latecleadera

domingo, 24 de mayo de 2015

"Deseo morir por Cristo y su fe"





En la entrada principal de la casa vieja, unos cuantos centímetros  por encima del dintel, reposa tranquilo desde hace años un cuadro inmune al paso del tiempo, protegido de los descolorizantes  rayos solares, ajeno a la lluvia y posiblemente también al polvo, hogar de generaciones de arañas minúsculas de patas largas y picadura insípida.  Nunca supe quien lo puso, permanece en ese sitio desde que tengo memoria y hasta donde recuerdo nadie lo ha movido de allí.  Centrada,  entre  contrastes de blanco y negro se ve la imagen de un hombre en sus treinta y tantos  años, algo obeso, con gafas redondas y mirada fija y filosofal. 

En algún momento perdido en mi memoria pregunté a mi tía abuela quien era él; ella respondió que era el mártir de Armero, un  sacerdote que muchos años atrás había muerto a manos de gente mala, todo por aquello que aparecía bajo la foto. “deseo morir por cristo y su fe”.

En la casa se ejercía una especial devoción hacia este hombre, encontraba estampillas con su imagen  por todas partes, a tal punto que en ocasiones las utilizaba como material de construcción para los castillos y guaridas en mis juegos.  También estaba rodeado de pequeños relicarios de baja calidad que guardaban en su interior pedacitos de tela negra, según me contaba mi tía (y luego yo lo contaba a mis amigos) eran reliquias de este santo hombre y servían para todo;  eran mágicas y poderosas. Yo había visto como las sumergían en vasos con agua que luego  daban de beber a  enfermos que días después (me imagino) se levantaban de sus camas como si nada hubiese pasado.  Pero antes de continuar con todo aquello que desembocó en tizanas paranormales, sería bueno dar un repaso a la biografía de este cura.

domingo, 10 de mayo de 2015

De superheroes y dioses





Es frecuente escuchar de muchas personas  que cuando sintonizan los canales de dibujos animados estos “muñecos de ahora” no se entienden,  son grotescos, con historias traídas de los cabellos y como es de suponerse, poco aptos para la población infantil.  Lo que  me preocupa es que todos aquellos que comentan  son mis contemporáneos, y que todos estos comentarios son típicos comentarios de personas adultas  con ganas de ser adultos mayores, y extrapolando  llego a la conclusión de que ya estoy viejo, pero por suerte, a pesar de las arrugas en mi cara y las canas en la cabeza, aun me siento niño (aunque si le preguntan a mi hijo  el opine lo contrario), algunos dirían que más que niño, infantil.


Pasando por alto algunas corrientes artísticas y técnicas de dibujo,  puedo decir que los dibujos animados de hoy son increíblemente mejores que aquellos con los que crecí.   A mi parecer la moda actual es la línea fuerte y definida, una paleta básica, poca difuminación y escaso juego de sombras,   algo que muchos podrían considerar como una baja en la calidad. Pero eso es cuestión de gustos, lo principal y más innovador es su contenido, su temática, la personalidad de cada personaje (valga la redundancia). Atrás quedaron los caracteres predefinidos, moralistas, ingenuos y apegados al sistema de todos nuestros amigos animados (resultado de una campaña de tintes políticos que sumió al mundo del comic en una extraña época de autocensura)  Antes carecían de ese toque de humor negro, crítica ácida y rebeldía tan frecuentes en cualquier dibujo animado de hoy (excluimos en este caso la producción oriental, ella es cuento aparte) a tal punto que las tiernas  y conservadoras producciones de Dysney ya siguen esta tónica, aunque un poco más recatados que sus congéneres de Cartoon Network, Nickelodeon y MTV  pero definitivamente  saliendo del molde ultraconservador que reinó durante años.