foto original sin censura, incompatible con facebook por mostrar un pezón. Agradecimiento a la modelo Andrea Ivonne Castañeda por autorizar el uso de sus imagenes. |
Cuando niño en ocasiones
soñaba con un sitio alejado de mi pueblo; no conocía la ciudad por ello el
concepto de desorden e inmensidad aún no estaba en mi mente.
Era como recordar las
escenas que a diario me inventaba en mi habitación, sobre la vieja mesa de
madera, jugando con las figuritas de plástico que venían en los pasabocas.
Estaba ubicado en una llanura, con árboles de guayabas dispersos y solitarios, algo
maltrechos por el sol y el viento.
Bien podría ser una casa, no
lo recuerdo, solo llega a mi mente una gradería estrecha perdiéndose en espiral
en lo profundo de la tierra.
Era una edificación
subterránea, iluminada por la luz solar que se escabullía por las paredes
empinadas que se iban formando tras de mí, cubiertas de un musgo verde y suave. Un lugar frio,
con la humedad que sienten las rocas de río.
Gotas de agua caían en algún rincón, y el sonido de su eco marcaba el compás de mi
respiración, a lo lejos un martilleo seco brotaba de las profundidades. Al fondo, el camino giraba abruptamente
formando un ángulo de noventa grados, la oscuridad parecía emerger de aquel
punto ajeno a mi vista y ocasionalmente se escapaba un resplandor rojizo de
fuego atizado por un fuelle imaginario.
A medida que me acercaba los
golpes de metal contra metal eclipsaban los ecos de las gotas y los gorgojeos
de las golondrinas sobre mi cabeza. Tras
esa esquina, un callejón se prolongaba por una distancia indeterminada,
formando un túnel de oscuridad que desembocaba en un titilante espacio
luminoso, nunca lo atravesé, no fue por
miedo, nunca sentí miedo, aun mas, sentía una extraña familiaridad, pero el hombre que habitaba allí (posiblemente un herrero) no quería ser
molestado. Yo no tenía justificación para estar en ese sitio, era un niño
curioso que trataba fisgonear el trabajo de los adultos.
Cuando asomé por la esquina,
decidido a cruzarlo y ver lo que pasaba,
una voz igual a la que escuchaba en mi
cabeza cuando interpretaba cada uno de los personajes en mis juegos sobre la
mesa de madera, me susurro al oído. “No
entres, él está ocupado y molesto…es un brujo poderoso.”
Nunca volví a tener aquel
sueño, aunque en mis aventuras oníricas ocasionalmente veo a lo lejos aquella
llanura, escucho el golpeteo del metal y un resplandor rojizo tras una
pared. Pero siempre paso de largo, siempre
hay algo que hacer, siempre puedo entrar en cualquier momento…siempre despierto
y antes de olvidar lo soñado me pregunto por qué no lo hice.
¿Y a qué viene todo esto?