latecleadera

jueves, 15 de noviembre de 2018

10 pm




Es la noche,
Ya son las 10.
La ciudad se derrumba en sus anhelos de caserío
Camino con paso rápido pero sin temor
Un hombre besa con pasión a una mujer que besa con pasión a un hombre
Tras de mí, de reojo puedo ver como las nubes conspiran para formar tormentas.
Las cucarachas profetas de lluvia, delirantes corren al frente, suicidas y obnubiladas por el preámbulo de la lluvia.
No hay música, no hay sonido, no  hay ritmo,
Solo el repiquetear de los cabellos de una mujer en eterna caída sobre un pantano.
Un vagabundo camina al frente  recogiendo pensamientos desechables para venderlos como nuevas ideas, mientras yo, luego de pasar al lado de una mujer silvestre de tetas pequeñas, barriga flácida y nalgas firmes,  descubro que la mortalidad gratuita no existe, que el temor al no ser se opaca cuando nos entendemos en tiempos antes de nacer, y comprendo que solo se es eterno si el recuerdo trasciende a  las caricias de la muerte.
Una luna efímera, casi onírica, se mece como una barca en un océano de cúmulos tormentosos al amparo de una estrella que bien podría ser un planeta anónimo y vacío.



Las calles son silencio,
Cómo me gusta el silencio cuando es exquisitamente provocado.
Cómo me gusta el vacío que deja la gente cuando recoge sus vidas en camas de pocos centímetros de diámetro.
Me gusta sentirme libre de los deseos del que sueña
Me gusta verme como sombra que recorre los andenes oscuros bajo los edificios, entonando las melodías de los grillos de verano
Como si fuera un blues anónimo
Como la gravedad nasal y gutural de un ebrio que canta sin desentonar.
Las calles son silencio luminoso
cubren las sombras de los que anhelan ser seres nocturnos,
Seres alados sobrevolando las copas de los árboles en los bordes de  los burdeles sagrados.
Ahora
Cuando la media noche me abandona
degusto el sabor etéreo de los truenos en las orillas de la ciudad
me zoomorfizo y vuelo a la ventana de quien se prepara a soñar.


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