Uno siempre guarda cierto cariño hacia esas clásicas películas de espada y hechicería,
siendo para mí “Conan el destructor” una de las más representativas, y lo es esencialmente por ser la primera que
vi de cabo a rabo por allá cuando
cursaba 4 o 5 grado de primaria y que hasta la aparición del internet bien
entrada la década de los noventas, pude volver a mirar.
Hay que decir que con los años los gustos cambian para bien,
a diferencia de cuando tenía 10, ahora solo es sobre llevable por la carga de
nostalgia; ya las peleas no son épicas,
ni los monstruos aterradores, ni la trama intrigante…los efectos especiales
envejecen bien y el toque ochentero en la cinta es exquisito.
Pero había unas imágenes particulares que por alguna extraña
razón quedaron guardadas en mi mente, y que hasta hace muy poco pude lograr encajar
en todo ese intrincado neuronal mitologicomaniatico de mi cabeza.
Según el argumento de la película, el antiguo dios de los sueños llamado Dagoth, luego de ser derrotado en una batalla celestial, cayó a la tierra y su cuerpo fue convertido en una estatua de piedra que era adorada en la ciudad de Shadizar; requería para su resurrección que su cuerno mágico fuera devuelto a su frente por las manos de una joven virgen que en el acto debería ser sacrificada, misión esta promovida por las reina Tamaris. No voy a entrar en detalles sobre cómo se desarrolla la historia, pero al final las cosas no terminan como la reina y el maligno dios deseaban.
Y es precisamente la imagen petrificada de este dios, elevándose en un altar tormentoso, con su cuerno fantabuloso regenerándolo de los abismos del inframundo la que permaneció por años en mi mente, buscando articularse en otro contexto que no fuese el cinematográfico.
Y lo logró…
En la antigua cultura maya, para ser más exactos en la época post clásica (900-1540 dc) en uno de sus muchos aspectos artísticos y religiosos, hay una serie de esculturas particulares, aun con preguntas por resolver sobre su origen, representación y función: son los llamados Chac mool, figuras humanas reclinadas hacia atrás, con las piernas encogidas y la cabeza girada, en su vientre descansa un recipiente circular o cuadrado. Siempre están ubicadas en escenarios sagrados y se cree que podrían servir de altares para colocar ofrendas o sacrificios. Las hay de distintos estilos, como las de corte tolteca con adornos atlantes o las de típica tendencia azteca, pocas conservan sus colores y algunos académicos las relacionan con el dios de la lluvia Tláloc (el Chaac maya).
Volviendo a Dagoth, en ciertas tomas de la cinta, su postura asemejaba a los chac mool mesoamericanos, con la diferencia en que este más parecía una escultura de uno de los templos de khajuraho en la India con ciertos toques helenísticos. Cual sería mi sorpresa al descubrir que Conan el destructor se rodó en México, los áridos terrenos del continente Thurio eran tierra latinoamericana y el dios del sueño una mutación de los dioses prehispánicos.
Dagoth era un Chac Mool de una época remota, miles de años
antes de la historia conocida.
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