No
es justo, no es justo que la profesora piense montar una obra de teatro y que
el personaje principal sea yo, o bueno el que interprete el personaje.
La
cosa empezó mal en la mañana, cuando nos comunicó que para la próxima semana
tendría lugar la jornada cultural, y que al grado le correspondía una obra de
teatro. Hasta allí todo iba bien. Luego dijo que ya sabía que obra de teatro
era la que había que preparar; eso tampoco me preocupo, pues era a voces sabido de mis pocos dotes de
actor, ya habría más de uno que levantaría
la mano para estar ahí, yo no. Y esta era
la historia: Un cazador va por el bosque cazando animales, cuando de
pronto una serpiente venenosa sale entre
las ramas de un árbol y le muerde, el
cazador cae mal herido y próximo a la muerte, pero en aquel instante una joven
y bella campesina que pasaba por esos lados lo encuentra y con un solo beso lo
cura, y viven felices por el resto de su vida.
Una historia interesante, lo malo es que sacó una cartilla donde estaba
escrita y ante todo el grupo la leyó: “Iba
el joven alto y delgado cazador, de pelo negro y piel blanca recorriendo los
bosques en busca de su presa…” e inmediatamente todos me miraron. Yo
simplemente moví la cabeza en señal de negativa, mientras la profesora me decía
que yo era el propio para el papel.
Alegue, ¿por qué no podía ser Juan Pablo? si él también era blanco,
incluso más pálido que yo y además flaco, pero ella dijo que no era alto ni de cabello
oscuro. Así que le bote la pelota a
Diofante, pero él dijo que no era
paliducho como yo y además estaba calvo,
luego mire a Abelardo y simplemente dijo que su pelo rojo no salía con
el cuento, y el único que me podía sacar de aquel embrollo era David, pero
apenas lo miraron se puso más tartajoso que de costumbre, así que quedó
inmediatamente descalificado.