Se dice que habita en los oscuros bosques
que rodean los poblados solitarios de la región andina, muchos afirman que frecuenta los
cementerios y recorre la superficie de
los ríos turbulentos.
El silbador es un enigmático espectro con
forma de ave que para algunos es de color negra, para
otros de color gris. Cuentan los
versados en temas del mundo desconocido
que era una de aquellas aves que acompañaban a las brujas en sus reuniones
clandestinas en noches de luna llena y que por razones que son desconocidas
entabló amistad con el mismísimo diablo.
Cuando se separó de sus terroríficos
amigos, se adentró en los bosques de árboles viejos y malezas impenetrables, lugares que solo abandona para dirigirse a
las pequeñas chozas de los campesinos ubicadas en las faldas de las montañas
o para merodear las casas
que se encuentran en la periferia de los pueblos del Tolima grande y la
región antioqueña.
A diferencia de muchos otros espantos, este no es agresivo ni causa daño a quienes
lo encuentran, tan solo es un ave de mal
agüero, un mensajero de malas noticias.
Cuando una calamidad está por ocurrir en un hogar, el silbador se encarama en alguno de los árboles
del jardín más cercano, o se posa sobre las tapias de piedra de las casas
viejas y desde allí, donde nadie pueda verlo, lanza su largo y melancólico canto; un silbido que hiela la sangre de aquellos
que la escuchan, que roba la esperanza y aleja todo rastro de felicidad; cada canto es como un hechizo de tristeza, por ello, si
se cuenta con la mala suerte de escuchar su silbido, lo mejor es alejarse de
aquel sitio, no vaya ser que su
presencia llame la mala suerte para quien se detenga a investigar de dónde
viene aquel lúgubre sonido.
Hay que aclarar que no se debe confundir al
pájaro silbador con el silbón, otra
leyenda pero de los llanos orientales,
esta sí con un pasado oscuro y con intenciones peligrosas… pero esa
historia será para otra oportunidad.
** publicado originalmente en la revista "güipas" del diario "La Nación" 2019