Empecemos por decir que yo del
mundo de la perfumería solo sé lo que el libro y película “el perfume historia
de un asesino” de Patrick Süskind, nos
ha enseñado. Soy un invidente olfativo,
para mí un Chanel No 5, un Paco Rabanne o un Dior están en el mismo racero de
un Yanbal, un Esika o un Suavitel. Aun soy de los que se niegan a utilizar champú
EGO para hombre, temeroso de terminar
usando después: gel, Acondicionador,
crema humectante para el cuerpo y para las manos, jabón para el cuerpo y para
las zonas intimas, exfoliantes,
suavizantes, crema antiarrugas, tinte para las canas, delineadores,
tonificadores, y máquinas de afeitar para barba con barrita de aloe, para las
axilas con manzanilla, para el pecho con sábila y para la pelvis y el culo con
menta, claro todos estos productos de la
marca MACHO. Mis incursiones cosmetológicas se limitan a todos aquellos
menjurjes que enmascaren el natural
aroma de macho alfa dominante que queda después de un día de trabajo bajo el
candente sol del valle de las tristezas: polvo mexana para la pecueca, el
antitraspirante en oferta en el supermercado para la chucha y la loción de
turno de la revista de catálogo. ¿Y a qué
viene todo esto? Cierto día sentado en
el consultorio, divagando sobre la ecuación de Drake y la paradoja de Fermi,
entró una paciente y con su aroma impregnó todo aquel recinto; era algo denso, algo dulce, algo caliente y
sofocante, pero principalmente, era algo que me evocaba épocas de mi niñez cuando aquel aroma se mezclaba con el sudor en
las misas del domingo, o cuando llegaban de visita a la casa mi bisabuela y mi tía
abuela para departir el desayuno
dominical o cuando entraba a casa una señora toda encopetada, cubierta de
chales y rebosos, acalorada, sudando gotas gruesas que se escurrían por su
frente y presta a realizar las suscripciones a la liga del mártir de Armero. Este aroma tan familiar, tan nuestro, tan
arraigado en nuestra área olfativa es el aroma de TABU, el perfume
prohibido. Y esta es su historia.
TABU no salió de una fábrica
criolla de productos de belleza, de las mismas que producían el jabón rey o el jabón
republicano. Este perfume viene de la madre patria. En el año del señor de 1921 don Javier Sierra funda una empresa de perfumería bautizada como DANA, y luego de unos años relativamente buenos,
decide dar un salto en diseño y producción y lanzar al mercado una fragancia para mujeres fatales. Se contactó con el reconocido perfumista francés
Jean Carles y le encomendó esta misión: “necesito un perfume con el cual cualquier
mujer pueda sentirse una puta”.
El genio de los aromas se tomó en serio su encargo y luego de mezclar
esencias de bergamota, limón, albahaca, azahar, rosa, jazmín, musgo de encina,
vainilla y pachuli (algo así como una noche de verano en el patio de mi casa,
cuando las plantas que cuidaba mi tía florecían y dejaban escapar sus aromas al caer el sol) en 1943 dio luz a TABU,
colonia para mujeres maduras, no sé qué tan putas, pero si maduras, pues solo
un cuerpo maduro, curtido por los años y las experiencias puede soportar en su
piel esta sustancia, dulce en extremo, densa, asfixiante y fuerte, algo así como
destapar un frasco de mil frutas en
conserva en un baño sauna.
Cómo esta marca surcó el atlántico
y aterrizó en nuestras tropicales tierras es un misterio, la idea es que
curiosamente paso de ser el aroma de las putas a la fragancia de rigor del grueso de la población
campesina colombiana. Me imagino que en algún momento, alguna señora de alta
alcurnia destapó uno de aquellos frasquitos de cristal y obnubilada y aturdida por su aroma decidió
que aquello solo podría ser apto para sus empleadas domésticas, para las muchachas
de servicio, indias patirrajadas que muy de vez en cuando su esposo trincaba en
cualquier catre o estera, el perfume propio para una puta cualquiera. Luego, esta humilde mujer agradecida por el
regalo de su señora, diseminaría su aroma de elegancia en su rancho en la
vereda, en la fiesta patronal del pueblo o en la misa recitada en latín del
domingo. Aquel aroma repleto de vida sobrevivió
las masacres partidistas de la época de la violencia y se heredó de madre a hija que luego sería
abuela; bajo su influjo etéreo se vio
llegar la televisión y el voto de la mujer, sobrevivió a los hippies y
cocacolos, vio nacer el mercado de la
marihuana que luego sería coca para posteriormente convertirse en heroína. Es el aroma que las abuelas perpetuaron sobre
sus pechos escurridos de amamantar tantos hijos y que junto al agua florida y
el agua de rosas engalanarían cuanta
ceremonia de importancia llegara a sus vidas.
Por ironías de la vida, el aroma
que se pensó para las putas (y que gracias al genio de este perfumista cada vez
que llega a mi nariz por algún sortilegio me lleva a escenarios de lupanares
de mala muerte con mujeres regordetas y
ebrias sumergidas en boleros viejos,
tangos y rancheras de caballos) se convirtió en la fragancia de la mujer
trabajadora y honesta, la mujer consagrada a su esposo y al glorioso partido conservador.
La última vez que había llegado a mi nariz
la fuerza de TABU había sido varios años atrás, cuando mis dos tías abuelas en
una tarde de tertulia comentaron que ya casi no se encontraba esta colonia, que
el único sitio para comprarla era en la
tienda de don pablo, y eso contando con
suerte, que era una lástima que las
cosas buenas se acababan. Pero Dios es
grande y me dio la licencia de volver a caer en el sopor de esta delicia
olfativa, de saber que TABU sobrevivió al siglo veinte y aun hoy luego de más
de 70 años pudo ir de la mano del internet y el WhatsApp y aun reposar sobre
los pechos robustos y turgentes de mujeres de sangre muisca, andaki, paez y
pijao. La flor nacional de Colombia es la
orquídea, su árbol es la palma de cera, nuestro patrono es el sagrado corazón y
nuestro aroma es el de TABU.
por ultimo, y por políticas de la mesa directiva de latecleadera, agradezco cualquier "me gusta" "like" o comentario que dejen por estos lares, y si no les gusta... también
Hola deseo adquirir un perfume de tabú Dana en lima, puedes por favor decirme en que tienda lo puedo adquirir, muchas gracias.
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