latecleadera

viernes, 4 de septiembre de 2015

Morir es dormir eternamente sin soñar


Muchos sin quererlo se convierten en símbolos. Trascienden su existencia por décadas, siglos  o simplemente se incorporan para siempre en el acervo de la humanidad.  Un símbolo encierra aquellos significados primarios que estructuran la civilización y al ser humano como especie. Un símbolo es la esencia de una idea.

Todos los días a toda hora mueren personas, todos los días a toda hora mueren niños; mueren en accidentes, mueren por enfermedades, mueren de hambre, mueren asesinados… estas dos últimas en  macabro ascenso.   Todos los días vemos imágenes de niños tendidos sin vida en algún lado. Todos los días escuchamos noticias de sus miserables destinos. La historia  los muestra como testigos y actores de las intrigas del hombre y su deseo de poder.

Aylan de tres años, de origen sirio, murió  junto a su madre,  su hermano de cinco años y nueve refugiados en una costa de Turquía al naufragar la embarcación en la cual huían de la guerra civil de raíces religiosas y étnicas de su país. El mar finalmente lo  depositó en la playa.  Y allí en compañía de las olas, la arena y la mirada de un agente policial durmió… morir es dormir eternamente sin poder soñar.



Aylan sin quererlo se convirtió en un símbolo,  símbolo de lo miserable que puede llegar a ser la humanidad.



Sé que no cambiara nada, pero este era el único sueño que  debería compartir. Como símbolo queda al lado de mis hijos.


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