La madremonte es una deidad de los bosques
y las selvas. Rige estos lugares desde
tiempos remotos, mucho antes que el
primer hombre viera la luz de las estrellas y construyera su primera casa. Ella controla los vientos y las lluvias, deambula
por sus dominios en compañía de animales
salvajes, cuidando las crías de las
bestias, extendiendo las enredaderas de
flores y espinas por todos lados, vigilando el caudal de los ríos y cerciorándose que los arboles siempre cuenten
con ramas frondosas de hojas bailarinas.
Quienes la han visto la describen como una
mujer corpulenta, inmensa,
imponente, con cabellos de
salvajinas y vestido de musgos y enredaderas;
su cabeza está cubierta por un sombrero de hojas de palma de las cuales brotan
retoños desconocidos, y sobre los cuales
las aves se posan para descansar.
En ocasiones, cuando visita los nacimientos
de agua en las altas montañas, se viste de lodo y hojas secas, allí se baña para luego desencadenar
crecientes que barren los escombros de los ríos y fertilizan sus orillas.
La madremonte no ve con buenos ojos a los humanos,
los considera su peor enemigo, pues por su avaricia han invadido y saqueado sus
dominios, asesinando a sus criaturas y arrasando sus bosques. Cuando ve un leñador o un cazador, con furia
se abalanza sobre ellos y con su mirada espectral hace que pierdan la conciencia,
luego los toma con sus manos como garras y los abandona en lo más profundo de
la selva, a la espera de que la misma naturaleza haga justicia.
Son muy pocos los que pueden encontrar el
camino de regreso, muchos mueren en el intento o se convierten en fieras
salvajes que finalmente custodiaran lo que antes pretendían destruir.
Cuentan quienes viven al lado de las selvas
y los bosques que en ocasiones se pueden escuchar sus gritos o bramidos, y que
cuando esto ocurre es señal de que una fuerte tormenta estará por llegar.
Dicen los campesinos que lo mejor para
espantarla es ir fumando un enorme tabaco, tal vez le molesta el humo y el olor
a hoja seca quemada, pero lo mejor es, ante todo, tratar de no molestarla.
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