latecleadera

domingo, 23 de abril de 2023

Onírico (voces de una luciérnaga al anochecer - fragmento)

 


La criatura yacía al borde del mar inmenso, azul, transparente y profundo.  Sus pies inmersos en el agua fría y limpia se enterraban en la arena carente de vida, conjugada con conchas y guijarros verdes y rojos, otros cristalinos y brillantes.  Buscaba el sonido gutural  de algún ser no semejante, desconocido y confiable, que le llevara lejos de la humedad perpetua en la cual vivía.  Levantó su rostro gris al firmamento sin fin y vacío, custodiado por cúmulos hechos cirros, lejanos y brillantes en sus contornos por un astro llamado sol por hombres inexistentes; anhelando la muerte salvadora que lo arrebatase de su prisión de placer diáfano y celestial, que lo aniquilara en mil almas transeúntes en los universos esporádicos que surgían al chapotear las gotas ocasionales en la quietud oceanal de su mundo.

 En el ocaso, una silueta rompió la perfecta armonía de tonalidades azules. 

 Oscura y alada le vio la criatura.  Su voz no grave, sino alta y tenebrosa retumbó en los espacios uniformes perdiéndose en el infinito sin eco.  Su mirada amarilla se posó sobre la alimaña al borde del mar, y entre garras de fuego lo llevó lejos, al mundo de las rocas y calor, entre montañas desnudas y riscos de filos metálicos y mortales.

Los pies y las manos recién creadas se aferraron a la hierba verde y sofocante en la cual había sido depositado.  El aroma penetró en su piel y fecundó su cuerpo, que repleto de ramas y raíces, raudo, se alzaba incongruente al cenit, y allí, aferrado a la oscuridad del subsuelo, resoplando palabras de aves multicolores, deshojando sus ideas en otoños y veranos cíclicos, dirigió su ya olvidada mirada alrededor. 

 Un rumor recorrió sus sólidas entrañas y el bosque respondió con murmullos graves y guturales.


Onírico 1999-2004, editorial la tecleadera 2023

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