En cierta ocasión un compañero de trabajo en medio de una
jocosa y poco sana charla sentenció:
- “sobre política y
religión lo mejor es no opinar”
Esto expresado en el contexto de que para evitar
malentendidos entre conocidos con distintas corrientes ideológicas, lo mejor
era pasar estos temas por alto y seguir con el feliz diario vivir.
Esa postura no parecía descabellada, el tema religioso, luego que se considerara a Colombia como un estado
laico y que todas las religiones guardaran los mismos derechos ante la ley, pasó a ser de esos temas que uno por literal
“decencia” trataba al máximo no tocar.
Por desgracia las cosas no siempre son como deben ser, y el asunto religioso paso de ser,
en teoría, un aspecto íntimo y espiritual, a transformarse en un elemento que
literalmente podía subir o tumbar gobernantes.
¿Qué fue lo que ocurrió?
Hagamos algo de memoria
Hace unas décadas el asunto religioso ya estaba zanjado,
Colombia era la patria del sagrado corazón (desde el año 1952) y la iglesia
católica, apostólica y romana la única institución oficial encargada de velar
por nuestros asuntos morales y espirituales (salvo algunas excepciones no del
todo bien vistas, pero apretadamente aceptables). En la escuela y el colegio la clase de religión
(católica) estaba a la par con las clases de español y matemáticas, y el hecho
de creer en Dios era una cosa que se
daba por sentada; simple lógica, simple sentido común, solo algunos comunistas o hippies
marihuaneros eran los únicos que en su retorcida vida osaban poner en duda
aquella verdad.
Como nos bautizaron antes del año de vida, para evitar el
mal de ojo y en caso de morir quedar en el limbo (que por suerte ya no existe)
se podría decir que nacimos católicos, nuestros padres fueron católicos,
nuestros abuelos fueron católicos, nuestros bisabuelos fueron católicos,
nuestros tatarabuelos fueron católicos, nuestros tataratarabuelos fueron
católicos, nuestros tataratataratatarabuelos fueron católicos, nuestros
tataratataratataratatarabuelos fueron católicos, nuestros tataratataratataratataratataraabuelos
fueron católicos, uno de mis tataratataratataratataratataratatarabuelo fue
católico, el otro (él o ella) fue un simple panteísta, posiblemente animista,
hereje y vaya a saber uno si satánico,
que junto a sus padres y abuelos fue debidamente encausado en el camino
de la salvación, bien por la fuerza de la palabra, bien por la fuerza del látigo
o la espada.
Pero como el maligno es poderoso, y como bien está escrito y
estipulado en las distintas profecías marianas, al final de los tiempos la confusión
reinaría en el mundo. Después de la
constitución del 91, el país pasó a ser un estado aconfesional, con libertad e
igual de cultos y con una clara separación entre lo que era el estado y la
religión. A esto le sumariamos el auge o
explosión tecnológica que se dio a
finales de los noventas y en el nuevo milenio, con su secundaria masificación
de la información. La expectativa en un
futuro mejor avalado por la ciencia y la tecnología y el advenimiento de una
edad dorada de la humanidad nació en la mente de todos. Por desgracias esto no se dio, la ciencia mostró que no todo era color rosa,
que no podía solucionarlo todo, que quedaba mucho pendiente por resolver y que
muchas cosas no se podían mejorar. El mundo se sumió en un capitalismo salvaje
auspiciado por políticas neoliberales, el medio ambiente dejó ver su lado flaco
y agresivo, y todo lo que una generación había soñado (mi generación) quedó
resumido en un mundo con un futuro incierto, sumido en guerras contenidas por
líneas imaginarias, el hambre afianzado sus raíces y unos bonitos teléfonos
inteligentes que nos permitían estar conectados a la red a toda hora para
suplir nuestra necesidad de atención y elevar nuestro ego a punta de
instantáneas hipócritas… pero a pesar de todo, esta era la época dorada de la
humanidad, nunca antes habíamos estado mejor.
Como muchos no entendieron esto, bien porque nunca lograron adaptarse a este
cambio tecnológico generacional tan abrupto, o bien porque vieron derruida su utopía,
o bien porque nacieron a la sombra de esa utopía que nunca entendieron, o bien
porque la utopía-distopía era el mundo que los habían recibido, necesariamente volcaron sus ojos al único
consuelo que les quedaba…la religión.
Seamos sinceros, por muy poco creyentes que seamos, hay que
aceptar y reconocer que el ser humano es ante todo un animal religioso, el
humano necesita de la religión para subsistir, el pensamiento mágico religioso es una
herramienta que la evolución (esa que muchos niegan) nos dio para sobrevivir (como
el pulgar o la bipedestación) es la
única herramienta que la naturaleza nos dio para soportar la pesada carga del
intelecto y del hecho de ser conscientes de lo que somos, de dónde venimos y de
lo principal, para dónde vamos, la
religión es, aunque no la única, si la salida más fácil para resolver el dilema
de la muerte. Muerte y religión (no
dios) son dos conceptos íntimamente
relacionados.
El problema surgió, en que el humano le tomó ventaja a la naturaleza, y se expuso a
realidades cognitivas ante las cuales no estaba biológicamente preparado.
El problema con la religión es que nos quedamos atascados en
un culto primitivo, medimos con la misma regla con la que se medía hace dos mil
o más años, nos le adelantamos a la naturaleza y la religión quedó atascada en ideas de humanos casi
cavernarios.
Luego de generaciones amoldadas en el culto católico, luego que nuestra misma vida se viera directamente
influenciada por esta doctrina, el
hecho de negar por algún motivo esta fe aun suena chocante.
El obispo de mi ciudad cada semana escribe una columna de
opinión en un diario local, la mayoría de las veces hace serias críticas a
diferentes actitudes y comportamientos de algunas instituciones que velan por
la igualdad religiosa y en cierta forma, por mantener a cada uno de los credos
en donde deben estar. Uno de sus
argumentos más utilizado es el uso del poder de las mayorías; si Colombia es en su mayoría católica, por
qué no respetar sus creencias y ritos en
escenarios públicos sobre los demás cultos, y en especial sobre las ideas y
opiniones de grupos no creyentes. Algo así
como la tiranía de las mayorías (algo por cierto diferente a la democracia) y
donde cada vez que lo leo, me llega a la mente cierta frase que leí en algún
lado. Si la mayoría siempre tiene la
razón, y les preguntáramos a las moscas
que es lo más delicioso, ellas unánimemente responderían que la mierda es lo más
exquisito.
Y para ser sinceros, y en vista de los sucesos de actualidad,
el cristianismo en todas sus variantes tiene mucha semejanza con la
mierda de las hipotéticas moscas parlanchinas.
Pero me he ido por las ramas
Hace algunas décadas, todos quisiéramos o no, éramos católicos, solo pequeños grupos se consideraban
protestantes o evangélicos, a los cuales
siempre se les miraba con cierto tufillo de condescendencia, pues por el rigor de su fe se les veía como
personas rectas obligadas a serlo, víctimas de la ingenuidad, pues solo un ingenuo podía
creerse los cuentos de los pastores. El
resto de religiones se descartaban bien sea porque sus seguidores eran
insignificantes, casi que imperceptibles y en el caso de las religiones
indígenas como algo netamente primitivo, salvaje y en cierta medida ignorante.
Pero el peor bulto lo llevaban los ateos, ser ateo, era harina de otro costal, la misma
palabra se podría clasificar como una ofensa; si yo quisiera insultar al vecino que me había
robado la manguera del jardín bien podría gritarle “hijueputa maricon de
mierda, ateo sin mama” o si quisiera llevar la ofensa a su máxima expresión
simplemente podría gritarle “ateo comunista y masón”
Curiosamente de aquel ideario aún queda mucho en la
actualidad (cierto candidato presidencial preguntó a su selecta audiencia si
dejaría que un ateo manejara la salud y la educación de sus hijos) es gracioso en mi caso particular, cuando hablo con alguna vieja amistad o con
alguna nuevo conocido, y por cosas del destino se toca el tema, me respondan
con frases como:
“lastima, para que le sirve la inteligencia si es ateo” o
“quien pensaría que ud iba a terminar tan equivocado” o “ud no entiende el daño que hace y se está
haciendo” o “ojala mi Dios no lo haga a la fuerza cambiar de opinión” algunos con mentalidad más abierta me
contestan “yo sé que ud dice que es ateo pero sé que en el fondo cree en Dios” o “yo sé que ud cree en algún
ser o fuerza suprema, tiene que creer”
Están tan enfrascados en su creencia que simplemente les
resulta inconcebible que existan personas que no compartan su cosmovisión y
para las cuales la idea de una deidad resulta innecesaria.
Con el paso de los años la religión católica ya sin su aval
estatal empezó a mostrar su lado flaco, enquistada en ritualismo
incomprensibles para la mayoría de sus creyentes, arrumando conceptos y
tendencias anacrónicas y pensando que por el peso de la tradición su cansino
discurso les mantendría sus fieles, vio
perpleja como un grueso de su personal se disipaba en diferentes cultos. La iglesia católica parece que repite la
misma situación que presentó su antecesora la religión romana en el siglo I,
cuando incapaz de llenar el vacío espiritual y las ansias de respuestas de la
población, terminó sucumbiendo al fenómeno del cristianismo, hoy dos mil años después la bien llamada por
Vallejo, puta de babilonia, empieza a disgregarse en confusos cultos y
sectas que poco a poco van socavando sus principios.
Para entender mejor esto miremos un poco las estadísticas.
Actualmente la religión predominante en el mundo con un 31%
de la población mundial es el cristianismo sumando aproximadamente unos 2 mil doscientos millones
de fieles, eso parecería algo alentador
para nuestros amigos creyentes…pero tiene un gran problema, esta es la sumatoria de las distintas variables cristianas y es aquí
donde su aparente fortaleza ya no lo es, porque exceptuando su inusual alianza
contra el homosexualismo, cada culto cristiano no es que tolere mucho al otro; entre estos grupos el que es mayoritario es
el católico con un 50% del
personal, y el 50% restante se distribuye
entre los católicos ortodoxos, los protestantes, los anglicanos, pentecostales,
restauradores, testigos de Jehova, mormones y otros cientos de denominaciones más.
La que le sigue en número es el islam, con un 23% de la población mundial y cerca de mil setecientos
millones de seguidores, y se podría decir que es la que lleva la batuta en el mundo, pues a
diferencia de la primera corriente, esta tiende a ser unificada (tal vez no son
muy tolerantes con quien se venga con herejías)
de modo que si la comparamos con la cohesionada católica que representa
el 16 % de la población mundial, esta no tiene mucho que hacer frente a un 23%
muy convencido en Alá y Mahoma (por algo dicen que en un futuro no muy lejano
este será el credo dominante en el mundo…para morirse de la risa…o del susto)
Le siguen el hinduismo con un 16% de la población mundial,
el budismo con un 7 %, los cultos chinos con un 6% y cultos minoritarios con un
1% , curiosamente al 17% de la población mundial le interesa un pepino dios,
pues o bien son agnósticos o ateos (superando al catolicismo)
Por lo tanto todos los que creen y aseguran que el alter ego
del dios bíblico, Jesucristo, está
gobernado el mundo, pues con pesar se le tiene que informar que al 69 % de los
humanos en la tierra les interesa un pepino quien es Jesucristo y muy
probablemente nos miren con algo de diversión.
Cabe resaltar que tanto el cristianismo como el islam beben
de los mismos orígenes abrahámicos, (a efectos prácticos tanto el fanático católico como el radical de isis
rinden tributo al mismo dios) el 51% de la población mundial cree que Yahvé es
real.
Por el lado de Colombia las cosas varían un poco, en la
década de los 60 el 99% de los colombianos se consideraba católicos, cuatro
décadas después bajó al 70% los 30 restantes están distribuidos entre
protestantes con un 17%, ateos y agnósticos con un 6 %, 4% dicen creer en dios
pero no practicar ninguna religión, 2% quedan entre adventistas y testigos de jehová
y un 1% pertenecen a otros cultos.
Con el catolicismo las estadísticas a mi parecer están
infladas, pues estas se toman de los
distintos registros que se hacen de sus sacramentos y principalmente del
bautismo y en segunda medida de la confirmación, si tomamos en cuenta que el grueso de
personas que actualmente hacen parte de las iglesias cristianas o evangélicas
nacieron antes del 91, bien podríamos
pensar que ese 70% puede bajar a un 50% (lo cual se evidencia en las fiestas
religiosas de semana santa, uno por más que intenta no ve a esos millones de
colombianos en los templos, aunque si se ven en las playas y carreteras…por lo
visto algo está fallando) ya que el
bautizo, la primera comunión y
confirmación aún se consideran más como una formalidad social o costumbre propia
de nuestra cultura que como un verdadero acto de compromiso religioso.
La fuerza que han tomado estos cultos fácilmente se ha
notado en su relevancia en aspectos políticos tales como el referendo del plebiscito o las
marchas contra la “ideología de género”.
Bien se puede decir que tal vez el 80% de los cristianos evangélicos aun
reposan como católicos comprometidos en las actas bautismales de las distintas
parroquias, y por supuesto los ateos,
pues aunque existe el método legal para “renunciar” a dicho culto, me
imagino que debe ser algo engorroso y según algunos comentarios, poco efectivo,
pues según voces de algunos representantes eclesiales “nuestro Señor Jesucristo
y la madre iglesia siempre nos mantendrán en su corazón” en definitiva parece que la única opción
practica y efectiva es la excomunión.
Estando el panorama así ¿qué ocurre con la dinámica de estos
movimientos?
Indiscutiblemente algo está pasando en el interior de los
grupos religiosos, algo que nace de las necesidades de sus fieles y como todas
las distintas sectas por obligación se desprenden del catolicismo profundicemos
algo acerca de los fenómenos presentes en el.
Para empezar hay que recalcar que ninguna religión ha
logrado demostrar que es la poseedora de la verdad y que su concepto de dios es
el verdadero, al día de hoy cerca de 5000 mil religiones se disputan el título
de ser la correcta, ninguna tiene como
sustentarlo, posiblemente ninguna este en lo cierto y estemos ante el fraude más colosal de la historia.
En el caso del cristianismo que es el que directamente nos
afecta en nuestra región, hoy gracias al internet y la masificación de los
medios es posible adentrarse en las profundidades tanto de la doctrina como tal
como de lo que el fiel entiende de su fe.
Gran parte del éxito del cristianismo radica en que ha
instaurado una serie de “verdades” o “necesidades” que al ser tomadas como
ciertas en mayor o menor medida tienen que recurrir a sus distintas variables y
dogmas para ser sostenibles y por ende indispensables en la sociedad o en el individuo.
El cristianismo no es muy novedoso, se nutre y se erige sobre múltiples corrientes paganas y gran parte de lo que hoy se da por
sentado y justo hace unos siglos era la más pura herejía.
Tiene una predilección un tanto mórbida por el sacrificio y
el sufrimiento, hace uso de la culpa
para generar dependencia, su dios en su versión primitiva es una deidad
guerrera tribal de la edad de hierro de un pueblo semi nómada, como todos los dioses de su época, sediento
de sangre y excéntrico, sobre el cual un pueblo de tendencias jurídicas
instauró un complicado andamiaje de normas y restricciones sobre las cuales se
supondría se fundamentaría la moral de sus seguidores, por la naturaleza propia
de su culto y por la amalgama de culturas como la helénica, la egipcia y
algunas corrientes del lejano oriente, todo terminó en un cuerpo legal
insufrible al que denominaron “la ley” que luego se tornaría sagrado para
finalmente entrar en su versión resumida como la Torá, luego pentateuco y por último la biblia.
Aquel dios en su
versión evoluciona fue Jesucristo, un dios funerario menor que por una serie de
casualidades en términos de coyuntura política y geográfica terminó
convirtiéndose en el dios mayor, y que
actualmente en sus variopintas versiones es el más adorado por los humanos de
este planeta.
El gran problema del cristianismo es que se fundamenta sobre
la biblia, y está, lejos de ser un libro “divino y perfecto” solo es un
incompleto, plagiado, remendado, sesgado, infantil, bonito y poco ético
compendio de la historia que un pueblo necesitó para darle forma a su identidad
como nación; considerar como cierto
aquello que allí se narra allí es igual a considerar cierto lo que aparece en cartoon
network.
Ahí empiezan los problemas con el culto cristiano, que
utilizan como fuente primaria para justificar su veracidad un texto a todas
luces defectuoso, al menos en el caso de tratar de dar valides a sus creencias.
Cuando un cristiano pretende justificar, ya no la veracidad de su libro sagrado sino la veracidad de la existencia de una deidad
(que luego en jugadas casi mágicas amoldan al dios bíblico) caen en los argumentos
que unos monjes que hace más de 700 y
900 años postularon, y que para su época eran muy convincentes, pero que hoy
solo dejan absurdos. Las grandes
defensas de los cristianos se resumen en las cinco vías de santo tomas y el
argumento ontológico, tratando
encajarlas al día de hoy entre conceptos cuánticos y de cosmología. El famoso argumento cosmológico, que debatido con sinceridad deja un amargo
sabor a paradojas en la boca y que al
querer ser justificado lleva a una
tendencia matemática al absurdo. Luego
vienen los argumentos del ajuste fino, en los cuales toman conceptos y
hallazgos científicos y los amoldan a sus necesidades siendo la mayoría de ellos interpretaciones
amañadas de ciertos fenómenos que dan la falsa sensación de ser reales, triquiñuelas de creacionistas, y por último y
saltándose tomos de historia y antropología el argumento de los valores
objetivos… todos estos se resumen en el dios de los huecos y la respuesta del
niño de escuela “las cosas deben ser así
porque así es como a mí me gusta”
Pero indistintamente de que tan debatible sean los
fundamentos sobre los cuales se erige esta doctrina, una de las cualidades del
cristiano es su abnegación a aceptar lo que no ve, lo que no entiende, o lo que
entiende pero se niega a aceptar, so
excusa de una recompensa no garantizada en un lugar en el mas allá, la fe, una deformación de un instinto de supervivencia, un defecto exaltado a virtud.
Todo cristiano que se respete, por fe tiene que aceptar los
dogmas de su culto. Una peligrosa e
increíble muestra de subordinación mental, de manipulación.
Y es aquí donde retomamos de nuevo al católico común y
silvestre. Pues hay una gran diferencia
entre el parroquiano de a pie y el docto sacerdote en el vaticano, los dos hablan un mismo idioma pero
entienden cosas diferentes.
Una de las cualidades que tiene la iglesia católica y que la
coloca en un muy notorio puesto de
superioridad frente a todas las demás iglesias protestantes, es que ella está
diseñada sobre mil novecientos años de estudio, de ajuste, de prueba y ensayo,
su cuerpo teológico es profundamente fuerte, su cosmogonía es absolutamente sólida,
a tal punto que le ha permitido, así sea lentamente, adaptarse a los cambios que la civilización le
va planteando, es por ello que en
resumidas cuentas un creyente evangélico o protestante no es más que un
católico confundido. Pero esta misma
fortaleza es a su vez su debilidad, la complejidad de su naturaleza la hace
impenetrable al fiel común y
corriente, el que está alejado de las
disgregaciones filosóficas y teológicas, el que solo busca algo para creer (una
necesidad inherente del humano), y nunca
como hoy la iglesia católica ha demostrado su debilidad para lograrlo, la
incompetencia de sus sacerdotes para llegar a la población le ha costado ese 30% de seguidores en cuatro
décadas, y posiblemente el daño sea
mucho mayor, una de las características
del católico es que desconoce en lo que cree,
el católico promedio nunca leerá la biblia completa pues pensará que
terminará loco, pero si pondrá un atril en su casa con un bello libro dorado abierto
en el salmo con mayor marketing, un
católico promedio no cumplirá un 80% de las normas que su religión le exige,
bien sea porque las desconoce o bien sea porque a su parecer esas son absurdas; cada católico promedio amolda su fe a sus
necesidades, como dicen jocosamente, el que peca y reza empata, tal vez hace unos años esto era parte de la
“laxitud” que la iglesia se podría permitir, pero hoy en día, ha comprendido
que esa indulgencia le ha salido cara, ante la desbandada de fieles comprendió
que era necesario reforzar sus normar, comprometer sus feligreses, mostrarles la importancia de ser verdaderos
católicos, no católicos tibios como solía decirlo un cura en el sermón.
Pero aun así es normal ver a católicos creyentes en
brujería, es más, es algo usual que un
católico crea en este tipo de cosas y más supersticiones y que en el mayor de los casos las ponga en práctica, y lo más gracioso es que esto mismo en
ocasiones sea auspiciado por los mismos sacerdotes, dejando ver la ambigüedad de su doctrina.
Es frecuente ver a católicos vivir en unión libre, utilizar
métodos anticonceptivos, abortar cuando
las condiciones lo obligan pero al final ser fieles creyentes porque “Dios ve
nuestro corazón” una muestra más de la debilidad de su compromiso.
Es frecuente ver católicos o mejor no verlos en los ritos y
ceremonias a los cuales están obligados y en el peor de los casos hacer caso
omiso de la autoridad eclesial.
Cierto sacerdote comento una vez si ante estas situaciones, a este tipo
de personas se les podría considerar católicos,
y tiene razón, si yo digo pertenecer a una institución y no cumplo con
sus normas, podría decir que no estoy en ella,
Y es en este punto, en estas
fallas y debilidades de la encorvada y milenaria iglesia en donde las distintas
variantes evangélicas entran en juego.
Alguna vez leí que todas estas iglesias podrían ser llamadas
las iglesias de la desesperación, no es
usual que alguien llegue a ellas por iniciativa propia, usualmente siempre hay un detonante que impulsa a la persona a buscar sosiego en sus
brazos, y todas ellas están diseñadas
para vender esperanza, si hay algo que
caracteriza estas sectas es su teología insípida, su filosofía infantil, su argumentación deprimente, no necesitan esforzarse mucho en ser coherentes, por ello utilizan en su gran mayoría al
literalismo bíblico (que como vimos tiene muchos problemas) y una serie de jugarretas de manipulación
mental, que le permitirán por un lado mantener atados a sus feligreses y por
otro obnubilar y vender esperanza y felicidad en adecuadas dosis. Es por esto que pareciera que para ser parte
de estos grupos se tuviese que vender algo de raciocinio, se tenga que dejar a
un lado la visión crítica y simplemente dejarse llevar por la música y la
palabrería. Algo que he notado en todos
los integrantes de estos grupos es que han aceptado con gusto cierto tipo de
idiotizacion, desechar verdades y
conocimientos evidentes para entregarse a una promesa nunca garantizada, un
peligroso y arriesgado negocio.
Curiosamente la iglesia madre, como medio para retomar lo
que ha perdido a decidido utilizar las mismas prácticas que sus renegadas hijas
para llegar a esa masa indecisa y de
voluble carácter y por otro lado radicalizar
sus preceptos y doctrinas en grupos que han decidido no ser “tibios”, pululan por todos lados los redentorisas,
carismáticos y más movimientos eclesiales laicos.
Todo esto en pos del mercado, a esto podemos resumirlo todo, a cada una de estas instituciones poco le
importa la “salvación” de sus integrantes, al final de cuentas y según su misma
doctrina, será su dios, y la relación entre él, el fiel y sus obras lo que
definirá el hipotético futuro en el mas allá.
En el mas acá lo que importa es el dinero, cada fiel
es una fuente de ingreso que varía en su capacidad dependiendo del grado
de compromiso, un católico tibio
difícilmente de una limosna, ya que poco va a misa y si va no dará mucho, no hará
uso de los sacramentos ni actividades que implícitamente llevan un valor
agregado, un cristiano o evangélico mal adiestrado es un
10% de sus ingresos que dejan de recibir como mínimo en la congregación, cada fiel en cualquier variante es un pequeño
pero eficiente generador de dinero con capacidad de atraer más, y aparte de
eso, con “voz y voto” fácilmente influenciable por su cura o pastor.
De allí la cruzada y el odio hacia los no creyentes, un católico no verá tan mal a un evangélico y
viceversa porque de una u otra forma ambos están en el mismo negocio. Un ateo aparte de ser un individuo no
generador de ingresos puede ser y lo es en la mayoría de las veces un agente
que por su misma naturaleza atenta contra el principio básico de su
institución, el problema con los ateos
no es que se condenen, eso es lo de menos, el problema con ellos es su
influencia nociva alrededor, no hay cosa
que socave mas la fe en cualquiera de sus acepciones que el escepticismo y la
duda, todo no creyente, todo agnóstico o
ateo declarado es un agente de la duda,
es un desestabilizador institucional,
de allí la degradación de su naturaleza, de allí que en algunos lugares
sea considerado un delito, de allí que en algunos países, los más radicales
religiosamente, sea una falta que se
paga con la muerte.
Un ateo es el espejo en el cual la religión ve su marchita
figura, un ateo es el espejo en el cual
el creyente ve la debilidad de su fe. Los odian y en ocasiones les temen porque
muchos prefieren una feliz mentira a una triste verdad.
¿Se puede vivir sin dios? ¿Se puede vivir sin religión? La respuesta es sí, ¿es fácil hacerlo? La respuesta es no, aceptar nuestra naturaleza animal, ser conscientes
de nuestra limitación existencial es una carga difícil de llevar, la vía fácil es aceptar una promesa de algo intangible solo evidenciable en un
marco desde el cual es imposible hacer reclamo.
Es una peligrosa apuesta, algunos la exponen como la apuesta de Pascal,
donde artificiosamente pretenden hacerla ver como la de mayores
posibilidades, pero en realidad la acción de creer es semejante a una maquina
tragamonedas, inherentemente está
diseñada para vaciar los bolsillos del jugador.
El premio gordo de la
fe, la razón de la promesa es la permanencia como individuo, como unidad y como
conciencia, seguir siendo yo en un lugar más allá de la muerte. Eso es lo único que nos interesa, esa es
nuestra gran preocupación, esa es la pregunta del para dónde vamos. Los
creyentes afirmar que creer es lo mejor, pues de existir un mas allá
asegurarían su premio por su fe, si no
existe un mas allá pues no habrían perdido nada, es una apuesta casi asegurada, pero la realidad es otra. El no creyente si no hay más allá no pierde
nada, pues daba por hecho esto, se ahorró el
tiempo dedicado (y dinero) a perseverar en este fin, si hay algo gana, gana la permanencia de su ser
como individuo, y entra en el mismo nivel del creyente, se expone a la misma hipotética realidad,
recordemos que no hay un dios dominante en el mundo, entre más radical el culto
este dios se torna mas excluyente y el número de “elegidos” disminuye, si el creyente muere y renace en el cielo
equivocado no tendrá que envidiarle mucho a la suerte del ateo. Pero si este dios es como muchos afirman de amor y justicia, tanto el creyente equivocado como el ateo tendrán la posibilidad de salvar
su pellejo con sus antecedentes. Si
muero y voy ante Osiris, a él no le importara si fui ateo o católico, solo le
importara el peso de mi corazón. Como se
ve, no creer me da ventaja en el mas allá,
pues juego con un comodín en la baraja
¿a que dios le apuesta su esperanza post mortem amigo cristiano?
Recuerde que hay más de 10 mil dioses disputándose su puesto en el mundo
(curiosamente la misma corriente bíblica en esencia no es monoteísta,
es una monolatría, si se es
riguroso con la lectura de las escrituras) la única diferencia entre un
cristiano y un ateo, es que este último creen en un dios menos que el primero.
¿Y que utilidad tiene el no ser creyente? ¿Qué beneficio le
trae a la sociedad un individuo incrédulo?
En este punto es donde suelen aparecer los iracundos
creyentes en su mayoría cristianos exponiendo todas las obras y acciones, que
en efecto si existen, en donde propende a buscar un mundo mejor. Pero estas por un lado, salen del poder propio que en determinado
momento ha gozado cierto culto, es su
retribución al sistema por su predilección, y por otro lado nace del sentido más básico del humano,
ayudar a su congénere, para ello no se necesita de culto, ni templo, ni dogma,
ni dios, el ser humano por naturaleza es
sociable y busca el bien común, una
persona puede ser buena o mala indistintamente de su fe.
No se le puede negar a la sociedad y a sus individuos la
necesidad de expresar su aspecto “espiritual”
el problema hoy radica en que este reposa sobre corrientes y dogmas inútiles
o dañinas, como lo son el cristianismo o
el islam, la fracturación de la iglesia
católica y el auge de las sectas cristianas son clara muestra de que la
humanidad está cursando por un momento
histórico en el cual urge de soluciones a problemas éticos y
trascendentales que requieren pronta respuesta.
El catolicismo fracasó en su deber de estar a la altura de la
civilización, las sectas son una vía de
escape rápido y fácil para los más desesperados, pero sin lugar a dudas como
solución básica son insostenibles, es
probable que en dos o tres generaciones todo este tipo de cultos hayan decaído
dado el mismo peso de sus mentiras y una nueva visión religiosa de la realidad
los reemplace (como ha ocurrido varias veces) la misma dinámica social e
histórica lo exige, es probable que en estos mismos momentos se esté fraguando
una mejor religión junto con su mesías
ad portas del proceso de heroización.
Mientras, la función del no creyente es encarar y desvelar la gran farsa bajo la que se
esconden todas estas corrientes religiosas.
Es hora que todos entiendan que indistintamente de la
concepción de deidad que se tenga hay un
factor corruptor de ese impulso de
introspección y humanismo en la sociedad.
Ahora cobarde y paradójicamente
lo llaman persecución religiosa, pero unas instituciones que se fundamentan en un
discurso de ética y moral y cuya función
en teoría es lograr la armonía entre el individuo y su creador sea cual sea, cada día caen en lo más vulgar y despreciable
de las conductas sociales
Todos los días se destapa un caso de abuso de menores por parte de integrantes
del clero católico. por muy humanos y por muy débiles y propensos a cometer
errores que sean los curas, la iglesia como institución y muchos de los
creyentes simplemente tratan de minimizar dichas acciones, en algunos casos ocultarlas y en otras a
invertir la culpabilidad. (Algunas estadísticas hablan que el 15% de la
totalidad de sacerdotes en el mundo (más o menos 60 a 70 mil curas) han
realizado algún acto de abuso sexual en menores y que cerca del 4% han sido
abusos sexuales graves)
Todos los días se ve el auge del mercado de la fe, la codicia en quienes promulgan la pobreza (exceptuando
los seguidores de la doctrina de la prosperidad que abiertamente son
estafadores) , cada día el catolicismo
es más circo que pan, ya es normal ver
la expresión de asombro y desencanto de aquellos fieles que visitan el vaticano
y simplemente se limitan a expresar que
todo allí es un lujo absurdo, bueno,
como en los viejos tiempos, el dios bíblico exigía un sitio acorde a sus ambiciones,
por lo visto el vaticano solo es una muy contemporánea carpa del culto primitivo.
Es usual ver como cada día sacerdotes y pastores charlatanes aprovechando
la tendencia supersticiosa de la población, engañan y estafan a personas con
prácticas propias de brujos de arrabal, y como en algunos casos estas
actividades llevan a desenlaces fatales como ocurrió hace algunos días en mi
ciudad cuando gracias a la acción de tres sacerdotes una enfermedad neurológica,
so excusa de maleficio, terminó llevando a la muerte a una niña… y la institución eclesial callada, a ella no
le importa las almas, solo que el rebaño este nutrido.
Es usual ver como los grupos cristianos evangélicos pululan
por todos lados cegados literalmente por
carismáticos estafadores mal llamados pastores,
quienes hacen destilar de estas
manipulables personas el más puro odio, bajo pretextos bíblicos, haciendo uso
de una falsa moral, avivando el instinto
intransigente y discriminatorio en un sociedad
con heridas profundas de guerra.
Es normal ver como hoy el discurso político es ahora un
discurso religioso, donde no importan los proyectos o soluciones que se
expongan sino simplemente quien este mas a favor de mis prejuicios y donde, al
mejor estilo medieval, la defensa de la fe es lo que vale.
Es patético ver como el fanatismo y el dogmatismo religioso
de muchos creyentes los lleva a derroteros seudocientíficos y en el peor de los
casos anticientíficos evidenciando el grave problema de educación y cultura de
la sociedad.
Por lo visto, y dadas las circunstancias actuales, el ser no
creyente hoy más que una simple actitud
tiene que convertirse por física necesidad en una traba al nudo que día
a día aprieta mas el cuello del
condenado a la horca. No como muchos
creen, incendiando templos o insultando curas,
la simple visión escéptica y crítica ante estos fenómenos es suficiente,
dar paso a la posibilidad de que algún creyente en algún momento, honestamente
y abierto a las posibilidades se pregunte ¿es correcto esto en lo que creo?
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