Cuando terminé “Federico corre bajo la lluvia”, tenía mis
dudas sobre si valía la pena continuar con la historia del niño travieso que
vivía feliz (como deberían vivir todos los niños) en un pueblito cualquiera
rodeado de sus amigos y familiares.
Sabía que muchas ideas habían quedado
en el tintero, el experimento de la
autoedición y auto publicación me había quedado gustando, a pesar de todos los
inconvenientes implícitos en ellos y por primera vez en mi vida, después de
años de buscar alternativas a mi
trabajo, estaba realizando algo que me
apasionaba, que por mucho tiempo y recursos que requiriera parecía no menguar
mis energías.
Una noche cualquiera, luego de quedar la casa en silencio,
me senté frente al computador y empecé la historia… sin una idea clara, simplemente dejándome llevar por el impulso
de escribir. 4 meses después terminé el último párrafo del nuevo libro y me
centré en las ilustraciones, mas coloridas
que las del anterior libro, pero para mi disgusto muy pocas…simplemente sentía
la necesidad de ver el primer ejemplar en mis manos lo antes posible. Como no quise utilizar los medios
litográficos ni editoriales del mercado local,
junto a mi esposa iniciamos de cero: Estudiamos que tipo de papel sería
el mejor, lo compramos, lo
cortamos, lo metimos a la impresora de
la casa, que luego de unas miles de hojas se dio por vencida, para dar paso a
otra impresora en esta ocasión nueva,
que se dio por vencida mucho antes que su antecesora.
Con la caratula, en
un inicio pensamos hacerla en madera, compramos la madera, que luego de una
semana de estar guardada se dobló y agrietó,
por lo cual optamos por el cartón y
tela, sobre la cual dibujamos las figuras y el título y terminamos adornándola
con bisutería… debo confesar que el resultado fue algo muy bonito.
Por vueltas de la vida y gracias a la idea de un amigo que
en ese momento tenía un cargo administrativo en el principal diario de la región, logré sacar un tiraje muy superior al que mis
vetustas maquinas lograrían. A cambio, cada semana entregaría parte de los contenidos
para el suplemento infantil del domingo,
tratando de emular las antiguas revistas de los
monos de “el espectador” o aventuras de “el tiempo”, de paso y aprovechando la oportunidad, experimenté al llevar a Federico al mundo de
la historieta, como siempre conociendo
nuevos trucos, rascándome la cabeza sobre que dibujar, en ocasiones dando
resultados algo mediocres, otras veces dando resultados curiosamente asombrosos.
“Federico y los días de colores” me ha traído más sorpresas
de las que me esperaba, no guarda la
carga sentimental y casi autobiográfica del primer libro, no trae a mi mente el niño que fui, sino el
niño que sueña, en ocasiones pretende ser poesía, en ocasiones me impulsa a
mirar la vida no como algo que pasó sino como algo que tiene que pasar.
Hoy sé que cada uno de los libros que junto a mi esposa
construimos hasta altas horas de la noche, han llegado a las manos de
niños y adultos que han soltado una
sonrisa o simplemente han despertado un viejo recuerdo, Federico ha viajado a la capital y tímido ha
estado al lado de los grandes de las letras,
ha viajado al país del norte, dueño y señor del mundo, ha viajado al Ecuador y de las manos de un amigo ha
llegado a Argentina, sé que cruzará el Atlántico y que como todo sueño se ira construyendo paso a paso, se deconstruirá
y renacerá como nueva historia, al día de hoy, Federico quiere ser un nuevo
libro.
gracias a todos aquellos que han creído y han sido partícipes de esta aventura literaria.