Era una forma vaporosa,
un reflejo de advocaciones oníricas remotas, dos inmensos ojos con iris que se disolvían en
tornasoles destellos recorriendo caminos entre el turquesa, un avellaneda
otoñal o simplemente un verde primitivo.
Un recuerdo de un sueño infantil, el deseo de un adolescente viendo desgranar
las estrellas del firmamento sin luna, bajo las ramas de un árbol de gólgota con
exuberantes flores nocturnas amarillas.
¿Qué dice su voz?
Se materializan las ondas sonoras cabalgando en un aire
cargado de calor malsano que brota por los resquicios de los andenes en las
calles.
Forma frágil recubierta de azul con amuletos dorados y
arcanos tallados sutilmente en decenas de cuentas atrapadas en hilos
transparentes.
Me habla desde una dimensión que se desdobló varias veces,
como cuando el sacerdote tomaba el vino del cáliz y lo cubría con un pequeño
pañuelo que plegaba sobre sí mismo hasta casi hacerlo desaparecer, como si aquel fuera el real truco de la transustanciación.
/Y mientras esto escribo y
mientras esto recuerdo, una pequeña
araña cruza rápidamente a mi lado,
simplemente pasa, indiferente, ajena, rauda y delicada. Efímera vida arácnida que por cosas del
destino hoy tuvo la suerte de continuar./
Desde la penumbra, esos ojos mitológicos me miran y la voz enmascarada
en compases de 4/4 nombra sirenas que perdían viajeros de épocas
antiguas, invoca los dioses alados
acadios, conjura las fuerzas del dormido
Pawahtún y en silencio espero que no altere el sueño de la mortal Kali.
Su forma se materializa segundo a segundo a tal punto que
puedo rozar su cuerpo y burdamente percibir su vaporosa consistencia
Ríe y al hacerlo deja ver una de sus mejillas y sus labios,
de ellos salen palabras que aseveran mentiras piadosas sobre visitantes de las
estrellas, sobre artilugios que
sobrevuelan por valles solitarios o poblados dormidos al amparo de la media noche, pero al mismo tiempo lanza blasfemias a las
letras sagradas y cósmicas ¿Qué es esa presencia? ¿Un demonio conservando aun
las alas celestiales o un ángel en vísperas de la gran caída?
Cierro mis ojos,
como siempre lo hago cuando quiero cerrar las puertas de la realidad
para adentrarme en los bosques de árboles con ramas entrecruzadas como
esqueletos que conducen a la tierra del sueño, el mundo donde ya no soy yo y del que fácilmente
puedo nunca más regresar, los dominios del olvido, de la no memoria…despierto,
he regresado nuevamente, como todas las noches. Como se supone no hay huella del
mundo onírico, solo un sabor particular en mi saliva, un exquisito sabor, el sabor del sacrilegio, de las aves solitarias cantando a la lluvia, el
sabor que dice que eso está mal, el sabor de las falsas sirenas, el sabor de los magos galácticos errantes.