latecleadera

miércoles, 22 de agosto de 2018

Senderos. Sin título No 7.

 "medianoche de bestias nocturnas a la madrugada del domingo, dia del Señor" Acuarela


Siempre hay un solo camino, un camino ligeramente estrecho, un camino rodeado de árboles transitorios que rebotan sus hojas secas entre sus ramas,  un camino que desprende polvo a un pasado que segundo a segundo se olvida, un camino de hierbas semi secas que  agitan sus fértiles cabelleras al ímpetu del viento que calmo se desliza sobre ellas.

Es el camino que conduce a todas partes, el camino que depara cada situación y cada  espacio a la vuelta de cada curva.

Es el camino nocturno resplandeciendo bajo  haces de luz enceguecedores.

Es el camino que bien puede ser de polvo o cemento, no importa, es monótono e hipnotizante en toda su extensión, a pesar de sus accidentes y variaciones es el único que puede brindar uniformidad ante una vida en transcurso de incertidumbre.

Siempre  hay un camino que en las orillas guarda todos los secretos, todos los escenarios, todas las situaciones.

Un camino rodeado de  piedras que a pesar de la nocturnidad del frio aun desprenden el calor solar de un día cualquiera.

Un camino rodeado de pequeñas callejuelas entre los matorrales y  cercos  que se pierden entre montañas que disuelven su esencia en el horizonte de anochecer y oscuridad perennes.
Siempre el camino lleva a cualquier lado,  esa es la esencia de su existir,  conducir  a donde los sueños indican,  a donde las pesadillas escapan,  a todo aquello que bien pudo ser  y no pudimos dejar existir.

El camino se dirige  al pasado remoto de mi vida mientras yace de lado abrazando un futuro hipotéticamente nunca existente.

Las bestias nocturnas observan desde sus orillas; siempre he querido detenerme y dialogar con ellas, pero no puedo, la importancia de la travesía es mantener una velocidad que brinde un escape de la realidad.

Mundos alternos se forman alrededor, civilizaciones caen, familias nacen, la mujer de las mil caras está esperándome en algunas de ellas,  en ocasiones veo al mago cargando su mochila por los potreros circundantes, mirándome con curiosidad mientras se dirige al valle de los seres de piel cobriza y olor a verano.

El camino en ocasiones aparece en sueños, el camino en ocasiones sale de la nada mientras conduzco  el  carro a cualquier lado.

El camino soy yo, un eterno devenir de ideas, un constante renacer de un pasado inexistente, el constante anhelo de un incierto futuro, el deseo de ser todo y a la vez diluirme en mil cosas y terminar siendo nada

El camino soy yo, eso fue lo que me trató decir el hombre con el frio de muerte impreso en su rostro, cuando en un día de ensueño infantil emergió una mañana cualquiera entre la hojarasca en medio del sendero que conducía al bosque de los niños de piedra.   Años y años buscando entender sus palabras inentendibles, las palabras con las cuales de nuevo se sumergió en su sueño frio, bajo las hojas secas, entre las piedras frías, al amparo de las sombras  que proyectaban los árboles que nunca mueren.

¿Hombre de la hojarasca dónde estás? Necesito nuevamente escuchar las palabras que se desprendían de tus gélidos labios. 

¿Dónde encuentro su tumba?   Es necesario llegar a ella para dar inicio a la marcha y tomar los senderos que inevitablemente llevaran a lo incierto y mágicamente sacrílego.



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