En ocasiones despertaba en la
madrugada algo sobresaltado, era el
mismo sueño, para muchos podría pasar como pesadilla, para mí un anhelo remoto,
enclaustrado en lo más profundo de mí ser.
Despertaba recordando aquellos artefactos metálicos que descendían de
nubes tormentosas en medio de un cielo azul solar. Siempre se posaban frente a mí, expectantes,
misteriosos. me acercaba y los tocaba,
rozaba con mis dedos sus botones, sus ángulos y antenas, para finalmente verlos
nuevamente partir al infinito celeste - en una onírica alteración temporal- en un anochecer cuando las primeras estrellas
se asomaban, la brisa fría movía las copas de los arboles con pocas hojas y
muchas flores y los aromas de la cocina de las casas cercanas lo inundaban
todo; nadie se percataba de nada, todo
el mundo seguía absorto en su vida, en lo cotidiano de su existir, mientras, yo
veía como un punto luminoso irregular se confundía en las nacientes
constelaciones. Se convertiría en un
delirio nocturno recurrente, podrían cambiar sus formas, desde simples esferas
plateadas no mayores a un balón de futbol a gigantescas ciudades angulosas y silentes, pasando por
discos luminosos, catálogos de naves peliculeras, aviones de diseño anti
aerodinámico y finalmente un cohete que entre nubes de gases de ignición
descanso su estructura en el patio de mi casa, entre los arboles de golgota,
naranjos y orquídeas. Solo en esa ocasión
vi uno de sus ocupantes; por fortuna mi cerebro me protegió de duendes verdes, zoomórficos
invasores, seres de luz mesiánicos, enanos cabezones o nórdicos profetas. Aquel
tripulante que simplemente se limitó a bajar de su aparato era un humano, alto
como seria cualquier hombre ante los ojos de un niño, forrado en su traje
espacial blanco con insignias
desconocidas, con sus instrumentos de investigación y navegación saliendo del
equipo que llevaba en su espalda y un
enorme casco que desprendía visos iridiscentes al incidir los rayos solares
sobre él. Se acercó, solo necesito unos
pasos, y bajó su imponente humanidad a mi altura, el visor era oscuro como el
espacio, tras el no pude ver nada, no había nadie que me hablara, nadie que me
interrogara con su mirada, solo vi una imagen, la del único viajero estelar, vi
mi reflejo sobre aquel cristal, vi la
cara de un niño lleno de curiosidad. El
astronauta se irguió de nuevo, me dio la espalda, entró al cohete y nuevamente,
entre el destello de las toberas, las nubes de humo diseminándose por todas
partes y el estruendo de los motores arrancando, se elevó dejándose caer en un azul infinito.
jueves, 27 de noviembre de 2014
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Sin Título
Anochecer iluminado. Timothy Sorsdahl, copia de Javier Haeger Soto |
Es tarde ya, las aves nocturnas
lanzan gritos de valentía sobre las copas de los árboles y raudas recorren los
techos de las casas. El gato de pelo
gris y mirada amarilla levanta la cabeza y observa los insectos sonámbulos que
golpean las bombillas de la calle. Un perro pendenciero olfatea el rastro que
dejo un eterno contrincante hace ya muchas horas, y oculto en la sombra que
derrama un árbol de almendro un pequeño ratón sigiloso espera que todo pase.
El caminante hace resonar la
suela de sus zapatos en el asfalto frio; y durante un solo segundo el ratón, el perro,
el gato, el insecto, el ave, el verde opaco y el azul profundo, junto con la
luna y todas las constelaciones nocturnas posan su mirada en su presencia.
Paseo al anochecer. Jorge Flores |
miércoles, 12 de noviembre de 2014
Interstellar, en el filo del tiempo.
Nunca había visto un agujero
negro en el cine, y fue por ello -desconociendo absolutamente todo lo
demás de la película- que estaba a la
espera de su llegada a la cartelera; después me entere que era la nueva obra
de Christopher Nolan, el mismo que había reivindicado la imagen de Batman,
devolviendo la dignidad pisoteada por tantas interpretaciones chillonas del
superhéroe, y del mismo Nolan que había sacado a Inception,
el ladrón de sueños en el cual se convirtió Leonardo di caprio luego de
ahogarse en el océano entre los restos del Titanic.
A mi corto parecer la película es
el antiguo y universitario arte de copiar y pegar llevado a la perfección, una armónica
amalgama de cintas previas de ciencia
ficción, y es precisamente por esto que la considero una de las mejores
películas de ciencia ficción. Su falta de originalidad permitió que tomase lo
mejor de otras y creara una obra maestra. Sin renegar de ellas, ya era hora que
apareciera algo diferente a las historias moralistas, con su organigrama de
corte militar estadounidense propio de
Star Wars, Star Trek o los Guardianes de la Galaxia. Ya no más confederaciones,
senadores, imperios y comerciantes intergalácticos.
domingo, 9 de noviembre de 2014
Interstellar de Christopher Nolan version merengue
Como preámbulo diré que hace
pocas semanas en los diarios nacionales salió
una noticia, (una más entre tantas) para algunos irrelevante, paro otros
positiva; en ella se informaba que
nuestro país del sagrado corazón había decidido echar por la borda la idea loca
de conseguir un satélite propio, so excusa que había cosas más importantes en
las cuales invertir el dinero, que dadas las características de nuestra red
informática era mejor seguir como estamos, que hay muchas familias con sus
necesidades básicas insatisfechas, principalmente las familias de los
congresistas, representantes, ministros, alcaldes, asesores, contratistas y
subcontratistas y toda aquella multitud que no cumple con los criterios para
salir en familias en acción. Que a pesar de que Venezuela, Perú, Bolivia y Ecuador
entre otros, tienen su propio aparatico, esto probablemente se debía a las heréticas concepciones socio comunistas de sus
gobiernos, y aquí lo nuestro es el capitalismo salvaje; que bien podrán todos
estos indios patirrajados arribistas que habitan por debajo de la línea del
ecuador, tener sus satélites, sus estaciones, sus astronautas, podrán tener lo
que quieran, pero nunca serán lo que nosotros somos, los colosos del norte, los
atenienses suramericanos. Necesitaran de nosotros cuando tengan que construir
plataformas de lanzamiento y todo su andamiaje, allí si suplicaran por nuestro saber, porque lo
nuestro es el cemento, y no cualquier
cemento, el cemento caro y por caro delicado; allí nos verán levantando sus
lanzaderas, bases y torres, de esas que
uno ve por la tele, que cuando sale el cohete se caen a pedazos, ahí nos tendrán
a nosotros, construyendo cosas que se desbaratan al primer uso, como se
necesita. Allí llegaremos con nuestras
carreteras de cemento, no en tren como esos retrógrados gringos y europeos,
cruzaremos caminos inhóspitos y sobre ríos bravíos levantaremos puentes de un
solo carril por el que puedan circular nuestros camiones y mulas, fieles representantes de nuestra
pujante raza.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Simplemente recordando
Alfonso siempre tenía algo
particular para decir o para hacer, poco
se sabía de su pasado, o tal vez poco había averiguado sobre él. Pasaba su vida en un cotidiano deambular por
las casas de aquellos que en épocas de pasiones y juventud habían sido sus amigos o patrones, pertenecía a aquel grupo de personas que
nunca pudo echar raíces en algún sitio, más que por falta de oportunidades,
por esa incapacidad de llegar a ser una persona ajena a la vida de los demás. Llegaba siempre en el momento menos
esperado pero era recibido con agrado y su plato de comida
siempre estaba preparado por si acaso.
El primero en recibirlo era el perro de turno que entre saltos y
algarabías caninas daba noticia de su llegada. Dormía en ocasiones en la habitación que me
servía de área de juegos, o si esta por
alguna razón estaba ocupada por algún inquilino, lo hacía en el sillero, donde
tendía un catre sonoro y al amparo de la luz de una vela, bajo los aperos y
frenos de caballos, cerraba la puerta y dejaba para si esos escasos momentos de
privacidad en casa.
Era moreno y lampiño. Con una barriga de buena vida, el cabello negro pulcramente peinado y un diente de oro que sabía relucir, pues siempre esbozaba una
sonrisa un poco conformista. Reía a
carcajadas de todo y de todo conocía un poco;
él fue quien me dijo cuál era la capital de los Estados Unidos y me
recitó muchos de sus presidentes;
mi tía decía que cuando era joven sabía tocar la guitarra y el acordeón pero que nunca finalizaba su función pues terminaba ebrio, recostado en
cualquier árbol, profundo como una cuba. También era un artesano y autodidacta
admirable; si alguna silla se dañaba el
encontraba la manera de arreglarla, construía jaulas de alambre y aparatejos en
madera; en sus momentos de ocio pasaba horas y horas tejiendo chiles de pesca
mientras mascaba un tabaco oscuro que mitad comía, mitad fumaba. Fue quien me mostró por primera vez como
se fundían pedazos de plomo para convertirlos en el peso de sus redes mientras contaba historias de esas que solo se le ocurren a aquellos que viven
a la orilla del río - allí era donde vivía- cerca de la finca de don Rafico y doña Isabel,
y fue por él que los conocí, a ellos y a sus hijos, de los cuales solo
recuerdo a Serafín porque tenía una guitarra chillona de la cual trataba sacar acordes sin mucha suerte.
jueves, 30 de octubre de 2014
Me cagaron el dia de las brujas
Tuve mi infancia en los aciagos
años 80s, con mi peso rozando peligrosamente la línea del percentil más bajo
del carné de crecimiento y desarrollo, y que gracias a la bienestarina nunca
pasó de allí (la misma con la que ahora engordan los marranos) la que sabe a pobreza y miseria según el catador
de vinos de la revista SOHO. usando la ropa heredada de mis tíos, con dos o
tres remiendos, los zapatos casi rotos
en la punta, un trompo y algunas bolas de cristal en los bolsillos y la
medallita de la inmaculada concepción debidamente amarrada en mi cuello con una
piola. En resumidas cuentas un niño más
de pueblo. Inolvidables y felices tiempos. Y en aquel calendario que regía mi vida; el cual iniciaba con las fiestas de año nuevo,
pasando por la entrada a la escuela, la semana santa, las ferias del pueblo, el
san pedro y por último la navidad, había un día que se colaba entre todos esos
ilustres acontecimientos y cobraba singular importancia. El 31 de octubre, el día de las brujas.
En los días previos, las tiendas
se llenaban de trajes y máscaras, nosotros, simples mocosos que salían de
clases, con la mirada perdida en los estantes, soñábamos con aquellos disfraces
de personajes de la tv. Yo sabía de
antemano cual sería el mío, la eterna mascara del chapulín colorado, que año
tras año me regalaban mis tíos abuelos;
inusualmente enorme para mi pequeña cabeza, con sus dos antenitas de vinil que rápidamente se perdían y ajustada fuertemente con un peligroso caucho
que servía de resortera cuando todo terminaba. Ese día salíamos a la calle portando solo esa careta de plástico tieso y
frágil, en ocasiones levantando un poco la cabeza para ver por donde
caminábamos y en otras quitándola completamente
para poder respirar cuando el calor sofocaba. Solo los niños de las
familias pudientes salían con su traje completo, pero eso no nos importaba,
lejos de envidiarlos, los admirábamos, era grato estar en compañía de
Mazinger Z, un Cantinflas improvisado, la máscara del chapulín colorado (yo) y
un hombre lobo (la máscara claro está).
Se pedían dulces, muchos viejos
tenderos solo se dignaban a tirar mentas a la horda infantil, como quien tira
maíz a las palomas; pero entre toda aquella algarabía y desorden se pasaba de
lo mejor. A quien le importaban los dulces
si había la opción de corretear por las calles tratando de ser uno de los
tantos superhéroes que salían en los muñequitos de la tv los sábados en la
mañana.
miércoles, 22 de octubre de 2014
¿ Tres dias de oscuridad?
Ojeando los artículos de un
reconocido diario de la región, para ser más exactos diré que ojeando los
artículos del diario del Huila, un titular llamo mi atención y al leer su contenido un escalofrió me recorrió
de la cabeza a los pies. Según la nota,
el próximo 21 de diciembre un extraño fenómeno cósmico daría lugar a tres días
de oscuridad, así como lo oyen, tres
largos días de oscuridad, que como los tres tristes tigres, nos pondría a comer
trigo por tres tristes días (o noches en este caso). Quede aterrado, no por el contenido de la
noticia, pues esta era una completa pamplinada, quede aterrado por el hecho de
ver como una mentira infantil puede calar tan profundo, a tal punto que
aparezca como una nota cualquiera, con el mismo grado de relevancia que la
noticia del desfalco al erario público de otro político más, el asesinato de cualquier ciudadano de bien o la
nueva carga tributaria impuesta por el gobierno. Y lo que resultaba más chocante era el hecho,
por parte del periodista, de dar por
sentado dicho fenómeno escudándose en
supuestos fundamentos científicos y académicos
y dando una voz de calma ante
dicho suceso; al final solo serían tres
días de oscuridad sin mayor trascendencia.
Al leer eso varias ideas me llegaron
a la cabeza.
domingo, 12 de octubre de 2014
Esos muñequitos de yupi y chitos...para coleccionistas
Aunque no parezca, tengo poco tiempo libre, y el poco
que tengo lo utilizo en actividades tan fructíferas, rentables y edificantes
como esta. Por alguna razón, la primera entrada que escribí (esos muñequitos de
yupi y chitos) es la más visitada, y por
la cual de vez en cuando recibo correos solicitando información sobre compra,
venta o cambalache de dichas figuritas. Qué curioso, en ella no gaste más de 15
minutos redactándola y unos 10 buscando las fotografías (a diferencia de los
“ladrillos” de “diablo” en sus tres
partes, en los cuales demore cerca de una semana y varias trasnochas
dándole vueltas al asunto), pero lo que más me molesta de todo, es que a cada
pregunta que me formulaban sobre los muñequitos no tenía respuesta. Un viernes en la noche, cuando la gran
mayoría de gente normal estaría disfrutando de un buen vaso de cerveza, yo,
sentado en una silla frente al computador me devanaba los sesos estrujando esas
neuronas esquivas que guardan los recuerdos, tratando de traer a la memoria
exactamente cuántos muñequitos había tenido en mi niñez; hay algunos inolvidables como el ñoño rojo con
los brazos abiertos que fue el primero que tuve, o el chapatin rosado que me salió
un sábado en la mañana cuando destapaba la bolsa de chitos (¿o yupis?) y por el cual di
tremendo salto de alegría, pues era el único que me falta del chavo; están los
del lobo feroz y algunos enanos de blanca nieves, producto del robo de unas
cuantas monedas de la caja donde se guardaba el dinero producto de la venta de
leche, y por el cual, días después al ser descubierto recibiría un buen
castigo; el príncipe azul que termino quemado con fósforos por ser “muy lindo”,
o los thundercats que me regalo David al
ver mi cara de decepción al ser el único
al cual no le había salido ese bendito letrero de sorpresa en el paquete. En fin, no sé si solo me ocurrió a mí, o si
existirán más contemporáneos con desordenes psiquiátricos, que a cada figurita
de plástico le fuimos dando cierta personalidad, ciertas características únicas
que las convirtieron en piezas claves de las historias de nuestra niñez,
dejaban de ser simples juguetes para convertirse en verdaderos héroes y
villanos de los diferentes escenarios en los cuales se desarrollaba ese mundo
alterno de la infancia, el sagrado momento de jugar.
lunes, 6 de octubre de 2014
Bochica S.A.S contra Jesucristo Inc.Corporate
Hace unos días cumplí años, y fue
grato ver en el muro del Facebook como algunos de mis amigos me felicitaban y
me auguraban bendiciones por parte de Bochica.
Pero lo más curioso fue ver como
algunos compañeros de trabajo me preguntaban en tono sincero: “hombre polo
¿Quién es Bochica?” o “¿qué es eso de buchico?” o “¿eso como que es un mito?”
¡Por las ricitos del divino niño!
Como puede estar pasando esto en este país mestizo del sacrosanto corazón de Jesús.
Respirando hondo y en tono
conciliador respondí que Bochica era algo así como el Jesucristo criollo y
todos soltaron una carcajada (incluyéndome) pero… ¿Por qué habría de estar
equivocado?
jueves, 18 de septiembre de 2014
Si el toreo es arte, el canibalismo es gastronomía.
Me cuesta imaginar como en un
remoto pasado, un grupo de homínidos cazadores armados con palos y piedras hicieron frente a
una manada de uros imponentes; cuernos contra pulgares, bufidos contra gritos,
al final el cuerpo yermo de una de aquellas bestias y el jolgorio y la
algarabía de los protohumanos. Pasarían los siglos y las crías de ambas
especies irían sellando la extraña relación que se desprendió de aquel
encuentro violento. Los simios perdieron
el pelo, aumentaron de estatura y tecnificaron sus primitivas herramientas,
nacería el homo sapiens y este se auto proclamaría el rey del mundo, la razón y
fin de la creación. Los cornudos
cuadrúpedos continuarían pastando en las planicies, rumiando apacibles mientras
el simio alteraba su mundo, lo alteraba a él, y lo convertía en un animal
dócil, lo domesticaba. Por los 10 000 AC
cuando la humanidad dejo de ser una manada más y entro en la historia,
el toro estuvo a su lado; con su fuerza quebró la tierra para el sembradío, con
su piel cubrió sus cuerpos y hogares, con su leche (siendo más exactos de la
vaca) alimento las crías flemáticas e indefensas y para completar regalo su
mierda para abonos y paredes. El hombre,
animal débil y escueto, deslumbrado por su fuerza lo elevo a condición de dios,
lo entronizo en las estrellas del firmamento, lo convirtió en pieza
indispensable de lo que más tarde llamaría arte. Quedaron invictas ante las embestidas del
tiempo las estatuas de dioses toros alados mesopotámicos, los frescos etruscos
y cretenses donde gráciles hombres saltaban sobre los lomos bovinos mientras
mujeres esbeltas con sus tetas al aire los elogiaban. Quedaría el minotauro
producto del bizarro romance entre el toro de creta y Pasifae; quedaría el becerro de oro que despertaría los
celos patológicos del maniaco Yahveh, quedaría Zeus transformado en toro y
montando lujurioso a Europa; el Apis egipcio, la vaca madre nórdica Audhumla,
las vacas sagradas de la india (simples encarnaciones divinas.) Curiosamente
utilizo al mismo animal como ofrenda ante estos mismos dioses, nacerían los
sacrificios, las hecatombes. La mala suerte cayó sobre el estúpido
rumiante, que sin saber cómo ni cuando entro a formar parte del rito de sangre,
su vida fue la moneda con la que se pagaba el equilibrio prestado de las
fuerzas celestiales.
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