fredy polo |
Siempre viene a mi mente el caminar.
Camino siempre, a toda hora y en todo
lugar, camino en las mañanas antes de
que el sol salga entre las montañas, cuando el trinar de los pájaros es
insoportable y el firmamento es un desconocido lienzo de estrellas y
planetas, Insondables, destellantes y
fugaces.
Camino en la mañana, cuando el
sol ya está alto y es cubierto por discretos cúmulos de nubes. Camino por caminos serpenteantes que se pierden
entre bosques y llanuras de hierba gigante.
Camino con el inclemente calor sobre mis hombros, desvaneciéndome en
sudor, con la mirada puesta en el suelo de piedras ardientes.
Camino en las
tardes, por la sombra que dejan los arboles de troncos gruesos y ramajes
frondosos para luego perderme en
terrenos de humedad crepitante, acompañado por las voces de los grillos y las tímidas ranas.
Camino por rocas resbalosas, por espacios
asfixiantes de vida. Como también puedo
caminar por amplios senderos solitarios,
que conducen a ciudades y hogares, todos ellos desconocidos, acogedores y cálidos.
No son para mí, yo siempre busco el ocaso, donde las nubes se
arremolinan furiosas sobre el sol descabellándose en tiras rojas y amarillas
sobre un fondo azul celestial.
Camino en
pos de la primera luz de las estrellas,
del sonido de las aves despidiendo el día. De la brisa que se levanta de algún lado y
barre el polvo pisoteado, camino al amparo del aroma de la cena en casas al
borde de mi vereda, camino en el
silencio del anochecer, en busca de las
sombras nocturnas, aquellas que se escabullen por todos lados y susurran
secretos místicos innombrables. Las piernas llevan mi carga, mi espíritu lo
dejo a la voluntad de los pies.
Quisiera
nunca parar, nunca dejar de avanzar, conjugar cada paso que se da en cada metro recorrido, todo es nuevo, todo cambia, nada es estático,
todo nace y muere al poco tiempo.
Camino
porque soy de aire y la quietud asesina mi esencia.
Y en ocasiones deseo correr, cual demente sin
causa y perderme en los espacios vacíos
que va dejando la soledad.
No quiero más
la cárcel del acomodo, no quiero el
dolor de mis huesos estáticos, no quiero la repetición de los días y las noches
sin fin, sin principio aparente. No
quiero ser parte del engranaje, del complejo y absurdo sistema.
Solo quiero
salir y caminar, sin que nadie me detenga, sin que nadie se interponga, caminar hasta que los zapatos de fundan con
el asfalto, hasta que los pies maltrechos sangren y desaparezcan, hasta el punto
en el cual ya no necesite nada para caminar,
tan solo unas alas invisibles para alzarme en la noche y volar a la
inmensidad.
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