Por regla general zombi que se respete debe tener una
apariencia repugnante. Y entre más descompuesto, ágil y agresivo sea, más alto
estará en el ranquin de la zombilogía.
Pero no siempre las cosas fueron así. Salvo algunas vergonzosas cintas contemporáneas,
la deshumanización y desbealdificación de nuestros hambrientos monstruos no fue
necesariamente un precepto insalvable.
En la época dorada del cine zombi que abarcó gran parte de
la década de los ochenta e inicio de los noventa, era usual que alguno de estos
personajes, - siendo más específicos - alguna
muerta recién resucitada, aun conservara sus encantos a flor de violácea piel. Como era norma por aquellas épocas, si no existía
un desnudo femenino en una cinta, no era algo digno de rememorar…y bien nos puede llegar
a nuestra memoria la imagen de aquella blanca chica punk bailando, como mi dios la trajo a este mundo, sobre
una tumba, en la película “el regreso de los muertos vivientes” de 1985, que
posiblemente para muchos de nuestra generación representó uno de los primeros
desnudos femeninos explícitos en cine y que luego nos haría entrar en dilemas morales,
sobre qué tan pecaminoso sería desear un personaje que minutos después se convertiría
en una sexy difunta…acúseme padre de tener malos pensamientos con muertas
punkeras caníbales…
Pero sin lugar a dudas, quien dio el primer paso en encuerar caminantes fue (y tenía que serlo) el padre del cine zombi, su majestad George Romero, en su opera prima “Night of the living dead” de 1968, película que aparte de marcar la diferencia entre el zombi clásico y el contemporáneo y de darle un nuevo significado al concepto de los muertos vivientes (y de volverlos caníbales e iniciar la idea del apocalipsis zombi, y de poner a un negro como personaje principal en épocas de discriminación racial, y de enseñarnos lo del balazo en la cabeza y el asunto del contagio por mordidas) en esta cinta bien pensó, que ante un abrupto resucitar de cadáveres, lo esperado seria encontrar a varios de ellos sin ropa.