latecleadera

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jueves, 8 de mayo de 2014

sexo romano....en la escuela


Un día cualquiera,  cuando mi hijo llegó de la escuela  y antes  que se sentara frente al televisor a ver sus programas de siempre, le hice la pregunta protocolaria y obligatoria que me imagino todos los padres les harán a sus hijos. 

 ¿Qué vieron hoy en clase? 

El con sus cinco años y pico como dicen las abuelas,  mientras tomaba algo para comer y se acomodaba en un sillon,  me respondió con la mayor naturalidad posible

– Sexo romano- 

Ante la respuesta guarde unos segundos de silencio, mientras las neuronas decidían si lo que había escuchado era lo que había escuchado, y luego de analizarlo concienzudamente, estas (las neuronas) decidieron que lo mejor era preguntar de nuevo, por si las moscas.
 
¿Sexo romano? Pregunte precavidamente. 

– si sexo romano-  volvió a responder. Y como si nada siguió viendo tv.

Sabia que yo ya no era un jovencito (aunque algunas señoras en consulta me digan lo contrario) y que los tiempos cambian,  pero… si mal no estaba,  mi inducción al increíble mundo de la reproducción animal había ocurrido por allá en 5º primaria, con todo y libro de biología,  con un espermatozoide que parecía un micrófono y del cual había sacado un chiste.  Y la parte de la sexualidad,  las relaciones de parejas y todo eso, solo ocurriría en el colegio, cuando  algunos de mis compañeros habían dado sus primeros pasos (otros ya habían corrido una buena maratón) en la materia,  yo me excluía del grupo, mi timidez solo me daba para quedarme con las ganas…en fin.  Pero volviendo al tema; que la nueva ley de educación fomentara el temprano aprendizaje y la convivencia y todo lo demás,  pues era comprensible.  Pero a escasos cinco años, ¿ya tocando temas de sexo  y precisamente romano?   Caso extremo habría aceptado el sexo hindú, el chino o el chibcha, que a todas estas no tengo ni idea en que se podrían diferenciar.  Pero es que los romanos son los romanos. Pasaron por mi cabeza escenas de la película Calígula, los frescos pintados en muros  y las variadas historias que había leído y escuchado sobre sus gustos y preferencias. Y  por mas que lo intentaba, la asamblea general extraordinaria de neuronas en mi cerebro no lograban llegar a un punto claro sobre como cuernos la profesora les explicaría a estos infantes eso del papel dominante del hombre romano en la relación sexual,  no importase si fuese hembra o macho, o sobre  leyes tales como la "Lex Scantinia", "Lex Iulia y Lex Iulia de vi publica",  sobre las escenas de los baños  u otro montón de cosas, que por los clavos de nuestro  salvador  no quiero ni nombrar.

Sabiamente preferí no preguntar más, no fuera ser que me salieran con cosas peores. Y como todo buen hombre de la casa hice lo  mas sabio…. Esperar a que mi esposa llegara.  Cuando ella regresó, discretamente -no fuera a darle un vahído- le comenté lo sucedido.  Ella fresca como una lechuga  me aclaro todo.  Eso del sexo romano nunca se había tocado, al menos en clase; vaya uno a saber que comentaran esos mocosos en los corrillos de recreo (el ladrón juzga por su condición) lo que había pasado era que el colegio había invitado a un escritor bogotano de cuentos infantiles y este había hecho su visita ese día.  Su nombre CELSO ROMAN, y algunas de sus obras, que  días después habría de conseguir como tarea  son:   el abuelo armadillo, la comadreja robagallinas o los fantasmas de mi cuarto…. Nada que ver con la época antigua. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Haga su propio telescopio en 3 pasos....




Construye  un telescopio reflector con materiales caseros…. eso es lo que dice el libro, tal vez el  mejor manual en lo referente a manufactura de telescopios newtonianos.  Pero antes de comentar sobre esta joya del trabajo manual, me daré el gusto de poner la historia en contexto.


Por el motivo que sea, todos en algún momento alzamos  la mirada en una noche de luna nueva  y con asombro y curiosidad hemos visto aquella multitud de puntitos brillantes llamados estrellas  (de 3000 a 6000 dependiendo del sitio,  las condiciones meteorológicas  y las “buenas vistas” del observador)  y unos cuantos hemos caído en el embrujo de querer conocer sus nombres, presumir con la punta del dedo que tal con cual  forman tal constelación, y en el mejor de los casos dar una explicación cosmológica a todo aquel desorden (en este punto es probable que ya nadie presta atención o simplemente no nos crean).  La mayoría dejará la cosa ahí, y al salir el  sol solo quedará el recuerdo de una noche oscura y bonita.  Otros,  tercos cual semovientes,  quedaremos con las dudas latentes y nos atiborraremos de información astronómica de primera, segunda y hasta tercera mano (en orden sería: libros de astronomía, dos o tres atlas del cielo nocturno, la colección de Carl Sagan.  De segunda mano serían esos eternos programas  de Nat geo, Discovery o History, que escupen datos y datos,  todos  muy bonitos pero que al final lo dejan a uno en las mismas, y de tercera mano serían los serios y entretenidos  documentales de alienígenas ancestrales,  las notas del noticiero RCN  o lo último en cosmología, cosmogonía, cosmoagonia y astrología que  cuentan compañeros de estudio o trabajo).  

Es en este punto,  después de considerarme todo un digno operario del telescopio de canarias,  en el que realizo la mejor inversión de mi vida, me consigo lo último en guarachas en telescopio,  de esos que llegan por temporadas a la panamericana o los que se encargan a amigos igual de cultos a uno.  Así que a eso de las 5 pm tengo ante mis ojos un reluciente y  pulcro artilugio,  azul oscuro, salido de una caja con fotos de Júpiter  y galaxias lejanas multicolores, con números que indican aumentos de cientos de veces, capaces de capturar la estrella más esquiva o el vello púbico más tímido de cualquier vecina.  Y al caer la noche, con nuestro mapa estelar en mano y el objetivo puesto al infinito ( y más allá) escudriñamos con curiosidad 100% infantil el firmamento,  ¿y que vemos? Nada…. Un fondo oscuro y estrellitas ocasionales algo desenfocadas.   Claro, no era de esperar que viésemos la galaxia del sombrero o la nebulosa del cangrejo de una, con mirada científica revisamos nuestro mapa estelar (el que viene con el atlas tamaño familiar que nos costó un ojo de la cara) hacemos unos cálculos mentales, ajustamos dos o tres manijas y nuevamente  a desentrañar los misterios del cosmos... ¿Y que vemos?  Nada… un fondo oscuro con estrellitas ocasionales desenfocadas.   Y así  pasamos minutos u horas,  dependiendo del espíritu aventurero del observador, para al final, luego de estar solos -pues el público inaugural ha preferido ir a ver la novela- Ver a lo lejos la eterna compañera, la luna.  Tardamos unos minutos en ubicarla (como carajos es posible que no sea capaz de hacerlo) y como recompensa ante la perseverancia, con orgullo observamos sus cráteres, mares y cadenas montañosas.  No todo fue tan malo.  En las noches siguientes presumiremos ante un nuevo público enseñando la lunática figura, mostrando al Júpiter inquieto y al esquivo Saturno.   Por unos minutos todo será ¡¡ohhhh!!  ¡¡ahhhhh!! ¡¡que bonita!!  ¿es de verdad???,  y ya.  Pero cuando la novela empiece y el astrónomo incipiente quede solo con su aparato, volverá de nuevo esa desesperación de no encontrar nada, solo el fondo oscuro con lucecitas borrosas. Y pasaran los días, y los libros, y los amigos, y las expresiones maniacas de Giorgio tsoukalos (si tan solo viera  una nave) para luego  tal vez con un golpe de suerte enterarnos  que lo que creíamos  seria el hermano menor del Hubble, es en realidad un pequeño juguete  con un objetivo de 60 mm de diámetro,  algo que solo me permitirá  definir algo de nombre astronómico pero más bien anatómico….ustedes  entienden.  Dejaremos a nuestro amigo a un lado, solo para ocasiones especiales o para cuando llegan las visitas curiosas…no todo está perdido.   


Es aquí cuando llega este libro EL TELESCOPIO DEL AFICIONADO de Jean Texereau, el manual  que a modo de cartilla de nacho lee, todo aquel que quiera iniciarse en el mundo de los artilugios astronómicos debe leer.  Allí se dará un breve repaso de óptica con dos o tres ecuaciones que no entenderá, le despejará algunas dudas prácticas  y le entregará un pequeño listado de elementos requeridos para construir el tan anhelado telescopio reflector de 250 mm. Luego le explicará pasó a paso como elaborar desde el espejo hasta la montura con todo y tornillos,  y  al final,  a  modo de libro de Jaime duque linares, felicidad garantizada.  Personalmente después de leerlo, busque los materiales y solo encontré  los 2 butacas, (en la que me sentaría y en la que dejaría el espejo listo para el abrasivo)   lo demás, seré honesto, puse poco empeño en conseguirlo.  pueda que algún día lo consiga,  es posible que lo construya (muchos ya lo han hecho, hay centenares de páginas web donde niños y ancianos muestran orgullosos sus creaciones) o es probable que bote la toalla después de pelarme los dedos en el esmerilado,  ahorre unos meses y me compre uno ya completico en una tienda astronómica.   
"albert II" dibujo de Diego Fournier

martes, 6 de mayo de 2014

tintinologos.....¡FILIBUSTEROS! ...¡TROGLODITAS!.....



Fueron varias las tardes que dedique en mis años mozos  en la biblioteca del pueblo,  solitario como una lombriz  ya que ni la bibliotecaria estaba presente (probablemente coqueteando con los policías de la estación cercana,  digamos que por cuestiones de vecindad ellos protegían aquel templo de lectura)  a leer y releer  unos delgados libros amarillos  con aroma a papel nuevo.  Era una colección incompleta de las historietas de tintín, de editorial juventud y en pasta dura.  Desde el primer momento que las tuve en mis manos ejercieron sobre mí un hechizo particular,  mi contacto con el mundo del comic se limitaba a los ocasionales complementos  dominicales de el espectador- los monos-  que llegaban por casualidad  y a alguna revista de Kaliman o Arandu de fecha indeterminada.
 

Para la mente de un niño podían ser historias densas, la mayoría de ellas  de 62 páginas subdivididas en rectangulares y homogéneas viñetas, en donde la mitad  eran ocupadas por los globos de dialogo, pero en ocasiones, saltándome las letras,  solo me dejaba llevar por la fluidez de los dibujos, por lo  realista de sus escenarios  y por aquellas situaciones  en momentos inverosímiles, otras de suspenso  y otras de franca comicidad;  más de una vez ahogaba una risotada al ver las expresiones estrafalarias y grotescas de algunos personajes,   y en una única ocasión fui expulsado de aquel sitio cuando junto a algunos compañeros de escuela soltamos carcajadas descaradas al ver las jugarretas de milu y un chivo malgeniado.   Como todo lector medio, siempre pasó por mi mente la idea de robarme alguno de aquellos ejemplares, pero los editores, todos ellos sabios, previendo esto, crearon las historietas en un formato extra grande que no pasaría  desapercibido en cualquier morral escolar.  Años después, y gracias al internet,  tuve la oportunidad de tener a mi alcance la colección completa de Herge, desde tintín en el país de los soviets, hasta tintín y el arte-alfa.  Luego me aventuré  por las aventura de Jo, zette y jocko, quike y  flupi;  Y por último versiones piratas y apócrifas como tintín vs Batman (donde muere milu) o la vida sexual de tintín o tintín en Tailandia.  Cayendo de esta manera en el maravilloso mundo de la tintinologia (a la fecha ya tengo cuatro álbumes  amarillos y con olor a nuevo, como los de la biblioteca)  Luego vino la película de Peter Jackson, acorde a las historietas y con una estética y efectos notables.  Pero luego de verla, sentía que algo no cuadraba, que a pesar de todo, nunca lograba esa relación íntima que se daba entre el libro y el lector. Días después  conocí la causa (una de tantas).  La línea clara;  aquella escuela belga de dibujo cuyo fiel representante era el propio Herge.  Los dibujos de líneas continuas y precisas, con ganancias lineales que solo aparecían muy de vez en cuando, su grosor estándar tanto en primeros como en segundos planos, la ausencia de sombras y difuminados,  la inexistencia del enfoque en primer plano, los colores básicos, fuertes para los personajes principales que resaltaban su ser en cada viñeta, aquella minuciosidad en los detalles y formas, y el obligado movimiento de los dibujos en dirección izquierda derecha  siguiendo el patrón de lectura, me dieron a entender el porqué de aquel mágico primer impacto.   Tintín había sido hecho para el  disfrute visual,  atraía la mirada del niño cual sonajero musical,  tan solo era dejarse llevar por un hilar de colores, escenas jocosas, gags  e historias de no querer acabar….. En fin, cosas de aficionados, y como diría Serafín latón “tiene gracia”…..el que entendió,  entendió….