Nunca había visto un agujero
negro en el cine, y fue por ello -desconociendo absolutamente todo lo
demás de la película- que estaba a la
espera de su llegada a la cartelera; después me entere que era la nueva obra
de Christopher Nolan, el mismo que había reivindicado la imagen de Batman,
devolviendo la dignidad pisoteada por tantas interpretaciones chillonas del
superhéroe, y del mismo Nolan que había sacado a Inception,
el ladrón de sueños en el cual se convirtió Leonardo di caprio luego de
ahogarse en el océano entre los restos del Titanic.
A mi corto parecer la película es
el antiguo y universitario arte de copiar y pegar llevado a la perfección, una armónica
amalgama de cintas previas de ciencia
ficción, y es precisamente por esto que la considero una de las mejores
películas de ciencia ficción. Su falta de originalidad permitió que tomase lo
mejor de otras y creara una obra maestra. Sin renegar de ellas, ya era hora que
apareciera algo diferente a las historias moralistas, con su organigrama de
corte militar estadounidense propio de
Star Wars, Star Trek o los Guardianes de la Galaxia. Ya no más confederaciones,
senadores, imperios y comerciantes intergalácticos.
Una primera parte nos muestra un mundo pre apocalíptico (o post
apocalíptico, depende de cómo se le mire) donde la sociedad se mantiene en una
delgada línea de equilibrio, donde el estado parece que ha roto la máscara de
legalismo que hoy lo cubre y se muestra como el rector supremo del destino de cada uno de los habitantes del
planeta, donde al parecer la locura y la conspiranoia de las pseudociencias, tan
nombradas, aclamadas y defendidas hoy en día, ha derrocado el razonamiento científico
y ha instaurado su poder, (el hombre nunca llego a la luna, solo era un plan
para desestabilizar la URSS). imaginando mas de lo que debería, en ese estado de shock
social, la misma religión que se nutría de la ignorancia, la miseria y la
enfermedad, cae inexorable ante la sinrazón cuando la esperanza y la ilusión se
van secando como las hojas de los cultivos arrasados por el fuego. Aquella civilización tan macabramente probable
y cercana a estos días, rememoró algunos de los capítulos de las colonias
distopicas de humanos en marte de los libros de Ray Bradbury.
Luego aparecen drones indios
descarriados, niños con percepciones particulares de los fenómenos cotidianos
anormales, mensajes ocultos, remanentes de sociedades científicas actuando
laboriosamente en las sombras, un héroe salido de la nada, el arca de la tecnología
de un pasado cercano al lado de los plantíos de campesinos corrientes en mitad de
un terreno en vísperas de ser desierto; solo faltó una gran meseta y ovnis
multicolores comunicándose con luces y melodías de carros de paletas en compañía
de una buena Pepsi; algo muy al estilo
de Spielberg. Confieso que en este
punto, justo antes del despegue del cohete (parecían tomas de los cohetes de las
viejas misiones Apolo) tuve que tragarme enteras muchas de estas situaciones
algo traídas de los cabellos, rogando no apareciera el toque de Disney, con los
personajes cantando mientras la nave se elevaba sobre las llanuras sembradas de
maíz. Pero no, no ocurrió eso, solo
llego el silencio, un silencio brutal, el silencio que recorre los espacios
entre los planetas, el silencio que reina entre las estrellas. La ingravidez, la inmensidad del vacío
espacial, me trajo a la memoria algunas imágenes de Gravity; para
finalmente ver aquella burbuja
dimensional al lado del gigante anillado. Y es en este punto donde inhalo profundo y aguanto por varios segundos la respiración,
curiosamente es en este mismo instante cuando cuatro personas se levantan de
las sillas frente a mí y salen de la sala, aburridos. Tal vez esperaban más
disparos, carros último modelo en tridimensional persecución, o ya estaban
hartos de tanta retahíla científica, mucha relatividad, muchos agujeros de
gusano, muchas dimensiones ¿a quién le importa eso? Bueno, hay para todos los
gustos, y a mí me dieron en el clavo.
Aguanto la respiración, es el punto donde
extrapolo un sueño remoto a la pantalla, en donde me veo con la cabeza en una
escafandra, flotando, con un sol
discreto a mi espalda y un pequeño punto azul pálido cerca de él, un gigante gaseoso en alguna
ventanilla, y esa sensación apremiante en el pecho por haber abandonado todo, mi hogar, mi familia, mi futuro
como hombre de la tierra. Por un sueño,
por una aventura, el aniquilamiento de mi ser como persona, como ciudadano, para convertirme en un humano por excelencia,
una apología a la duda y la incertidumbre.
La nave cruza el limite… y ya no somos los que hace un instante éramos,
el hilo al pasado se rompe lentamente, el mismo tiempo se convierte en una ilusión,
en un juego; una vida corre en una pantalla como cualquier comercial de zapatos
o bebida carbonatada, sin quererlo nos
arropamos con un atributo de la divinidad, trascendemos los días, las semanas y
los años, ahora solo queda un futuro amorfo y un eterno presente. Y a lo lejos,
aquello por lo que estaba allí sentado. Tras el horizonte de un planeta
desconocido un oscuro objeto brillante, mi primer agujero negro fílmico, esférico,
vacío, con su luminoso disco de acreción rodeándolo, con su horizonte de
sucesos impenetrable, absoluto, curvando los rayos de luz. Algo semejante a
mirar la cara de dios.
Aquel enclaustramiento en la nave
trae imágenes de Solaris. El silencio (nuevamente ese silencio que se le
niega al espacio) los objetos enigmáticos e impenetrables flotando entre
planetas y ciertos toques “vintage astronáuticos” rememoran a 2001 Odisea en el Espacio.
Luego la historia entra en su trama, en su nudo, y en cierto punto nos
muestra lo que tantas personas se niegan a creer: que el universo no está hecho
para nosotros, que busca aniquilarnos a cada instante, que somos el
afortunado producto de una secuencia de
azares, que la tierra es lo único que tenemos, es nuestro único hogar, que no habrá
nadie atento a darnos su mano cuando en el frenesí del consumismo y la locura antropocéntrica
mandemos al diablo todo lo poco que nos permite estar vivos. Que somos únicos y
frágiles. Luego un giro carnavalesco,
algo muy semejante a Contacto, a mi parecer algo rosa, se malogra todo un
andamiaje espacio temporal (la quinta dimensión) para rescatar una relación
filial, para demostrar que el amor lo puede todo.
Esta película trajo a mi mente
una idea que por ratos había rondado mi mente. La única opción de que la
especie humana subsista como tal es adquiriendo la capacidad y el deseo de abandonar la madre tierra; que
alcance un grado tal de conciencia
planetaria que pueda dispersarlo como esporas a lo largo de la inmensidad galáctica.
Como en un sueño apocalíptico que
tuve hace mucho, solo estamos en un planeta más de millones, vulnerable, cambiante,
finito; solo somos una brisa que mueve discretamente la hierba en una
planicie galáctica. Nuestros deseos, nuestras guerras, nuestros monumentos,
las armas, los bancos, la muerte, la familia, las dudas, el carro, la hipoteca,
la vejez, el atardecer... es solo eso, una
brisa nada más.
Excelente apreciación de los sentimientos que genera la película. Me gustó mucho
ResponderEliminarUn saludo
gracias
Eliminar