Como preámbulo diré que hace
pocas semanas en los diarios nacionales salió
una noticia, (una más entre tantas) para algunos irrelevante, paro otros
positiva; en ella se informaba que
nuestro país del sagrado corazón había decidido echar por la borda la idea loca
de conseguir un satélite propio, so excusa que había cosas más importantes en
las cuales invertir el dinero, que dadas las características de nuestra red
informática era mejor seguir como estamos, que hay muchas familias con sus
necesidades básicas insatisfechas, principalmente las familias de los
congresistas, representantes, ministros, alcaldes, asesores, contratistas y
subcontratistas y toda aquella multitud que no cumple con los criterios para
salir en familias en acción. Que a pesar de que Venezuela, Perú, Bolivia y Ecuador
entre otros, tienen su propio aparatico, esto probablemente se debía a las heréticas concepciones socio comunistas de sus
gobiernos, y aquí lo nuestro es el capitalismo salvaje; que bien podrán todos
estos indios patirrajados arribistas que habitan por debajo de la línea del
ecuador, tener sus satélites, sus estaciones, sus astronautas, podrán tener lo
que quieran, pero nunca serán lo que nosotros somos, los colosos del norte, los
atenienses suramericanos. Necesitaran de nosotros cuando tengan que construir
plataformas de lanzamiento y todo su andamiaje, allí si suplicaran por nuestro saber, porque lo
nuestro es el cemento, y no cualquier
cemento, el cemento caro y por caro delicado; allí nos verán levantando sus
lanzaderas, bases y torres, de esas que
uno ve por la tele, que cuando sale el cohete se caen a pedazos, ahí nos tendrán
a nosotros, construyendo cosas que se desbaratan al primer uso, como se
necesita. Allí llegaremos con nuestras
carreteras de cemento, no en tren como esos retrógrados gringos y europeos,
cruzaremos caminos inhóspitos y sobre ríos bravíos levantaremos puentes de un
solo carril por el que puedan circular nuestros camiones y mulas, fieles representantes de nuestra
pujante raza.
domingo, 9 de noviembre de 2014
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Simplemente recordando
Alfonso siempre tenía algo
particular para decir o para hacer, poco
se sabía de su pasado, o tal vez poco había averiguado sobre él. Pasaba su vida en un cotidiano deambular por
las casas de aquellos que en épocas de pasiones y juventud habían sido sus amigos o patrones, pertenecía a aquel grupo de personas que
nunca pudo echar raíces en algún sitio, más que por falta de oportunidades,
por esa incapacidad de llegar a ser una persona ajena a la vida de los demás. Llegaba siempre en el momento menos
esperado pero era recibido con agrado y su plato de comida
siempre estaba preparado por si acaso.
El primero en recibirlo era el perro de turno que entre saltos y
algarabías caninas daba noticia de su llegada. Dormía en ocasiones en la habitación que me
servía de área de juegos, o si esta por
alguna razón estaba ocupada por algún inquilino, lo hacía en el sillero, donde
tendía un catre sonoro y al amparo de la luz de una vela, bajo los aperos y
frenos de caballos, cerraba la puerta y dejaba para si esos escasos momentos de
privacidad en casa.
Era moreno y lampiño. Con una barriga de buena vida, el cabello negro pulcramente peinado y un diente de oro que sabía relucir, pues siempre esbozaba una
sonrisa un poco conformista. Reía a
carcajadas de todo y de todo conocía un poco;
él fue quien me dijo cuál era la capital de los Estados Unidos y me
recitó muchos de sus presidentes;
mi tía decía que cuando era joven sabía tocar la guitarra y el acordeón pero que nunca finalizaba su función pues terminaba ebrio, recostado en
cualquier árbol, profundo como una cuba. También era un artesano y autodidacta
admirable; si alguna silla se dañaba el
encontraba la manera de arreglarla, construía jaulas de alambre y aparatejos en
madera; en sus momentos de ocio pasaba horas y horas tejiendo chiles de pesca
mientras mascaba un tabaco oscuro que mitad comía, mitad fumaba. Fue quien me mostró por primera vez como
se fundían pedazos de plomo para convertirlos en el peso de sus redes mientras contaba historias de esas que solo se le ocurren a aquellos que viven
a la orilla del río - allí era donde vivía- cerca de la finca de don Rafico y doña Isabel,
y fue por él que los conocí, a ellos y a sus hijos, de los cuales solo
recuerdo a Serafín porque tenía una guitarra chillona de la cual trataba sacar acordes sin mucha suerte.
jueves, 30 de octubre de 2014
Me cagaron el dia de las brujas
Tuve mi infancia en los aciagos
años 80s, con mi peso rozando peligrosamente la línea del percentil más bajo
del carné de crecimiento y desarrollo, y que gracias a la bienestarina nunca
pasó de allí (la misma con la que ahora engordan los marranos) la que sabe a pobreza y miseria según el catador
de vinos de la revista SOHO. usando la ropa heredada de mis tíos, con dos o
tres remiendos, los zapatos casi rotos
en la punta, un trompo y algunas bolas de cristal en los bolsillos y la
medallita de la inmaculada concepción debidamente amarrada en mi cuello con una
piola. En resumidas cuentas un niño más
de pueblo. Inolvidables y felices tiempos. Y en aquel calendario que regía mi vida; el cual iniciaba con las fiestas de año nuevo,
pasando por la entrada a la escuela, la semana santa, las ferias del pueblo, el
san pedro y por último la navidad, había un día que se colaba entre todos esos
ilustres acontecimientos y cobraba singular importancia. El 31 de octubre, el día de las brujas.
En los días previos, las tiendas
se llenaban de trajes y máscaras, nosotros, simples mocosos que salían de
clases, con la mirada perdida en los estantes, soñábamos con aquellos disfraces
de personajes de la tv. Yo sabía de
antemano cual sería el mío, la eterna mascara del chapulín colorado, que año
tras año me regalaban mis tíos abuelos;
inusualmente enorme para mi pequeña cabeza, con sus dos antenitas de vinil que rápidamente se perdían y ajustada fuertemente con un peligroso caucho
que servía de resortera cuando todo terminaba. Ese día salíamos a la calle portando solo esa careta de plástico tieso y
frágil, en ocasiones levantando un poco la cabeza para ver por donde
caminábamos y en otras quitándola completamente
para poder respirar cuando el calor sofocaba. Solo los niños de las
familias pudientes salían con su traje completo, pero eso no nos importaba,
lejos de envidiarlos, los admirábamos, era grato estar en compañía de
Mazinger Z, un Cantinflas improvisado, la máscara del chapulín colorado (yo) y
un hombre lobo (la máscara claro está).
Se pedían dulces, muchos viejos
tenderos solo se dignaban a tirar mentas a la horda infantil, como quien tira
maíz a las palomas; pero entre toda aquella algarabía y desorden se pasaba de
lo mejor. A quien le importaban los dulces
si había la opción de corretear por las calles tratando de ser uno de los
tantos superhéroes que salían en los muñequitos de la tv los sábados en la
mañana.
miércoles, 22 de octubre de 2014
¿ Tres dias de oscuridad?
Ojeando los artículos de un
reconocido diario de la región, para ser más exactos diré que ojeando los
artículos del diario del Huila, un titular llamo mi atención y al leer su contenido un escalofrió me recorrió
de la cabeza a los pies. Según la nota,
el próximo 21 de diciembre un extraño fenómeno cósmico daría lugar a tres días
de oscuridad, así como lo oyen, tres
largos días de oscuridad, que como los tres tristes tigres, nos pondría a comer
trigo por tres tristes días (o noches en este caso). Quede aterrado, no por el contenido de la
noticia, pues esta era una completa pamplinada, quede aterrado por el hecho de
ver como una mentira infantil puede calar tan profundo, a tal punto que
aparezca como una nota cualquiera, con el mismo grado de relevancia que la
noticia del desfalco al erario público de otro político más, el asesinato de cualquier ciudadano de bien o la
nueva carga tributaria impuesta por el gobierno. Y lo que resultaba más chocante era el hecho,
por parte del periodista, de dar por
sentado dicho fenómeno escudándose en
supuestos fundamentos científicos y académicos
y dando una voz de calma ante
dicho suceso; al final solo serían tres
días de oscuridad sin mayor trascendencia.
Al leer eso varias ideas me llegaron
a la cabeza.
domingo, 12 de octubre de 2014
Esos muñequitos de yupi y chitos...para coleccionistas
Aunque no parezca, tengo poco tiempo libre, y el poco
que tengo lo utilizo en actividades tan fructíferas, rentables y edificantes
como esta. Por alguna razón, la primera entrada que escribí (esos muñequitos de
yupi y chitos) es la más visitada, y por
la cual de vez en cuando recibo correos solicitando información sobre compra,
venta o cambalache de dichas figuritas. Qué curioso, en ella no gaste más de 15
minutos redactándola y unos 10 buscando las fotografías (a diferencia de los
“ladrillos” de “diablo” en sus tres
partes, en los cuales demore cerca de una semana y varias trasnochas
dándole vueltas al asunto), pero lo que más me molesta de todo, es que a cada
pregunta que me formulaban sobre los muñequitos no tenía respuesta. Un viernes en la noche, cuando la gran
mayoría de gente normal estaría disfrutando de un buen vaso de cerveza, yo,
sentado en una silla frente al computador me devanaba los sesos estrujando esas
neuronas esquivas que guardan los recuerdos, tratando de traer a la memoria
exactamente cuántos muñequitos había tenido en mi niñez; hay algunos inolvidables como el ñoño rojo con
los brazos abiertos que fue el primero que tuve, o el chapatin rosado que me salió
un sábado en la mañana cuando destapaba la bolsa de chitos (¿o yupis?) y por el cual di
tremendo salto de alegría, pues era el único que me falta del chavo; están los
del lobo feroz y algunos enanos de blanca nieves, producto del robo de unas
cuantas monedas de la caja donde se guardaba el dinero producto de la venta de
leche, y por el cual, días después al ser descubierto recibiría un buen
castigo; el príncipe azul que termino quemado con fósforos por ser “muy lindo”,
o los thundercats que me regalo David al
ver mi cara de decepción al ser el único
al cual no le había salido ese bendito letrero de sorpresa en el paquete. En fin, no sé si solo me ocurrió a mí, o si
existirán más contemporáneos con desordenes psiquiátricos, que a cada figurita
de plástico le fuimos dando cierta personalidad, ciertas características únicas
que las convirtieron en piezas claves de las historias de nuestra niñez,
dejaban de ser simples juguetes para convertirse en verdaderos héroes y
villanos de los diferentes escenarios en los cuales se desarrollaba ese mundo
alterno de la infancia, el sagrado momento de jugar.
lunes, 6 de octubre de 2014
Bochica S.A.S contra Jesucristo Inc.Corporate
Hace unos días cumplí años, y fue
grato ver en el muro del Facebook como algunos de mis amigos me felicitaban y
me auguraban bendiciones por parte de Bochica.
Pero lo más curioso fue ver como
algunos compañeros de trabajo me preguntaban en tono sincero: “hombre polo
¿Quién es Bochica?” o “¿qué es eso de buchico?” o “¿eso como que es un mito?”
¡Por las ricitos del divino niño!
Como puede estar pasando esto en este país mestizo del sacrosanto corazón de Jesús.
Respirando hondo y en tono
conciliador respondí que Bochica era algo así como el Jesucristo criollo y
todos soltaron una carcajada (incluyéndome) pero… ¿Por qué habría de estar
equivocado?
jueves, 18 de septiembre de 2014
Si el toreo es arte, el canibalismo es gastronomía.
Me cuesta imaginar como en un
remoto pasado, un grupo de homínidos cazadores armados con palos y piedras hicieron frente a
una manada de uros imponentes; cuernos contra pulgares, bufidos contra gritos,
al final el cuerpo yermo de una de aquellas bestias y el jolgorio y la
algarabía de los protohumanos. Pasarían los siglos y las crías de ambas
especies irían sellando la extraña relación que se desprendió de aquel
encuentro violento. Los simios perdieron
el pelo, aumentaron de estatura y tecnificaron sus primitivas herramientas,
nacería el homo sapiens y este se auto proclamaría el rey del mundo, la razón y
fin de la creación. Los cornudos
cuadrúpedos continuarían pastando en las planicies, rumiando apacibles mientras
el simio alteraba su mundo, lo alteraba a él, y lo convertía en un animal
dócil, lo domesticaba. Por los 10 000 AC
cuando la humanidad dejo de ser una manada más y entro en la historia,
el toro estuvo a su lado; con su fuerza quebró la tierra para el sembradío, con
su piel cubrió sus cuerpos y hogares, con su leche (siendo más exactos de la
vaca) alimento las crías flemáticas e indefensas y para completar regalo su
mierda para abonos y paredes. El hombre,
animal débil y escueto, deslumbrado por su fuerza lo elevo a condición de dios,
lo entronizo en las estrellas del firmamento, lo convirtió en pieza
indispensable de lo que más tarde llamaría arte. Quedaron invictas ante las embestidas del
tiempo las estatuas de dioses toros alados mesopotámicos, los frescos etruscos
y cretenses donde gráciles hombres saltaban sobre los lomos bovinos mientras
mujeres esbeltas con sus tetas al aire los elogiaban. Quedaría el minotauro
producto del bizarro romance entre el toro de creta y Pasifae; quedaría el becerro de oro que despertaría los
celos patológicos del maniaco Yahveh, quedaría Zeus transformado en toro y
montando lujurioso a Europa; el Apis egipcio, la vaca madre nórdica Audhumla,
las vacas sagradas de la india (simples encarnaciones divinas.) Curiosamente
utilizo al mismo animal como ofrenda ante estos mismos dioses, nacerían los
sacrificios, las hecatombes. La mala suerte cayó sobre el estúpido
rumiante, que sin saber cómo ni cuando entro a formar parte del rito de sangre,
su vida fue la moneda con la que se pagaba el equilibrio prestado de las
fuerzas celestiales.
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Awesome mix Vol. 1
Guardaba cierto recelo ante la película,
pero luego de las buenas referencias que dieran varios de mis compañeros de
trabajo finalmente opte por irme de plan de cine junto a mi esposa y mi hijo,
como siempre emulando la bárbara costumbre gringa de engullir una abrumadora
cantidad de maíz pira (palomitas de maíz dice mi hijo) y la versión extra
grande de Coca-Cola necesaria para estimular la meada a mitad de la función.
No me arrepiento en absoluto, los
guardianes de la galaxia, desconocidos para mi hasta ese momento (el universo Marvel
es tan grande que vaya uno a saber que puede encontrar escondido) llenaron todas mis
expectativas para una película de superhéroes y ciencia ficción. Tiene todo lo que un buen friki puede buscar:
héroes proscritos, razas extraterrestres muy semejantes entre sí, señores
oscuros buscando dominar el universo,
fuentes de poder ilimitado y alienígenas sexys con quien sabe que variante anatómica que les de ese “toque único”. No es
una historia nueva, a los pocos minutos uno tiene la idea de cómo va terminar, sus personajes son bien
delineados sin necesidad de crear salidas argumentales imprevisibles ni nada
por el estilo; pero es tan semejante a las historias que uno se armaba de niño,
cuando se jugaba con los muñequitos de yupi y chitos, que al mejor estilo de Amparo Grisales bien podría estirar el brazo y decir “me erice”, eso sin
contar las ambientaciones que
rememoraban en algunos momentos escenas de la guerra de las galaxias o en el
colmo del desorden neuronal, a escenas de He-Man o a Skeletor camuflado en el
villano de la historia. Pero por encima
de todo estaba la banda sonora,
simplemente sobria, majestuosa, asombrosa. Y en StarLord
con sus audífonos de diadema nos vimos
reflejados todos y cada uno de los musicómanos de los ochentas y noventas. Una
transitoria taquicardia supra ventricular me dio cuando al inicio, el
pequeño Peter Quill escuchaba en su walkman (radio caminador decía
pacheco en el precio es correcto) una melodía que había estado perdida por
varios años en las remotas circunvoluciones musicales de mi cerebro. Y al amparo de “i am not in love” de 10 cc, fue llevado por los crueles devastadores a las profundidades galácticas.
viernes, 22 de agosto de 2014
Mi primera vez.
Fue un sábado en la noche, lo
recuerdo claramente. Alfonso Lizarazo acababa de rematar su programa con el
típico “y la próxima semana más cuenta chistes”, a lo lejos la discoteca “mil
uno” dejaba escapar los merengues
de jossie esteban y la patrulla 15, intercalados con el -pum pum mami mami - del
general. Mis tíos abuelos alistaban sus
bacinillas para las urgencias que pudiesen llegar en la madrugada, y con
parsimonia, la parsimonia típica que dan los años bien vividos, murmuraban las
ultimas oraciones para antes de dormir.
Era una noche solitaria; en la calle ocasionalmente se escuchaba el
motor de alguna motocicleta a toda velocidad o el ladrido fugaz de un perro
prófugo. La luna llena se desprendía del
horizonte y con su luz trémula eclipsaba el titilar de miles de estrellas en un
cielo despejado, corría una brisa
fría que movía rítmicamente las ramas de
los naranjos, tanto los de mi casa como los de mis vecinos, y yo, en la cúspide de mis
quince años, con las hormonas alborotadas, sentado en la oscuridad del patio de
la casa, dando buen fin a la
merienda nocturna; pensaba que era la noche ideal para tener un
cálido cuerpo de mujer al lado, alguien
a quien susurrar palabras llenas de poesía y cubrir de besos tiernos (en
aquellas épocas era un romántico empedernido, defecto que con los años pude remediar). Y mientras divagaba en elucubraciones
telenovelescas… ocurrió. En un principio
su imagen paso desapercibida sobre los tejados circundantes- que con facilidad
podía observar desde mi posición- luego, rápidamente rebobine aquellos
escenarios que sabía de memoria, y me percate que sobraba algo, preste mayor atención y allí la vi: discreta, tranquila, inmóvil - posteriormente pensaría que a la
espera de ser descubierta- y en cuestión
de segundos desapareció para reaparecer algo más adelante, fulgurante, con un
movimiento lento y uniformemente rectilíneo, tratando sagazmente de confundirse con
todas aquellas cosas que la noche promete a sus observadores. Un frio
de excitación recorrió mi espina dorsal, ¡lo que tanto había soñado en
infinidad de ocasiones estaba ocurriendo! Aquella esfera luminosa de color azul blanquecino,
tan brillante como sirio en una noche de
luna nueva, estaba cruzando justo frente a mí, ¿a qué distancia? No lo podría
saber a ciencia cierta, tal vez unos dos o tres kilómetros y no más de un
centenar de metros sobre el suelo; era
mi primera vez, era la primera vez que observaba un OVNI. La nave, pues no podría ser otra cosa,
(mis profundo conocimientos
astronómicos, meteorológicos y astronáuticos descartaban que fuese algo
más) a los pocos minutos se perdió entre
unas montañas lejanas, sobre las cuales se avecinaba una tormenta.
domingo, 17 de agosto de 2014
Guia de supervivencia zombi...por si las moscas..
Nada mejor para esos días en los
cuales el tedio tiende a inundarlo todo,
días en los que la existencia se refleja en el espejo de la monotonía,
que volverse un poco neurótico…bueno algo más de lo usual. En este apoteósico estado de desequilibrio mental la vida se llena nuevamente de colores y el existir
cobra variables significados, pero lo más importante, nuestra meta en este
mundo se vislumbra a nuestro alrededor.
Aprovechando la coyuntura
podremos deleitarnos con saber que estamos subyugados al mandato oscuro de los
illuminati, o que somos seres semejantes a hormigas en un insectario de
reptilianos, niños menores de nuestros hermanos cósmicos de la hermandad
blanca, trogloditas ante la confederación galáctica, o pecadores en breve espera
del día del juicio final.
Pero sin ir más lejos tan solo
tendremos que encender la cajita mágica, sintonizar las noticias y ver que
estamos al borde del colapso. Fallaron
algunas predicciones que
científicos y visionarios daban en las décadas de los ochentas y noventas, de
un futuro (el hoy) cuasi perfecto, con las enfermedades si no erradicadas si
controladas, la pobreza en su mínima dimensión, el hambre solo un fantasma del
pasado, carros voladores que nos llevarían a las colonias lunares, casas
biosostenibles diseminadas en bosques floridos, niños jugando a la rueda en
verdes prados modificados genéticamente, robots semejantes a C-3PO con juguito de mandarina en su mano
tras su dueño de estampa europea en un campo de golf (igual al mundo post
apocalíptico que pintan en los panfletos los testigos de jehová).
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