martes, 23 de octubre de 2018
Día veintidós. Treinta años y nada cambia
Encontré esta pequeña cartilla arrumada con algunas revistas viejas de Kalimán y mis cuadernos de escuela. No se como llegó allí, pero creería que sea el único ejemplar que exista.
Todo lo que esta en ella escrito es como un chiste macabro, una broma de la vida...después de mas de treinta años (extrapolando este valor según la edad de algunos de los que allí escribieron) nada cambia: los mismo miedos, los mismos deseos, la misma esperanza, el mismo mensaje, los mismos niños. la leo y me pregunto hasta que punto ese discurso de décadas permitirá ser rebobinado una y otra vez...a veces pienso que la cinta que lleva el mensaje ya no soportará mucho e inevitablemente se romperá...que mierda de problema cuando esto ocurra.
sábado, 20 de octubre de 2018
Día veintiuno. Nubes de tormentas invisibles, invencibles e imposibles.
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"el zorro y las uvas" acuarela |
Y los días transcurren entre nubes de tormentas invisibles,
cubriendo pájaros de plumas invencibles reacios a realizar gestas imposibles.
Los días trascurren al borde de la muerte que revuelca
entrañas mientras sonríe en la cara de
aquel que creía que todo lo podía y que se hacía llamar Dios como apodo
majadero repetido por infantes octogenarios sentados en bancas de madera,
inmersos en narcóticos deseos.
Los días trascurren entre palabras que comen caricias para formar sonrisas.
Sonrisas que duermen en ojos repletos de lágrimas disueltas
en retazos de piel que ofuscan sus años a los rayos del sol matutino.
Un sol que yace en los brazos brumosos del arco de color iris que apunta a las
tormentas hijas de tormentas visibles y húmedas.
Húmedas como los pies
de la mujer amada, blanca y además pálida.
La palidez que solo la muerte deja rebozar de sus
labios secos de palabras y
sonrisas, la muerte que busca en los días
de las semanas y meses incompletos que giran en cosmológico desorden para
formar la secuencia de instantes
desencadenantes de años.
Años que labran con paciencia de roca las arrugas en los
rostros de los transeúntes ajenos a las aves portentosas, aquellas que
circundan un sol octogenario, aburrido,
explotando infinitamente en deseos de yacer al borde de una calle cualquiera,
sentado inerme en bancos de madera
viendo pasar los días que pasan entre nubes de tormentas invisibles, invencibles
e imposibles.
jueves, 18 de octubre de 2018
Día veinte. Un día tan común y silvestre que podría nunca existir.
"jardín nocturno" acuarela |
Un increíble y cotidiano día, tan común y silvestre que
podría nunca existir.
Mientras conduzco al trabajo escucho por la radio que en las vías que conducen a las poblaciones del
sur dos motocicletas chocan causando la muerte de cuatro personas. Horas más tarde me entero que una de las víctimas
es la esposa del hermano de un amigo.
El sol cae y la luna se levanta sobre el horizonte augurando la llegada de la medianoche,
termino de ver un video sobre la
historia de Campo Elías Delgado, el
asesino de los años ochenta, minutos después en un artículo perdido en cualquier sección cultural
de cualquier diario, el escritor de “Satanás” la novela que relata la historia
del asesino, dice que la masturbación es la copula con nuestros propios íncubos
o súcubos.
Fuera una tormenta se aproxima, a lo lejos escucho truenos
provenientes de cúmulos colosales. Me
recuerdan los dioses bailarines de mi infancia.
miércoles, 17 de octubre de 2018
Día diecinueve. Monólogo: no hay que ir con prisa, igual nadie llega al final.
En los últimos días el diablo se ha posado sobre mis hombros
y ha susurrado sus palabras en forma de graves y bajas melodías al oído del
mago. El mago ha permanecido callado, ha
cerrado sus labios y en extraña trasmutación anatómica ha derivado su oído a mi
oído permitiendo que mi cerebro terrenal comprenda las palabras de aquel
demonio de pequeña estatura, color rojizo, vello fino cubriendo un rostro de mandíbula
puntiaguda y prominente, labios delgados que ocultan blancos dientes, una nariz
larga de águila harpía y ojos bajo unos
arcos ciliares prominentes como solo los poseen los pensadores, coronado con
dos pequeños cuernos negros, filudos y majestuosos.
Cómo interpretar las canciones del demonio cuando estas son
iguales a las de los santos en las misas de gallo en los templos mientras el sonido del viento atraviesa las hojas de
los pinos. En ellas ya no
se dan palabras de odio más si de reproche.
Escribe, escribe y escribe
Susurra el demonio: escribe hasta la muerte, escribe de la muerte, escribe hasta que los dedos
sangren, hasta que la cabeza se perturbe de fatiga, hasta que las estrellas
caigan y el sol se levante, escribe mientras la lluvia golpea el techo y
mientras el niño y la mujer duermen plácidos en la cama. Escribe del niño aquel
y del niño que es, escribe de imaginación, escribe recordando los guerreros del
polvo, los ríos minúsculos y los escorpiones bajo las rocas, escribe de las
esferas metálicas diurnas y de los platos luminosos nocturnos, de las bestias
de la quebrada, de la historia de la bruja que ríe en el techo, de la que canta
tras la tapia, escribe de los poemas que entonan los azulejos y cardenales en
las ramas del golgota de flores blancas y rosadas al ocaso. Escribe de las
disgregaciones filosóficas de los grillos ocultos en los ángulos de las paredes
y de los sueños del perro viejo que nunca quiso conocer el mundo, de las
historias que nunca terminaban en la mesa cuando los libros eran montañas y
castillos y todo tenía que darse por feliz término al llegar la cena.
¿Dónde están los seres fabulosos? me pregunta
el diablo. ¿Dónde quedaron los terrores acuáticos que se perdían en la
profundidad del océano de paredes de cemento? ¿Quién cuenta el camino que
tomaban los gusanos luminosos a la media noche? ¿Quién invoca a las aves
nocturnas discretas y sacras? ¿Quién
cubre los rostros de los seres nocturnos en el día y dónde se ocultan los
gigantes de piedra que esperan la hora adecuada para destruirlo todo? ¿Dónde iría a parar el avichulejo aquel de
pelo grueso, ojos grandes, manos huesudas y rabo desordenado que saltaba de rama en
rama? ¿Quién va a explicar la causa por la cual los muertos decidieron salir de
sus tumbas y acabar en forma sistemática los vivos que aún no entendían lo
sucedido? ¿Quién entendía las ideas de aquellos hombres y mujeres que se
sentaban frente a sus casas cuando el mundo caía a pedazos en la nada, sin el
menor asomo de terror sin la menor imprecación a su destino? ¿Quién me dice
donde quedó la bruja regaliz y que paso con el jardín de los niños de piedra? ¿Dónde
estarán los restos del puente de tubo rodeado de guayabos sobre la quebrada de
aguas sucias? Quién va a contar qué fue
de la vida de todos aquellos que me acompañaron en el camino, antes que
terminen siendo brisas del destino, ligeras perturbaciones espacio temporales
en un universo expansivo y disipado. ¿Quién volverá a preguntarle algo a los
enanos que miraban el reloj de la torre en un día de niebla y frío? ¿Quién puede soportar al demonio en su hombro
susurrando estas cosas a toda hora?
viernes, 12 de octubre de 2018
Día dieciocho. ¿por qué Ernesto Macias llamó "niña" a la representante de los estudiantes?
¿Por qué Ernesto Macías llamo “niña” a la representante de
los estudiantes y por qué se armó tanto alboroto por esa simple palabra?
Hasta hace poco no
prestaba mayor importancia a la forma en que coloquial o informalmente se
llamaba a alguna mujer (preferiblemente joven) en cualquier circunstancia; bien podría escuchar el “oye chica”, o “señorita” o “niña” o “amor” o “linda” o “nena”,
siendo para mí lo más natural, ya que en esencia lo que se buscaba era
llamar la atención de aquella mujer que aún no clasificaba en el epíteto de “señora”
o “doña”. Pero después de trabajar hombro
a hombro con muchas mujeres en un área de
constante contacto humano como lo son los servicios de salud, me di por
enterado que no utilizar el “doctora” o “medica” o sus sinónimos y si utilizar el adjetivo “niña” era una
tremenda ofensa para todas mis compañeras,
comprendí que eso era lo más cercano a quitarle los 6 años de estudios
de un tajo y dejarlas a nivel de una
tegua en proceso de aprendizaje, y si lo
que se quería era invocar al mismísimo satanás, solo tendrían que llamarlas
como “nenas” o “amor”.
Macías se disculpó explicando que esa palabra era de uso
corriente en su región, o sea el Huila… y si, tenía razón. Pero algo se le escapó a nuestro iletrado
senador.
En el Huila cada vez que alguien se refiere a una mujer con
el adjetivo de “niña” no lo hace pensando en que es una menor de edad, en este “regionalismo”
existe una clara y a veces inconsciente connotación peyorativa. “Niñas” son las subalternas, las empleadas domésticas de las casas de los
ricos, las cocineras patirrajadas de las
haciendas, la “muchacha” de los mandados
del pueblo. En una sociedad de francas raíces
pastoriles como es el caso del Huila grande,
“niña” es la denominación que utilizaban y utilizan los dueños de la
finca, los patrones, los amos, para referirse a la servidumbre femenina. Tal vez no haya sentido de ofensa
directamente implícito en la expresión, pero si hay un claro significado de condescendencia,
de “yo soy más que Ud. y por lo mismo yo le tengo aprecio”…y en el mejor de los
casos, “si se porta y trabaja bien yo en
algo miro a ver cómo le ayudo.”
Es algo inherente al arraigo cultural del hacendado
opita, lo he visto mil veces en mi labor
de médico. En el caso de los hombres no
se nota por la educación machista propia de la región, por eso a muchos de
nosotros nos resulta invisible este apelativo,
yo nunca seré (o fui porque ya estoy lleno de canas) el “niño” en un
servicio, pero mis estimadas amigas día
a día tienen que soportarlo, y curiosamente no solo de pudientes ganaderos
sino, como todo, de cualquier
parroquiano que tratando de emular las buenas costumbres de su patrón también imita
sus expresiones.
Lo que hizo Macías al decirle a la representante estudiantil
Jennifer Pedraza “30 segundos niña y termina” fue simple y llanamente mostrar su concepción
de “patrón-peón” propia de la región,
tal vez si él hubiese pasado por los pasillos de una universidad hubiese
comprendido que lo que estaba haciendo era una reverenda falta de respeto.
jueves, 11 de octubre de 2018
Día diecisiete. la mirada de la bruja regaliz.
Después de tantos años me he fijado en su mirada
una perfecta ambivalencia
una expresión de paciencia llegando al borde la impaciencia
una noche de estrellas para ver el firmamento al compás de un merengue ochentero
el sol de la mañana cuando la bruma se levanta
un ser alado,
de esos que molestan al mago
revoloteando alrededor de su cabeza
como moscas en diciembre.
Ella lo sabía
ella sabía sobre la ascensión de las deidades prehispánicas
de allí su sonrisa.
Regaliz regaliz la llamó aquel niño,
y el adulto estúpido no lo supo entender.
Que hermosa es la locura.
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La bruja. Acuarela. |
martes, 9 de octubre de 2018
Día dieciséis. Buda, Cristo, María y un dinosaurio.
Él es buda, todos los
budas de esa época eran gordos y de
color negro, no representaban ningún
tipo de idea religiosa ni mucho menos una filosofía, solo eran amuletos de la
buena suerte; generalmente se les pegaba
una moneda de cualquier denominación en su base y se colocaban en algún rincón de
la casa. Este en particular tenía una
moneda de 25 centavos (que ya no está) y su lugar era una pequeña barra de
madera que quedaba detrás de la nevera. Era
una figura intrigante -a pesar de ser una porcelana barata de malos acabados- el hecho de estar oculta, con cierto significado mágico la convertía en un
objeto misteriosamente interesante.
El cristo crucificado llegó a la casa hace muchos años,
tantos que no me acuerdo, creo que fue un regalo de uno de los muchos curas que
pasaron por el pueblo. Me imagino que
fue bendecido, pero no entronizado porque nunca me dejaron jugar con él. Hubiese sido un buen juguete: con su cuerpo delgado, su cabeza grande y su rostro de muerto
resignado habría servido de mil
maravillas para algún personaje malévolo.
Pero no, su puesto estaba encima
de la cómoda de la habitación principal, al lado de los frascos de perfume y
los regalos lujosos y minúsculos. Por años acumuló polvo hasta que la cómoda se
deshizo producto de la carcoma y terminó
en la mesa de madera incorruptible de mi habitación, para luego pasar a otra habitación, a un
nochero que a pesar del gorgojo se niega a desaparecer, allí esta, paciente, con su cruz de madera frágil, tan frágil que parece que se
deshace con solo tocarla. Hace unas
semanas mi hijo menor lo tomó y como buen niño quiso jugar con él, probablemente estrellándolo con algún
carro; como era de suponerse yo le dije que eso no era un juguete y que lo
dejara en su sitio. Por la expresión de preocupación
resuelta del rostro del mesías judío, creo que me agradeció esto.
El fósil pequeño lo obtuve de Marlio en épocas de la escuela
posiblemente producto de algún trueque. Marlio
tenía la ventaja de tener en su casa montones de cosas raras que ni por las
nubes encontraría en la mía, y entre esas figuraban los fósiles. Recuerdo que eran tres, uno se perdió,
debe estar en la casa, enterrado en algún sitio esperando otros tantos millones
de años para que algún niño curioso lo descubra y practique técnicas incipientes
de comercio con él. Como dato curioso
el tercer fósil que tuve era el fósil
más espectacular de todos los tiempos, tan espectacular que no he visto uno
semejante en toda mi vida; lo encontramos con mis amigos de escuela cuando andábamos
por las calles revueltas y en proceso de pavimentación del pueblo, escarbando
en los arrumes de piedras que había por todos lados y que servían como material que le agregaban al
cemento. Cómo terminó siendo mío no lo
recuerdo, posiblemente mis amiguetes pasaron por alto la importancia de aquella
piedra que cabía en la palma de mi mano, de color negro y de consistencia mucho
más dura que las piedra corrientes, en la cual, sobre uno de sus lados tenía la
figura de un puerco espín; con su cabeza, su dorso lleno de púas, su cola larga
y dos patas... asombroso, como si hubiese
sido tallado no por indígenas o cavernícolas sino por extraterrestres. Sobrevivió a mi infancia, sobrevivió a mi
adolescencia y aun en épocas de universidad recuerdo haberlo visto como soporte
de algún tallo torcido de un geranio, luego desapareció. Cada vez que levanto alguna piedra, cambio la tierra de alguna matera o revuelco algún basural de mi casa, guardo la
esperanza de encontrar aquella fabulosa piedrita.
El fósil de mayor tamaño no era mío, era de mis tíos, los
cuales no sabían qué era un fósil. Ellos
decían que era “una piedra de la virgen”
según me contaron, en uno de sus viajes fuera del pueblo, (que hacían con
frecuencia cuando estaban jóvenes) habían
visitado un lugar donde según decía la gente, se le aparecía la virgen María a
una niña -en este preciso momento se me escapa el nombre del lugar, pero creo
que quedaba en el cauca.- Y la parte de
la montaña (porque era una zona rocosa) donde la madre de Dios posaba su etérea
humanidad y de vez en cuando caminaba, estaba formada por ese tipo de roca (que
ellos tenían guardada en una barra de madera cerca al buda negro.) No la habían recogido, la habían comprado,
pues los fieles devotos que acompañaban y protegían a la niña vidente, a todos los peregrinos les permitían llevar un trozo de reliquia del
lugar a un muy justo precio.
Cuando la tuve en mis manos, mis tíos ya dudaban del poder
milagroso de la piedra y empezaban a creer que habían sido estafados; cuando ya estuve más grandecito, les
expliqué que eso no era una piedra corriente, aunque tampoco milagrosa, era la vértebra de un animal prehistórico, ellos asintieron sin entender muy bien a que
me refería con eso de los dinosaurios, me imagino que pensaron que era una de
las muchas cosas locas que yo decía. Igual,
después de décadas estaban completamente
seguros que habían sido estafados.
La figurita de la virgen y el niño venía en un velón que
nunca se encendió pues era el regalo de
una odontóloga muy allegada a la casa,
como era tan delicado, terminó en una mesita de centro, que terminó
arrumada en mi habitación y que servía como receptáculo de hojas y hojas con
dios sabría qué cosas escritas o
dibujadas por mí en los buenos
años. El velón sigue ahí, en la mesita,
pero ya sin papeles encima.
sábado, 6 de octubre de 2018
Día quince. Breve elogio a la muerte II
Todos los días pienso en la muerte; en ocasiones lo hago por necesidad, en otras por temor, otros días por incertidumbre y en los peores días lo hago por gusto.
Con el paso de los años aprendí a cambiar de
perspectiva. Antes disfrutaba recreando
las escenas que surgían del hecho de morir, ¿Cómo reaccionarían todas las
personas cercanas? ¿Qué tanto dolor causaría mi partida? ¿Cómo sería
mi final? Pero fui cambiando,
curiosamente aun guardaba esa concepción cristiana de la muerte no muerte, del
paso a una nueva vida, del miedo brutal y paradójico a la misma muerte y la exaltación
y el regocijo en todo aquello que le derivaba,
como todo lo que parte de aquella
lógica...un narcisismo puro.
Luego deseché todo ello y entendí la muerte como la aniquilación de mi
yo, un desmembramiento de mi conciencia, la comunión con un todo
omnipresente (tal vez influenciado por ideologías orientales), si
antes todo partía de una adolescente necesidad de reconocimiento y vanidad,
ahora todo derivaba en temor. La sensación
de vacío que experimentaba cada vez que recreaba la descomposición de mi cuerpo
y la disolución de todas esas hipotéticas envolturas astrales para transmutarme
en algo desconocido me daba vértigo. No
quería dejar de ser quien era, si existía una nada previa a mí existir por errónea
analogía matemática, no debería existir un final real. Como siempre el miedo a no ser, en esencia el miedo a la muerte.
Tuvieron que pasar años para desprenderme de los últimos susurros
del pasado que a la fuerza pretendían hacerme creer que un ser supremo lo regía
todo, para finalmente verme tal cual
animal soy, nunca desde entonces me había
sentido tan bestial, tan ajeno a la
ilusoria ética y moral humana, ya no me entendía
como persona, (una de las muchas
mentiras que todos los días se rezan para sobrellevar la carga de la
existencia.) Entenderme en el mismo
nivel del perro callejero, de la vaca a punto de ser sacrificada, del caballo pastando paciente en un potrero o
del ratón atento a no ser comido por un gato, me permitió quitarme esa venda
putrefacta de los ojos llamada humanidad y reflejarme en mi mismo tal cual
insulso e insignificante soy…me sentí libre.
Pero seré honesto, el temor a no
ser siempre persiste y en ese punto más que el dejar de ser, el temor llega del
hecho de dejar un vacío en el pedazo de mundo que habito. El temor del abandono
a los seres queridos.
Di un paso más. Luego
de comprenderme animal y después de llenarme hasta la saciedad de imágenes
propias del averno, de perderle el asco
a la sangre derramada con violencia, de
no empatizar con el dolor sin que esto quisiera decir que lo anhelara, luego de entender que el orden solo es una ilusión
previa al caos, que la justicia solo aplica en los cuentos de fantasía y que la
vida que todos llevamos es una macabra broma orquestada por ideas superiores a
nosotros en todos los modos y las formas,
luego de ver esto ya no necesite
el erótico preámbulo de la agonía, prescindí
de verme levitando cual mosca de cementerio sobre las personas que amo, me desprendí de las ruedas karmicas que disolvían
el alma en infinitos recipientes como una preparación homeopática que haciendo
justicia a su dinámica no era nada. Vi la muerte, mi muerte, como lo que era, el punto final: el fin del dolor, el fin del
deseo, el fin del amor, el fin de la
esperanza, el fin de los sueños; no como un espacio de descanso
(pues no habría quien gozara del mismo) sino
solamente como un no existir,
volver al estado previo de mi concepción
y de la concepción de mis padres y así sucesivamente, sin razones, sin causalidades metafísicas.
En mis mejores días, pienso en la muerte, en esa muerte tranquila y ajena a todo, en una muerte pura, una que da fin a luchas
de demonios internos y mensajes al oído de ángeles etéreos. Tal vez en esos días y gracias a reacciones bioquímicas
esquizotípicas en mi cerebro, logro comprender la intención del suicida, ver lo
que ve, degustar en la saliva el preámbulo del fin, disfrutar los últimos sonidos
que golpean el tímpano y sentir el cosquilleo en la piel de la parca a punto de cortar el hilo vital.
En mis mejores días,
cuando el mundo muestra su lado más insoportable, cierro los ojos y me sueño no siendo nada.
![]() |
cadaver de ser onírico en proceso de resurrección. óleo sobre lienzo |
martes, 2 de octubre de 2018
Día catorce. La bruja del techo
![]() |
"Brujas yendo al sabbath" detalle. Luis Ricardo Falero |
La bruja solo asomó su nariz en una ocasión por aquel espacio que se formaba en el extremo
superior de la unión de las dos paredes y el techo, sé que ese hueco era algo
nuevo, no recordaba haberlo visto allí, es más, dudaba que mis tíos hubiesen permitido un
defecto así en la casa. Solo recuerdo su nariz larga y deforme, unos
mechones sucios y negros cubrían su
rostro y se entrevía una sonrisa maliciosa tras ellos, me observó curiosa y soltó
una risilla perversa que con el paso de los segundos se transformó en carcajada…
y desapareció. Pero siempre dejó allí su fuerza y poder, tal vez proclamó
alguna maldición, no lo sé, tal vez conjuró al mago que siempre debió
existir; en su otro mundo dejó su
eco risueño golpeando las blancas e
inmensas paredes una y otra vez.
Recuerdo que la vi a la luz del sol, tal vez del atardecer o del amanecer, la vi al
amparo de la soledad, la vi sin miedo, la vi sin terror, solamente la vi
mientras yo seguía acostado en mi cama cubierto por cobijas viejas impregnadas a aroma de niño. Ahora ya no existe aquel agujero, nunca
existió, solo existe una claraboya que
deja entrar la luz del día y la penumbra de la noche, por la que entra el
viento acompañado de mariposas y escarabajos tornasoles. Ahora solo está eso; sin bruja, sin mariposa, sin escarabajo, pero
aun con el viento.
domingo, 30 de septiembre de 2018
Día trece: Imágenes del pasado
![]() |
Hermanas Andrade |
Chequeando muchas de las cientos (o miles) de fotografías que
uno guarda en el pc, de esas que uno
deja en riesgo de ver desaparecer en el
momento menos esperado por algún daño en el disco duro, una híper llamarada
solar o las buenas intenciones de algún ladrón;
Encuentro a los viejos, a los muertos que alumbran mi camino. Cada vez que quiero escribir sobre ellos
siento que me quedo corto de palabras y lo dejo todo a media marcha.
![]() |
Allí están, mirando a la cámara con esa espontaneidad
inexistente hoy en cualquier fotografía, sin filtros, sin posturas
forzadas, sin mentiras transmutadas a imágenes.
Mis abuelos, mis tíos abuelos, mis bisabuelos, mi mama
siendo aún una bebe y yo de un año de edad rescatado de un visor de fotos negativas que
rodaba por todos lados.
![]() |
bisabuelos y abuela (joven aun) la niña con el ramo es un anónimo personaje |
![]() |
bisabuelos |
![]() |
tíos abuelos |
![]() |
mi mamá |
![]() |
yo |
Y como contraste, un video casero de un momento cualquiera
con mi hijo menor, de esa generación que tiene documentada toda su existencia,
aun desde antes de su nacimiento.
Post data: nuevamente me he saltado un día, pero tenía buenos motivos para hacerlo.
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