Hay historias más
antiguas que las contadas por los abuelos en las noches de verano, tan antiguas
que remontan los siglos y pasan de
generación en generación como un susurro que llega a los oídos de los soñadores
y les recuerda que el orgullo de una nación
no se pierde con el tiempo.
Esta es la historia de La Gaitana, una mujer que imitando a
los semidioses griegos, se transformó de
una simple mortal a una leyenda con
aires de mito.
Cuentan que se
llamaba Guatepan, vivía en la región de
Guacacallo, en lo que hoy es el
municipio de Timana, pertenecía
a la nobleza local del pueblo Andaki, un grupo indígena más interesado en las
labores agrícolas y en adorar sus dioses
que en la guerra. Se dice que era viuda y que tenía un
hijo llamado Timanco.
Sombras pasaron por sus ojos cuando escuchó sobre las
incursiones de hombres de otros mundos, cegados por la avaricia y el deseo del
oro. Fue tal su precaución que
ordenó a su pueblo ocultar todos
los tesoros y cubrir las estatuas de sus dioses, buscando no cayeran bajo la mano destructora
del español.
Pero no todo pudo estar bajo su control, su amado hijo fue capturado por los conquistadores, quienes ofendidos por la negativa de Timanco para postrarse ante sus intereses, decidieron condenarlo a la hoguera.
La Gaitana luego de ver morir sus hijo juró vengarse de los
asesinos, y en una campaña militar y política propia de los grandes guerreros
de la historia, logró crear una gran
alianza entre todos los cacicazgos de la región: paeces, pijaos, yalcones y muchos
más unieron sus menguadas fuerzas y con la ayuda del gran cacique Pigoanza lograron replegar los ejércitos
invasores y capturar su comandante, el capitán Pedro De Añasco, el cual fue
entregado a la enfurecida cacica, quien desbordó todo su dolor en el castigo
del verdugo de su hijo, logrando vengar su muerte. Pero con esto no encontró paz consigo misma,
por un tiempo comandó la resistencia indígena frente a los españoles, pero
cuando vio que su derrota estaba cerca, prefirió acabar con su existencia
lanzándose desde un alto peñasco antes que doblegarse al dominio del
conquistador.
Es en este punto cuando su historia y su nombre se
transforman en leyenda, símbolo de la mujer aguerrida y del orgullo del pueblo opita.
*publicado en revista güipas diario la nación 31-03-2019
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