Cuando llega la época de navidad,
algunos compañeros de trabajo me preguntan si yo puedo celebrar dichas fiestas.
Yo ni corto ni perezoso respondo que sí, que yo canto los villancicos en la
novena, rezo la oración a san José o los gozos (todo por la merienda que se da)
armo el arbolito, me gustan los pesebres y doy regalos a los niños. Algunos me miran con desaprobación. ¡Claro! Valiente ateo. Ateo de ocasión. En realidad no, para desgracia de muchos extremistas
ideológicos, la navidad dejó de ser parte exclusiva de su credo y se convirtió
en un agradable fenómeno cultural, una
época de catarsis, de reflexión sobre lo
hecho en el transcurso del año y sobre lo que se piensa hacer para el
próximo. Eso sin contar el reencuentro
de familias y amigos, los anhelos infantiles embutidos en un consumismo brutal
y toda aquella parafernalia que nos han vendido como “espíritu navideño” que abarca desde el bonachón lapones hasta
las melodías de Roberto Aicardi. Muchos se desgarran las vestiduras por aquellas costumbres paganas que hoy de
forma subrepticia adornan nuestros hogares, se quejan de la hipocresía al
recitar una novena sin el debido recogimiento (culpen a sor Bertilda Samper y
fray Fernando de Jesús Larrea por crearla tan confusa pero a la vez tan
agradable) y maldicen ese mercado persa en el cual se convirtió todo, allá ellos, yo la paso de mil maravillas.
Y estando en este diáfano estado
navideño, con un árbol de material sintético a mi lado adornado con luces y
bolas rojas, tranquilamente me dedico a leer cuanta cosa postean en el
Facebook, hasta que una de ellas llama mi atención. La leo una vez, me rasco la cabeza, vuelvo y
la leo y suelto una carcajada, nuevamente la leo y me pregunto ¿pero qué mierda
estoy leyendo? Hace poco había leído sobre los tenebrosos tres días de oscuridad
que se avecinan y de las diabólicas
bases sobre la que se edifica el día de las brujas. Ahora estos locos del carajo venían a aguarme
la navidad. Según la nota, algo llamado
“The physics of Christianity” de Frank Tipler, brindaba la explicación de lo
que podría haber ocurrido para que se produjese el nacimiento virginal de
Jesús. Nuevamente un grupo de
desquiciados religiosos buscaba dar sustento “científico” a una de sus
historias fantásticas, se niegan a entender que todo lo que aparece en su libro
sagrado y posteriormente en su manual de dogmas y prohibiciones solo se puede
sustentar a través de la fe y de sus amigas la filosofía y la teología (y en los
casos más bizarros con la metafísica) pretender darle asidero científico a sus
leyendas solo es buscarle la quinta pata al gato.