáticas e indefensas y para completar regalo su
mierda para abonos y paredes. El hombre,
animal débil y escueto, deslumbrado por su fuerza lo elevo a condición de dios,
lo entronizo en las estrellas del firmamento, lo convirtió en pieza
indispensable de lo que más tarde llamaría arte. Quedaron invictas ante las embestidas del
tiempo las estatuas de dioses toros alados mesopotámicos, los frescos etruscos
y cretenses donde gráciles hombres saltaban sobre los lomos bovinos mientras
mujeres esbeltas con sus tetas al aire los elogiaban. Quedaría el minotauro
producto del bizarro romance entre el toro de creta y Pasifae; quedaría el becerro de oro que despertaría los
celos patológicos del maniaco Yahveh, quedaría Zeus transformado en toro y
montando lujurioso a Europa; el Apis egipcio, la vaca madre nórdica Audhumla,
las vacas sagradas de la india (simples encarnaciones divinas.) Curiosamente
utilizo al mismo animal como ofrenda ante estos mismos dioses, nacerían los
sacrificios, las hecatombes. La mala suerte cayó sobre el estúpido
rumiante, que sin saber cómo ni cuando entro a formar parte del rito de sangre,
su vida fue la moneda con la que se pagaba el equilibrio prestado de las
fuerzas celestiales.
jueves, 18 de septiembre de 2014
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Awesome mix Vol. 1
Guardaba cierto recelo ante la película,
pero luego de las buenas referencias que dieran varios de mis compañeros de
trabajo finalmente opte por irme de plan de cine junto a mi esposa y mi hijo,
como siempre emulando la bárbara costumbre gringa de engullir una abrumadora
cantidad de maíz pira (palomitas de maíz dice mi hijo) y la versión extra
grande de Coca-Cola necesaria para estimular la meada a mitad de la función.
No me arrepiento en absoluto, los
guardianes de la galaxia, desconocidos para mi hasta ese momento (el universo Marvel
es tan grande que vaya uno a saber que puede encontrar escondido) llenaron todas mis
expectativas para una película de superhéroes y ciencia ficción. Tiene todo lo que un buen friki puede buscar:
héroes proscritos, razas extraterrestres muy semejantes entre sí, señores
oscuros buscando dominar el universo,
fuentes de poder ilimitado y alienígenas sexys con quien sabe que variante anatómica que les de ese “toque único”. No es
una historia nueva, a los pocos minutos uno tiene la idea de cómo va terminar, sus personajes son bien
delineados sin necesidad de crear salidas argumentales imprevisibles ni nada
por el estilo; pero es tan semejante a las historias que uno se armaba de niño,
cuando se jugaba con los muñequitos de yupi y chitos, que al mejor estilo de Amparo Grisales bien podría estirar el brazo y decir “me erice”, eso sin
contar las ambientaciones que
rememoraban en algunos momentos escenas de la guerra de las galaxias o en el
colmo del desorden neuronal, a escenas de He-Man o a Skeletor camuflado en el
villano de la historia. Pero por encima
de todo estaba la banda sonora,
simplemente sobria, majestuosa, asombrosa. Y en StarLord
con sus audífonos de diadema nos vimos
reflejados todos y cada uno de los musicómanos de los ochentas y noventas. Una
transitoria taquicardia supra ventricular me dio cuando al inicio, el
pequeño Peter Quill escuchaba en su walkman (radio caminador decía
pacheco en el precio es correcto) una melodía que había estado perdida por
varios años en las remotas circunvoluciones musicales de mi cerebro. Y al amparo de “i am not in love” de 10 cc, fue llevado por los crueles devastadores a las profundidades galácticas.
viernes, 22 de agosto de 2014
Mi primera vez.
Fue un sábado en la noche, lo
recuerdo claramente. Alfonso Lizarazo acababa de rematar su programa con el
típico “y la próxima semana más cuenta chistes”, a lo lejos la discoteca “mil
uno” dejaba escapar los merengues
de jossie esteban y la patrulla 15, intercalados con el -pum pum mami mami - del
general. Mis tíos abuelos alistaban sus
bacinillas para las urgencias que pudiesen llegar en la madrugada, y con
parsimonia, la parsimonia típica que dan los años bien vividos, murmuraban las
ultimas oraciones para antes de dormir.
Era una noche solitaria; en la calle ocasionalmente se escuchaba el
motor de alguna motocicleta a toda velocidad o el ladrido fugaz de un perro
prófugo. La luna llena se desprendía del
horizonte y con su luz trémula eclipsaba el titilar de miles de estrellas en un
cielo despejado, corría una brisa
fría que movía rítmicamente las ramas de
los naranjos, tanto los de mi casa como los de mis vecinos, y yo, en la cúspide de mis
quince años, con las hormonas alborotadas, sentado en la oscuridad del patio de
la casa, dando buen fin a la
merienda nocturna; pensaba que era la noche ideal para tener un
cálido cuerpo de mujer al lado, alguien
a quien susurrar palabras llenas de poesía y cubrir de besos tiernos (en
aquellas épocas era un romántico empedernido, defecto que con los años pude remediar). Y mientras divagaba en elucubraciones
telenovelescas… ocurrió. En un principio
su imagen paso desapercibida sobre los tejados circundantes- que con facilidad
podía observar desde mi posición- luego, rápidamente rebobine aquellos
escenarios que sabía de memoria, y me percate que sobraba algo, preste mayor atención y allí la vi: discreta, tranquila, inmóvil - posteriormente pensaría que a la
espera de ser descubierta- y en cuestión
de segundos desapareció para reaparecer algo más adelante, fulgurante, con un
movimiento lento y uniformemente rectilíneo, tratando sagazmente de confundirse con
todas aquellas cosas que la noche promete a sus observadores. Un frio
de excitación recorrió mi espina dorsal, ¡lo que tanto había soñado en
infinidad de ocasiones estaba ocurriendo! Aquella esfera luminosa de color azul blanquecino,
tan brillante como sirio en una noche de
luna nueva, estaba cruzando justo frente a mí, ¿a qué distancia? No lo podría
saber a ciencia cierta, tal vez unos dos o tres kilómetros y no más de un
centenar de metros sobre el suelo; era
mi primera vez, era la primera vez que observaba un OVNI. La nave, pues no podría ser otra cosa,
(mis profundo conocimientos
astronómicos, meteorológicos y astronáuticos descartaban que fuese algo
más) a los pocos minutos se perdió entre
unas montañas lejanas, sobre las cuales se avecinaba una tormenta.
domingo, 17 de agosto de 2014
Guia de supervivencia zombi...por si las moscas..
Nada mejor para esos días en los
cuales el tedio tiende a inundarlo todo,
días en los que la existencia se refleja en el espejo de la monotonía,
que volverse un poco neurótico…bueno algo más de lo usual. En este apoteósico estado de desequilibrio mental la vida se llena nuevamente de colores y el existir
cobra variables significados, pero lo más importante, nuestra meta en este
mundo se vislumbra a nuestro alrededor.
Aprovechando la coyuntura
podremos deleitarnos con saber que estamos subyugados al mandato oscuro de los
illuminati, o que somos seres semejantes a hormigas en un insectario de
reptilianos, niños menores de nuestros hermanos cósmicos de la hermandad
blanca, trogloditas ante la confederación galáctica, o pecadores en breve espera
del día del juicio final.
Pero sin ir más lejos tan solo
tendremos que encender la cajita mágica, sintonizar las noticias y ver que
estamos al borde del colapso. Fallaron
algunas predicciones que
científicos y visionarios daban en las décadas de los ochentas y noventas, de
un futuro (el hoy) cuasi perfecto, con las enfermedades si no erradicadas si
controladas, la pobreza en su mínima dimensión, el hambre solo un fantasma del
pasado, carros voladores que nos llevarían a las colonias lunares, casas
biosostenibles diseminadas en bosques floridos, niños jugando a la rueda en
verdes prados modificados genéticamente, robots semejantes a C-3PO con juguito de mandarina en su mano
tras su dueño de estampa europea en un campo de golf (igual al mundo post
apocalíptico que pintan en los panfletos los testigos de jehová).
jueves, 7 de agosto de 2014
Marcianitos a la orden
Pensar que un punto de tonos rojizos o anaranjados, encaramado en
lo alto del firmamento, camuflado entre miles de puntos luminosos algo menores
que él, otros algo mayores que él,
disipando sus tenues destellos entre las nubes andariegas. Quien diría que este pequeño planeta el segundo más pequeño (o tercero) en su andar errático pudiese despertar tantas
historias.
Marte desde tiempos remotos trajo
tras de sí las miradas de hombres curiosos, observadores incansables, soñadores
y creadores de leyendas. Transmutándose
lentamente del lucero rebelde, sanguíneo
y discreto en el dios de la guerra y la violencia, cobijándose con el aura de
virilidad, fuerza, impulsividad y deseo
tal cual como lo invocan las cartas del tarot.
Pero ese marte con casco y yelmo,
en actitud belicosa sobre su carruaje de guerra, emanando etéreos influjos
ígneos a los que nacieron bajo su tutela, prefiero
dejarlo a los “maestros” que ven el futuro distante, que ligan amores perdidos
y limpian el camino de negativas energías, todo por 15 mil pesos.
Yo prefiero el marte que sale a altas horas de la noche, cuando las corrientes
de brisa levantan el cabello, los grillos entonan melodías disonantes, los
gatos observan desde tejados vecinos y las lechuzas ululan en arboles durmientes. Es el marte que desvela sus secretos tras los
lentes de un telescopio, que durante días aparecía en mis sueños en desordenada
danza cósmica, junto a júpiter o Saturno, o en coloridas escenas como laminita
de álbum de chocolatina. Cuando por
primera vez pude enfocarlo con mi minúsculo catalejo, tamaña desilusión me lleve; quería ver que tan lejos llegaban sus
casquetes polares, ver las tormentas de arena a escala planetaria y porque no,
sus canales, pero no, 60 mm de diámetro solo daban para diferenciar su forma
esférica y naranjada, nada más, necesitaba un aparato de mayor abertura. Y desde ese día he pospuesto una y otra vez
este nuevo encuentro…
miércoles, 30 de julio de 2014
Recordando a mis amigos los curas
Para las personas que me conocen,
leer este título puede sonar un poco extraño. Apóstata del cristianismo (al que
considero uno de los grandes males de la humanidad) blasfemo la mayoría de las veces, hereje en
un pasado y ateo naturalista hoy (¿o naturalista ateo?). Pero mi intención –al menos hoy- no es entrar en controversia
sobre la iglesia católica, apostólica y romana,
simplemente quiero rescatar de mi memoria un viejo personaje.
Crecí al lado de mis abuelos y tíos abuelos, conservadores a ultranza y católicos hasta el tuétano. En mis años de colegio la misa era el escenario previo para los continuos y fallidos intentos de conquista, allí entre las bancas de madera, los cánticos, alabanzas y las figuras de yeso de santos, se desarrollaba una subrepticia pasarela, donde las chicas exhibían sus mejores galas y entre cuchicheos enmascarados en oraciones lanzaban miraditas cómplices a su futuro príncipe azul, luego, al terminar la ceremonia, en el tumulto que se formaba en el atrio y posteriormente en el parque central, al amparo de la sombra de los almendros y el samán majestuoso, se concretaban las inocentes promesas de amor. Yo nunca concrete nada, la combinación de fealdad y timidez nunca daba buenos resultados, todo se quedaba en ganas. De modo que quise ver los toros desde la barra y en este caso desde el altar y me matricule como monaguillo. Allí aprendí todo el protocolo litúrgico; toqué la campanilla, quemé incienso, quede en infinidad de fotos de matrimonios y bautizos, nunca me tome el vino de consagrar (pues era pecado) pero si me saque unas cuantas monedas de la limosna (aunque era pecado se anulaba con algún artículo del código laboral vigente que defendía los derechos salariales de los monaguillos) -gajes del oficio-. Y en todo este mundo pude conocer a muchos sacerdotes. Los había paranoides que veían brujos y maleficios por todos lados, que capturaban la energía del sol y al mejor estilo de pastor evangélico de tv curaban transitoriamente enfermos en misas shows. Existían los tacaños y regañones que antes de dar la última y tan anhelada bendición de salida abrían un paréntesis para reprender las conductas reprochables que se le habían escapado del sermón principal, y claro para recalcar la necesaria limosna. Los había gigolos y simpáticos, con amplia fanaticada femenina que entre viejitas y quinceañeras llenaban la mitad del templo. Estaban los de voz fuerte y discurso incendiario que recordaban las diatribas de Gaitán, los había que hablaban y no se les entendía nada o a los que se les entendía pero no decían nada. Los de pensamiento mágico, los de arengas progresistas y también estaban los seminaristas que antes de jurar castidad hacían de las suyas con las muchachas que gustaban de su santa compañía. (Gracias a la intercesión de María santísima y las ánimas benditas, esos curas de retorcidas inclinaciones sexuales no llegaron a la parroquia, ese lote defectuoso se distribuyó en otras partes)
domingo, 27 de julio de 2014
Entendiendo el planeta de los simios
Hace poco vi la última película
del planeta de los simios. “el planeta
de los simios: confrontación” y no me sentí defraudado en absoluto, aunque esta
opinión es poco objetiva, tengo un gran sesgo de afinidad hacia dicha serie, de modo que
cualquier hueso que venga impreso con el adjetivo “simios” a mi corto parecer será súper.
El planeta de los simios en
cualquiera de sus variantes es una reflexión sobre el papel de los humanos en
este planeta, la fragilidad de su supervivencia como especie, la
desmitificación de su concepto de pináculo de la creación, y un recordatorio de
que no somos más que simples simios tecnológicos.
¿Y de dónde vino la idea de
chimpancés parlanchines y buscapleitos?
Todo nació de la mente del
escritor francés Pierre Boulle en 1963, allí narra la historia de una pareja
de astronautas que encuentra una botella en el espacio, esta guarda un manuscrito en el cual se narra
la historia de otros astronautas que en el año 2500 parten del planeta tierra
hacia un planeta de la estrella Betelgeuse y en el encuentran que este está habitado
por una raza de simios inteligentes y civilizados y en donde los humanos no son
más que simples animalitos salvajes. Las
peripecias de los protagonistas se las dejo a los futuros lectores del libro,
por cierto corto y de fácil lectura.
Debido al éxito del libro se creó
toda una saga de películas, series de tv y comics, siendo las de mayor
influencia las películas, hasta el momento 8.
Las primeras 5 salieron a luz entre los años 1968 y 1973, la sexta en 2001,
la séptima en 2012 y la ultima en 2014.
Pero me interesan las 5 primeras, ¿Por qué? Simple, porque de ellas se
desprende toda la simio manía que aún persiste en estos días.
Cuando un no existía Caracol, RCN
ni el canal del congreso, de vez en
cuando salían por la tv películas
buenas, y por allá en estos años
ochentas pude ver, no estoy seguro si
siguiendo una secuencia, algunas de estas cinco películas.
Así que me tomare la molestia de
explicarles como es la cosa con dichos miquitos.
viernes, 25 de julio de 2014
Cincuenta sombras de Grey Vs Batman
Como son las cosas, quería escribir
algo sobre Batman, por sus 75 años, pero con el tejemaneje de “cincuenta
sombras de Grey” me dio por comentar alguito sobre esto. La primera vez que vi ese libro estaba en
manos de una compañera de trabajo que usualmente tiene dos o tres tuercas
sueltas. Inmersa en su lectura, soltando
risitas impúdicas de vez en cuando, con las pupilas dilatas y dios sabe que
otro signo fisiológico de interés. Por encima
uno podría considerar que se trataba de un libro de terror o suspenso: caratula oscura con imágenes a claroscuros,
cincuenta sombras rondando por ahí; como
podrían ser los trece fantasmas de la película, los siete pecados capitales,
las mil y una noches, los siete enanitos de blanca nieves y porque no, los doce
apóstoles. Y todas esas sombras rondando
a una tal Grey, que podría ser un ciborg, un vampiro, un detective de la época victoriana
o un héroe renacentista. No podía estar más equivocado. Tome el susodicho ejemplar y empecé a repasar
las primeras páginas, luego las segundas, las terceras, las del medio, las tres
cuartas y las ultimas y no encontré nada que a modo de atropina dilatara mis
pupilas. La historia se asemeja algo a la historia de Marimar y Sergio, solo
que el sonido de las olas y el cantico de los pajaritos al amanecer, que
remplazaban las escenas de alcoba fue cambiado por prolijas descripciones eroticosadogimnasticas.
La trama de siempre, el tipo rico y
apuesto le cae a la jovencita ingenua y virgen (¿vírgenes post universitarias? Eso
me suena a ciencia ficción) para terminar - como diría un amigo- y omitiendo palabras y frases de alto calibre
y contenido sexual, en aras de evitarle disgustos a las hipotéticas pero poco
probables señoras que lean esto… para
terminar dándole como rata en balde. Curiosamente en algunos apartes me sentí chismoseando el chat de Facebook de
cualquier parroquiano promedio con su amiga morronga. Y ya.
Yo
pensaba que debido al escándalo y propaganda que se le había armado a dicha trilogía,
pues al que no le gusta el caldo se le dan tres platos, encontraría la obra que
se equipararía al Ulises de Joyce, a los
versos satánicos de Rushdie, o al guardián entre el centeno de Salinger, pero no, solo vi la continuación de la saga
de crepúsculo, solo que en el ámbito empresarial y por qué no, la evolución de Cuauhtémoc. Gracias
a cincuenta sombras de Grey, me di cuenta que yo era un miserable depravado, que el reguetón solo había
embrutecido a las nuevas generaciones y que la poca censura en series y películas
de la tv solo había adormecido sus sentidos.
Si había personas que se escandalizaban y ruborizaban con este libro,
eso solo era síntoma de una nueva enfermedad y no solo en nuestra querida
patria sino en todo el mundo. La mojigatería, hordas de mujeres (y hombres también) a la espera de encontrar su macho alfa que
les diera sopa y seco. Es más, si salgo a la calle y quito las variables, “apuesto”
y “dueño de muchas empresas” veo a montones de greys caminando plácidamente por
los andenes, ostentando esa parte de la anatomía que representa toda su
capacidad de dominio, virilidad y pasión,
y no me refiero al pene, me refiero a la barriga. Y de paso veo a multitud de anastasias, al
lado de su grey y con cara de poco
bestseller.
Si eso es lo que ahora se llama
literatura erótica, prefiero quedarme con la del pasado, la que venía en
la revista SUECA, la de versión bolsillo
para estudiantes de bachillerato, debidamente embolsada como cd pirata para
evitar ojos curiosos y sin dinero, eso sí era erotismo…muy perturbador y
engañoso por cierto. O las coloridas y bien ilustradas historias de la revista
MACHO, cuando el afro era la moda. O en caso extremo la sección “juan sin miedo”
del ESPACIO y los consejos de la revista VEA.
Para terminar en estos días salió
el tráiler de la película, sé que no la
voy a ver, es poco probable que se asemeje a garganta profunda o Tarzan el
hombre porno, tan solo esperare que alguien la vea, me la cuente rápidamente y que Batman me
perdone…
lunes, 21 de julio de 2014
Mis libros perdidos. Cartilla de lectura CAMINA
En los primeros años de la década de los ochentas y bajo el mandato de Belisario Betancourt se creó la “campaña de instrucción nacional” con el fin de disminuir, si no erradicar, el peligroso analfabetismo que imperaba en nuestra nación. Este programa de gobierno fue la continuación del archiconocido “radio Sutatenza” que saco de la ignorancia a unos cuantos abuelos. ¿Logró o no sus expectativas? Lo desconozco, solo sé que por cosas de la vida, las cartillas de dicha campaña llegaron a mis manos cuando aún estaba en la escuela, y junto a "globito mágico" y "nacho lee" se convirtieron en mis libros escolares guía. Como toda cartilla escolar, venían con coloridos dibujos, letras grandes y problemas básicos que se repetían una y otra vez. Y de todas ellas las que más llamaban mi atención eran las de CAMINA.
Y que niño no inventa una historia con las imágenes e historias que allí se encontraban.
Había una mujer dibujada en una
de las primeras hojas de la cartilla, amarilla por los años y roída por los ratones
en uno de sus extremos. Por alguna razón
siempre prefería está a aquella que
enseñaba los números y las operaciones entre estos. En ella los dibujos esparcidos a lo largo de sus
hojas siempre mostraban la familia de Luis
y Ana, dos campesinos que vivían en
alguna lejana finca en medio de las montañas.
tenían una casa pequeña y
ordenada, con árboles a su alrededor y animales de corral por todos lados. Todos
los días salían a trabajar a su parcela en compañía de sus hijos, mientras el
sol se levantaba y con sus rayos disueltos en los nubarrones levantaba la
niebla que aun dormía sobre las hojas de las plantas al borde del camino. Vivían humildemente pero eran felices, se les
notaba en su rostro tranquilo y las
poses sueltas que adquirían sus cuerpos al atardecer, cuando llegaban de su
faena.
Gustaban de la buena y sana
comida y odiaban la ciudad, tal vez porque
no la comprendían y no estaban
acostumbrados a los sonidos del metal, porque a pesar de todo, la ciudad que
visitaban era una ciudad organizada.
Ellos preferían el pueblo, pequeño, con
una plaza repleta de gente jovial, perros vagabundos, niños correteando por las
pocas calles y casi siempre alguna fiesta con música y chicha en el parque
central.
Allí era donde llegaban con el caballo y la mula a vender su cosecha,
en un floripinto mercado, luego, antes
que la noche cayera volvían a su casa,
aunque llegaran tarde y en ocasiones la lluvia los golpeara, no había nada
mejor como dormir en la cama de siempre.
Esa era la historia que me mostraba aquella extraña mujer en la primera hoja de la cartilla, tenía la mirada fija en aquel que la leía, aquella mirada que traspasaba unas gafas un poco burdas y sin lentes que yo le había dibujado, tenía el cabello suelto aunque corto, pero a pesar de eso se le formaba una extraña melena que parecía confundirse con las ramas de los árboles que la rodeaban. Su vestido era largo, de dos piezas, rasgado en los bordes de la falda, con un corte simple que dejaba entrever un cuerpo flaco y escueto. Tenía sus brazos abiertos semejantes a las imágenes de los santos en pleno éxtasis y una de sus manos sostenía lo que parecía ser una regla o simplemente una vara de esas que se encuentran en el suelo. Un riachuelo corría a sus espaldas y alimentaba un bosque espeso, repleto de desconocidas criaturas, dudo fuesen peligrosas. No podría saberse con precisión quien o en el peor de los casos que era ella. Obviamente no era de la familia de Luis, pues si lo fuera, sería la tía loca y este no permitiría que uno de sus familiares viviera en esta precaria condición, perdida en el bosque. Tampoco era del poblado cercano a la finca, muy mística para ellos y era poco probable fuese de la ciudad, muy agreste para ser de allí.
Ella, esa mujer, era ajena a la historia, aunque formaba parte de ella,
era su preámbulo, su profeta díscola, la maestra de ceremonias de la función mayor,
de la función de la vida normal y feliz.
Era como un ángel, sin serlo, pues por aquella mirada un trazo de divinidad
se escapaba de su ser. Era eso,
un espíritu del bosque, de esos que la gente confunde con brujas o demonios, un
espíritu de hierba.
lunes, 14 de julio de 2014
Yo zombie
Tendría yo unos 8 años; en el pueblo no había cine ni nada que se le asemejase, algunos parroquianos con ínfulas de empresarios traían películas de la capital en formato beta y en un salón pequeño que servía de oficina de despacho de buses y chivas las exhibían en un televisor a color de 32 pulgadas. El precio de la entrada nunca lo supe, nunca me dejaban entrar, pero por una rendija de una ventana, junto con algunos amigos, nos alternábamos para ver películas como Rambo o Cobra. En una de aquellas oportunidades, ya caída la noche, pegado al vidrio tratando de distinguir algo en aquella minúscula pantalla, el dueño del local se acercó, me miro con recelo y me dijo –entre chino, pero se queda callado- en silencio y algo asustado (si mis abuelos se enteraban que estaba viendo esas cosas que solo mostraban indecencias, el castigo estaba asegurado) me senté en el suelo, junto a unas veinte personas y disfrute de la función. El nombre de la cinta “dejad que los muertos descansen en paz” o al menos eso fue lo que entendí al que estaba a mi lado. Ese fue mi primer contacto con el mundo de los zombis, en ella, un hombre llamado Martin, luego de morir por la radiación de una maquinaria industrial se transformaba en un tenebroso y desgarbado ser, sediento de carne humana que acechaba a los habitantes de la región. A medida que trascurría la película por cada mordida que daba y cada brazo o pierna que digería, su víctima se convertía en un muerto viviente mas, extendiéndose la plaga en una orgía de sangre y canibalismo, para finalmente, luego de una lucha a muerte con los sobrevivientes, quedar solo y morir definitivamente a manos de su esposa en lo profundo de una cripta.
¿Qué diablos le pasaba por la mente al tipo que me dejo entrar? no lo sé, tal vez quería darme una lección para que nunca más estuviese pegado a su ventana, pero el plan no le funciono. Aunque he de señalar que por varias noches no dormí tranquilo, contando las cuadras que habían desde mi casa hasta el cementerio, triplicando las oraciones que mi tía abuela me había enseñado para antes de acostarme y encomendando a cuanto santo o ángel conocía para que por sus infinitas virtudes y bondades evitaran que los muertos salieran de sus tumbas y si salían pasaran de largo por mi calle, las de mis familiares y amigos. Por algunos meses tuve pesadillas en las que hordas de muertos atacaban mi casa y en las que conocidos y familiares se convertían es estos monstruos. Algún erudito psicólogo podría decir que quede traumado, pero no, luego de esa película no perdía la ocasión para ver otra del mismo tipo; se me revolvían las entrañas cuando salían escenas de explicito gore y nuevamente pasaba por las noches de poco sueño, oraciones prolongadas y una mayor confianza en mis aliados celestiales. Al mejor estilo del adulto que promete nunca más volver a tomar en pleno apogeo del guayabo para días después terminar emparrandado, yo pasaba tragos amargos pero valientemente aceptaba nuevos retos. ¿La razón de esto? no la sé, alguna neurona neurótica o esquizofrénica en alguna circunvolución inconclusa, de las mismas que producen emos, punks, cristianos fanáticos y seguidores de Herbalife.
¿Dónde nacen los zombis?
La primera referencia que
podríamos dar de un zombi como tal podría venir de la antigua Mesopotamia,
cuando la diosa de los muertos Ereshkigal, luego de sufrir una pena de amor a
causa de Nergal hace que este regrese a su lado después de proferir estas
tiernas palabras de reconciliación:
“haré que los muertos asciendan y
devoren a los vivos, haré que allí arriba haya más muertos que vivos”
Así quien no se enamora.
Luego vendrían los ritos y
cultos funerarios encargados de enviar el alma de los muertos al más allá y
evitar que ronden por el mundo de los vivos, pero ese cuento era con el alma,
al cuerpo lo dejaban quieto en su natural descomposición.
Adelantándonos en el tiempo la
concepción del zombi fue tomando forma gracias a la tradición vudú y la cultura
haitiana, allí la mezcla de temores y prejuicios del hombre blanco, junto con
los ritos funerarios, de sangre y la
esclavitud dieron nacimiento a lo que sería el “muerto viviente” solo que este era un sirviente más, una deformación del esclavo de las plantaciones de caña, una
macabra analogía de la denigración de la condición humana.
Luego en los años 30 llego el
cine y con ellas las primeras cintas del genero Z, iniciando con “la legión de
los hombres sin alma (1932)” “los muertos andantes (1936)” “yo anduve con un zombi
(1949)” y “plan nueve del espacio exterior (1959)” esta última catalogada como
una de las peores películas en la historia del cine, y en efecto lo es, pero
igual es estupenda.
Después en 1968 llego el padre de
la cultura zombi al que todo buen fanático del cine tipo B y su subgénero Z
debe nombrar con respeto: George A. Romero. Con “la noche de los muertos
vivientes” dio vida al muerto viviente caníbal y bestial, comandado solo por
sus instintos básicos de hambre y furia y por supuesto al escenario que se desprendía
del actuar de estos seres, el temido apocalipsis zombi. Después de todas sus películas la cultura zombi adquirió forma y se
convirtió en la empresa de entretenimiento que es hoy. De allí partió la figura típica del cadáver
de andar lento, arrastrando su extinta humanidad hecha pedazos en busca de
carne y posteriormente cerebros que calmen su dolor. Luego llegarían las hordas
brutales y cazadoras, el zombi que persigue sus víctimas dejando escapar
macabros gruñidos y gemidos (el amanecer de los muertos y the walking dead
tanto el comic como la serie de tv) por ultimo ya se abandonan las pequeñas poblaciones o ciudades y
se centra todo en el apocalipsis zombi, el fin del mundo tal como lo conocemos
a manos de seres tan depredadores como nosotros.
¿Por qué llama tanto la atención este género de “terror”? será porque el zombi, al igual que en los tiempos de esclavitud en Haití, es una analogía del hombre moderno, esclavo de un mundo fabricado para generar dinero a costa de la “vida” y libertad del individuo. Será porque nos sentimos humanos sutilmente deshumanizados, hormigas más dentro del hormiguero, sirvientes sin voluntad de la tecnología y el mercado ¡Muertos vivientes! Y tal vez por eso mismo, es que la imagen del apocalipsis zombi tan pulcramente detallada en la industria del entretenimiento solo refleja nuestra esperanza de un mundo nuevo, la caída del status quo a manos de sus mismos creadores convertidos en depredadores máximos.
Que irónico que en la
representación de la muerte esté reflejada la esperanza… bueno, son solo ideas mías.
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