Como son las cosas, quería escribir
algo sobre Batman, por sus 75 años, pero con el tejemaneje de “cincuenta
sombras de Grey” me dio por comentar alguito sobre esto. La primera vez que vi ese libro estaba en
manos de una compañera de trabajo que usualmente tiene dos o tres tuercas
sueltas. Inmersa en su lectura, soltando
risitas impúdicas de vez en cuando, con las pupilas dilatas y dios sabe que
otro signo fisiológico de interés. Por encima
uno podría considerar que se trataba de un libro de terror o suspenso: caratula oscura con imágenes a claroscuros,
cincuenta sombras rondando por ahí; como
podrían ser los trece fantasmas de la película, los siete pecados capitales,
las mil y una noches, los siete enanitos de blanca nieves y porque no, los doce
apóstoles. Y todas esas sombras rondando
a una tal Grey, que podría ser un ciborg, un vampiro, un detective de la época victoriana
o un héroe renacentista. No podía estar más equivocado. Tome el susodicho ejemplar y empecé a repasar
las primeras páginas, luego las segundas, las terceras, las del medio, las tres
cuartas y las ultimas y no encontré nada que a modo de atropina dilatara mis
pupilas. La historia se asemeja algo a la historia de Marimar y Sergio, solo
que el sonido de las olas y el cantico de los pajaritos al amanecer, que
remplazaban las escenas de alcoba fue cambiado por prolijas descripciones eroticosadogimnasticas.
La trama de siempre, el tipo rico y
apuesto le cae a la jovencita ingenua y virgen (¿vírgenes post universitarias? Eso
me suena a ciencia ficción) para terminar - como diría un amigo- y omitiendo palabras y frases de alto calibre
y contenido sexual, en aras de evitarle disgustos a las hipotéticas pero poco
probables señoras que lean esto… para
terminar dándole como rata en balde. Curiosamente en algunos apartes me sentí chismoseando el chat de Facebook de
cualquier parroquiano promedio con su amiga morronga. Y ya.
Yo
pensaba que debido al escándalo y propaganda que se le había armado a dicha trilogía,
pues al que no le gusta el caldo se le dan tres platos, encontraría la obra que
se equipararía al Ulises de Joyce, a los
versos satánicos de Rushdie, o al guardián entre el centeno de Salinger, pero no, solo vi la continuación de la saga
de crepúsculo, solo que en el ámbito empresarial y por qué no, la evolución de Cuauhtémoc. Gracias
a cincuenta sombras de Grey, me di cuenta que yo era un miserable depravado, que el reguetón solo había
embrutecido a las nuevas generaciones y que la poca censura en series y películas
de la tv solo había adormecido sus sentidos.
Si había personas que se escandalizaban y ruborizaban con este libro,
eso solo era síntoma de una nueva enfermedad y no solo en nuestra querida
patria sino en todo el mundo. La mojigatería, hordas de mujeres (y hombres también) a la espera de encontrar su macho alfa que
les diera sopa y seco. Es más, si salgo a la calle y quito las variables, “apuesto”
y “dueño de muchas empresas” veo a montones de greys caminando plácidamente por
los andenes, ostentando esa parte de la anatomía que representa toda su
capacidad de dominio, virilidad y pasión,
y no me refiero al pene, me refiero a la barriga. Y de paso veo a multitud de anastasias, al
lado de su grey y con cara de poco
bestseller.
Si eso es lo que ahora se llama
literatura erótica, prefiero quedarme con la del pasado, la que venía en
la revista SUECA, la de versión bolsillo
para estudiantes de bachillerato, debidamente embolsada como cd pirata para
evitar ojos curiosos y sin dinero, eso sí era erotismo…muy perturbador y
engañoso por cierto. O las coloridas y bien ilustradas historias de la revista
MACHO, cuando el afro era la moda. O en caso extremo la sección “juan sin miedo”
del ESPACIO y los consejos de la revista VEA.
Para terminar en estos días salió
el tráiler de la película, sé que no la
voy a ver, es poco probable que se asemeje a garganta profunda o Tarzan el
hombre porno, tan solo esperare que alguien la vea, me la cuente rápidamente y que Batman me
perdone…