latecleadera

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lunes, 16 de junio de 2014

Voto a inconciencia.


Hoy por hoy con todo esto de las elecciones presidenciales  y las segundas vueltas (¿nos hicieron la vuelta dos veces??) y las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes, y las elecciones que ya  tenemos encima de las candidatas del bambuco en el Huila, la mora en Mesitas Cundinamarca y la ruana en Nobsa Boyacá. Quise por pura y sucia curiosidad consultar a ciencia cierta qué era eso de la política  de la que tanto hablábamos.  Como era de esperarse en estos tiempos tormentosos, consulte en la Wikipedia y que curioso lo que encontré:

“es una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva.”

Cada día se aprenden cosas nuevas y en mis treinta y tantos años aun creía que la política era la ciencia y el arte de robar descarada, pero decentemente. Y mira que no, que estaba equivocado, que era toda una rama de la moral;  me imagino que como ahora hay segundas vueltas y cada nada hay comicios electorales y todo aquello, debe ser muy repetitiva la cosa, entonces podríamos considerarla algo así como una rama de la doble moral.

Siendo así la cosa, me monte en el carro y me fui a cumplir con el sagrado derecho del voto. durante cerca de dos horas recorrí la carretera llena de huecos y resaltos, que administraciones de políticos anteriores (personas dedicadas a la política, esa que es rama de la moral) habían dejado en el olvido,  y mientras esquivaba cráteres, lagartijas suicidas y escuchaba soda stereo en la radio, pensaba ¿y por quien se supone que voy a votar? Por un lado estaba el presidente santos, el que si le cae harina en la cara quedaría como el payaso asesino de la cosa. El mismo que había dicho “ese paro agrario no existe” y ya lleva en la cuenta como dos (que recuerde), el que por primera vez hizo marchar hombro a hombro a médicos especialistas y auxiliares de enfermería ante las amenazas de una reforma y deforma en la salud, el que les devolvió la primita de 8 millones a los congresistas, al que si se descuida le meten una cosa toda rara llamada reforma a la justicia, el que se orino en los pantalones y se cayó de la bicicleta, el que permitió la continuación de la explotación petrolera en las cuencas de los ríos y la construcción de represas a cualquier precio en estas tierras opitas, el que casi nos manda a darnos en la jeta con los venezolanos cuando estaba de amigo con el patrón Uribe. Y por el otro lado estaba Zuluaga, un man que hasta hace pocos meses no sabía que existía, pero que luego, según comentaron algunos, si existía, pues fue por sus gracias que  nos jodieron lo de las horas extras y recargos nocturnos, pero luego salió siendo el pupilo del patrón Uribe, su emulo, pues hablaba como él, se expresaba como el, pensaba como él, salía en los afiches de campaña con él, y era como el pero sin ser él.  Pero como la cosa era con Zuluaga y no con Uribe, omití todo lo del patrón (que si es bien largo) y me centre en osquitar.  Solo llego a mi mente lo que la gran mayoría de los colombianos sabíamos: que la señora loca de las naranjas si votaría a todo corazón por Zuluaga pero la abuelita de la miscelania no,  bien podía su sobrina ir a comer mierda (ver nota “colombianos orgullosamente groseros”)
de modo que mis dos referentes electorales me dejaban en las mismas.  Luego me acorde del proceso de paz, al cual santos se aferraba y Zuluaga decía que si pero que luego no, pero después como que si. Lo que me gusta del proceso, que por fin se abre una puerta para la paz, y lo que no me gusta, que a las farc nadie les cree. De modo que las promesas de paz de ambos candidatos me sonaban a castillos en el aire, lo único seria preguntarle al  guerrillero que está en la montaña, que opina  de todo esto, pues a final de cuentas él es el que me va a joder la vida si se le da la gana, los de la Habana no.

Llegue al puesto de votación nervioso, sudando frio y con cólicos abdominales, ¿por quién voto? Si tan solo estuviese Nairo o Pekerman en el tarjetón, por mi diosito que les tacharía la cara con una X. pero no, solo estaban estos dos vergajos como decía mi abuela, y eso era como escoger entre un machucón de huevas o levantarse una uña con una astilla.  Dios mío ayúdame, animas benditas del purgatorio ilumínenme. De pronto cual epifanía democrática llego a mi mente la frase de un compañero de trabajo.  “por mi fuera no votaría por ninguno de esos hp (honorables políticos) pero si santos pierde, mi hermana se queda sin trabajo”  así que para evitar desgracias en aquella familia, decidí votar por santos, y justamente cuando tenía el marcador en mi mano, vi la cara que le acompañaba, me acorde  que este bellaco era el que casi nos jode a los que no la pasamos bajando porquerías de la internet con eso de la ley lleras.  Y ante la confusión, le dibuje dos ojitos y una boquita triste al blanco y le puse la X encima.

Por suerte el jueves juega de nuevo Colombia, y si dios quiere ganaremos y todo será mejor.



viernes, 13 de junio de 2014

Superman tan real como usted y yo



Hace muchos años tuve una acalorada discusión con algunos de mis compañeros de escuela  frente a los muros del hospital, donde jugábamos a los pistoleros y ladrones.  Entramos en franco debate y formamos dos grupos; en una esquina esta yo (el burro por delante dicen los viejitos) David y Wilson y en la otra esquina estaban Kiko, Dilmer y Abelardo; los seis, versados académicos de 7 u 8 años. ¿La manzana de la discordia? Un tema trascendental, de importancia vital, prioritario ¿existía Superman? Mi grupo era pro superhéroe y el otro vulgares negacionistas. ¿Cuantos minutos u horas permanecimos allí exponiendo puntos de vista, citando textos filosóficos y pensadores del renacimiento, postulando teorías y encontrando fallas lógicas y falacias en lo que se decía? no lo recuerdo, lo que si recuerdo es que en algún momento del debate vi en los ojos de Wilson (QEPD) cierto atisbo de duda.  David cual pastor  en domingo de evangelización fue fiel hasta los tuétanos. Yo como principal defensor de la existencia del hombre de acero, no podía darme el lujo de permitir que uno de mis adeptos se cambiara de bando como vil político de provincia. En silencio me encomendé al espíritu santo y a las animas benditas (que siempre ayudaban a mi  tía cuando algo se le perdía) y por si hacia falta, también invoque en silencio el poder de Grayskull.  Como era de esperarse, los poderes sobrenaturales nunca dejan pasar la suplica de un niño, vino a mi mente la prueba reina que derrumbaría todos los argumentos de mis opositores, algo tangible, veraz, irrefutable,  y lo mejor, estaba justo en la mesa de la sala de mi casa.  Dije “tay” (no se de donde viene la palabrita, si es de origen quechua, hebreo o celta, pero en mis tierras cuando un niño quiere parar un juego grita a todo pulmón “tay tay” y todos dan un receso) Salí corriendo a mi casa y regresé a los pocos segundos con algo en la mano.  Era un libro (bueno en realidad una revista, pero en el contexto del debate era como un libro) donde quedaba demostrada la existencia de Superman.  Con ceremonialidad busque la página reveladora... y allí, a todo color, estaba el hombre de azul y rojo volando sobre la ciudad de Metrópolis con su mirada fija en un horizonte de peligro. Pero eso no era todo, también reseñaba la actividad que estaba a punto de realizar:  proteger el mundo de las fuerzas oscuras del capitán Zod y sus secuaces, y  para rematar  daba la hora, fecha y canal donde se  documentaría tan prodigiosa hazaña.  

El nombre del libro en cuestión – revista TV guía-.  


Un oscuro silencio embargó a kiko, Abelardo y Dilmer; no tenían nada que decir, si algo salía en los diarios era verdad y punto.  Con el rabo entre las piernas aceptaron que Superman existía, que venía de kriptón, que tenía visión de rayos X, volaba por los cielos, con su súper fuerza nos protegería de todo mal,  perdonaría nuestras culpas y nos acompañaría  en la televisión. Amen.



Ahora,  con unos años encima, debo decir que Superman me causa sentimientos encontrados, primero porque el tipo es uno de esos moralistas, republicano, alienado del carajo  al que nadie le puede hacer nada ni le puede decir nada ya que tienen todos esos superpoderes que lo vuelven invulnerable a todo.  Segundo, porque es de esos superhéroes que se acomodan a todo, algo así como un senador o congresista, siempre del lado del estado, uno pensaría que tiene acciones en alguna EPS o amarrado algún contrato de carreteras.  Tercero, porque un tipo que anda en calzoncillos rojos, con una pijama azul ajustada y un mantel en su espalda es un tipo raro…muy raro.   Pero por otro lado, no me puedo perder ninguna de sus películas ochenteras:  Superman I  y II dos películas tan malas que de lo mismo malas son buenas, la III tiene una escena bárbara que es cuando una maquina atrapa una mujer y la robotiza.


sin contar con el dilema existencial que se formula al existir en un mismo lugar un Superman bueno y uno malo,  la IV hasta hace unos meses no sabia que existía.  De  “Superman retorna” lo mejor es no hablar y la ultima “Superman el hombre de acero” fue buena, aunque creo que estimuló mas la mente calenturienta de unas cuantas mujeres y a los hombres de a pie, los que no tenemos superpoderes pero si una superbarriga nos dejó como un zapato. 

Sin quererlo mi cerebro fue y sigue bombardeado por la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster, desde las épocas del hombre calvo en los años 30, el hombre rudo de los 40, el pacifista de los 60, el culebrón que luego se inventaron con las tierras paralelas y los multiuniversos, el cuasi metrosexual Superboy ochentero, el ufológico Clark Kent de smallville, la superchica (superbuena) el súper perro, la liga de la justicia y la súper muerte a manos de Doomsday y su resurrección posterior.


Es innegable, Superman existe, Nietzsche puede descansar en paz. Lo tenemos en todos lados.

domingo, 8 de junio de 2014

Colombianos orgullosamente groseros (no apto para puristas, niños y mujeres embarazadas)



Hoy sin querer, se me escapó de las manos una de las puertas de la casa y terminó aplastando uno de mis dedos;  la palabrota salió de mi alma, de lo más profundo de mi ser y mejor que un gramo de acetaminofén (el que tanto critica la gente) alivió mi dolor.

En este mundo de eufemismos el lenguaje vulgar es apelativo de anatema, pero curiosamente solo lo es en los medios de comunicación, allí la palabrota es innombrable, en los escritos el insulto de la plebe es intolerable.  En la vida diaria, en la charla cotidiana es el complemento perfecto para todo, sirve de saludo, de despedida, confirma lazos de amistad y en  último caso crea un pronombre más.

¿por qué son  tan detestadas? ¿Qué grupo financia esa cruzada anti palabrotas? uno de los grandes enigmas de la humanidad.

Las hay de muchas formas y colores, largas y cortas, con  mayúsculas y minúsculas, agudas y graves, nacionales y extranjeras.  Y son estas últimas las que como en todo este ambiente de globalización, también tratan de entrar en nuestra mente y usurpar el espacio de nuestras castizas amigas.

Crecí viendo películas y programas de tv donde las expresiones que bien podrían ser de insulto y ofensa, eran el pan de todos los días. Pero eran palabrotas raras.  Robín decía a Batman: -¡santos frijoles saltarines batman!- o –rediantres batman-.  No faltaban los ¡caspitas! o ¡recorcholis!  Otro superhéroe decía:  ¡chanfle!  Y en películas como Rambo, rendir no retroceder para tras nunca jamas  I,II,III, IV, V, VI , en el furor de la batalla, en el peor momento de la tortura (cuando la cámara no enfoca lo que se supone están aplastando) o en el momento final de la gran venganza salen a relucir palabras como:  ¡malditos, lo pagaran!  ¡Miserable muere!  ¡Imbécil ten tu merecido!.  Luego, con los años se permitieron unas más subiditas de tono como malnacido,  infame,  perra  o bastardo y finalmente al desaparecer la censura,  escuchar a diestra y siniestra la concha de tu madre, chingados del demonio, jodete , bitch, shit y la archiconocida fuck you en todas sus formas y presentaciones.


Somos conocidos por muchas cosas, por ejemplo por ser el país más feliz del mundo, el de las mujeres más bellas (aunque noticias que circulan por internet sobre solteronas serbias y ucranianas pondrían en entredicho esto) el  país del café, las esmeraldas, las flores y la cocaína, el país con el segundo mejor himno nacional, con las  mejores virreinas, con la mayor cantidad de reinados, hasta hace pocos días teníamos a gabo, ahora nos queda Shakira, Nairo  y la selección de futbol. Somos el país con el primer puesto en patinaje, tejo y rana y tenemos las capitales mundiales de la salsa, el vallenato y el bambuco. Podríamos nombrar también que ocupamos un tercer puesto en biodiversidad y el segundo en especies de aves (los lagartos, ratas, chulos, víboras y micos del gremio político han aportado  un buen porcentaje en esto).  Y ahora, podría decir sin sostenérselo a nadie, que somos el país con el mayor y el mejor uso de palabrotas del planeta. (Los mexicanos dirán que es México, los españoles que España y los Suazilandeses dirán que es Suazilandia)


Curiosamente la gran mayoría de los insultos radican todo su poder en su clara connotación sexual. Aunque también existen insultos de tipo intelectual como tonto y bobo pero estos peligrosamente se pueden transformar en frases de cariño en boca de chicas románticas,  como “mi bobito lindo” o “que tontito eres, yo te quiero” (quién no recuerda la canción tonto de Miriam Hernández) también están los estúpidos y ridículos que son improperios que lanzan mujeres iracundas cuando se les dicen piropos subidos de tono o académicos y eruditos cuando refutan argumentos de imbéciles.

Los insultos de verdad, la palabrota, el madrazo, la frase que se esconde con un pitido en cualquier parte, es el que sale del alma, el espontaneo, el que busca cumplir su cometido primigenio, insultar y maldecir, pongamos ejemplos:

-MIERDA: producto de desecho del metabolismo humano (el migajón o el popo de perro no cuentan) esta se puede dar de comer, se puede acumular en cerros y ubicar un marco espacio-temporal especifico (vaya como mierda, cómase un cerro de mierda o váyase para la mierda).

-GÜEVON o su variante GÜEVA:  una deformación de la palabra hueva que vendría siendo el femenino de huevo, que vendría siendo una analogía de testículo. ¿Por qué es una ofensa? Ni idea, esa glandulita sí que es importante para  los hombres (curiosamente las mujeres también la utilizan, me imagino como analogía a ovarios poliquisticos) será que cuando se tiene la testosterona y los estrógenos por las nubes  terminamos en actos un poco estúpidos.

-La VERGA: utiliza toda su fuerza lingüística y fonética bien sea para inducir el insulto (usted si es una verga, o ese tipo care verga) o como respuesta a otro insulto (mejor chúpeme la verga) y tiene que ser verga, no pene, ni pipi. No me imagino gritándole a un conductor iracundo: ¡por qué mejor no me chupa el pipi!.

-PAJUELO:  aparte de ser el apellido de un futbolista también es el apelativo que se le asigna a todo aquel que por razones masturbacionales no rinde adecuadamente en una actividad.  (Mano usted si es mucho pajuelo)

-MARICA: muy a pesar de la comunidad LGTB, sigue siendo una de las palabrotas más utilizadas, puede ser sinónimo de tonto (mucho marica no hizo eso) cobarde (hay tan mariquita le da miedo) homosexual (hay tan marica ella ¿? Y el problema es cuando se le dice marica a un marica, el insulto se anula)  otros usos no necesariamente insultantes son como saludo (que mas marica, o que hay de nuevo marica)  o como remplazo del punto y la coma (estábamos en el bar marica y eso vieja vino marica y estaba rebuena marica)

-MALPARIDO: aún guarda toda su energía insultante aunque no es claro en su origen.   ¿Se refiere a productos de partos difíciles o cesáreas?   para que cumpla bien su función lo mejor es usarlo fuera de un contexto clínico y vetarlo para los profesionales de ginecología (enfermera por favor le aplica la vitamina k al malparido de la  paciente de la cama 10)

-GONORREA:  es de las palabrotas de exportación gracias a la virgen de los sicarios y a la vendedora de rosas, se puede anular fácilmente con penicilina, de modo que si se la nombran simplemente  haga uso de sus aptitudes histriónicas y en el mejor paisa posible responda “suerte... aquí tiene su penicilina”.  Si por el contrario tiene una secreción purulenta por su uretra es probable que no sea un gonorrea si no que tenga gonorrea y lo mejor es que vaya al médico.


Gorzofia, gurrupleta y bazofia puede que sean mutaciones de alguna venérea (exceptuando bazofia que la aprendí de los Simpson)

Y por último la señora, la madre de todas, la que por alguna razón esta codificada en nuestro adn, pues es de las primeras palabras que gracias a tíos díscolos o abuelos alcahuetes aprendemos. La archiconocida hijueputa (o jijueputa o jueputa), variante de la españoleta hijo de puta.  Pero aquí en Colombia no nos entrometemos con las putas, estas en sus variantes eufemísticas: damas de compañía, prepagos y fufurufas, quedan en sus respectivos sitios: en burdeles, whiskerías y algunos canales de tv. 

Hijueputa aplica a todo, se combina con todo, y puede ofender a todo, es como el agua, sirve para todo. Si nos va mal es culpa de la hijueputa vida, si un martillo nos cae en el pie es el hijueputa martillo, si nos suben los impuestos es el hijueputa gobierno, si gana Santos es el hijueputa santos y si gana Uribe es el hijueputa Uribe.   En fin, hijueputa representa todo lo que nos molesta, nos incomoda, es algo que nos hace colombianos.  Y para reforzar el porque somos el país con la mejor vulgaridad posible, la podemos potencializar y repotencializar, puede ser ese doblehijueputa dolor  o ese tetradoblehijueputa profesor, la triplehijueputa vieja  o la catrehijueputa cuota, o como dijo un amigo de colegio, la recontratriplecatredoblehijueputa tarea.

Ya quisiera ver yo a Steven Seagal gritando a un grupo de mafiosos:  “salgan recontratriplehijueputas malparidos, que les voy a dar plomo por el culo”  

domingo, 25 de mayo de 2014

Oh siervo, hermano mio...si tu supieras....



Un día cualquiera  una señora con rostro de angustia y manos inquietas ingresó al centro de salud del pueblo en el que trabajaba  y  con voz baja  me pidió humildemente que visitara a su padre (¿o esposo? No recuerdo bien) que se encontraba en delicado estado de salud en su casa.  Eran buenos tiempos y buenos lugares, lejos de los dominios de auditores, EPS, jefes psicorrigidos y agendas contrarreloj.  Envolví el fonendo en el tensiómetro y salí con aquella mujer en busca del paciente. No quedaba lejos, era un caserío pequeño de calles empolvadas, gentes apacibles, rodeado de montañas abruptas, bosques floridos, aves cantoras, insectos multicolor, ríos cristalinos y como diría Nacho Vidal, dos o tres guerrilleros ocultos en matorrales.

Entré a la casa, una casa vieja como pocas,  subimos al segundo piso donde el anciano yacía.  La señora en tono preocupado me explicó que a don Juan (para darle un nombre) hacia pocos días lo habían operado de la próstata  por un cáncer avanzado  y  desde la noche anterior el dolor abdominal se había intensificado, quería saber si podría haber sido alguna complicación secundaria al procedimiento.  

Juan tenia mal semblante, caquéctico y estuporoso  respiraba con dificultad en la cama.  Hice algunas preguntas de rigor (debí haber realizado la anamnesis completa me hubiese ahorrado sorpresas) tomé  los signos vitales  y lo descubrí para observar la herida quirúrgica.  Temía estuviese cursando con alguna infección de sitio operatorio o sepsis abdominal.  Su abdomen excavado y de piel acartonada subía y bajaba con cada respiración,  pero no había nada, ni una sola herida. 

-¿Le hicieron la prostatectomia transuretral?  Pregunté entre duda y aseveración.

Ella, mirándome confundida por tanta palabrería técnica no me dijo nada, solo  dejó escapar una expresión de  interrogación.  

– Le sacaron la próstata por el pene con un tubito-  aclaré. 

Y  me contestó de forma contundente.  

- no doctor fue una operación de las normales-

-¿Segura?-

-Sí, segura.-

Volví los ojos al abdomen tratando encontrar la linea de la incisión o como mucho una pequeña cicatriz del procedimiento; pero no había nada, ni una miserable estría que me diera una pista. Rápidamente repasé  todo lo poco que sabía sobre urología y por ningún lado encontraba el tipo de procedimiento que se le habían realizado. 

¿A qué horas se inventaron una nueva técnica? Pensé

tendré que pasar por la vergüenza y decirle a la señora que eso era nuevo para mí, como cuando la gente llegaba con fórmulas de medicamentos de marca comercial y uno como fiel producto del sistema solo los conocía por su nombre genérico. Le miré la espalda, la región lumbar, los muslos, la ingle, y por enésima vez su región abdominal y nada, no había nada. 

La señora al verme cual mecánico pintando uñas, sonriente (¿?) me aclaró:

No doctor, es que a él lo operaron espiritualmente, el siervo Gregorio le sacó la próstata espiritualmente.


Mil cosas pasaron por mi mente, mientras mi cara de estúpido bien podría haber servido como meme de Facebook.   Respire profundo y le dije que yo de ese “campo” de la medicina  poco sabía.  

Juan  solo estaba en manejo paliativo para dolor, un cáncer metastásico había hecho de las suyas  y el pobre viejo tenía los días contados. Les di algunas recomendaciones sobre el manejo del paciente terminal y ajusté la dosis de analgesia que sabiamente “el siervo” había suspendido.  Eran personas sencillas, honestas,  que en la desesperada búsqueda de una alternativa ante lo inevitable habían caído en manos inescrupulosas.   Nunca le dije que el viejo no había sido operado, que todo había sido un macabro acto de teatro, suficiente era tener un ser amado agonizante como para también cargar la culpa de haber sido un nuevo ingenuo estafado.  Juan murió a los dos días. 

–contra la voluntad de dios no hay santo que valga- me comentó la señora.

Qué pensaría José Gregorio Hernández si hoy saliera de su tumba en Caracas y viera el circo que se formó alrededor de su nombre.  Figurita obligada en consultorio de brujos y charlatanes, él,  vestido de traje negro, bigote pulcro, cabeza coronada con un simpático sombrero y expresión alegre, acompañado de ángeles pisando culebras, divinos niños rosaditos y cristos sanguinolentos. ¿Qué pensaría al escuchar su novena milagrera auspiciada por curas y curanderos?.  Qué cara pondría al ver la mafia innominada de médiums y sanadores que haciendo uso de su buena fama, sacan pulmones, tumores, malas sangres, aires malos, lagartijas, cálculos, enderezan huesos  y extraen próstatas a moribundos mientras familiares inocentes entregan sus ahorros a hermanos y hermanas de la misma mala madre. Mercaderes de pobreza más que material intelectual.  Y para completar el cuadro y en aras de la buena rentabilidad del negocio, la santa madre iglesia, decide darle nuevos títulos post mortem que el probablemente nunca llegó a imaginar.  Como el muerto no se puede defender,  el brujo y el cura hacen fiestas en su ausencia.


José Gregorio fue un inminente médico de la sociedad venezolana de finales del siglo XIX principios del XX, científico consumado, impulsó el desarrollo de la ciencia y la educación en su país.  Católico ferviente y posiblemente un sacerdote frustrado, combinó sabiamente aquellas dos corrientes, entregando su caudal de conocimiento al servicio del más necesitado, imitando las acciones de algunos santos y cumpliendo los principios que promulgaba su doctrina. Murió en un accidente de tránsito, como peatón, cuando, me imagino, eso era cosa poco usual (quien contra la voluntad de dios)

Que bueno sería que lo bajaran de los estantes de brujos, viejitas locas y sacerdotes engreídos, y colocaran aquella figurita de traje negro, sombrero redondo y carita feliz en el sitio que le corresponde. Al lado de Galeno, Hipócrates y Esculapio en las facultades de salud.

domingo, 18 de mayo de 2014

Acuarios, un lugar de paz en su vida


 

La primera vez que tuve  ante mí un acuario fue en primer grado de escuela, en la casa de un amigo;  había un pequeño cubo de cristal con piedritas multicolores en el fondo, restos de un naufragio de porcelana y una ranita verde con una manguera que le entraba por el trasero y botaba burbujas sin fin por la boca.  Dos bailarinas doradas se movían de un lado para otro, moviendo sus aletas y sus colas como si estuvieran bailando (por algo les decían bailarinas y no cuchas o bocachicos) desde ese día siempre quise tener un acuario y tener allí infinidad de pececitos nadando de un lado para otro. Pero Por razones que no van al caso,  no tuve la oportunidad de tener uno en casa,  aunque esto nunca frenó mis impulso acuariofilisticos.  Durante años fue normal que llegara a  casa con renacuajos en todos sus estadíos, con insectos rarísimos parecidos a cucarachas acuáticas que picaban terriblemente  y que se alimentaban de renacuajos o en ocasiones con pececitos capturados en riachuelos cerca de la finca de mis bisabuelos  que duraban pocos días en mis recipientes improvisados o en la alberca de la casa.

Hace unos años, y en un descuido de mi esposa, llegué con la mágica cajita de cristal a  casa, so excusa  que sería el nuevo juguete de mi hijo (cuyo único interés por el mundo acuático se limita a las piscinas)  improvise una mesa desbancando algo de algún lado, coloque el acuario, lo llene de piedritas blancas, coloque el filtro, arroje (literalmente) unos cuantos litros de agua y deposite en aquel turbio escenario dos bailarinas.  Y desde ese momento inicio mi calvario (y el de mi esposa en cierta forma) como primer apunte hay que decir que es casi imposible tener en esos primeros días el agua igual de cristalina a la de las tiendas de mascotas.  Allí los animalejos corren y se exhiben en toda su multicolor forma en aguas  transparentes.  En la casa, a los pocos días del montaje, el color pasaría de un azul nocturno  a un azul clarito, luego a un amarillo verdoso, luego un verde amarilloso  y luego a un verde pestilente (1° observación de mi esposa) Sin contar que las primeras noches el sonido reverberante del burbujero me recordaba  la olla de la sopa hirviendo al medio día (2° observación de mi esposa). De modo que empapándome un poco del tema llegué a la conclusión que la causa de todo aquello era el poco espacio que brindaba la cajita mágica, que para permitir un adecuado desarrollo del ecosistema  (ya hablaba en esos términos) era necesario una caja más grande, así que escapándome del sistema capitalista y exhibiendo mis dotes de MacGyver un día traje a casa  5 láminas de vidrio de 1 metro con tanto de ancho y cincuenta y tantos cm de alto. Con la ayuda de mi esposa (mujer de infinita paciencia) esa noche nos dedicamos a pegar los vidrios en el orden adecuado con la silicona indicada, con el pequeño detalle de no saber para qué carajos era el aparatejo con forma de pistola que venía con ese frasco, de modo que fue una lucha terrible tratar de sacar el endemoniado pegante a tal punto que use la culata de un martillo para obligarla a salir.  Una hora después, cuando solo faltaban dar los últimos retoques y limpiar los vidrios, los libros de apoyo y el piso de los parches de silicona,  comprendí que aquel aparatejo que había desechado era la pistola de silicona… (3° observación de mi esposa). A pesar de todo fue un bonito acuario, así todos opinaran lo contrario, habitado por bailarinas, escalares, neones, betas, cebras,  camarones de rio, guppys, una cucha y más.  Todos ellos con una increíble tasa de mortalidad (exceptuando 2 bailarinas y un escalar) 

Meses después di el segundo paso, que era quitar todos los adornos artificiales y entregarme al paisajismo natural, llegue con troncos que dejaban turbia el agua, lajas de piedra que al caer rompían el vidrio y que además ocultaban  adecuadamente los cadáveres de pececitos; plantas acuáticas compradas a precios ridículamente altos y que no pasaban de una semana pues eran pasto para las vacas acuáticas.  Luego me di cuenta que aquella caja artesanal era muy pequeña y no cumplía todas mis expectativas de modo que la deje a un lado y me conseguí otra de mayor tamaño, en la cual conocí las costumbres caníbales de muchas especies, las danzas de cortejo de otras,  sistemas jerárquicos en otras, bulling acuático, y el reinado absoluto de la cucha en aquel pequeño mundo, nadie le pegaba, nadie la molestaba, y cuando estaba molesta se llevaba por delante lo que fuera.


El acuario fue un miembro más de la casa, al que había que dar comida, limpiar (mi esposa no quiso hacer más observaciones “es su acuario, usted lo limpia”) esto podría gastar toda una tarde, proteger de los niños visitantes que cual personaje de Nemo gustaban golpear los cristales o en el peor de los casos tratar de colgarse de él. E invertir en belleza con luces de neón que a los pocos días eran insoportables, o filtros súper híper eficaces que dejaban de funcionar cada tanto.

Pase por las etapas del acuarofilo, que sería empezar por los pescaditos de siempre, las típicas bailarinas o goldfish y los escalares, luego montar un zoológico superpoblado, después entrar al paisajismo, pasar a los ciclidos, la superpoblación de ciclidos, pasar nuevamente a los goldfish y escalares para finalmente quedar con los dos o tres peces que a modo de ejemplo de la ley de la adaptación del más fuerte soportaron todo este ajetreo.  Finalmente y como presintiendo una próxima mudanza los dos pececitos dorados que quedaban nadando de un lado para otro, como hacía muchos años los había contemplado en casa de mi amigo, entregaron sus almas al señor celestial, cortesía de algún cambio de agua mal hecho (es el colmo que a estas alturas usted no sepa cambiar el agua increpo mi esposa como 4° y ultima observación) quedando solo la cucha de una libra que podría servir para sopa de enfermo, esta quedó en la antigua casa, ya que el vetusto acuario no resistiría un trasteo.  Unos meses después, don Guillermo (el dueño de la casa) nos informó que el animalito había muerto de pena moral,  anima bendita, ojala haya encontrado el descanso que aquí en este valle de lágrimas nunca pudo tener.
Sé que ahora por google o YouTube se puede encontrar la información que se quiera sobre el apasionante mundo de la acuarofilia, pero si alguien quiere tener las nociones básicas, no tanto técnicas, más si sobre los eventuales “sucesos” que pueden venir en el desarrollo de ella, les recomiendo HABLABA CON LAS BESTIAS LOS PECES Y LAS AVES.  De KONRAD LORENZ  un ameno libro que seguro los hará llegar un día de estos, en un descuido de sus esposas (o esposos) con una mascota a la casa.


domingo, 11 de mayo de 2014

Cuando yo era budista......



Todos en algún momento de la vida pasamos por esos episodios de inconformidad existencial, temporadas de dudas metafísicas, vacío espiritual y  anhelo de respuestas y serenidad.  La gran mayoría  siempre presentó estos síntomas por allá iniciando  sus veintes, concordando con los años universitarios.  Sobra decir que en “esos días de cólico mental” el ritmo de vida universitario nos mantenía  al tanto de las distintas corrientes de pensamiento y opinión.  Posiblemente terminábamos con algún arabesco de tatuaje, de esos que hoy solo dan  vergüenza,   con los cabellos más allá del hombro; largos, rebeldes y grasosos (el dinero para el tratamiento capilar era bien invertido en licor). Calzando   sandalias rústicas, encargadas a los vendedores de artesanías que se sentaban frente a la facultad o simplemente tomando cerveza cada dos días, tarareando canciones del mago de oz, rodeados de una nube de humo de cigarrillo o en el mejor de los casos, una nube de hierba quemada.

En esas andaba mi persona por aquello días (claro, no hice todo lo anteriormente escrito, no corrí con tanta suerte), buscando respuestas complejas a preguntas ridículas que nadie me había formulado. Desahogando mi mente en la biblioteca pública que quedaba en la antigua estación del tren, a ratos rodeado de niños, a ratos rodeado de indigentes, a rato rodeado de eruditos que no hablaban con nadie.  Y en una de aquellas búsquedas del libro semanal, cayó en mis manos un compacto y vetusto ejemplar de EL PEREGRINO KAMANITA de Karl Gjellerup.  Lo empecé a leer con desconfianza, el titulo no prometía nada, no había dibujitos ni tampoco ningún tipo de reseña en la portada. Solamente estaba en la colección de obras de autores ganadores del nobel.  

-Algo bueno ha de tener- me dije.  Y en efecto sí que lo tenía.


De la mano de Kamanita inicie mi peregrinaje interior, lo acompañe en sus travesías como mercader, como romántico pretendiente (la historia llegó a un punto tal, que  destilaba cursilería por la solapa, ni Corín Tellado lo habría hecho mejor, pero igual no podría dejarla inconclusa) me convertí en fiel ladrón devoto de la diosa Kali, y por días perseguí la sombra del buda sin encontrarlo.  Al final, posiblemente un fin de semana, morí como kamanita y resucite de nuevo en el paraíso en compañía de la preciosa Savithi, para luego, un lunes de parciales, ver morir a los dioses eternos junto con su paraíso, como lotos que caen al fondo del lago  y  finalmente renacer cual estrella o galaxia un viernes de parranda, esperando la tan anhelada respuesta del buda en su nirvana, que si mal no estoy llego ese sábado en la madrugada después de una noche de bebeta y fornicación.

El peregrino kamanita  es de esos libros que absorben, que impregnan el entorno con sus palabras, a tal punto que fue  posible escuchar los pasos de las negras panteras rodeando mi habitación. Y es, a mi parecer, el mejor libro para iniciarse en el mundo del budismo.  Una historia narrada al lado del buda ya anciano, con un personaje principal tan humano como cualquier parroquiano.

Durante la semana siguiente a su lectura fui algo parecido a un budista, desempolve mis sandalias visajosas compradas a un pseudo hippie artesano, no comí carne, aunque creo que fue más por falta de dinero que por convicción, y malinterprete eso de “el deseo es lo que causa el sufrimiento” en un “me importa un culo todo”.  No duró mucho ese estado, a falta de gurú que me guiara, árbol de la sabiduría en el cual meditar y un nirvana esquivo, volví a mis viejas andanzas, eso sí con la esperanza de que cuando muera y renazca en el paraíso, y vuelva y muera y renazca en lo que sea que siga después del paraíso, el buda cordialmente de respuesta a las preguntas que por aquellos días de confusión rondaban mi cabeza.
ilustración de alberto montt

jueves, 8 de mayo de 2014

sexo romano....en la escuela


Un día cualquiera,  cuando mi hijo llegó de la escuela  y antes  que se sentara frente al televisor a ver sus programas de siempre, le hice la pregunta protocolaria y obligatoria que me imagino todos los padres les harán a sus hijos. 

 ¿Qué vieron hoy en clase? 

El con sus cinco años y pico como dicen las abuelas,  mientras tomaba algo para comer y se acomodaba en un sillon,  me respondió con la mayor naturalidad posible

– Sexo romano- 

Ante la respuesta guarde unos segundos de silencio, mientras las neuronas decidían si lo que había escuchado era lo que había escuchado, y luego de analizarlo concienzudamente, estas (las neuronas) decidieron que lo mejor era preguntar de nuevo, por si las moscas.
 
¿Sexo romano? Pregunte precavidamente. 

– si sexo romano-  volvió a responder. Y como si nada siguió viendo tv.

Sabia que yo ya no era un jovencito (aunque algunas señoras en consulta me digan lo contrario) y que los tiempos cambian,  pero… si mal no estaba,  mi inducción al increíble mundo de la reproducción animal había ocurrido por allá en 5º primaria, con todo y libro de biología,  con un espermatozoide que parecía un micrófono y del cual había sacado un chiste.  Y la parte de la sexualidad,  las relaciones de parejas y todo eso, solo ocurriría en el colegio, cuando  algunos de mis compañeros habían dado sus primeros pasos (otros ya habían corrido una buena maratón) en la materia,  yo me excluía del grupo, mi timidez solo me daba para quedarme con las ganas…en fin.  Pero volviendo al tema; que la nueva ley de educación fomentara el temprano aprendizaje y la convivencia y todo lo demás,  pues era comprensible.  Pero a escasos cinco años, ¿ya tocando temas de sexo  y precisamente romano?   Caso extremo habría aceptado el sexo hindú, el chino o el chibcha, que a todas estas no tengo ni idea en que se podrían diferenciar.  Pero es que los romanos son los romanos. Pasaron por mi cabeza escenas de la película Calígula, los frescos pintados en muros  y las variadas historias que había leído y escuchado sobre sus gustos y preferencias. Y  por mas que lo intentaba, la asamblea general extraordinaria de neuronas en mi cerebro no lograban llegar a un punto claro sobre como cuernos la profesora les explicaría a estos infantes eso del papel dominante del hombre romano en la relación sexual,  no importase si fuese hembra o macho, o sobre  leyes tales como la "Lex Scantinia", "Lex Iulia y Lex Iulia de vi publica",  sobre las escenas de los baños  u otro montón de cosas, que por los clavos de nuestro  salvador  no quiero ni nombrar.

Sabiamente preferí no preguntar más, no fuera ser que me salieran con cosas peores. Y como todo buen hombre de la casa hice lo  mas sabio…. Esperar a que mi esposa llegara.  Cuando ella regresó, discretamente -no fuera a darle un vahído- le comenté lo sucedido.  Ella fresca como una lechuga  me aclaro todo.  Eso del sexo romano nunca se había tocado, al menos en clase; vaya uno a saber que comentaran esos mocosos en los corrillos de recreo (el ladrón juzga por su condición) lo que había pasado era que el colegio había invitado a un escritor bogotano de cuentos infantiles y este había hecho su visita ese día.  Su nombre CELSO ROMAN, y algunas de sus obras, que  días después habría de conseguir como tarea  son:   el abuelo armadillo, la comadreja robagallinas o los fantasmas de mi cuarto…. Nada que ver con la época antigua.