Es frecuente escuchar de muchas personas que cuando sintonizan los canales de dibujos animados estos “muñecos de ahora” no se entienden, son grotescos,
con historias traídas de los cabellos y como es de suponerse, poco aptos para la
población infantil. Lo que me
preocupa es que todos aquellos que comentan
son mis contemporáneos, y que todos estos comentarios son típicos
comentarios de personas adultas con ganas de ser adultos mayores, y
extrapolando llego a la conclusión de
que ya estoy viejo, pero por suerte, a
pesar de las arrugas en mi cara y las canas en la cabeza, aun me siento niño
(aunque si le preguntan a mi hijo el opine lo contrario), algunos dirían
que más que niño, infantil.
Pasando por alto algunas
corrientes artísticas y técnicas de dibujo, puedo decir que los dibujos animados de hoy son increíblemente mejores
que aquellos con los que crecí. A mi
parecer la moda actual es la línea fuerte y definida, una paleta
básica, poca difuminación y escaso juego de sombras, algo que muchos podrían considerar como una
baja en la calidad. Pero eso es cuestión de gustos, lo principal y más
innovador es su contenido, su temática, la personalidad de cada personaje
(valga la redundancia). Atrás quedaron los caracteres predefinidos, moralistas,
ingenuos y apegados al sistema de todos nuestros amigos animados (resultado de
una campaña de tintes políticos que sumió al mundo del comic en una extraña
época de autocensura) Antes carecían de
ese toque de humor negro, crítica ácida y rebeldía tan frecuentes en cualquier
dibujo animado de hoy (excluimos en este caso la producción oriental, ella es
cuento aparte) a tal punto que las tiernas y conservadoras producciones de Dysney ya
siguen esta tónica, aunque un poco más recatados que sus congéneres de Cartoon Network,
Nickelodeon y MTV pero definitivamente saliendo del molde ultraconservador que reinó durante años.