latecleadera

lunes, 29 de octubre de 2018

Día veintitrés. Sinuhé el poeta.





En cierta forma todos deseamos hacer de nuestra vida una obra de arte, bien puede ser una arrítmica melodía, una galimatías de palabras o los destellos cromáticos que pueda dejar la huella de un pincel. 
En cierta medida todos anhelados vestirnos de dioses y darle orden a la sucesión de días pasados y futuros con tal de burlar el vacío que deja una efímera existencia humana, escapar del olvido y dejando a un lado todas aquellas esperanzadoras mentiras de fe, comprar un boleto para la esquiva inmortalidad.

En cierto sentido todos queremos despersonalizarnos y no ser lo que a la fuerza del azar nos tocó ser sino   aquello que a pulso logramos levantar.

Sinuhe fue el personaje de un cuento del remoto Egipto, quien armó su vida luego de ser marioneta de los juegos del destino… pero Sinuhe también es el personaje de uno de los tantos plagios literarios de J.J Benítez.  Creo que fue de este de donde  tomó su seudónimo, pues recuerdo haberlo visto leyendo “la rebelión de lucifer” un día cualquiera hace ya muchos años en la cafetería de la facultad.
Son seis libros que abarcan poemas desde 1998 hasta 2007, casi 10 años en donde al autor decostruyó su vida para armarla nuevamente en versos y estrofas.

Poesía…nuevamente la poesía… ¿por qué siempre caemos en ella? A pesar de ser tan detestable de una u otra forma uno termina desahogándose en ella.  Tal vez sea porque en ella logramos dar figura a todos esos destellos de genialidad que todos los días vienen y van y que sin el menor de los pudores desaparecen para siempre,  tal vez la poesía sea esa red que se lanza desde la balsa del presente para rescatar los infinitos universos que nacen y se colapsan en un efímero momento.

Cuando tuve los libros en las manos me sentí sumergido en un ambiente algo kafkiano, pero no desde la perspectiva del insecto sino desde el ángulo de aquel que escribió la historia.    

En mis manos quedaron unos manuscritos que reposaban en el silencio de una caja,  en espera del olvido o la rabia, como suicidas postergando la fecha de caducidad.

También me habló de un séptimo, de aquel inconcluso que todos guardamos con recelo,  aquel que solo nace cuando la vida se torna complicada, porque para qué las letras cuando la mente este absorta en las ilusiones de lo que llamamos cotidiano.

Son seis libros…

El primero propio de la mente juvenil,  pulcramente empalagoso, propio de los que se dedican a las musas (que como cosa curiosa, según me lo dijo, era una de mis musas de aquellas épocas universitarias;  que chiste es la vida, una mujer fue la inspiración para dos poetas y nunca se dio por enterada).


Inicia con un ajetreado título “tú”   desglosando rápidamente su anhelo hormonal

“ojos que traspasan
Brillantes como estrellas…
Negros como la noche.
Labios cálidos y furtivos
La miel no se les compara
Dulce voz de sirenea…   (sic)”
Para finalizar 26 paginas después  en:
“vivo una nueva pesadilla eterna.
Luminosa y recta, de casa planchada, muy aseada.
Una mucho peor”

Como si fuese la profecía que lleva implícita toda historia de amor.


En el segundo libro se da la impresión de que es momento para la oscuridad, para romper los moldes y experimentar;  se altera la métrica, ya no importan los márgenes y ni siquiera el mismo orden de la lectura, y desde ahí  remotamente se empiezan a notar las letras de algunas canciones de esas inolvidables de finales de los noventas.



“pasó una vez.
Pasó dos veces.
Y otra vez.
No me miró,
Así como yo.
Siguió pasando
Con las alas de mi ensoñación
Una y otra vez
En stop-motion
No me saludó
Ni me miró
Ni se volvió.
Sonrió”


El tercero continua haciendo advocación a la musa perdida,  ya no se siente la necesidad del perdedor, solo la sabiduría de aquel que no gana, de aquel que adquiere la paz a costa de la felicidad.



“las maldiciones entran por los ojos
Cuando se leen.
Los ojos se consumirán hasta carbones.
La boca se torcerá en una mueca de angustia eterna
La aspereza de la bruta roca será la piel.
La puesta del sol será el inicio de la oscuridad.
De las cosas que se temen, miedo en el rostro.
Los amaneceres tendrán un velo negro, sardónico.
                                               ¿Para qué vivir?”


El cuarto libro es el primero con nombre “huesos puros huesos” y parece ser culmen de los tres primeros, en él se conjugan las musas, la métrica, la ruptura de la métrica y las evocaciones felinas de los anteriores.  Es marcada la influencia de la concepción médica de la realidad y en él  las hojas tienden a ser más prolijas y lo que en ellas está escrito se torna más confuso y complejo.



“el tiempo lo podemos medir
Observando una mosca relamerse
Metódicamente sus patas.
El tiempo se nos escurre
Entre los dedos ágiles
La vida se nos va con sus desmanes
Es entonces cuando crujes.
El tiempo lo puedo medir
Viendo sus ojos parpadear
Es entonces cuando me fisuro
Eternamente aburrido.
Al tiempo nada lo podrá desmedir
Ni nadie lo dejará de medir
Es eternamente aburrido
                Lo realmente difícil
                Es matarlo
                Sin matarnos”


El quinto libro es “virus”   tal vez lo llamó así porque virus se escribe con v de cinco romano,  tal vez porque es visceral,  tal vez porque es como disecar un cadáver con tijera y escalpelo,  tal vez porque está estructurado como un tratado sobre una enfermedad…me imagino que el mal debe ser el amor,  la causa de toda la desgracia humana.



“tienes los brazos tan abajo,
Tan lánguidos, decaídos y atados a la espalda,
Que solo quiero abrazarte.
Eres tan poco libre.
Entonces me miro al espejo y qué veo:
Los brazos tan abajo, tan lánguidos, decaídos
Y atados a la espalda,
Que sólo quiero abrazarme.
Soy tan poco libre.
Y una vez que pude ver el mundo entero:
Los brazos tan abajo, decaídos, atrofiados, en la espalda,
Que sólo queremos abrazarnos.
Somos tan poco libres”



Finalmente llega el 6 libro,  “elemental” según quien lo escribió, el mejor, el más complejo, el que conecta todo con todo, la llave que abre las causas y razones de sus predecesores,  el único, como el anillo de Mordor.



“Elemental” más que un conjunto de poemas, es el reverso de un inmenso álbum musical,  de cuando las canciones traían sus letras en minúsculos libritos que hacían las veces de caratulas.  Al leerlo se siente tararear una melodía,  en algunos perfectamente puedo escuchar la voz de Thom Yorke y la oscuridad propia de Radiohead. 

“elemental” es una obra musical que aún no tiene sonido.



“dejarse devorar por lo que se admira
Divino sacrificio, entregarse a lo que ocultamos
Parsiteles, ojo puro, eximio
Mártir del deseo
Heraldo del desafuero
Vos sos la tierra
Yo soy el agua
Dame una canción en un beso
Y escucho la canción.
Me gusta escucharle
Y contagiarme de su risa
Y de sus noctámbulas aficiones
Sus insomnes pequeños milagros con hormigas
Y voces claras, fugaces, medio agónicas, revelaciones.”




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