latecleadera

jueves, 2 de abril de 2015

Confieso que he pecado



Curiosamente me gusta la semana santa;  me gusta entrar a los templos católicos y verlos repletos de gente mascullando oraciones de un lado para otro, me gusta ver las imágenes de santos erguidas en sus caballetes y engalanadas con flores y adornos de papel, me gusta el olor a incienso y el vuelo de las golondrinas sobre los candelabros luminosos del techo.  Cuando puedo pasar la semana santa en mi pueblo, suelo salir en las noches en compañía de mi hijo a ver las procesiones por las calles silenciosas, cuando puedo me uno a ellas y me dejo embriagar por el susurro de voces que siguen una sola melodía grave y en ocasiones disonante, al compás del sonido que dejan los pasos en el asfalto polvoriento, el llanto ocasional de algún niño y el ladrido de los perros en las casas cercanas.


La semana santa me gusta porque me trae a la memoria los tiempos de mi niñez, cuando junto a  mis tíos abuelos, católicos a ultranza, los acompañaba a cuanta ceremonia o evento religioso se realizara, para la mente de aquel niño, aquello estaba lejos de las reflexiones teosóficas, cosmogónicas y morales posteriores, ese solo era un lapso de tiempo en donde aquel mundo vaporoso y mágico en el cual  reposaba el dios que me habían inculcado -un dios austero pero bondadoso- bajaba de su espacio sin lugar y se diluía en cada figura de yeso, en cada cuadro pintado, en cada flor de lirio y hoja de palma, en cada cantico y en cada oración profesada por el sacerdote de turno.  Por suerte alcance a vivir aquel último coletazo de los tiempos que contaban los abuelos en donde todo era prohibido, en donde todo lo que se sublevara contra el rito de rigor sería debidamente castigado por el maligno, que como en ninguna otra época, andaba más atento,  merodeando por los ríos y las montañas a la espera de los infractores.  Creo que fui de  la última generación que aspiró aquel humo de incienso que provocaba una extraña reacción en el cuerpo, que hacía que la verga del hombre permaneciera pegada a la cúpula vaginal como perros callejeros hasta la deshonra el viernes santo.

domingo, 15 de marzo de 2015

El demonio sobre el tejado, mi diablo personal



Hace unas  noches  soñé con el diablo.  Me encontraba en la casa vieja del pueblo, en escenarios completamente oníricos, entre planicies inmensas y bosques merodeadores bañados  por la luz de la luna llena parcialmente cubierta de nubes; una luz de medianoche, una luz de perros en silencio y grillos indiscretos, en un lapso de tiempo que bien podrían ser las horas previas  al eterno preámbulo del amanecer, cuando las estrellas preparan su incipiente agonía y el tremor de los rayos solares aun ajenos pero si inminentes anuncian su llegada. 

Por terroríficas y mundanas razones que no van al caso, mi yo imaginario había decidido subir al techo de la casa, buscando con rabia aquello que de forma  silente  acechaba mi familia durmiente y no daba tranquilidad a su descanso.  De pie sobre las viejas láminas de zinc lo vi.  En un principio como algo difuso, enmascarado en el fondo silvestre que se extendía tras él.  Mis ojos algo encandilados por la luz cetrina que desprendía el astro de la noche,  solo lograron distinguir su forma cuando los nubarrones pasajeros descubrieron la cara de Selene y su brillo de misterio cayó sobre nosotros.  Era un figura alta, desgarbada, encorvada, piernas flacas con extrañas incongruencias anatómicas, brazos que llegaban hasta sus rodillas y de los cuales unas manos estilizadas y con garras se aferraban al aire, una cola serpenteante bailaba al compás de las melodías de los grillos y una sombra sobre su espalda -bien podrían ser sus alas o una capa cubriendo su desnudo cuerpo-  se movía al antojo de la brisa nocturna.  Su cuerpo no era de color negro, era oscuro,  y al notar mi presencia giró su cornuda cabeza  hacia mí.  No existía una cara, solo había un agujero de tinieblas delimitado en una fileña silueta, dos brasas ardientes hacían las veces de ojos  y desde ellos me lanzó una mirada mezcla de odio, sorpresa y finalmente indiferencia.  Fue una situación semejante a cuando se  sorprende un gato en el tejado y este planta su mirada ante la nuestra instantes previos a escapar.  De igual forma, este ser, el señor del mal, tal vez buscando un instante de silencio, un momento de soledad o simplemente molesto por la presencia de un simple mortal, decidió desvanecer  su presencia en los sonidos, aromas y visiones que la noche carga y raudo como un ventarrón se abalanzó sobre los techos de las casas vecinas para perderse finalmente en los bosques lejanos.  Yo me quede allí, perplejo,  había visto al mismísimo diablo y vivía para contarlo.   Luego desperté.

martes, 10 de marzo de 2015

Déjame estudiar tu anatomía





Próximamente se estrenara (o ya se estrenó) la última superproducción del canal RCN, “sala de urgencias”, la continuación de “a corazón abierto”, donde- me imagino- seguirá la historia de nuestros estimados residentes del hospital universitaria Santa María, ya no simples estudiantes hartos de hacer rotes de suturas y tactos rectales y embriagarse cada dos días en un bar todo cuqui.  Ahora son médicos hechos y derechos, trabajando de sol a sol en quien sabe que IPS de mala muerte,  victimas del perverso sistema de salud.


Nuevamente este tipo de series nos pondrá contra la pared a todos los que de una u otra forma terminamos alzando la mano y recitando el juramente hipocrático. Nuestras esposas (y esposos) nos miraran con recelo cada noche que lleguemos a casa, pensando con quien sabe cuántas bandidas vestidas con uniforme quirúrgico (de esos con los que usualmente se ven a muchos haciendo mercado) nos  habremos revolcado en ese supuesto turno que acabamos de cumplir. Nuestros vecinos harán cuentas de los millones y millones que mensualmente devengamos, luego de hacer nada, y que ojala la Dian nos joda todo lo que pueda.  Nuestros amigos estarán prestos a preguntarnos si también nosotros sacamos corazones, hígados y riñones,  diagnosticamos síndromes inmuno cardio torácicos con aparatos láser, suturamos heridas de borrachos, arreglamos huesos sin anestesia, vacunamos niños mocosos, le tomamos la tensión a viejitos neuróticos, atendemos consulta prepagada, reanimamos cinco paciente en paro y claro…nos echamos a la muela la enfermera buenona que nos sigue a todo lado, todo eso en un mismo día.  Y por último las señoras amas de casa y ancianitas, papel y lápiz en mano prestas a apuntar cuanta enfermedad salga en este programa para preguntar en la próxima cita médica si ellas no tendrán eso y de por qué no sería mejor si les ordenáramos unas gammagrafías por si las moscas.

martes, 24 de febrero de 2015

Cronicas Ufologicas: Sexys mensajeras espaciales



La ufología es  de esas cosas ridículas que de una u otra forma cada quien  gusta llevar en su vida. Sobre este tema tanto se ha escrito y hay tanto que decir, que tratar de abarcarlo todo en una simple entrada, aparte de imposible, es  un irrespeto a esa parte irracional que llevamos dentro.  Por ello no pienso entrar en detalles,  ni en análisis,  ni polémicas, simplemente tomare un pequeño capitulo y lo traeré a colación.

Un día cualquiera leí en un sitio cualquiera que en las grandes ciudades muchas personas nunca habían visto la luna, mucho menos las estrellas; estaban tan sumergidas en sus vidas, inmersas en el agite diario, atrapadas por los grandes edificios y la niebla de los carros, que levantar la vista en la noche no era más que un sin sentido,  es más,  aun en estas tropicales y ecuatoriales tierras, muchos ven en aquellas titilantes luces solo un adorno nocturno, algo irrelevante, algo ajeno a sus  vidas, algo sin importancia.

¿Cómo será la vida sin echar de vez en cuando una ojeada al firmamento? Tal vez igual, tal vez no varíe mucho, pero personalmente me resultaría asfixiante no hacerlo, simplemente abrumador.  Y partiendo de allí, de todos aquellos que gustamos  ver estrellas, planetas, cometas y más, aunque poco sepamos que son, donde quedan, para donde van y ocasionalmente tratemos infructuosamente identificarlos y en el peor de los casos, fanfarronear con alguien  sobre aquello que no sabemos, para todos nosotros, en determinada época del año, es usual que algo de reojo nos llame la atención, y este algo es posiblemente una de las cosas más hermosas en un cielo nocturno oscuro y despejado;  el cumulo estelar de las Pléyades, una mancha luminosa en la bóveda celeste, que si bien la miramos está compuesta por cinco, siete o nueve estrellas (Taygeta, Pleione, Merope, Maia, Electra, Celaeno, Atlas, Alcyone) todo dependiendo de nuestra visión, colgada en un vecindario llamativo, con la cabeza de Tauro en uno de sus lados con sus características Híades y su estrella mayor Aldebarán, Orión el cazador formado por la roja Betelgeuse, la azul bellatrix, la indiscreta Rigel y la tímida Saiph, su cinturón característico, mejor llamado las tres marías (Alnitak, Alnilam y Mintaka)y colgando de él su espada mágica con su borrosa empuñadura, la nebulosa de Orión, un poco más lejos la deslumbrante Sirio y  la Vía Láctea.

domingo, 8 de febrero de 2015

Dibujando el pasado



Nunca me había preguntado quien realizaba los dibujos de las láminas del álbum de historia natural de chocolatina jet, en algunos casos solo me limitaba a pensar que las  imágenes presentes en las nuevas versiones (excluyendo las fotografías) solo habían disminuido en calidad, aunque seguían siendo  fieles al espécimen que representaban  les faltaba ese toque de realismo y drama propio de las primeras.  En especial las más impresionantes eran todas las que formaban parte del  mundo prehistórico,  en ellas aparecían ricamente ilustradas todas aquellas bestias que poblaban el planeta hace millones de años: dinosaurios de aspecto aterrador deambulando por escenarios tropicales con vida en formación,  mega fauna acechando sus presas, herbívoros colosales pastando placidos en planicies  ardientes, volcanes de roja lava, y ocasionalmente animales contemporáneos embistiendo la inexistente “lente” del pintor.  Todos aquellos dibujos coloridos, con finos detalles, conservando una violenta vitalidad en el escenario,  sombras marcadas, contornos definidos; un perfecto testigo de un mundo perdido.

jueves, 29 de enero de 2015

disfunción eréctil e infertilidad secundaria a Chicungunya.



Últimos estudios realizados al 80% de infectados por chicungunya en las instituciones de salud encargadas del manejo de la epidemia en Puerto Rico, encontraron  una clara  relación causa efecto entre la  aparición de la enfermedad y problemas de disfunción eréctil en hombres de 20 a 40 años.  Estudios anatomopatologicos  evidenciaron en el 85% de los casos,  lesiones causadas por el virus en la capsula de mielina de rama dorsal del nervio  pudendo, encargado del mecanismo de  erección,  llevando esto a una lesión posiblemente irreversible en la función eréctil del pene, de igual forma se encontraron lesiones de aspecto multiquistico en los ovarios del 64% de las mujeres infectadas en edad reproductiva,  con un alto nivel de virus encapsulados en membranas fosfolipidicas,  como consecuencia de ello se prevé una tasa de infertilidad cercana al 78% en este grupo de mujeres.

El ministerio de salud de Colombia a la cabeza del doctor Gaviria,  conformó un grupo técnico científico encargado de estudiar una serie de casos presentados en la ciudad de Neiva,  donde se han evidenciado lesiones de tipo necrótico en el pene   en 5 pacientes hospitalizados  por dicha infección, buscando hallar la relación con dicho virus y su adecuado manejo.

Como se pueden dar cuenta, es grave la situación que acabo de exponer, dado que toda ella es una completa mamadera de gallo, tiene el mismo nivel de evidencia y fiabilidad que todos y cada uno de los comentarios ridículos que escucho todos los días, en lo referente a esta enfermedad.
No pensaba escribir nada al respecto, pero ya me resulta tan irritante la situación, en la que con cuanta persona que me encuentro,  y en la cual necesariamente sale el tema de le epidemia, esta, luego de pedir asesoría medica exprés, termina  toda la charla con un escéptico  ¿pero eso si será verdad?

martes, 20 de enero de 2015

EL CAZADOR VALIENTE *


No es justo, no es justo que la profesora piense montar una obra de teatro y que el personaje principal sea yo, o bueno el que interprete el personaje. 
La cosa empezó mal en la mañana, cuando nos comunicó que para la próxima semana tendría lugar la jornada cultural, y que al grado le correspondía una obra de teatro.  Hasta allí todo iba bien.  Luego dijo que ya sabía que obra de teatro era la que había que preparar; eso tampoco me preocupo,  pues era a voces sabido de mis pocos dotes de actor,  ya habría más de uno que levantaría la mano para estar ahí,  yo no.  Y esta era  la historia: Un cazador va por el bosque cazando animales, cuando de pronto una  serpiente venenosa sale entre las ramas de un árbol y le muerde,  el cazador cae mal herido y próximo a la muerte, pero en aquel instante una joven y bella campesina que pasaba por esos lados lo encuentra y con un solo beso lo cura, y viven felices por el resto de su vida.  Una historia interesante, lo malo es que sacó una cartilla donde estaba escrita  y ante todo el grupo la leyó: “Iba el joven alto y delgado cazador, de pelo negro y piel blanca recorriendo los bosques en busca de su presa…” e inmediatamente todos me miraron. Yo simplemente moví la cabeza en señal de negativa, mientras la profesora me decía que yo era el propio para el papel.  Alegue, ¿por qué no podía ser Juan Pablo? si él también era blanco, incluso más pálido que yo y además flaco, pero ella  dijo que no era alto ni de cabello oscuro.  Así que le bote la pelota a Diofante,  pero él dijo que no era paliducho como yo y además estaba calvo,  luego mire a Abelardo y simplemente dijo que su pelo rojo no salía con el cuento, y el único que me podía sacar de aquel embrollo era David, pero apenas lo miraron se puso más tartajoso que de costumbre, así que quedó inmediatamente descalificado. 

sábado, 10 de enero de 2015

Mi derecho a escribir lo que se me de la gana



¿Y que si pienso diferente  y contrario a lo que se supondría debería pensar?

En parís tres sociópatas ingresan a la sala de redacción de un diario satírico y acribillan sin remordimiento   a quienes allí se encuentran.  La noticia se riega como pólvora, los videos de la toma se vuelven virales en internet, y en uno de ellos se ve como uno de los asaltantes ultima con una ráfaga en la cabeza a uno de los policías herido en la calle, cual si fuera una escena de videojuego.

Europa se viste de luto, el mundo se indigna, pero ¿Por qué tiene que ser tan importante y trascendental la muerte de estos 12 hombres? ¿Qué hace que la muerte de estas personas merezca el rechazo global?  Pocas semanas antes cientos de niños pakistaníes eran  ejecutados en una escuela, la noticia no dura más de dos días en primera plana, poco se movieron las redes sociales y es probable que este suceso estuviese a la par de la última selfie ridícula de cualquier famoso. Retrocedemos el reloj y en México decenas de estudiantes son reducidos a cenizas por fuerzas policiales, México convulsiona, el resto del mundo mira apacible. Meses atrás Israel arrasa con pueblos palestinos, todo se convierte en una buena nota de mitad de noticiero, en las redes se comenta que es por  legítima defensa del pueblo de Israel.  En fin, todos los días y a toda hora aparecen noticias como aquellas, donde el cuerpo sangrante de cualquier persona es el plato predilecto del lente morboso del corresponsal.  ¿Por qué estos 12 nuevos muertos tendrían que ser diferentes? ¿Acaso los franceses  son  seres de primera categoría a diferencia del resto de la humanidad? Bueno tal vez ellos estén menos acostumbrados a estos hechos de bestialidad tan usuales en nuestras tierras y que por desgracia nos han dado un vergonzoso escudo de olvido e indiferencia.  Pero no creo que sea eso, estos doce hombres que perdieron la vida en un acto cobarde no son diferentes a los niños pakistaníes, a los estudiantes mexicanos, a los palestinos desterrados, a los soldados israelitas, a los colombianos diariamente asesinados.  Simplemente es el hecho de lo que su labor significaba.  10 hombres (2 eran policías) cuyo trabajo era el periodismo; irónico, vulgar, ofensivo o lo que fuese, pero a final de cuentas representaban uno de los tantos derechos que todos en algún momento de la vida hemos sacado a relucir,  el derecho a la libertad de expresión.

sábado, 13 de diciembre de 2014

¿Jesus era mujer?


Cuando llega la época de navidad, algunos compañeros de trabajo me preguntan si yo puedo celebrar dichas fiestas. Yo ni corto ni perezoso respondo que sí, que yo canto los villancicos en la novena, rezo la oración a san José o los gozos (todo por la merienda que se da) armo el arbolito, me gustan los pesebres y doy regalos a los niños.  Algunos me miran con desaprobación.  ¡Claro! Valiente ateo.  Ateo de ocasión.  En realidad no, para desgracia de muchos extremistas ideológicos, la navidad dejó de ser parte exclusiva de su credo y se convirtió en un agradable fenómeno cultural,  una época de catarsis, de reflexión sobre  lo hecho en el transcurso del año y sobre lo que se piensa hacer para el próximo.  Eso sin contar el reencuentro de familias y amigos, los anhelos infantiles embutidos en un consumismo brutal y toda aquella parafernalia que nos han vendido como “espíritu navideño”  que abarca desde el bonachón lapones hasta las melodías de Roberto Aicardi.   Muchos se desgarran las vestiduras por aquellas costumbres paganas que hoy de forma subrepticia adornan nuestros hogares,  se quejan de la hipocresía al recitar una novena sin el debido recogimiento (culpen a sor Bertilda Samper y fray Fernando de Jesús Larrea por crearla tan confusa pero a la vez tan agradable) y  maldicen ese mercado persa en el cual se convirtió todo,  allá ellos, yo la paso de mil maravillas.

Y estando en este diáfano estado navideño, con un árbol de material sintético a mi lado adornado con luces y bolas rojas, tranquilamente me dedico a leer cuanta cosa postean en el Facebook, hasta que una de ellas llama mi atención.  La leo una vez, me rasco la cabeza, vuelvo y la leo y suelto una carcajada, nuevamente la leo y me pregunto ¿pero qué mierda estoy leyendo? Hace poco había leído sobre los tenebrosos tres días de oscuridad que se avecinan y de las diabólicas  bases sobre la que se edifica el día de las brujas.  Ahora estos locos del carajo venían a aguarme la navidad.  Según la nota, algo llamado “The physics of Christianity” de Frank Tipler, brindaba la explicación de lo que podría haber ocurrido para que se produjese el nacimiento virginal de Jesús.  Nuevamente un grupo de desquiciados religiosos buscaba dar sustento “científico” a una de sus historias fantásticas, se niegan a entender que todo lo que aparece en su libro sagrado y posteriormente en su manual de dogmas y prohibiciones solo se puede sustentar a través de la fe y de sus amigas la filosofía y la teología (y en los casos más bizarros con la metafísica) pretender darle asidero científico a sus leyendas solo es buscarle la quinta pata al gato.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Yo no soy de los Franco


Agradezco inmensamente al Canal A, luego Canal 1 y finalmente canal Caracol, el haber permitido educar y mantener en estricto orden y armonía mi agitado sistema gastrointestinal, principalmente en sus primeras porciones y funciones,  iniciando por la parte estimulativa de la región olfativa de mi nariz, la secreción  de mis glándulas salivales, el cálido preámbulo acidificante de mi estómago en espera del bolo alimenticio y los primeros dos metros de intestino degradando el quimo en sustancias solublemente nutritivas. 
Eran los 90s, años agitados y de cambio, el sol estaba en su cenit, los buitres giraban en espirales juguetonas cerca de las nubes, los ruidos de los trastes de cocina escapaban al compás de los vapores que desprendían los platos servidos en la mesa del comedor:  aroma de arroz cocido con trocitos de cebolla, carne frita en aceite viejo, papa cubierta de una exquisita mezcla de tomate, cebolla (nuevamente cebolla) color, caldo Maggui y dios sabe que otro ingrediente secreto (ricostilla no, esta llegó después) comúnmente conocida como “hogo” y la papa ascendida al título de “papa chorriada”, sopa de plátano y jugo de guayaba. Y en toda esta escena completa y absolutamente hogareña, se elevaba sobre las tapias y los techos de las casas, escapaba por las rendijas de las ventanas y por las puertas abiertas inundándolo todo, aquel sonido que salía de la cajita mágica llamada televisor, aquella melodía que si el oído no me engaña era interpretada por un sintetizador, un piano, una flauta?? Y una guitarra.  Algo así como “pa papa  papa, pa paparapa, pa papapa parapa, papa papa parapa parapa, pa papa, pa parapa papa, pa pa”.  Esa endemoniada melodía del programa número dos de los colombianos (el numero uno es sábados felices) Padres e Hijos.