Aquello era llamado por los abuelos como la
candileja, un espectro del más allá, que gustaba acercarse a los hombres
mujeriegos e irresponsables que
disfrutaban recorrer los caminos de los campos a altas horas de la noche; también solía perseguir a los borrachos o a
los jinetes nocturnos, enredándose en
las ancas de las bestias, espantando los animales y buscando hacer caer a los
asustados campesinos de sus monturas.
Mucho se habló sobre cuál podría ser el
origen de la candileja: Unos decían que
era el alma en pena de una mujer indígena que había muerto dentro de su choza
incendiada, otros decían que eran los espíritus
de una mujer y sus hijos quemados en la época de la violencia en Colombia, otros hablaban que era el alma de una esposa
abandonada y engañada por su esposo aficionado a los caballos, y por último se decía que eran las animas en
pena de una abuela alcahueta y sus dos nietos
traviesos e irrespetuosos, que al morir y llegar a las puertas del
cielo, fueron devueltos a la tierra transformados en fuego para purgar todas
las faltas cometidas en vida, por eso se
les veía chocar y lanzar chispas, discutiendo sobre quien había tenido la culpa
de su castigo, por eso se le veía
descendiendo sobre ríos tratando de calmar infructuosamente el fuego que los
consumía.
Contaban los abuelos que si se tenía la
mala suerte de encontrarse este espanto
en las noches solitarias por los caminos,
nunca había que rezarle, pues esto atraía la candileja creyendo que
podía buscar consuelo en las oraciones ajenas.
Para ahuyentarla había que gritarle e insultarle por haber sido una
vieja permisiva con unos hijos malcriados, esto bastaba para lograr deshacerse
de tan incendiario ser.
Hace mucho que no se tienen noticias de
ella, tal vez las almas que la
conformaban por fin comprendieron la responsabilidad de sus acciones, aceptaron
su culpa, enmendaron sus errores y entraron finalmente al reino de los cielos.
** publicado originalmente en la desaparecida revista "güipas" del diario "La nación" 2019
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