Le decían “tachito” y nació el 19 de febrero de 1888 en el caserío
de Aguascalientes cerca del corregimiento de San Mateo en el Huila, aunque algunos dicen que en
realidad nació en Neiva, en una casa ubicada en todo el centro de la ciudad;
como ha pasado tanto tiempo nadie se pone de acuerdo sobre esto, de todas
formas en 1945 cuando San Mateo se convirtió en municipio se le decidió cambiar
el nombre a Rivera, en honor al escritor.
Fue uno de los 11 hijos de don Eustasio Rivera y de doña
Catalina Salas, familia prestante del Huila,
con muchos miembros pertenecientes a las fuerzas armadas y a la clase política.
Como era un muchacho alegre, algo travieso e
indisciplinado su infancia transcurrió
entre su finca (en la cual aprendería a asombrarse con belleza de la naturaleza) y los colegios Santa
Librada de Neiva y el colegio San Luis Gonzaga en el municipio de Elias al sur
del Huila, como en ninguno de ellos se
sintió conforme, terminó estudiando en
la Nueva Escuela Normal de Bogotá, allí
cultivaría su amor por la literatura, especialmente la poesía, dándose a conocer
con sus primeros sonetos y también allí empezó su interés por la política y la
situación nacional.
Después de trabajar un tiempo en la ciudad de Ibagué como
inspector escolar inició la carrera de derecho en la Universidad Nacional, una
vez graduado como abogado intentó sin resultado ingresar al mundo de la
política huilense. Como eso de la política
no le dio resultado formó parte de una comisión del gobierno para que viajara a
los llanos orientales a definir los límites
con Venezuela, pues para ese entonces, como los países apenas se estaban
formando no se sabía con precisión dónde
empezaba uno y terminaba el otro.
En este trabajo, navegando
ríos caudalosos, atravesando selvas inexploradas y recorriendo llanuras sin fin, fue que inició a escribir su obra cumbre “la
vorágine” una novela que entre historias de amor y lucha narra los
abusos de la casa cauchera Arana, todo ello magistralmente ambientado en la
selva colombiana.
Luego de terminar ese peligroso trabajo pudo publicar su novela y entrar de lleno
(ahora sí) en la actividad política nacional, donde veló incansablemente por los derechos de las
persona más necesitadas y criticó con firmeza los actos de corrupción en el gobierno.
En abril 1928 viaja a
New York con la idea de crear una
editorial que permitiera llevar la
literatura colombiana a todo el mundo, traducir “la vorágine” al inglés y
porque no, crear una adaptación al cine.
Pero estos sueños no se concretaron
pues cayo gravemente enfermo pocos meses
después de su llegada y murió el 1 de diciembre de ese mismo año.
Sin lugar a dudas José Eustacio Rivera es uno de los grandes
hombres que ha dado la tierra opita y su legado literario perdurará por
generaciones.
*publicado en revista güipas del diario la nación 3-03-2019
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