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Resguardo, aquello que la magia nunca corromperá. |
Tengo tantas canas, tantas sombras y claroscuros
cubriendo mi cabeza que me pregunto:
¿Cuándo vendrás por mí, mujer de mirada perdida en la
lentitud del existir?
Te recordé recorriendo los pasillos con andar
cadencial… paso a paso.
Un eco de pisadas en callejones y corredores,
un pie blanco y largo esperando en las esquinas del
olvido.
Soy un vagabundo que sobrevuela los nidos de las ratas
al anochecer,
sonrío a la luna desierta entre los arbustos,
donde tu cara se enreda en los huesos de las ramas de
los árboles moribundos.
Magdalena te llamé en el principio de los tiempos
luego
cuando las trompetas disfónicas elevaban su plegaria a
los ebrios obscenos
Catalina te llamé.
¿Más no eras acaso la bruja que se escondía bajo una
raíz de regaliz?
¿En las tardes en las que la abuela paciente y
tranquila preparaba el café?
Lelen te llamé en los sueños agitados
cuando el sol del atardecer se diluía en los arreboles del horizonte.
Luego te sentaste a mi lado con dedos largos y uñas
sin pintar:
-
Esa
es mi casa, ven -
Y nunca quise
ir,
me ahogue en naufragios de miradas felinas y sacras aunque
infinitamente malévolas y vulgares.
Las luciérnagas emigraron de mi hogar
y tu piel rozó una tarde cualquiera mi barba
incipiente.
Luego quise llorar mis lágrimas perdidas en una
apuesta de rabia…Y te perdí
no te volví a ver.
¿Dónde estás mujer morena de lentes circulares?
¿Dónde estás mujer de cabellos rubios y lunares en los
brazos?
¿Dónde estás magdalena de mi pasado? sentada bajo el
árbol frondoso jugueteando con un perro en vísperas de navidad.
Un cabello de plata cae de mi frente
golpea la uña de mi dedo mayor y retumba en ecos de
burdel.
¿Dónde estás magdalena?
La niña que fue a buscar el invierno y nunca quiso
regresar.
¿Dónde estás catalina? mal llamada Penélope para que
pudieras encajar en la canción,
Juraría que te vi un día al atardecer
cuando llovían embarcaciones de papel de los árboles que
circundaban el camino a la ciudad,
te vi escondida en los escombros de mi vida;
qué lejos vas,
qué lejos estoy.
Esto es lo que queda de mí,
ese es el recuerdo de mí,
el recuerdo de la mujer con nombre de niña
que se perdió en la curvatura de un pie blanco
que caminaba descalzo por los corredores de ensueño
un día cualquier entre abril y junio.
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