al medio día encontré esto tirado en un anden, simplemente preciosa...no la recogí. |
Acaba de pasar la media noche y escucho cantar a los Beatles
Don't Let Me Down.
Ahora que hago cuentas, por aquellas fechas no estaba tan
niño como lo pensaba, aunque me recuerde sumergido en la absoluta
inocencia infantil.
De aquel suceso solo guardo un recuerdo: en la tv a blanco y
negro que había en la casa, un periodista con el sensacionalismo típico de los
80s preguntaba a un grupo de personas con cara de turistas u oficinistas qué
les había parecido aquel fenómeno; dos o
tres dieron respuestas emotivas y exuberantes, otros simplemente se limitaron a
encoger los hombres y responder con una mueca de desdén, como si nada relevante
hubiese pasado. En casa algo se comentó
al respecto, pero aquellos temas no guardaban la importancia necesaria para
trascender, de modo que esa noche, como
la gran mayoría de noches de mi niñez, antes que el reloj de la torre diera las
nueve campanadas nos fuimos a dormir. Al
otro día
todo pasó a segundo plano y la vida continuó como si nada. O ese pensarían muchos. Después de ver en la t.v aquellas personas asombradas (la mayoría) por lo que habían visto, y por
desgracia, en la ignorancia propia sobre esos temas en las cuales estaba
sumergido, pensaba que aquella noche era la única en la cual se tenía la oportunidad de ser testigo del
portento, y creía que muy a mi pesar mi oportunidad había pasado, y en el transcurso de esa semana, haciendo
uso de mis limitados conocimientos matemáticos,
me jure a mí mismo (tal vez el primer juramente que recuerdo haber hecho)
que no moriría sin antes ver lo que no había
visto.
El cometa Halley fue
visible por última vez en los primeros meses de 1986, sin la majestuosidad de
pasos previos por culpa de una inconveniente alineación terrícola,
algo propio de los insulsos ochentas. Yo no lo vi porque en casa nadie se interesó, ni en la escuela nadie dijo nada, ni mis
amigos dijeron nada al respecto, ni el cura en los sermones comentó algo, ni
los vecinos hablaron de ello, y aunque podría
asegurar que mucha veces alcé la mirada al firmamento en aquellos meses, cuando
lo hice dirigí mi mirada al lugar
equivocado. Molesto por ello en mi
inocencia infantil prometí que pasase lo que pasase lo vería algún día, según mis
cálculos, ya bastante viejo, pero
relacionando aquella hipotética edad y la edad de las personas más ancianas que
conocía, concluí que aunque era una
remota posibilidad, no era imposible.
Hoy que he completado
la mitad del camino que exigió mi juramento,
me veo igual de distante a aquel hombre que en caso de sobrevivir
levantará su mirada a un firmamento futurista en el año 2061, parece que a
pesar de los años, el niño de esa noche cualquiera
frente al tv sigue intacto; ingenuo, iluso, soñador y siempre presto a la
incertidumbre. De todo corazón espero
saludar al viajero desconocido de aquellos años y poder disfrutar de su
recuerdo unos amaneceres más. Mientras,
solo me limitaré a tratar al máximo de evitar amaneceres y disfrutar cada
sagrado segundo que pueda robar a todos los ocasos…