Fue un sábado en la noche, lo
recuerdo claramente. Alfonso Lizarazo acababa de rematar su programa con el
típico “y la próxima semana más cuenta chistes”, a lo lejos la discoteca “mil
uno” dejaba escapar los merengues
de jossie esteban y la patrulla 15, intercalados con el -pum pum mami mami - del
general. Mis tíos abuelos alistaban sus
bacinillas para las urgencias que pudiesen llegar en la madrugada, y con
parsimonia, la parsimonia típica que dan los años bien vividos, murmuraban las
ultimas oraciones para antes de dormir.
Era una noche solitaria; en la calle ocasionalmente se escuchaba el
motor de alguna motocicleta a toda velocidad o el ladrido fugaz de un perro
prófugo. La luna llena se desprendía del
horizonte y con su luz trémula eclipsaba el titilar de miles de estrellas en un
cielo despejado, corría una brisa
fría que movía rítmicamente las ramas de
los naranjos, tanto los de mi casa como los de mis vecinos, y yo, en la cúspide de mis
quince años, con las hormonas alborotadas, sentado en la oscuridad del patio de
la casa, dando buen fin a la
merienda nocturna; pensaba que era la noche ideal para tener un
cálido cuerpo de mujer al lado, alguien
a quien susurrar palabras llenas de poesía y cubrir de besos tiernos (en
aquellas épocas era un romántico empedernido, defecto que con los años pude remediar). Y mientras divagaba en elucubraciones
telenovelescas… ocurrió. En un principio
su imagen paso desapercibida sobre los tejados circundantes- que con facilidad
podía observar desde mi posición- luego, rápidamente rebobine aquellos
escenarios que sabía de memoria, y me percate que sobraba algo, preste mayor atención y allí la vi: discreta, tranquila, inmóvil - posteriormente pensaría que a la
espera de ser descubierta- y en cuestión
de segundos desapareció para reaparecer algo más adelante, fulgurante, con un
movimiento lento y uniformemente rectilíneo, tratando sagazmente de confundirse con
todas aquellas cosas que la noche promete a sus observadores. Un frio
de excitación recorrió mi espina dorsal, ¡lo que tanto había soñado en
infinidad de ocasiones estaba ocurriendo! Aquella esfera luminosa de color azul blanquecino,
tan brillante como sirio en una noche de
luna nueva, estaba cruzando justo frente a mí, ¿a qué distancia? No lo podría
saber a ciencia cierta, tal vez unos dos o tres kilómetros y no más de un
centenar de metros sobre el suelo; era
mi primera vez, era la primera vez que observaba un OVNI. La nave, pues no podría ser otra cosa,
(mis profundo conocimientos
astronómicos, meteorológicos y astronáuticos descartaban que fuese algo
más) a los pocos minutos se perdió entre
unas montañas lejanas, sobre las cuales se avecinaba una tormenta.
viernes, 22 de agosto de 2014
domingo, 17 de agosto de 2014
Guia de supervivencia zombi...por si las moscas..
Nada mejor para esos días en los
cuales el tedio tiende a inundarlo todo,
días en los que la existencia se refleja en el espejo de la monotonía,
que volverse un poco neurótico…bueno algo más de lo usual. En este apoteósico estado de desequilibrio mental la vida se llena nuevamente de colores y el existir
cobra variables significados, pero lo más importante, nuestra meta en este
mundo se vislumbra a nuestro alrededor.
Aprovechando la coyuntura
podremos deleitarnos con saber que estamos subyugados al mandato oscuro de los
illuminati, o que somos seres semejantes a hormigas en un insectario de
reptilianos, niños menores de nuestros hermanos cósmicos de la hermandad
blanca, trogloditas ante la confederación galáctica, o pecadores en breve espera
del día del juicio final.
Pero sin ir más lejos tan solo
tendremos que encender la cajita mágica, sintonizar las noticias y ver que
estamos al borde del colapso. Fallaron
algunas predicciones que
científicos y visionarios daban en las décadas de los ochentas y noventas, de
un futuro (el hoy) cuasi perfecto, con las enfermedades si no erradicadas si
controladas, la pobreza en su mínima dimensión, el hambre solo un fantasma del
pasado, carros voladores que nos llevarían a las colonias lunares, casas
biosostenibles diseminadas en bosques floridos, niños jugando a la rueda en
verdes prados modificados genéticamente, robots semejantes a C-3PO con juguito de mandarina en su mano
tras su dueño de estampa europea en un campo de golf (igual al mundo post
apocalíptico que pintan en los panfletos los testigos de jehová).
jueves, 7 de agosto de 2014
Marcianitos a la orden
Pensar que un punto de tonos rojizos o anaranjados, encaramado en
lo alto del firmamento, camuflado entre miles de puntos luminosos algo menores
que él, otros algo mayores que él,
disipando sus tenues destellos entre las nubes andariegas. Quien diría que este pequeño planeta el segundo más pequeño (o tercero) en su andar errático pudiese despertar tantas
historias.
Marte desde tiempos remotos trajo
tras de sí las miradas de hombres curiosos, observadores incansables, soñadores
y creadores de leyendas. Transmutándose
lentamente del lucero rebelde, sanguíneo
y discreto en el dios de la guerra y la violencia, cobijándose con el aura de
virilidad, fuerza, impulsividad y deseo
tal cual como lo invocan las cartas del tarot.
Pero ese marte con casco y yelmo,
en actitud belicosa sobre su carruaje de guerra, emanando etéreos influjos
ígneos a los que nacieron bajo su tutela, prefiero
dejarlo a los “maestros” que ven el futuro distante, que ligan amores perdidos
y limpian el camino de negativas energías, todo por 15 mil pesos.
Yo prefiero el marte que sale a altas horas de la noche, cuando las corrientes
de brisa levantan el cabello, los grillos entonan melodías disonantes, los
gatos observan desde tejados vecinos y las lechuzas ululan en arboles durmientes. Es el marte que desvela sus secretos tras los
lentes de un telescopio, que durante días aparecía en mis sueños en desordenada
danza cósmica, junto a júpiter o Saturno, o en coloridas escenas como laminita
de álbum de chocolatina. Cuando por
primera vez pude enfocarlo con mi minúsculo catalejo, tamaña desilusión me lleve; quería ver que tan lejos llegaban sus
casquetes polares, ver las tormentas de arena a escala planetaria y porque no,
sus canales, pero no, 60 mm de diámetro solo daban para diferenciar su forma
esférica y naranjada, nada más, necesitaba un aparato de mayor abertura. Y desde ese día he pospuesto una y otra vez
este nuevo encuentro…
miércoles, 30 de julio de 2014
Recordando a mis amigos los curas
Para las personas que me conocen,
leer este título puede sonar un poco extraño. Apóstata del cristianismo (al que
considero uno de los grandes males de la humanidad) blasfemo la mayoría de las veces, hereje en
un pasado y ateo naturalista hoy (¿o naturalista ateo?). Pero mi intención –al menos hoy- no es entrar en controversia
sobre la iglesia católica, apostólica y romana,
simplemente quiero rescatar de mi memoria un viejo personaje.
Crecí al lado de mis abuelos y tíos abuelos, conservadores a ultranza y católicos hasta el tuétano. En mis años de colegio la misa era el escenario previo para los continuos y fallidos intentos de conquista, allí entre las bancas de madera, los cánticos, alabanzas y las figuras de yeso de santos, se desarrollaba una subrepticia pasarela, donde las chicas exhibían sus mejores galas y entre cuchicheos enmascarados en oraciones lanzaban miraditas cómplices a su futuro príncipe azul, luego, al terminar la ceremonia, en el tumulto que se formaba en el atrio y posteriormente en el parque central, al amparo de la sombra de los almendros y el samán majestuoso, se concretaban las inocentes promesas de amor. Yo nunca concrete nada, la combinación de fealdad y timidez nunca daba buenos resultados, todo se quedaba en ganas. De modo que quise ver los toros desde la barra y en este caso desde el altar y me matricule como monaguillo. Allí aprendí todo el protocolo litúrgico; toqué la campanilla, quemé incienso, quede en infinidad de fotos de matrimonios y bautizos, nunca me tome el vino de consagrar (pues era pecado) pero si me saque unas cuantas monedas de la limosna (aunque era pecado se anulaba con algún artículo del código laboral vigente que defendía los derechos salariales de los monaguillos) -gajes del oficio-. Y en todo este mundo pude conocer a muchos sacerdotes. Los había paranoides que veían brujos y maleficios por todos lados, que capturaban la energía del sol y al mejor estilo de pastor evangélico de tv curaban transitoriamente enfermos en misas shows. Existían los tacaños y regañones que antes de dar la última y tan anhelada bendición de salida abrían un paréntesis para reprender las conductas reprochables que se le habían escapado del sermón principal, y claro para recalcar la necesaria limosna. Los había gigolos y simpáticos, con amplia fanaticada femenina que entre viejitas y quinceañeras llenaban la mitad del templo. Estaban los de voz fuerte y discurso incendiario que recordaban las diatribas de Gaitán, los había que hablaban y no se les entendía nada o a los que se les entendía pero no decían nada. Los de pensamiento mágico, los de arengas progresistas y también estaban los seminaristas que antes de jurar castidad hacían de las suyas con las muchachas que gustaban de su santa compañía. (Gracias a la intercesión de María santísima y las ánimas benditas, esos curas de retorcidas inclinaciones sexuales no llegaron a la parroquia, ese lote defectuoso se distribuyó en otras partes)
domingo, 27 de julio de 2014
Entendiendo el planeta de los simios
Hace poco vi la última película
del planeta de los simios. “el planeta
de los simios: confrontación” y no me sentí defraudado en absoluto, aunque esta
opinión es poco objetiva, tengo un gran sesgo de afinidad hacia dicha serie, de modo que
cualquier hueso que venga impreso con el adjetivo “simios” a mi corto parecer será súper.
El planeta de los simios en
cualquiera de sus variantes es una reflexión sobre el papel de los humanos en
este planeta, la fragilidad de su supervivencia como especie, la
desmitificación de su concepto de pináculo de la creación, y un recordatorio de
que no somos más que simples simios tecnológicos.
¿Y de dónde vino la idea de
chimpancés parlanchines y buscapleitos?
Todo nació de la mente del
escritor francés Pierre Boulle en 1963, allí narra la historia de una pareja
de astronautas que encuentra una botella en el espacio, esta guarda un manuscrito en el cual se narra
la historia de otros astronautas que en el año 2500 parten del planeta tierra
hacia un planeta de la estrella Betelgeuse y en el encuentran que este está habitado
por una raza de simios inteligentes y civilizados y en donde los humanos no son
más que simples animalitos salvajes. Las
peripecias de los protagonistas se las dejo a los futuros lectores del libro,
por cierto corto y de fácil lectura.
Debido al éxito del libro se creó
toda una saga de películas, series de tv y comics, siendo las de mayor
influencia las películas, hasta el momento 8.
Las primeras 5 salieron a luz entre los años 1968 y 1973, la sexta en 2001,
la séptima en 2012 y la ultima en 2014.
Pero me interesan las 5 primeras, ¿Por qué? Simple, porque de ellas se
desprende toda la simio manía que aún persiste en estos días.
Cuando un no existía Caracol, RCN
ni el canal del congreso, de vez en
cuando salían por la tv películas
buenas, y por allá en estos años
ochentas pude ver, no estoy seguro si
siguiendo una secuencia, algunas de estas cinco películas.
Así que me tomare la molestia de
explicarles como es la cosa con dichos miquitos.
viernes, 25 de julio de 2014
Cincuenta sombras de Grey Vs Batman
Como son las cosas, quería escribir
algo sobre Batman, por sus 75 años, pero con el tejemaneje de “cincuenta
sombras de Grey” me dio por comentar alguito sobre esto. La primera vez que vi ese libro estaba en
manos de una compañera de trabajo que usualmente tiene dos o tres tuercas
sueltas. Inmersa en su lectura, soltando
risitas impúdicas de vez en cuando, con las pupilas dilatas y dios sabe que
otro signo fisiológico de interés. Por encima
uno podría considerar que se trataba de un libro de terror o suspenso: caratula oscura con imágenes a claroscuros,
cincuenta sombras rondando por ahí; como
podrían ser los trece fantasmas de la película, los siete pecados capitales,
las mil y una noches, los siete enanitos de blanca nieves y porque no, los doce
apóstoles. Y todas esas sombras rondando
a una tal Grey, que podría ser un ciborg, un vampiro, un detective de la época victoriana
o un héroe renacentista. No podía estar más equivocado. Tome el susodicho ejemplar y empecé a repasar
las primeras páginas, luego las segundas, las terceras, las del medio, las tres
cuartas y las ultimas y no encontré nada que a modo de atropina dilatara mis
pupilas. La historia se asemeja algo a la historia de Marimar y Sergio, solo
que el sonido de las olas y el cantico de los pajaritos al amanecer, que
remplazaban las escenas de alcoba fue cambiado por prolijas descripciones eroticosadogimnasticas.
La trama de siempre, el tipo rico y
apuesto le cae a la jovencita ingenua y virgen (¿vírgenes post universitarias? Eso
me suena a ciencia ficción) para terminar - como diría un amigo- y omitiendo palabras y frases de alto calibre
y contenido sexual, en aras de evitarle disgustos a las hipotéticas pero poco
probables señoras que lean esto… para
terminar dándole como rata en balde. Curiosamente en algunos apartes me sentí chismoseando el chat de Facebook de
cualquier parroquiano promedio con su amiga morronga. Y ya.
Yo
pensaba que debido al escándalo y propaganda que se le había armado a dicha trilogía,
pues al que no le gusta el caldo se le dan tres platos, encontraría la obra que
se equipararía al Ulises de Joyce, a los
versos satánicos de Rushdie, o al guardián entre el centeno de Salinger, pero no, solo vi la continuación de la saga
de crepúsculo, solo que en el ámbito empresarial y por qué no, la evolución de Cuauhtémoc. Gracias
a cincuenta sombras de Grey, me di cuenta que yo era un miserable depravado, que el reguetón solo había
embrutecido a las nuevas generaciones y que la poca censura en series y películas
de la tv solo había adormecido sus sentidos.
Si había personas que se escandalizaban y ruborizaban con este libro,
eso solo era síntoma de una nueva enfermedad y no solo en nuestra querida
patria sino en todo el mundo. La mojigatería, hordas de mujeres (y hombres también) a la espera de encontrar su macho alfa que
les diera sopa y seco. Es más, si salgo a la calle y quito las variables, “apuesto”
y “dueño de muchas empresas” veo a montones de greys caminando plácidamente por
los andenes, ostentando esa parte de la anatomía que representa toda su
capacidad de dominio, virilidad y pasión,
y no me refiero al pene, me refiero a la barriga. Y de paso veo a multitud de anastasias, al
lado de su grey y con cara de poco
bestseller.
Si eso es lo que ahora se llama
literatura erótica, prefiero quedarme con la del pasado, la que venía en
la revista SUECA, la de versión bolsillo
para estudiantes de bachillerato, debidamente embolsada como cd pirata para
evitar ojos curiosos y sin dinero, eso sí era erotismo…muy perturbador y
engañoso por cierto. O las coloridas y bien ilustradas historias de la revista
MACHO, cuando el afro era la moda. O en caso extremo la sección “juan sin miedo”
del ESPACIO y los consejos de la revista VEA.
Para terminar en estos días salió
el tráiler de la película, sé que no la
voy a ver, es poco probable que se asemeje a garganta profunda o Tarzan el
hombre porno, tan solo esperare que alguien la vea, me la cuente rápidamente y que Batman me
perdone…
lunes, 21 de julio de 2014
Mis libros perdidos. Cartilla de lectura CAMINA
En los primeros años de la década de los ochentas y bajo el mandato de Belisario Betancourt se creó la “campaña de instrucción nacional” con el fin de disminuir, si no erradicar, el peligroso analfabetismo que imperaba en nuestra nación. Este programa de gobierno fue la continuación del archiconocido “radio Sutatenza” que saco de la ignorancia a unos cuantos abuelos. ¿Logró o no sus expectativas? Lo desconozco, solo sé que por cosas de la vida, las cartillas de dicha campaña llegaron a mis manos cuando aún estaba en la escuela, y junto a "globito mágico" y "nacho lee" se convirtieron en mis libros escolares guía. Como toda cartilla escolar, venían con coloridos dibujos, letras grandes y problemas básicos que se repetían una y otra vez. Y de todas ellas las que más llamaban mi atención eran las de CAMINA.
Y que niño no inventa una historia con las imágenes e historias que allí se encontraban.
Había una mujer dibujada en una
de las primeras hojas de la cartilla, amarilla por los años y roída por los ratones
en uno de sus extremos. Por alguna razón
siempre prefería está a aquella que
enseñaba los números y las operaciones entre estos. En ella los dibujos esparcidos a lo largo de sus
hojas siempre mostraban la familia de Luis
y Ana, dos campesinos que vivían en
alguna lejana finca en medio de las montañas.
tenían una casa pequeña y
ordenada, con árboles a su alrededor y animales de corral por todos lados. Todos
los días salían a trabajar a su parcela en compañía de sus hijos, mientras el
sol se levantaba y con sus rayos disueltos en los nubarrones levantaba la
niebla que aun dormía sobre las hojas de las plantas al borde del camino. Vivían humildemente pero eran felices, se les
notaba en su rostro tranquilo y las
poses sueltas que adquirían sus cuerpos al atardecer, cuando llegaban de su
faena.
Gustaban de la buena y sana
comida y odiaban la ciudad, tal vez porque
no la comprendían y no estaban
acostumbrados a los sonidos del metal, porque a pesar de todo, la ciudad que
visitaban era una ciudad organizada.
Ellos preferían el pueblo, pequeño, con
una plaza repleta de gente jovial, perros vagabundos, niños correteando por las
pocas calles y casi siempre alguna fiesta con música y chicha en el parque
central.
Allí era donde llegaban con el caballo y la mula a vender su cosecha,
en un floripinto mercado, luego, antes
que la noche cayera volvían a su casa,
aunque llegaran tarde y en ocasiones la lluvia los golpeara, no había nada
mejor como dormir en la cama de siempre.
Esa era la historia que me mostraba aquella extraña mujer en la primera hoja de la cartilla, tenía la mirada fija en aquel que la leía, aquella mirada que traspasaba unas gafas un poco burdas y sin lentes que yo le había dibujado, tenía el cabello suelto aunque corto, pero a pesar de eso se le formaba una extraña melena que parecía confundirse con las ramas de los árboles que la rodeaban. Su vestido era largo, de dos piezas, rasgado en los bordes de la falda, con un corte simple que dejaba entrever un cuerpo flaco y escueto. Tenía sus brazos abiertos semejantes a las imágenes de los santos en pleno éxtasis y una de sus manos sostenía lo que parecía ser una regla o simplemente una vara de esas que se encuentran en el suelo. Un riachuelo corría a sus espaldas y alimentaba un bosque espeso, repleto de desconocidas criaturas, dudo fuesen peligrosas. No podría saberse con precisión quien o en el peor de los casos que era ella. Obviamente no era de la familia de Luis, pues si lo fuera, sería la tía loca y este no permitiría que uno de sus familiares viviera en esta precaria condición, perdida en el bosque. Tampoco era del poblado cercano a la finca, muy mística para ellos y era poco probable fuese de la ciudad, muy agreste para ser de allí.
Ella, esa mujer, era ajena a la historia, aunque formaba parte de ella,
era su preámbulo, su profeta díscola, la maestra de ceremonias de la función mayor,
de la función de la vida normal y feliz.
Era como un ángel, sin serlo, pues por aquella mirada un trazo de divinidad
se escapaba de su ser. Era eso,
un espíritu del bosque, de esos que la gente confunde con brujas o demonios, un
espíritu de hierba.
lunes, 14 de julio de 2014
Yo zombie
Tendría yo unos 8 años; en el pueblo no había cine ni nada que se le asemejase, algunos parroquianos con ínfulas de empresarios traían películas de la capital en formato beta y en un salón pequeño que servía de oficina de despacho de buses y chivas las exhibían en un televisor a color de 32 pulgadas. El precio de la entrada nunca lo supe, nunca me dejaban entrar, pero por una rendija de una ventana, junto con algunos amigos, nos alternábamos para ver películas como Rambo o Cobra. En una de aquellas oportunidades, ya caída la noche, pegado al vidrio tratando de distinguir algo en aquella minúscula pantalla, el dueño del local se acercó, me miro con recelo y me dijo –entre chino, pero se queda callado- en silencio y algo asustado (si mis abuelos se enteraban que estaba viendo esas cosas que solo mostraban indecencias, el castigo estaba asegurado) me senté en el suelo, junto a unas veinte personas y disfrute de la función. El nombre de la cinta “dejad que los muertos descansen en paz” o al menos eso fue lo que entendí al que estaba a mi lado. Ese fue mi primer contacto con el mundo de los zombis, en ella, un hombre llamado Martin, luego de morir por la radiación de una maquinaria industrial se transformaba en un tenebroso y desgarbado ser, sediento de carne humana que acechaba a los habitantes de la región. A medida que trascurría la película por cada mordida que daba y cada brazo o pierna que digería, su víctima se convertía en un muerto viviente mas, extendiéndose la plaga en una orgía de sangre y canibalismo, para finalmente, luego de una lucha a muerte con los sobrevivientes, quedar solo y morir definitivamente a manos de su esposa en lo profundo de una cripta.
¿Qué diablos le pasaba por la mente al tipo que me dejo entrar? no lo sé, tal vez quería darme una lección para que nunca más estuviese pegado a su ventana, pero el plan no le funciono. Aunque he de señalar que por varias noches no dormí tranquilo, contando las cuadras que habían desde mi casa hasta el cementerio, triplicando las oraciones que mi tía abuela me había enseñado para antes de acostarme y encomendando a cuanto santo o ángel conocía para que por sus infinitas virtudes y bondades evitaran que los muertos salieran de sus tumbas y si salían pasaran de largo por mi calle, las de mis familiares y amigos. Por algunos meses tuve pesadillas en las que hordas de muertos atacaban mi casa y en las que conocidos y familiares se convertían es estos monstruos. Algún erudito psicólogo podría decir que quede traumado, pero no, luego de esa película no perdía la ocasión para ver otra del mismo tipo; se me revolvían las entrañas cuando salían escenas de explicito gore y nuevamente pasaba por las noches de poco sueño, oraciones prolongadas y una mayor confianza en mis aliados celestiales. Al mejor estilo del adulto que promete nunca más volver a tomar en pleno apogeo del guayabo para días después terminar emparrandado, yo pasaba tragos amargos pero valientemente aceptaba nuevos retos. ¿La razón de esto? no la sé, alguna neurona neurótica o esquizofrénica en alguna circunvolución inconclusa, de las mismas que producen emos, punks, cristianos fanáticos y seguidores de Herbalife.
¿Dónde nacen los zombis?
La primera referencia que
podríamos dar de un zombi como tal podría venir de la antigua Mesopotamia,
cuando la diosa de los muertos Ereshkigal, luego de sufrir una pena de amor a
causa de Nergal hace que este regrese a su lado después de proferir estas
tiernas palabras de reconciliación:
“haré que los muertos asciendan y
devoren a los vivos, haré que allí arriba haya más muertos que vivos”
Así quien no se enamora.
Luego vendrían los ritos y
cultos funerarios encargados de enviar el alma de los muertos al más allá y
evitar que ronden por el mundo de los vivos, pero ese cuento era con el alma,
al cuerpo lo dejaban quieto en su natural descomposición.
Adelantándonos en el tiempo la
concepción del zombi fue tomando forma gracias a la tradición vudú y la cultura
haitiana, allí la mezcla de temores y prejuicios del hombre blanco, junto con
los ritos funerarios, de sangre y la
esclavitud dieron nacimiento a lo que sería el “muerto viviente” solo que este era un sirviente más, una deformación del esclavo de las plantaciones de caña, una
macabra analogía de la denigración de la condición humana.
Luego en los años 30 llego el
cine y con ellas las primeras cintas del genero Z, iniciando con “la legión de
los hombres sin alma (1932)” “los muertos andantes (1936)” “yo anduve con un zombi
(1949)” y “plan nueve del espacio exterior (1959)” esta última catalogada como
una de las peores películas en la historia del cine, y en efecto lo es, pero
igual es estupenda.
Después en 1968 llego el padre de
la cultura zombi al que todo buen fanático del cine tipo B y su subgénero Z
debe nombrar con respeto: George A. Romero. Con “la noche de los muertos
vivientes” dio vida al muerto viviente caníbal y bestial, comandado solo por
sus instintos básicos de hambre y furia y por supuesto al escenario que se desprendía
del actuar de estos seres, el temido apocalipsis zombi. Después de todas sus películas la cultura zombi adquirió forma y se
convirtió en la empresa de entretenimiento que es hoy. De allí partió la figura típica del cadáver
de andar lento, arrastrando su extinta humanidad hecha pedazos en busca de
carne y posteriormente cerebros que calmen su dolor. Luego llegarían las hordas
brutales y cazadoras, el zombi que persigue sus víctimas dejando escapar
macabros gruñidos y gemidos (el amanecer de los muertos y the walking dead
tanto el comic como la serie de tv) por ultimo ya se abandonan las pequeñas poblaciones o ciudades y
se centra todo en el apocalipsis zombi, el fin del mundo tal como lo conocemos
a manos de seres tan depredadores como nosotros.
¿Por qué llama tanto la atención este género de “terror”? será porque el zombi, al igual que en los tiempos de esclavitud en Haití, es una analogía del hombre moderno, esclavo de un mundo fabricado para generar dinero a costa de la “vida” y libertad del individuo. Será porque nos sentimos humanos sutilmente deshumanizados, hormigas más dentro del hormiguero, sirvientes sin voluntad de la tecnología y el mercado ¡Muertos vivientes! Y tal vez por eso mismo, es que la imagen del apocalipsis zombi tan pulcramente detallada en la industria del entretenimiento solo refleja nuestra esperanza de un mundo nuevo, la caída del status quo a manos de sus mismos creadores convertidos en depredadores máximos.
Que irónico que en la
representación de la muerte esté reflejada la esperanza… bueno, son solo ideas mías.
martes, 8 de julio de 2014
Espadas magicas y no tan magicas
Por alguna razón estos artilugios
siempre han ejercido un extraño poder sobre todo hombre y niño, ¿quién no ha
deseado tener en sus manos una fulgurante y letal espada? y con ella entablar
senda batalla, bien sea con un único y experimentado maestro de la lucha, donde
luego de minutos interminables de sablazos, saltos por el aire, chispas al
chocar el metal y muestras de una habilidad sobrenatural, el oponente termine
con la hoja atravesando su pecho hasta la empuñadura y exhalando alguna frase
reveladora y trascendental antes de su muerte.
O en el otro caso, estar con ella en pleno campo de batalla, ante un
muro de enemigos bestiales y sedientos de sangre y romper sus filas mientras
brazos, piernas y cabezas saltan por los aires victimas de nuestra fuerza y
agilidad descomunal y el filo mortal de nuestra compañera.
Las espadas siempre traen a flote
ese guerrero nórdico brutal enclavado en lo más profundo de nuestra esencia
chibcha. Su hoja que con un zumbido corta el aire, por algún desconocido proceso óculo
testicular libera torrentes de testosterona
asesina en nuestro torrente sanguíneo y activa la circunvolución
infantilus que queda en alguna parte perdida del cerebro.
Las espadas tienen el poder de
volvernos nuevamente niños. (Con las mujeres no sé si funcionara, personalmente
no conozco a señoritas que quieran cortar cabezas o agarrarse a planazos en una
batalla decisiva, aunque existen excepciones como Xena o Sonia la guerrera)
Por desgracia (o fortuna) nacimos
en un mundo en donde la espada solo sirve de decoración (los casos que se ven
por internet, del uso de las espadas en
el medio oriente digamos que no aplican a la regla) y lo que personalmente vi
que más se asemeje a una de aquellas batallas es la pelea de dos borrachos en
el pueblo con peinilla en mano dando planazos sin ninguna elegancia y con un
poncho enredado en el antebrazo como escudo, pero a pesar de todo no dejan
de ser sobrecogedoras esas escenas.
De vez en cuando me da por
consultar en internet sobre venta de espadas; hay unas de lo más regias, otras
muy floripintas y otras aterradoramente fascinantes como las katanas japonesas
de la china. Por desgracia y aplicando la canción de Jhonny Rivera, no soy un
hombre soltero, y si un día llego a aparecer con una de esas en la casa, con
esa misma me dan en la cabeza por gastarme la plata en cosas innecesarias y sin
utilidad (aunque si pueden ser útiles; si un ladrón entra a la casa puede
terminar ensartado en esta, y en los diarios aparecería el titular, “muere ladrón
atravesado por una espada” –épico-. Aunque
otro diario local pondría de titular “ladrón fue por lana y le dieron chumbimba
con un machete”) de modo que a no ser que me encuentre algún tesoro antiguo
debajo de la casa del pueblo y saque de allí alguna espada española de la época
de la conquista, o me gane la rifa de una espada medieval pro fondos para el
paseo de algún grupo del colegio, tendré que posponer mis inclinaciones
vikingas para dentro de unos años, cuando ya no haya niños en la casa que se
puedan cortar con su filo.
Así que dejando tanto parloteo a
un lado, demos un breve repaso sobre las espadas más famosas del mundo.
-Excalibur: la legendaria espada del rey Arturo forjada en
Avalon y obsequiada por la dama del lago, Arturo adquirió el derecho a llevarla
luego de sacarla de la piedra en la cual
Merlín la había incrustado.
-La espada del augurio:
perteneciente al rey de Thundera o a su sucesor en este caso Leon-O. Tenía en su empuñadura el ojo de Thundera, y
con ella se podía ver más allá de lo evidente, disparaba rayos, se encogía de
tamaño, volaba a las manos de su señor y
cuando León-O estaba en problemas votaba un rayo de luz a modo de señal de
auxilio a los otros thundercats.
-espada de He man: era una espada
mágica que servía de puente canalizador entre el poder de greyskull y Adam, para transformarlo en He man y quitarle lo
maricon a Kringer (¿contenía aquella espada la cura contra el homosexualismo
que tanto cristiano radical busca?) como toda espada mágica despedía rayos, protegía
con campos de fuerza y era indestructible.
-la espada Atlántida: fue la
espada con la que Conan el barbaro mutilo a unos cuantos prójimos, de diseño
sobrio servía como stiker para pegar en los cuadernos de colegio y protegía
contra revisiones de tareas imprevistas, para poseerla se necesitaban dos años
de gimnasio, anabolizantes y mucha proteína.
-la espada de Gryffindor: con
ella Harry potter mato el basilisco y luego con ella pudo destruir uno de los
horrocrux, salía de un sombrero parlanchín y como que no hacía nada más.
-Narsil Anduril: como Narsil fue
la espada que utilizo Elendil para cortar el dedo de Sauron y arrebatarle el
anillo mágico (la empuñadura para ser preciso) luego fue forjada nuevamente por
los elfos, bautizada como Anduril y entregada a Aragorn para que fuese
utilizada en la guerra del anillo.
-la espada de Duncan MacLeod: no tenía
nada de particular pero por su filo cayeron un montón de cabezas de inmortales.
-Los sables de luz: son el arma
de los jedi, solo ellos tienen el poder para usarlos, cuando se mueven producen
un sonido como de motor de licuadora fallando y se pueden guardar en el
bolsillo, ya que tienen un botón de apagado.
-Frostmourne: usada por el príncipe
Arthas en el mundo de warcraf, con cada
episodio aumentaba de poder, con ella mato a su padre y lo acompaño siendo el
rey Lich.
- la katana de Michonne: es el
vivo ejemplo de lo útil que puede ser una espada ante un eventual apocalipsis
zombi, con su hoja mato centenares de muertos vivos ¿?
-la espada de William Wallace:
expuesta en un museo de Irlanda, con ella Mel Gibson. ..Perdón wallace mato
unos cuantos ingleses de mierda. Imposible de usar por latinos (mide 168 cm)
-la espada de Bolívar: se la robo
el M19 el 17 de enero de 1974 y fue devuelta al gobierno colombiano el 31 de
enero de 1991, reposa en la quinta de bolívar,
aunque algunas malas lenguas dicen que yace junto a Hugo Chávez en su féretro en la luna.
- el chipote chillón: no es una
espada pero el chapulín colorado la usa como tal y con eso basta.
jueves, 3 de julio de 2014
Mis libros perdidos. La familia mumin en invierno
Me gustan los libros infantiles. Nunca me contaron un cuento al dormir y tampoco me gustaría que lo hubiesen hecho, ¿qué atención prestaría a la historia con los ojos a media asta y la mente divagando en los territorios de Morfeo? Tuve la suerte de disfrutar todas esas narraciones al amparo de la soledad y la penumbra de la biblioteca del pueblo. Recuerdo que habían dos: la del colegio, llena de libros de texto, enciclopedias, mapas, pupitres viejos, balones pinchados y cuanto desecho reutilizable se diera en cada año, algo semejante a un cuarto de san alejo gigante, siempre ocupada por tres o cuatro estudiantes transcribiendo la tarea del libro al cuaderno con kilométrico azul con tapa mordisqueada y al lado el lapicero rojo para los títulos en mayúscula. En la entrada la bibliotecaria menuda y amable, con sus gafas colgando del puente de la nariz, sentada en su escritorio, siempre ocupada, siempre llenando formatos de quien sabe que, y a su lado aquel molesto e insoportable invento producto de alguna mente psicorrigida y sádica, el mueble metálico donde se guardaban las fichas bibliográficas, apiladas y apretujadas, llenas de códigos insoportables, donde encriptados estaban los títulos de los libros que uno podría necesitar.
La segunda era la biblioteca
municipal, la mayoría del tiempo solitaria, con mesas como las que se
utilizaban en el kínder, sillas para enanos y cinco estantes repletos de
libros. ¿Quién los donó o compró? es un misterio, solo sé que quien
quiera que haya sido le quedo eternamente agradecido, allí tuve mi primer
encuentro con Herge, Tolkien, Asimov, Michael Ende, Bradbury, Edgar rice y
muchos que se me escapan. Y para volver
al tema de los cuentos infantiles, allí entre los tomos de los cuentos de
editorial EKARE (la única que recuerdo)
y otros más, encontré un pequeño libro azul, no era el libro infantil estándar; grande, con historias sencillas,
prolijamente ilustrados y de pocas páginas, este tenía más letras que dibujos y una
escasa pero considerable cantidad de hojas que llevaban a dejarlo siempre en lista de espera para años
posteriores. Finalmente lo leí, si la
memoria no me falla cursaba décimo, luego lo volví a leer en vacaciones, luego
en once y nuevamente en vacaciones,
para esas fechas ya era un libro corto que se podía sacar perfectamente en dos días,
después por cosas del destino, el librito terminó en mi casa, finalmente en
el mismo espacio que ocuparon las fotocopias de farmacología y los libros de cirugía
en mis épocas universitarias. Su nombre: LA FAMILIA MUMIN EN INVIERNO
Una
novela infantil producto de la mente prodigiosa de la finlandesa Tove Jansson.
Allí se narra la historia de los mumin,
pequeños trols semejantes a hipopótamos, y en este caso particular, del pequeño Mumin que despierta de repente en invierno cuando todos deberían estar
hibernando y descubre que mientras ellos duermen su casa es habitaba por
decenas de seres misteriosos y divertidos, habitantes del invierno y la noche,
que como entes de una dimensión alterna, son residentes corrientes de su hogar
por aquellas épocas del año. De este
modo el pequeño Mumin cambia su rol de niño a adulto y se convierte en el “señor
de la casa” tratando conservar el orden ante las peripecias de los extraños
inquilinos y de paso, tratando que estos se sientan lo mejor posible en aquel
lugar. Es un libro mágico, absorbente, en
ocasiones misterioso y según la susceptibilidad del lector terrorífico. Con personajes
de miradas penetrantes y flautas de melodías preámbulo de primavera (Manrico)
filósofos y nostálgicos
con camisas a rayas (tutiki)
o solitarios y oscuros como la Bu que busca el
calor del fuego para apaciguar su frío interior.
La familia mumin en inverno según dicen fue la historia en la que Tove dio un giro narrativo, saliendo de las ideas sencillas e infantiles de obras anteriores (la familia mumin, la llegada del cometa, las memorias de papa mumin, una noche de san juan bastante loca) dando a cada personaje una mayor profundidad.
Cuando estaba a punto de terminar
mi carrera, lo regale a un antiguo amor del pasado (valga la redundancia) quien
conociendo mis manías bibliófilas sugirió “algo” para el tedio; craso error, los
mumin no son para el tedio, tal vez debería haberle regalado algo de Coelho o Cuauhtémoc,
cuando años después, quise remediar mi error, pregunté por él, me respondió que
nunca lo había leído, que eso era para niños y que no tenía ni idea donde podría
estar.
Los mumin son para leer en días de invierno, mientras las gotas repiquetean en el techo, los arboles mecen sus ramas llenas de humedad o simplemente en una noche de frío, en la cama, bajo las cobijas calienticas, sin bullicio ni televisor, como mucho, acompañado del sonido de un grillo noctambulo y la mirada furtiva de un niño curioso.
Los mumin son para leer en días de invierno, mientras las gotas repiquetean en el techo, los arboles mecen sus ramas llenas de humedad o simplemente en una noche de frío, en la cama, bajo las cobijas calienticas, sin bullicio ni televisor, como mucho, acompañado del sonido de un grillo noctambulo y la mirada furtiva de un niño curioso.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)